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Foca / Investigación / 137

Fernando Casado

Antiperiodistas

Confesiones de las agresiones mediáticas contra Venezuela

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«Populismo», «falta de libertad de expresión», «presos políticos», «represión», «colaboración con el terrorismo», «dictadura», son frecuentes apelativos que los grandes medios han utilizado para definir la Revolución Bolivariana de Venezuela y al presidente Hugo Chávez.

La presente obra ofrece un recorrido por las declaraciones de más de 70 periodistas que trabajan para diarios de América Latina y España responsables de crear los estereotipos existentes sobre el Gobierno venezolano. Redactores, editores, columnistas y editorialistas nos relatan cómo cubren la información generada en dicho país, el funcionamiento interno de sus redacciones, los secretos y vicios de la profesión periodística. Las confesiones se producen, en algunas ocasiones, de manera franca y directa; en otras, inconscientemente o evadiendo la culpa, pero el resultado es el mismo: la incursión en el antiperiodismo.

Investigaciones y sesudos análisis sobre cómo la prensa desinforma se han hecho muchos. La originalidad de este libro es que por primera vez los protagonistas, es decir, los manipuladores, son quienes cuentan la historia en un lenguaje apto para todo público.

Fernando Casado Gutiérrez (Córdoba, España), licenciado en Derecho por la Facultad de Granada, realizó una maestría en Derechos Humanos y Democratización en el European Inter-University Centre for Human Rights and Democratization en Venecia (Italia) en el año 2004. Se doctoró en el año 2012 en la Facultad de Comunicación de La Laguna con la tesis Venezuela en la prensa internacional: procesos de información y desinformación.

En la actualidad se desempeña como profesor en el Instituto de Altos Es­tudios Nacionales de Ecuador y en la Maestría de Derecho Internacional Público de la Universidad Bolivariana de Venezuela. Ha trabajado como asesor para los go­biernos de Venezuela y Ecuador en el área jurídica y de comunicación.

Ha escrito otros libros, como In­tro­ducción a los Derechos Humanos desde una perspectiva Bolivariana y Re­vo­lucionaria, y numerosos artículos y folletos en el ámbito de los derechos humanos y la comunicación. Habi­tual­mente realiza colaboraciones para medios como Rebelión o el diario ecua­toriano El Telégrafo.

 

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RAG

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A mi madre Maite y su nieto Iñaki

Agradecimientos

El libro que se presenta a continuación me tomó varios años escribirlo, pero por mucho esfuerzo y trabajo nunca habría visto la luz si no hubiera sido por el apoyo de muchas personas. A ellas y ellos cuyos aportes y acciones han sido indispensables les dedico estas líneas de agradecimiento.

En primer lugar quiero mencionar a mi compañera, Rebeca Sánchez, quien siempre estuvo a mi lado en el a veces difícil y frustrante proceso de elaboración del libro, y que gracias a sus contribuciones, tras lecturas y críticas, le dieron la forma definitiva.

Alejandro Boscán y Mauricio Rodríguez desde el principio vieron que la obra podría ser un aporte a la discusión sobre el comportamiento de los medios de comunicación y la manipulación de la imagen de Venezuela, por lo que decidieron apoyar mis propuestas, aunque algunas pudieran sonar descabelladas. Concha Mateos, cuya sabiduría y consejos trataron siempre de iluminarme, aunque no siempre lo haya conseguido, he tratado de ser buen alumno. José Manuel de Pablos, el profe siempre disponible y con ganas de echar una mano ante cualquier solicitud.

Livia Suárez y Bernardo Álvarez me acogieron y dieron la cobertura y logística que necesité en varias ocasiones para poder avanzar con mis investigaciones. Jorge Arreaza, Jorge Álvarez y Luis Berrizbeitia, amigos que se interesaron por este proyecto. Antonio de Cabo no dudó en utilizar los medios a su disposición para denunciar los atropellos y escarnio al que me sometió el principal diario de Paraguay. Noam Chomsky, cuyo trabajo ha sido una gran inspiración, así como la entrevista que me concedió.

