Max Weber

La ética protestante
y el espíritu del capitalismo

Introducción y edición crítica de
Francisco Gil Villegas M.

Traducción:
Luis Legaz Lacambra

Revisada y corregida por
Francisco Gil Villegas M.

Traducción del alemán de
“Las cuatro respuestas
de Max Weber a sus críticos”:
Francisco Gil Villegas M.

Primera edición en alemán, 1904-1905

Segunda edición en alemán, 1920

Primera edición en español,

      de la primera y segunda en alemán, 2003

Segunda edición, 2011

Primera edición electrónica, 2012

ISBN 978-607-16-1150-5

Índice

Introducción del editor

LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO

Introducción general a los “Ensayos sobre sociología de la religión”(1920)

Primera parte
El problema

I. Confesión y estructura social

II. El espíritu del capitalismo

III. Concepción luterana de la vocación. Tema de nuestra investigación

Segunda parte
La ética profesional del protestantismo ascético

IV. Los fundamentos religiosos del ascetismo intramundano

V. La relación entre la ascesis y el espíritu capitalista

Notas críticas

ANEXOS

1. Las sectas protestantes y el espíritu del capitalismo

2. Religiosidad de los virtuosos y vida cotidiana

3. Ascetismo negador del mundo y ascetismo intramundano

4. La salvación por gracia de la predestinación

5. Conducta de católicos, judíos y puritanos respecto a la vida lucrativa

6. Racionalismo ascético y capitalismo

7. Condiciones y efectos económicos de la Reforma protestante. Distinción entre Iglesia y secta

8. Desarrollo de la ideología capitalista

9. Primera respuesta de Max Weber a Karl Fischer

10. Segunda respuesta de Max Weber a Karl Fischer

11. Primera respuesta de Max Weber a Felix Rachfahl

12. Mi palabra final a mis críticos

Importancia de las cuatro respuestas de Max Weber a sus primeros críticos,
FRANCISCO GIL VILLEGAS

Bibliografía cronológica del debate en torno a la tesis weberiana sobre La ética protestante y el espíritu del capitalismo

Índice onomástico

Índice analítico

Los intereses materiales e ideales, y no las ideas, dominan directamente la acción de los hombres. Pero muy a menudo las “imágenes del mundo” (Weltbilder), creadas por las “ideas”, han determinado como guardagujas (Weichensteller) los rieles sobre los que la acción viene impulsada por la dinámica de los intereses.        MAX WEBER, 1920

Introducción del editor

FRANCISCO GIL VILLEGAS M.*

La publicación en 1904/1905 de los ensayos de Max Weber sobre “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” en el Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik, la revista académica de ciencias sociales más prestigiada en Alemania durante el primer tercio del siglo XX, provocó de inmediato una fructífera polémica entre historiadores, sociólogos, teólogos, economistas y filósofos, misma que, a casi un siglo de distancia, parece mantenerse viva a juzgar por la gran cantidad de artículos y libros que todavía genera la célebre, pero también frecuentemente mal entendida, tesis de Max Weber sobre la relación entre el protestantismo y el capitalismo.

Pocas tesis en la historia de las ciencias sociales han sido tan discutidas, fructíferas, actuales y longevas como las de Max Weber sobre la relación entre la ética protestante y el “espíritu” del capitalismo, pero también pocas han sido tan mal entendidas y mal interpretadas, lo cual explica parcialmente por qué cada década la polémica resurge con renovados bríos al grado de que podríamos afirmar, sin temor a exagerar, que en el caso de la mencionada tesis weberiana nos encontramos ante algo así como “la guerra académica de los cien años”. Conviene, sin embargo, antes de considerar cómo se gestó y qué significado ha tenido esta controversia académica centenaria y transmilenaria, hacer una serie de importantes aclaraciones preliminares con la finalidad de que esta edición crítica sea de utilidad a los lectores hispanoparlantes mediante una serie de advertencias encaminadas a evitar, desde la primera página de la nueva edición, algunos de los más frecuentes errores que la mala lectura, o incluso la falta de lectura, de esta importante obra ha generado a lo largo de casi un siglo.