En los distintos países a los que fui, obtuve un gran apoyo y gente que estuvo siempre echando una mano: Lino Valencia en Paraguay, Esteban de Gori en Argentina, Fernando Alvarado en Ecuador, Ewa Sapiezynska y Are Nagoda en Chile y Javier Arrue en Nicaragua.

Finalmente, este libro no existiría sin las entrevistas realizadas a todas y cada una de las personas que en él aparecen, a quienes quiero agradecerles sus reveladores aportes que abren nuevas y novedosas líneas de investigación en el campo del periodismo. Gracias a las confesiones de quienes trabajan en la prensa hegemónica, que forman parte del monstruo, es una de las primeras veces que podemos admirarnos de su funcionamiento interno y cómo se ha mentido sobre la Revolución bolivariana y Hugo Chávez.

Prólogo

El gobierno revolucionario de Venezuela, desde su llegada al poder en 1998, ha sido blanco de continuos ataques por parte de los principales medios de comunicación occidentales. La obra que se presenta a continuación puede considerarse una confesión involuntaria de quienes manipulan la información sobre Venezuela en algunos de los principales diarios internacionales.

El objetivo de este trabajo es demostrar la existencia de una guerra sucia desde la prensa internacional contra la Revolución bolivariana, donde el armamento utilizado es la propaganda. Serán las declaraciones y comentarios de los periodistas y directivos que trabajan en algunos de los principales diarios de América Latina y Europa los que darán las claves de cómo se efectúa en sus redacciones la manipulación de la información relacionada con Venezuela.

El origen de esta investigación es la tesis doctoral que realicé en la Universidad de La Laguna en España y la inquietud de dar respuesta a la pregunta de por qué en los medios de comunicación, al hablar de lo que ocurre en Venezuela, casi exclusivamente se recoge la voz de quienes adversaban al gobierno del fallecido presidente venezolano Hugo Chávez. En un principio, analicé el contenido de una gran cantidad de piezas periodísticas que arrojaron como resultado la existencia de una animadversión editorial abrumadora en contra del gobierno venezolano. Pero aquellos datos más que previsibles, en vez de responder a mis preguntas, hicieron surgir muchas más, así que decidí tratar de hacérselas a los responsables de aquellas publicaciones consideradas en mi estudio.

La segunda fase del trabajo, por tanto, consistió en entrevistar a quienes escribían de Venezuela o eran responsables directa o indirectamente de las publicaciones que aparecían en sus diarios. Las preguntas giraban en torno a nociones generales sobre el periodismo, para pasar posteriormente a mostrar a las personas entrevistadas piezas periodísticas en las que se había identificado algún tipo de manipulación o desinformación para valorar sus reacciones.

Lo que comenzó como una investigación doctoral se fue convirtiendo en una especie de trabajo detectivesco en que existía un cuerpo del delito –la tergiversación de la información de Venezuela– y había que desenmascarar a los culpables y sus motivaciones. Este libro se centra, por tanto, en las reacciones de las personas entrevistadas en el marco de mi tesis. La mayoría serán los redactores, columnistas y editorialistas de algunos de los diarios que fueron parte del estudio, aunque también se recogen los testimonios de algunos periodistas y analistas disidentes del pensamiento hegemónico, entre ellos Noam Chomsky y Pascual Serrano.

En total, se realizaron más de 100 entrevistas a periodistas de 11 diarios de habla hispana, latinoamericanos y europeos: El Tiempo de Colombia, El Espectador de Colombia, Clarín de Argentina, La Nación de Argentina, El Mercurio de Chile, El Comercio de Ecuador, ABC Color de Paraguay, El Universal de México, El País de España, El Mundo de España y ABC de España. Al final del trabajo hay un anexo dedicado al diario Le Figaro de Francia, con lo que pretendemos demostrar que el comportamiento de la prensa internacional es similar en todos los países occidentales. Como parte del pensamiento contrahegemónico, también se pudo conversar con algunos periodistas de diarios que representan a esta corriente, como La Jornada de México, Il Manifesto de Italia, L’Humanité de Francia y Página 12 de Argentina.