1. Max Weber jamás afirmó que el protestantismo fuera la causa genética del capitalismo, ni mucho menos que la Reforma protestante precediera cronológicamente al desarrollo del capitalismo moderno. La tesis de Weber es mucho más compleja, sofisticada y a la vez restringida que la de esa simplificación tan absurda, popularmente atribuida al gran sociólogo de Heidelberg por parte de quienes leyeron mal su trabajo, o incluso ni siquiera lo leyeron pero repitieron, y hasta “refutaron”, lo que suponían que Weber había escrito.

2. En Economía y sociedad, Max Weber ubica explícitamente los orígenes estructurales del capitalismo moderno en la baja Edad Media,1 es decir mucho antes de la aparición de la Reforma protestante, y en su célebre obra sobre el protestantismo simplemente considera que una variante específica de éste, la concepción de racionalismo de dominio del mundo del ascetismo intramundano del calvinismo, tuvo una importante influencia y “afinidad electiva”, no con el capitalismo en general, sino con el espíritu del capitalismo, es decir, con una manera específica de concebir la ética de trabajo en la vida cotidiana de la actividad económica capitalista. El impacto de la ética del ascetismo intramundano del calvinismo sobre el desarrollo del capitalismo moderno es así indirecto, no es causal genético, porque la dinámica del desarrollo del capitalismo moderno viene de mucho antes de la aparición de la Reforma protestante. No obstante, la “ética protestante” tuvo un importante impacto en el desarrollo histórico del capitalismo occidental a partir del siglo XVII, pues fungió como una especie de guardagujas que modificó la trayectoria de la dinámica de intereses materiales en la que ya venía “encarrilado” el desarrollo del capitalismo moderno.

3. Al escribir sus ensayos sobre la ética protestante, Max Weber no tenía como propósito refutar a Marx, ni sustituir, según nos lo advierte explícitamente en el último párrafo de sus ensayos, “una interpretación causal, unilateralmente materialista de la cultura y de la historia, por otra espiritualista igualmente unilateral. Ambas son igualmente posibles. Pero con ambas se haría el mismo flaco servicio a la verdad histórica si se pretendiera con ellas no iniciar la investigación, sino darla por concluida” (pp. 250-251).

4. Las investigaciones de Max Weber no representan una imagen inversa y refleja del “materialismo histórico”, en el sentido de que su intención sea proponer una “interpretación idealista de la historia” en la que las ideas constituyan una especie de factor condicionante y genético de las transformaciones de la “infraestructura económica”. En más de un sentido Weber se consideraba a sí mismo mucho más inclinado del lado de la “interpretación materialista de la historia”, aunque ciertamente no de corte marxista, que del lado de una visión “idealista” de la historia,2 lo cual también fue explícitamente señalado por él en las últimas líneas de sus ensayos publicados en 1904/1905:

Aquí hemos intentado retrotraer hasta sus motivos originales el hecho y el modo de la influencia del protestantismo ascético en un punto único, si bien importante; pero también debería mostrarse el modo en que la ascética protestante ha sido a su vez influida en su nacimiento y configuración por la totalidad de las condiciones sociales y culturales, especialmente por las económicas [insbesondere auch der ökonomischen] [p. 250]

5. La investigación sobre “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” fue explícitamente concebida y diseñada por Weber como una investigación focalizada y parcial, a la que deberían seguir y complementar otras investigaciones que pusieran el énfasis en esas condiciones sociales y económicas que también influyeron en el proceso del desarrollo del capitalismo moderno. Los presupuestos metodológicos para el enfoque parcial y el uso de los tipos ideales del “espíritu del capitalismo” y de la “ética protestante” fueron proporcionados por el propio Weber en su ensayo sobre “La objetividad cognoscitiva en las ciencias sociales y la política social”, contemporáneo de la publicación de los ensayos de la ética protestante.3 Weber mismo se ocupó de dar su propia versión “materialista” del desarrollo del capitalismo moderno a partir de la baja Edad Media en Economía y sociedad, especialmente, pero no exclusivamente, en el capítulo sobre “La ciudad”.4