Vale la pena advertir de que se intentó contactar con periodistas de los principales diarios de EEUU (The Washington Post, The Wall Street Journal y The New York Times), así como con la agencia de noticias Associated Press (AP), pero ninguno contestó las decenas de correos electrónicos y peticiones que se les realizaron por distintas vías. Los periodistas, editorialistas y creadores de opinión estadounidenses siempre se negaron a comentar los artículos por ellos publicados. El caso de la agencia AP fue especialmente grave porque, después de haber acordado una entrevista con una de sus periodistas que trabaja en Caracas, Fabiola Sánchez, esta llamó para decir que no tenía el permiso de ser entrevistada sobre su trabajo y que se veía obligada a cancelar la entrevista. Posteriormente, se llamó al encargado de la oficina en Caracas de AP, Ian James, quien me confirmó que no era la «política» de su agencia dar entrevistas, ni siquiera académicas.

Al comentar los infructuosos contactos con los periodistas y directivos de la prensa estadounidense en comparación con la disposición de sus colegas europeos y latinoamericanos, el profesor universitario Noam Chomsky comentó que la reacción era «muy predecible por provenir del enemigo». Pero no yo no creía que eso tuviera lógica, por lo que Chomsky me lo explicó: «Una universidad española –eso ya es sospechoso–, pero yo diría que no les gusta ser desafiados: los medios de comunicación son la verdad. Dicen la verdad y son los guardianes de la objetividad; es como desafiar la eliminación de su soberanía dentro de sus propios dominios ¿Qué derecho tienes de preguntarles?»[1].

Aunque no se haya podido contar con las impresiones de periodistas estadounidenses, las conclusiones que se obtengan en este trabajo les son perfectamente aplicables; así lo demuestra el anexo de Le Figaro. Ojalá que, en futuras oportunidades, quienes trabajan en la prensa de EEUU permitan ser entrevistados y mostrar una mayor transparencia en el trabajo que llevan a cabo. El hecho de que no quieran comentar ningún aspecto de su profesión induce a pensar que es porque tienen mucho que esconder y, como Chomsky afirmó, rehúsan a ser confrontados.

La identidad de las personas entrevistadas a lo largo de este libro será revelada en la mayoría de los casos. No obstante, para evitar perjudicar a muchos de los periodistas ante sus jefes e impedir represalias contra algunas de las personas que participaron en las entrevistas, ciertos testimonios serán anónimos, bien porque así lo quisieron al ser entrevistados o por prudencia del autor. Existen grabaciones que avalan todas las declaraciones y citas.

En una primera parte del libro se presenta, de cada uno de los diarios que participaron en la investigación, una reseña de la estructura de su propiedad y orientación editorial-ideológica.

En la mayoría de los casos, los periodistas entrevistados trabajan en lo que hemos denominado medios de comunicación hegemónicos. El término tiene relación con el concepto gramsciano de hegemonía, por el que la clase social dominante logra imponer estándares de validez universal al resto de la sociedad. Los medios de comunicación de mayor difusión y capacidad de influencia en la opinión pública internacional, en manos de la clase dominante, serán los responsables de crear sentidos comunes hegemónicos.

Al analizar el funcionamiento de la producción informativa, observaremos que las empresas productoras de contenidos informativos suelen estar organizadas en conglomerados de gran influencia y vínculos con el poder establecido, tanto a nivel político como económico. Como resultado de estas estrechas relaciones con el poder, se constata que los grandes medios de comunicación han abandonado, en muchos casos, su función de controlar al poder y servir como contrapeso, para pasar a compartir los mismos intereses y objetivos.

El actual modelo político que existe en Venezuela constituye una amenaza al sentido común hegemónico basado en la visión liberal económica de la sociedad, especialmente en los momentos actuales de crisis que todo el sistema de dominación capitalista atraviesa. La alternativa de Venezuela, que aspira a construir un sistema social basado en el socialismo del siglo XXI y el buen vivir, no debe prosperar bajo ningún concepto. De lo contrario, su expansión podría convertirse en una amenaza para el imperante orden mundial occidental, tal como hoy día lo conocemos, con sus privilegios, jerarquías y desigualdades. De ahí que el sistema liberal capitalista utilice todos los mecanismos a su alcance para acabar con el peligro que acecha a su statu quo. Ya que una guerra al estilo tradicional no tiene justificación –al menos por ahora, aunque se está trabajando arduamente para que la opinión pública occidental llegue a aceptar una potencial agresión a Venezuela– y tendría elevados costos, la manera en que se adversa a Venezuela es a través de los medios de comunicación hegemónicos.

Las estrategias propagandísticas utilizadas en contra del gobierno revolucionario de Venezuela y los fines perseguidos han sido de muy diversa índole y han tenido unas características específicas dependiendo del país donde cada uno de los diarios analizados tiene su casa matriz. Pero en algo en lo que todos los diarios han coincido ha sido en la demonización de la imagen del presidente Chávez. Así lo han admitido muchos de los entrevistados.

Este libro se centra en las agresiones sufridas por la Venezuela bolivariana de manera continua y sistemática por los periodistas que trabajan para la gran prensa, entendiendo dichas agresiones como los ataques infligidos para causar daño a la reputación e imagen del país, que llegan incluso a tener el objetivo oculto de provocar el derrocamiento de su gobierno.

Este libro puede levantar ampollas y seguramente la cólera de muchos periodistas, tanto entre los que fueron entrevistados como en otros que se sientan identificados con ellos. Pero quienes protesten serán los matasanos del periodismo, los que hacen uso de la mala praxis como parte de su trabajo cotidiano. Los casos de estudio pueden recordar al mago enmascarado que explicaba y desmontaba con todo lujo de detalles los trucos de magia. El ilusionista más odiado por su gremio escondía su identidad, pues sabía el daño que le estaba haciendo a la profesión. Pero, mientras que los magos viven de sus trucos y todos sabemos que lo son, los periodistas viven de la veracidad, pero en muchas ocasiones nos mienten y muestran una realidad engañosa usando la imagen y palabra como si fueran ejercicios de prestidigitación. Esta obra quiere mostrar a su lector cómo se comportan y cómo crean una realidad ilusoria los periodistas prestidigitadores, así como denunciarlos y desmontar sus trucos. No se trata de acabar con el periodismo, como hacía el mago enmascarado con sus colegas, sino de que el periodismo responda a unos valores éticos que pareciera se han olvidado en las grandes empresas de la comunicación.

 

[1] Entrevista realizada a Noam Chomsky, académico y analista de medios, en marzo de 2011.

Introducción

La visión de Venezuela desde una perspectiva contrahegemónica

El gobierno venezolano es continuamente atacado por la gran prensa; al fallecido presidente Chávez siempre se le catalogó como un autócrata, y tratamiento similar ha recibido el actual jefe de Estado chavista Nicolás Maduro desde que ganó las elecciones en abril de 2013. Pese a las repetidas elecciones y su certificada transparencia, continuamente se publican editoriales, artículos de opinión e incluso reportajes con la palabra dictadura asociada a Venezuela. Pero no es sólo la democracia en este país la que ocupa la atención de los medios hegemónicos; sobre Venezuela se escribe mucho y casi siempre mal.

Antes de analizar cada uno de los diarios en los que entrevisté a periodistas, columnistas y editorialistas que cubren o en algún momento han cubierto la información sobre Venezuela, expondré algunas claves generales en torno a las agresiones mediáticas desarrolladas contra Venezuela dadas por personas que han trabajado de cerca el comportamiento de la gran prensa.

Para comprender los planteamientos de este libro, lo primero que debo aclarar es que el periodismo contemporáneo, tal como afirma Víctor Ducrot, se asienta sobre el «mito de la objetividad»[1]. Mientras que en el siglo XIX el periodismo tenía una vocación ideológica y cada diario presentaba su parcialidad de forma clara, la vocación comercial –la captación de la mayor cantidad de públicos posible– que se fue imponiendo en los medios de comunicación y la consecuente necesidad de maximización del beneficio por medio de las ventas produjeron que se escondiera esta parcialidad ideológica que nunca ha dejado de existir. Para alcanzar una mayor cantidad de lectores, los diarios empezaron a presentarse como los relatores de la verdad, siendo este el mecanismo de encubrimiento de la propia parcialidad.