6. El título de los célebres ensayos de Weber no es “Protestantismo y capitalismo” sino algo mucho más específico y bien delimitado: “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, donde además de que no se trata de alguna influencia de causalidad genética de la una sobre el otro, sino de una relación mucho más abierta y flexible de meras “afinidades electivas”, la tesis ha padecido la mala fortuna de que frecuentemente no se toma en serio la explícita intención weberiana de estudiar, en todo caso, la influencia de una “ética” sobre un “espíritu”, entendido este último como una concepción de ética de trabajo para la vida cotidiana del capitalismo. Es decir, el objetivo de la investigación de estos ensayos es, según las propias palabras de Max Weber, rastrear “la influencia de ciertos ideales religiosos en la formación de una ‘mentalidad económica’, de un ethos económico, fijándonos en el caso concreto de las conexiones de la ética económica moderna con la ética racional del protestantismo ascético” (p. 14). Es posible que si Weber hubiera sido más explícito y preciso para intitular sus ensayos, pongamos por caso, “La influencia del ascetismo intramundano del calvinismo en la ética de trabajo de la mentalidad del capitalismo moderno” se hubiera ahorrado, además de varios malos entendidos, muchas críticas que erraron el blanco al suponer que Weber sostenía algo así como una tesis de causalidad genética del protestantismo sobre el capitalismo.

7. La fuente de los errores de buena parte de las críticas erradas a Max Weber proviene no tan sólo de considerar a Weber como un defensor de una explicación causal “idealista” y antimaterialista, sino también de no percatarse del rico y complejo pluralismo metodológico que rige sus investigaciones. Tal pluralismo reside en lo siguiente: las precondiciones materiales para el desarrollo del capitalismo moderno fueron suficientes y necesarias sólo si se combinaban con una precondición “ideal” adicional: la santificación del trabajo mediante una vocación; y recíprocamente, las precondiciones ideales fueron necesarias y suficientes sólo cuando se combinaron con las precondiciones materiales relevantes. Por otro lado, tal combinación fue necesaria tan sólo hasta el siglo XVII, pues Weber afirma explícitamente que el posterior desarrollo del capitalismo moderno ya no requirió para su funcionamiento de la motivación ética del “espíritu” del capitalismo: “El caparazón ha quedado vaciado de espíritu, quién sabe si definitivamente. En todo caso el capitalismo victorioso no necesita ya de este apoyo religioso, puesto que descansa en fundamentos mecánicos […] y la idea del ‘deber profesional’ ronda por nuestra vida como un fantasma de ideas religiosas ya pasadas” (p. 248).

8. En suma: Weber jamás se propuso, según la injusta e ignorante crítica de H. M. Robertson en 1933, “una determinación psicológica de acontecimientos económicos”,5 sino que, por el contrario, siempre insistió, especialmente en el texto de 1920 que sirve de introducción general a sus tres volúmenes de Ensayos sobre sociología de la religión, en que

esta investigación ha de tener en cuenta muy principalmente las condiciones económicas, reconociendo la importancia fundamental de la economía; pero tampoco deberá ignorar la relación causal inversa; pues el racionalismo económico depende en su origen tanto de la técnica y el derecho racionales como de la capacidad y aptitud de los hombres para determinados tipos de conducta práctica racional [p. 13].

Tampoco pretendió ofrecer una explicación exhaustiva, ni siquiera de las actitudes religiosas discutidas en sus ensayos sobre el protestantismo, sino que por el contrario insistió en la necesidad de complementar esa investigación con otros estudios que abordaran, entre otras cosas, la manera como el ascetismo protestante fue a su vez influenciado por la totalidad de las condiciones sociales, “especialmente económicas” (p. 250). Tampoco pretendió Weber que sus ensayos sobre el protestantismo propusieran una teoría comprensiva de la génesis y desarrollo del capitalismo moderno, pues su objetivo en éstos, como bien lo hiciera notar Richard Tawney, no estaba en el ámbito de la historia económica, sino en el de la relación de la religión “con cuestiones sociales”. Ésa es la razón por la cual,

si Weber no se refiere en esos ensayos a las consecuencias económicas del descubrimiento de América, o a la gran depreciación, o al surgimiento de la preeminencia financiera de la ciudad católica de Amberes, no fue porque no los considerara importantes. Obviamente que fueron parteaguas históricos; obviamente que tuvieron un profundo impacto, no tan sólo en la organización económica, sino también en el pensamiento económico. Sin embargo, el problema inmediato de Weber en sus ensayos sobre el protestantismo era otro.6

Por ello, Tawney invita a quienes deseen evaluar a Weber como historiador económico en todos esos aspectos, y no como sociólogo de la religión, que mejor consulten su Historia económica general en vez de querer extraer una visión forzada que no estaba planteada en los propósitos y objetivos metodológicos de sus ensayos sobre el protestantismo.7

9. Más sorprendente será para muchos descubrir, mediante esta edición crítica, que Max Weber jamás escribió o publicó un libro intitulado “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, sino que sus tesis al respecto aparecieron, primero en 1904 y 1905, como sendos artículos académicos en la revista especializada, editada por el triunvirato de Edgar Jaffé, Werner Sombart y el propio Max Weber, del Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik, para después ser incluidos en 1920, de manera corregida y aumentada, en el primer volumen de sus Gesammelte Aufsätze zur Religionssoziologie (Recopilación de ensayos sobre sociología de la religión).8 De tal manera que Weber jamás conoció un libro como tal con el título de sus célebres ensayos, el cual se configuró por primera vez 10 años después de su muerte y no en una edición alemana, sino en la traducción al inglés de Talcott Parsons. En efecto, el libro de Max Weber que tanta influencia tendría en diversos ámbitos de los mundos angloparlante, hispanohablante y francófono, está basado en un modelo que, con sus virtudes y defectos, confeccionó Talcott Parsons en su traducción al inglés de 1930.9 Una de las razones del éxito de la traducción de Parsons reside en haber incluido la “Introducción” general de Max Weber a los tres volúmenes de sus ensayos sobre sociología de la religión, misma que ha sido considerada tanto el último texto redactado por Weber en 1920 antes de morir, como la “clave” fundamental para entender los principales objetivos de su fragmentada obra.10 Este mérito queda sin embargo opacado, porque tal “Introducción” no es a “La ética protestante”, sino a los tres volúmenes de sus ensayos sobre sociología de la religión, con lo cual los malentendidos interpretativos tendieron a incrementarse en lugar de reducirse, pues la “Introducción” es un texto de 1920 y la primera versión de sus ensayos es de 1904/1905. La primera traducción castellana no hace ninguna aclaración pertinente a este respecto,11 probablemente porque se basa en la edición alemana que en 1934 decidió seguir el modelo de la edición de Parsons y publicar las primeras 206 páginas del primer volumen de los Gesammelte Aufsätze zur Religionssoziologie, en un sobretiro que constituye el primer “libro” que en alemán ya lleva por título Die protestantische Ethik und der Geist des Kapitalismus.12