La ideología liberal que comparten las cada vez más concentradas y crecientes corporaciones mediáticas es la parcialidad que tratan de ocultar bajo el «mito de la objetividad». La defensa de esta visión liberal del mundo y la crítica a lo que no encaje en ella es el marco en que se inspira la información publicada hasta santificarla como sentido común. Los lectores, destinatarios finales de la información, no logran ni siquiera sospechar el carácter de los medios hegemónicos como instrumento de dominación de la clase privilegiada, reproductores del modelo de sociedad que perpetúa el statu quo[2].

La casi totalidad de la producción simbólica bajo estos parámetros está en las manos de apenas 25 transnacionales. De ahí que se homogeneicen las líneas discursivas en torno al gobierno revolucionario de Venezuela en diarios que podrían ser considerados tan dispares como el socialdemócrata El País y el monárquico conservador ABC, pero ambos comparten y defienden la ideología liberal que Venezuela discute. Como resultado, es probable que el lector considere como verdadera la parcialidad que estos diarios comparten[3].

Los medios, además, convierten a quien discute su visión de mundo en su enemigo a batir, exponiéndole al escarnio público y golpeando su imagen. El exembajador de Venezuela en Estados Unidos, Bernardo Álvarez, señala que el diario «The Washington Post ha escrito más editoriales sobre Venezuela que sobre México y Brasil»[4], lo que no tiene ninguna lógica, más allá de una clara intencionalidad editorial por destrozar la imagen de Venezuela. Tanto México como Brasil tienen un mayor tamaño, población y peso económico; el primero, además de ser vecino de EEUU, tiene a 40 millones de habitantes viviendo en su territorio, y el segundo es el motor de América Latina y un miembro de los BRICS.

Los medios de comunicación son grandes empresas en continua expansión; por ello, cuando ven una posibilidad de negocio, harán todos los chantajes y adulaciones que puedan para llevarlo a buen puerto. La posibilidad de negocios explica, en parte, uno de los temas que trato ampliamente en este estudio, la positiva cobertura del expresidente Uribe, pese a su pobre récord en materia de derechos humanos y lazos con el paramilitarismo, y las críticas despiadadas al fallecido presidente Chávez. El Grupo Prisa, con posibilidades de conseguir la concesión de un canal de televisión y expandir los negocios de su editorial Santillana en Colombia, usó a su diario El País para apoyar a Uribe[5]. En el otro extremo, en Venezuela, donde el gobierno repartió libros gratis en las escuelas donde antes Santillana hacía pingües beneficios vendiéndolos ellos, el Grupo Prisa y sus medios de comunicación criticaron cada una de las acciones gubernamentales.

Son muchas las técnicas que se han utilizado para demonizar a Venezuela y que analizaremos en este libro en profundidad. El comportamiento habitual de los medios hegemónicos es destacar y exagerar todo aquello que pueda ser percibido como negativo, de forma que se manipula la información para crear una opinión pública desfavorable y de rechazo hacia la Revolución bolivariana. En ocasiones el tratamiento de lo publicado sobre Venezuela es pura manipulación e intoxicación. Al mismo tiempo que se habla mal, se oculta todo aquello que pueda redundar de manera positiva en la imagen del gobierno venezolano, como las misiones sociales responsables de la disminución de la pobreza y desigualdad, incremento de la educación, salud, acceso a la vivienda, participación de la mujer en la política…

De hecho, como parte de la continua propaganda contra la Revolución bolivariana, suele ocurrir que, cuando se escribe sobre los programas sociales, se destacan aquellos aspectos que desvirtúan el fin para el que fueron creados. Si se habla de la Misión Barrio Adentro, que fue creada para universalizar en las zonas deprimidas e históricamente marginadas el acceso a la salud, lo que se destaca es que hay una intervención de Cuba en Venezuela, pues los médicos de este programa son en su mayoría cubanos; si el tema es la Misión Milagro, por la que miles de latinoamericanos han sido atendidos gratuitamente de enfermedades como cataratas en Cuba y Venezuela, el centro de la noticia publicada es que los pacientes son víctimas del adoctrinamiento... y así sucesivamente.