10. La otra gran omisión que se presta a confusiones y malentendidos por la manera en que tradicionalmente se ha editado y transmitido el texto de los ensayos de Max Weber, reside en que prácticamente nunca se menciona que hay dos versiones distintas de tal texto: la publicada en forma de artículos de revista en dos números diferentes (vol. 20, núm. 1, pp. 1-54; y vol. 21, núm. 1, pp. 1-110) del Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik en noviembre de 1904 y junio de 1905, respectivamente, y la considerablemente aumentada, con extensas notas de pie de página y modificaciones significativas en el cuerpo del texto, publicada en las primeras páginas de la Gesammelte Aufsätze zur Religionssoziologie. Esta segunda versión es la tradicional y masivamente difundida, y la única a la que se tuvo acceso en inglés o en castellano durante todo el siglo XX. En nuestra edición crítica presentamos las variantes al texto original de 1904/1905 mediante el recurso de poner entre corchetes las adiciones y variantes agregadas o modificadas por Weber en el texto de 1920. Aunque el propio Weber advierte que las modificaciones de 1920 se hicieron mediante extensas notas de pie de página, dejando prácticamente intacto el cuerpo del texto,13 desde 1975 el investigador Friedrich H. Tenbruck de la Universidad de Tubinga demostró que un término weberiano tan fundamental como el del “desencantamiento del mundo” (die Entzauberung der Welt) no aparece en la versión de 1904/1905, a pesar de que Weber lo menciona cuatro veces en el cuerpo del texto de 1920 sin indicar que es un agregado posterior.14 Las diferencias de las dos versiones son pues algo más que un mero agregado de explicaciones en notas de pie de página, pues como bien hace notar recientemente Hartmut Lehmann,

al cambiar algunas palabras, omitir otras y agregar algunos párrafos, Weber modificó considerablemente el tono de exposición en la versión revisada de 1920. Mientras que en la primera versión de 1904/1905 Weber da la impresión de estar realizando un interesante experimento científico, en la segunda versión de 1919/1920 escuchamos por el contrario el tono de una autoridad consagrada, pues escribe como si presentara el resultado final de una investigación contra la cual ya no puede presentarse mayor objeción.15

No fue sino hasta 1993 cuando apareció por primera vez en alemán una edición comparada de las dos versiones de “La ética protestante”, misma que nos ha servido de base para anotar aquí las variantes de los dos textos mediante el recurso de los corchetes.16 De esta manera el lector podrá juzgar ahora, por sí mismo, la importancia relativa de las variantes entre las dos versiones.

11. No obstante, quizá no está fuera de lugar resumir aquí brevemente otras diferencias sustanciales entre las dos versiones de La ética protestante, además de la ya mencionada aparición hasta la versión de 1920 del término “desencantamiento del mundo”: por un lado, la función de las “recompensas psicológicas” justificatorias frente al problema de la predestinación calvinista está mucho más fuertemente subrayada en la segunda versión (véase por ejemplo, la extensa nota de pie núm. 11 en la p. 50); en 1920 Weber intensifica la discusión en torno a la predisposición de la tolerancia política en las regiones protestantes, pero pone gran énfasis en que no hay correlación necesaria entre tolerancia y capitalismo (final de la nota de pie núm. 111, p. 162; éste es el único caso donde Weber suprimió un extenso párrafo de la primera versión para sustituirlo por otro muy diferente, en buena medida acicateado por la polémica contra Rachfahl en torno a la cuestión de la tolerancia; véase mi nota crítica a la p. 162 y la traducción, dentro de la misma, del párrafo suprimido); en 1920 la exposición de Benjamin Franklin como “tipo ideal” representativo del espíritu del capitalismo se encuentra mucho más matizada que en la primera versión (véanse los corchetes en la p. 41 y en la nota de pie núm. 4 de la misma página); la discusión lingüística sobre las formas de vocación (Beruf) está considerablemente aumentada en la segunda versión (véanse todos los corchetes a la extensa nota núm. 1 que atraviesa de la p. 77 a la 80);17 hay en la segunda versión una extensa elaboración sobre el tipo de ética que inspiraba el renacentista León Battista Alberti en respuesta a la posición crítica desarrollada por Sombart en su libro sobre El burgués de 1913 (nota núm. 11, pp. 46-51); y la extensa cita de John Wesley en torno al ineluctable proceso de secularización capitalista en el mundo moderno, no aparece en la primera versión (véanse las pp. 239-240 y la nota núm. 95 en la p. 239). Hay además muchas variaciones semánticas, así como un tratamiento más detallado de los nexos entre la vida monacal y el ascetismo intramundano protestante en la segunda versión. Podríamos señalar muchas más variantes, pero las mencionadas son quizá las más importantes.