A lo largo de los años de ir creando una realidad estereotipada y una imagen demonizada del presidente Chávez, se han establecido una serie de clichés que son continuamente repetidos. Pequeñas píldoras que ya forman parte del discurso habitual de los medios y que han logrado filtrarse como sentidos comunes en la opinión pública que hoy día no generan ninguna sorpresa, aunque sean mentiras. Bernardo Álvarez señaló que estos estereotipos son una especie de sound bites («sonidos cortos») que resumen ideas complejas[6]. Al hablar del presidente Chávez estos sound bites serán autócrata, caudillo, régimen, hombre fuerte; si el tema es la libertad de expresión y medios de comunicación, último canal de oposición, falta de prensa libre; si lo que se trata es de demonizar a algún líder que está poniendo en tela de juicio las posturas del neoliberalismo, aliado de Chávez… Estos sonidos cortos han logrado que «el costo político de atacar a Venezuela sea cero»[7].

La demonización de la imagen del presidente Chávez, en lo que coinciden los grandes medios de comunicación, tiene un uso interno particular que va a depender de la situación en cada país. En los países cuyos líderes son de izquierda y han discutido las políticas liberales, como Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, sus gobiernos han sido duramente criticados y hasta se los acusó de ser una especie de marionetas de Venezuela. Cuando Argentina tomó medidas en contra de los monopolios mediáticos, como la corporación Clarín, el resto de las corporaciones mediáticas afirmaron que la presidenta Cristina Fernández estaba emulando las medidas de Chávez y violando la libertad de expresión para acabar con la prensa libre. Hasta en Chile se habló de una reforma chavista cuando se abrió el debate sobre la pertinencia de cambiar la Ley de Medios.

Pero la demonización por comparación puede alcanzar niveles absurdos: en Italia, para tratar de posicionar ante la opinión pública que el exprimer ministro Silvio Berlusconi era un populista y un caudillo, la imagen de referencia fue el presidente Chávez[8]. También se ha utilizado reiteradamente en América Latina para tratar de detener cualquier atisbo de cambio político en comicios electorales. Se usó con éxito en México contra López Obrador en dos elecciones presidenciales; en Perú, en la primera candidatura de Ollanta Humala tuvo resultados, pero no en la segunda; en Nicaragua y El Salvador, pese a la guerra sucia, no se pudo evitar el ascenso al gobierno de líderes de izquierda.

El afianzamiento del cliché tiene como resultado que cualquier afirmación que lo contradiga deba ser ampliamente explicada y argumentada[9], lo que hace muy difícil la discusión y puesta en tela de juicio de los estereotipos. Como consecuencia, dado que existe la percepción de que todo lo que ocurre en Venezuela es malo, cada vez que es publicada una nota balanceada en los medios de comunicación hegemónicos, esta es contrastada con otras con impacto negativo, pues de no hacerlo parecería que la nota balanceada estuviera parcializada a favor del presidente Chávez[10]. Muchos periodistas reconocieron que sus diarios, pese a ser frontalmente contrarios al proceso venezolano, fueron acusados de chavistas por sus lectores en las raras ocasiones en las que publicaron notas favorables al proceso bolivariano.

En los procesos de creación de estereotipos se dan muchas violaciones a la buena praxis periodística. La información sobre Venezuela suele ser de carácter sensacionalista y espectacular; las anécdotas se convierten en el centro de la noticia, se banaliza a los personajes de peso político como el presidente Chávez, de quien se destaca antes un aspecto curioso o una ocurrencia que decisiones importantes que haya tomado y hayan redundado en beneficio de millones de personas[11].

La deformación de la información obviando el contexto de la realidad que se trata de mostrar es igualmente bastante común[12]. De esta forma, toda noticia negativa ocurrida en Venezuela se achaca al presidente Chávez y su gobierno, aunque no tengan relación con estos. Así ocurre con la delincuencia y el tráfico de drogas, siempre presentados como producto y consecuencia de la gestión del gobierno. Sin embargo, al tocar los mismos temas en México, donde debido al narcotráfico las muertes se cuentan por miles, rara vez encontramos que haya una relación directa entre la acción delincuencial y el gobierno mexicano.