12. La manera de configurar el texto de La ética protestante y el espíritu del capitalismo ha sido así muy diverso, aun cuando el “modelo” Parsons, basado en la reproducción de las primeras 206 páginas del primer volumen de los Gesammelte Aufsätze zur Religionssoziologie, siga siendo el más popular y difundido.18 No obstante, hay otras formas de hacer la edición. Por ejemplo, las más recientes ediciones francesa y estadunidense agregan a los dos ensayos originales y a la “Introducción” general de 1920 el texto de “Las sectas protestantes y el espíritu del capitalismo” redactado por Weber en 1906, después de su viaje a los Estados Unidos, mismo que corresponde a las páginas 207-236 en el primer volumen de los Ensayos sobre sociología de la religión.19 En la República Federal de Alemania la edición más difundida y usada por más de tres décadas, entre 1965 y 1996, fue la editada por Johannes Winckelmann, la cual está configurada por la “Introducción” general de 1920, los dos ensayos de 1904/1905 modificados para la edición de 1920, el ensayo sobre las sectas protestantes de 1906, varias secciones del capítulo de “Sociología de la religión” incluido en Economía y sociedad, y el capítulo final de la Historia económica general, intitulado “Desarrollo de la ideología capitalista”.20 Como complemento a esta misma edición, Winckelmann compiló un segundo volumen en el que reproduce los artículos de los primeros críticos alemanes a la tesis de Weber sobre el protestantismo, así como las cuatro extensas respuestas de Weber a ellos, incluido el célebre “Antikritisches Schlusswort”, mismo que podría traducirse libremente como “Mi palabra final contra los críticos”.21 En 1993, Lichtblau y Weiß publicaron la primera versión de 1904/1905 sin la “Introducción” general de 1920 y mandaron todas las variantes y modificaciones del texto de 1920 a un apéndice.22 Este formato fue el que sirvió de base para que en 2001 apareciera una traducción castellana a cargo de Joaquín Abellán, quien sigue así el modelo de edición de Lichtblau y Weiß.23 De tal manera que las posibilidades de editar los célebres ensayos de Weber sobre el protestantismo en forma de libro son múltiples, y tan adecuados o arbitrarios como el seleccionado por Parsons en 1930 para el primer modelo.

Mediante la combinación de varios de estos criterios de trabajo, la edición que aquí ofrecemos de los célebres ensayos de Weber sobre el protestantismo cuenta con las siguientes características e innovaciones:

a) El público hispanoparlante tendrá acceso a las dos versiones (la de 1904/1905 y la revisada de 1920) de La ética protestante y el espíritu del capitalismo y no solamente a la versión revisada de 1920 como ocurría hasta antes de 2001 en todas las traducciones al español, desde la de Legaz Lacambra en 1955 hasta la de Alamaraz y Carabaña en 1984, pasando por la de Hernández Chávez en 1979. No fue sino hasta 2001 cuando la traducción de Joaquín Abellán permitió tener acceso al público hispanoparlante a la primera versión de 1904/1905 de los artículos de Weber sobre la ética protestante. No obstante, a diferencia de esa edición, en la nuestra presentamos el texto más conocido y difundido de Weber de 1920 mediante un sistema de corchetes para indicar los agregados y modificaciones de 1920 sobre la versión original, al mismo tiempo que en las notas explicativas hacemos las aclaraciones pertinentes con respecto al significado de los cambios más importantes realizados por Weber para su segunda y “definitiva” versión. La presente “Introducción crítica” ayudará también al lector a comparar con relativa facilidad las modificaciones y agregados hechos por Weber en 1920 a su texto de 1904/1905. Las razones por las que, por ejemplo, en la primera versión no aparece un término tan fundamental como el del “desencantamiento del mundo” (die Entzauberung der Welt) se apuntan en las notas explicativas. También se aclara ahí por qué en la primera versión Weber parece conducir un interesante experimento científico, mientras que en la segunda versión ya escribe como una autoridad consagrada que no está dispuesta a admitir mayores objeciones.