En este libro concedo gran importancia también al rol que juegan los periodistas en el desempeño de sus labores dentro de las empresas de comunicación para las que trabajan. Son los dueños y gerentes de los medios de comunicación con sus líneas editoriales quienes construyen los estereotipos, pero los periodistas no los van a discutir ni contradecir porque primero que todo deben subsistir[13]. Los periodistas no tienen, como los académicos, una libertad de cátedra: o asumes la postura del dueño del medio o te largas[14]. Al quedarse en el medio y seguir desinformando con su trabajo, los periodistas son cómplices de la violación del derecho humano a la libertad de expresión, sean o no conscientes de ello. Así como en la violación al derecho a la vida es tan responsable quien da la orden como quien aprieta el gatillo, y no valen excusas; en relación con la violación de la información veraz, la responsabilidad recaerá tanto sobre quien marca la línea editorial como sobre quien acaba escribiendo la nota.

Las reacciones de los periodistas cuando les confronté con sus artícu­los manipulados fueron muy variadas. En primer lugar, me permito afirmar, que, en relación con Venezuela, existe un periodismo opinativo donde el blanco a batir es la Revolución bolivariana y se escribe casi exclusivamente de acuerdo a estereotipos. Pascual Serrano también señala que los periodistas son supervivientes y operarios de la línea editorial del medio[15]. Encontraremos a aquellos periodistas que son los fieles servidores del medio, premiados con corresponsalías estrella para manipular, mientras que otros, los freelance, lo harán por pura supervivencia: si no publican no se les paga, y para publicar su relato, este debe ser más espectacular que la información de los cables de las agencias de noticias contratadas por sus diarios. Algunos periodistas son conscientes del papel que juega su trabajo como engranaje en la compleja maquinaria de manipulación que realizan los grandes medios. El corresponsal del diario Financial Times en Venezuela durante mucho tiempo, de quien en esta ocasión no revelaré el nombre para no perjudicar su trabajo, llegó a reconocer su frustración y descuerdo con su editor, quien rechazó siempre la publicación de cualquier nota que no fuera sobre economía y que además abordara aspectos negativos de la gestión del gobierno[16]. Este periodista, pese a estar en desacuerdo con la postura de su diario, aprendió cuáles eran los temas que le acabarían comprando y a ellos se ceñía.

 

[1] Entrevista a Víctor Ego Ducrot, académico y analista de medios, octubre de 2010.

[2] Ibid.

[3] Entrevista a Gorka Castillo, excorresponsal del diario Público para América Latina, octubre de 2011.

[4] Entrevista a Bernardo Álvarez, exembajador de Venezuela en EEUU, abril de 2011.

[5] Entrevista a Pascual Serrano, analista de medios de comunicación, diciembre de 2010.

[6] Entrevista a Bernardo Álvarez, exembajador de Venezuela en EEUU, ibid.

[7] Ibid.

[8] Entrevista a Mauricio Mateuzzi, corresponsal del diario italiano Il Manifesto, diciembre de 2010. Es interesante mencionar algunas características de este diario que funciona a modo de una cooperativa, donde, de entre las 100 y 110 personas que trabajan en el diario, todas reciben el mismo salario y todas tienen influencia sobre la línea editorial que adopta el diario sobre diversos temas que son discutidos colectivamente.

[9] Entrevista a Cathy Ceïbe, corresponsal en América Latina de L’Humanité, septiembre de 2010.

[10] Entrevista a Bernardo Álvarez, exembajador de Venezuela en EEUU, ibid.

[11] Entrevista a Carlos Fazio, excorresponsal de La Jornada, mayo de 2011.

[12] Entrevista a Pascual Serrano, analista de medios de comunicación, ibid.

[13] Entrevista a Cathy Ceïbe, corresponsal para América Latina de L’Humanité, septiembre de 2010.

[14] Entrevista a Pascual Serrano, analista de medios de comunicación, ibid.

[15] Entrevista realizada a Pascual Serrano, analista de medios de comunicación, ibid.

[16] Entrevista que se mantendrá en el anonimato.

Listado de periodistas entrevistados por diario

El Tiempo de Colombia:

Francisco Miranda, editor jefe de la sección de Opinión y editorialista

Daniel Samper, columnista

Eduardo Soto, editor de la sección Internacional

Edulfo Peña, editor de la sección Política

Poncho Rentería, columnista

Socorro Ramírez, analista y colaboradora

Álvaro Valencia, columnista

Luis Guillermo Forero, redactor de la sección Política

Nelson Enrique Parra, redactor de la sección Política

Óscar Collazos, columnista

Saúl Hernández, columnista

Luis Alberto Villamarín, exbloguero del diario

El País de España[1]:

Juan Luis Cebrián, presidente ejecutivo del Grupo Prisa

Miguel Ángel Basternier, subdirector de Relaciones Internacionales

Soledad Gallego-Díaz, exsubdirectora, excorresponsal en Buenos Aires, exdefensora del lector y columnista

Fernando Gualdoni, editor jefe de la sección Internacional

José Yoldi, exredactor jurídico y corresponsal de Interior

Maite Rico, redactora en la sección Internacional y enviada especial en distintos países

Maye Primera, colaboradora en Caracas

Clodovaldo Hernández, excolaborador en Caracas

Clarín de Argentina:

Marcelo Cantelmi, editor jefe de la sección Internacional

Pablo Biffi, redactor en la sección Internacional y enviado especial en distintos países

Silvina Heguy, redactora en la sección Internacional y enviada especial en distintos países

Natasha Niebieskikwiat, redactora de la sección Nacional y corresponsal en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Argentina

Telma Luzzani, exredactora en la sección Internacional y exenviada especial en distintos países

El Espectador de Colombia:

Jorge Cardona, editor general

Angélica Lagos, editora de la sección Internacional

Leonardo Rodríguez, editor general de ElEspectador.com

Diego Alarcón, redactor en la sección Internacional

El Comercio de Ecuador:

Fernando Larenas, editor general

Agustín Eusse, editor de la sección Mundo

Santiago Zeas, coordinador de la sección Mundo y excorresponsal en Bogotá

Carlos Rojas, editor de la sección Política

Gonzalo Maldonado, columnista y exredactor

ABC Color de Paraguay:

Edwin Brítez, editor de la sección de Internacional

Sandra López, redactora de la sección Política

Hugo Ruiz Olazar, redactor de la sección Política

Julio Benegas, redactor de la sección Política

Roberto González, redactor de la sección Política

El Mundo de España:

Antonio Fernández-Galiano, consejero delegado de Unidad Editorial

Francisco Herranz, editor jefe de la sección Internacional

Jaime López, corresponsal en Caracas

El Mercurio de Chile:

Audénico Barría, corresponsal en Valparaíso

Anónimo, exredactora de Economía y Negocios

Marcelo Delpino, ejecutivo de ventas

Pedro Urzúa, director de El Mercurio de Valparaíso

Ian Ashcroft, jefe de Información de El Mercurio de Valparaíso

Erika Luters, redactora de la sección Internacional

Valeria Aspillaga, jefa de Economía de El Mercurio de Valparaíso

La Nación de Argentina:

Fernando Laborda, jefe de Editoriales

Hugo Alconada Mon, prosecretario de Redacción

César González Calero, redactor en la sección Internacional

El Universal de México:

Jean Meyer, editorialista

Eduardo Mora, editor de la sección Internacional

Silvia Otero, redactora de la sección Nación

Jorge Ramos, redactor de la sección Nación

Jorge Luis Cervantes, subdirector de Contenidos

ABC de España:

Ángel Expósito, exdirector

Ramón Pérez Maura, adjunto al director, vinculado a la sección de Opinión y analista internacional

Alberto Sotillo, editor jefe de la sección Internacional

Ludmila Vinogradoff, corresponsal en Caracas

Alejandra de Vengoechea, corresponsal en Bogotá

 

[1] Una de las entrevistas se mantendrá en el anonimato por petición expresa del entrevistado.

Primera parte

¿QUIÉN ESTÁ DETRÁS DE LA PRENSA HEGEMÓNICA?