b) Además, esta edición combina la modalidad de editar las dos versiones con otros textos complementarios seleccionados por Johannes Winckelmann para su edición clásica de Die protestantische Ethik I, misma que ha sido el formato de edición con la que han trabajado durante décadas, desde 1968, generaciones enteras de estudiantes y académicos alemanes. Según ya ha sido mencionado, las ediciones más recientes de La ética protestante, tanto al inglés como al francés, incluyen el texto de “Las sectas protestantes y el espíritu del capitalismo” (1906), imprescindible para entender el argumento de Weber sobre el tema, pero no incluyen los otros textos que aparecen en la selección de Winckelmann y que en esta edición pudieron aprovecharse en virtud de que, en su mayoría, ya estaban traducidos para el FCE, o bien por Juan Roura Pare-lla para el caso de la sección de sociología de la religión incluida en Economía y sociedad, o por José Ferrater Mora para el caso de la sección “Estado y hierocracia” incluida en esa misma obra, o por Manuel Sánchez Sarto para el caso de la última sección de la Historia económica general, el primer libro de Max Weber que se tradujo al castellano.

c) Las cuatro respuestas de Max Weber a sus primeros críticos entre 1907 y 1910 se presentan aquí por primera vez traducidas al español, con un estudio que ubica el contexto en el que fue redactada cada una de ellas. Estas respuestas tienen una importancia fundamental no sólo para entender mejor los ensayos sobre la ética protestante, sino que incluso permiten iluminar propósitos más amplios de una supuesta “problemática central” en la obra global de Max Weber. La última y más extensa respuesta de Weber, que hemos traducido libremente como “Mi palabra final a mis críticos” (1910), es probablemente el texto más importante y significativo de toda la selección que Winckelmann recopiló para el volumen complementario, Die protestantische Ethik II, en donde se incluyen las primeras críticas de contemporáneos alemanes de Weber como Felix Rachfahl y Karl Fischer, así como las respuestas de Weber a ellos. La última respuesta, o “Palabra final” (Schlußwort), es la más importante porque en buena medida resume la primera década de la polémica que generaron los artículos sobre la ética protestante a partir de su publicación en 1904 y 1905, y se adelanta a responder muchos cuestionamientos que le harían a su famosa tesis a lo largo del siglo XX, sin que muchos de esos críticos posteriores supieran, o siquiera imaginaran, por desconocer la existencia de estos textos, que Weber ya les había respondido de antemano a casi todas sus objeciones. De esta manera, la extensa respuesta ejemplifica la conclusión de la primera etapa de lo que ya habíamos bautizado desde 2001 “La guerra académica de los cien años”. No obstante, también la primera respuesta a Rachfahl delimita con especial precisión los objetivos que Weber se había planteado en su proyecto original de investigación, al cual veía como algo incompleto y que necesariamente debería complementarse con un estudio más amplio sobre los orígenes del sistema económico del capitalismo en general, y no nada más sobre el factor motivacional en la formación de la mentalidad capitalista moderna.

Por otro lado, Wilhelm Hennis y Guy Oakes, dos connotados especialistas en la obra de Weber, han señalado que las respuestas de Weber a sus primeros críticos son fundamentales para entender correctamente el argumento de su tesis sobre el protestantismo y evitar, de esta manera, algunos de los más típicos malos entendidos y simplificaciones en los que han caído sus detractores a lo largo de varias décadas. Así, mientras que Oakes subraya la importancia de “la contribución de esas repuestas para clarificar el problema central de La ética protestante y la formulación más precisa de su tesis principal en contraste con el encuadramiento más informal y frecuentemente metafórico en los ensayos de 1904/1905”,24 Hennis cree por su parte que “estas respuestas debieron de haber sido consideradas en los últimos 75 años como los más importantes textos suplementarios a la ‘tesis’ de Weber sobre el protestantismo”.25 Para Hennis, todavía no se hace justicia a la importancia crucial que revisten esas respuestas para la correcta interpretación del texto sobre la ética protestante. En todo caso, ambos autores coinciden en que el acicate de tener que responder a críticos de corto entendimiento como Fischer, o pretenciosos y de mala intención como Rachfahl, Max Weber se vio forzado a formular y articular de manera más precisa y rigurosa algunas proposiciones de sus ensayos originales, las cuales ciertamente se prestaban a una posible interpretación reduccionista. En cambio, en las respuestas a sus críticos, que culminan con la “palabra final” de 1910, “Weber clarifica tanto la intención como la problemática que apuntalan sus dos ensayos originales y también descarta diversos errores que él atribuye a sus críticos”.26 La necesidad de traducir al castellano todas esas respuestas, y no solamente la última y más importante, como lo hicimos en nuestra primera edición de 2003, queda así plenamente justificada pues nos permite describir la presente edición como una considerablemente aumentada y mejorada.

d) La presente edición revisa y corrige los errores más notables de la traducción de Legaz Lacambra e indica, en notas críticas, las razones por las cuales debieron corregirse algunos términos. Se trata pues de una traducción revisada y aumentada con notas críticas, mismas que también fueron a su vez considerablemente aumentadas y corregidas para esta edición conmemorativa del 75 aniversario de la fundación del Fondo de Cultura Económica.

e) Nuestra edición todavía sigue adelantándose a la proyectada en Alemania dentro de la Gesamtausgabe (edición integral de las obras completas de Max Weber), la cual incluirá las variantes entre las dos versiones de La ética protestante, así como las notas críticas explicativas pertinentes. El proyecto de publicar en Alemania esa edición crítica “definitiva” en 2005, al cumplirse el primer centenario de la publicación de la primera versión de los ensayos de Weber sobre el protestantismo, no pudo concretarse porque el investigador a quien se había encargado dicho proyecto fue incapaz de llevarlo a cabo. Todavía no hay fecha programada para su aparición, y tampoco se ha hecho público quién se hará responsable de concretar la edición de una obra que ya ha cambiado tres veces de editor: en efecto, el prospecto original de la Gesamtausgabe de 1981 mencionaba a Johannes Winckelmann como responsable de la edición proyectada para 1987; al fallecer Winckelmann en 1985, la responsabilidad se transfirió al profesor Hartmut Lehmann del Instituto Max Planck en Gotinga; al no poder cumplir éste con el proyecto encomendado se pensó en ofrecérselo al profesor Dirk Käsler de la Universidad de Marburgo, quien declinó por sus reservas y críticas a la política editorial de la Gesamtausgabe; y para finales de la primera década del siglo XXI será Wolfgang Schluchter quien se hará cargo de esa edición esperada en todo el mundo, especialmente porque Stephen Kalberg en los Estados Unidos, Grossein en Francia y yo tuvimos que hacer nuestras respectivas ediciones críticas en inglés, francés y español imaginándonos cómo sería la edición “definitiva” alemana, tomando para ello como modelo a las ediciones de otras obras ya publicadas en la Max Weber Gesamtausgabe. De cualquier modo, en nuestra primera edición de 2003 tomé muy en cuenta las observaciones y puntos de vista preliminares de Lehmann sobre un proyecto de edición que finalmente no apareció.27 Entretanto, en los Estados Unidos y en Francia aparecieron las respectivas ediciones críticas de Kalberg (2002) y Grossein (2004) (la primera un poco antes que la nuestra; la segunda un año después), mismas que fueron elaboradas de manera simultánea e independiente a la que preparamos y enviamos desde 2002 al FCE. Al igual que para el caso del público hispanoparlante,28 en los Estados Unidos y Francia hubo desde finales del siglo XX urgentes señalamientos sobre la imperiosa necesidad de hacer nuevas traducciones y ediciones críticas para superar las limitaciones de las hechas por Parsons en los Estados Unidos (1930) y Jacques Chavy (1964) en Francia.29

f) La presente edición, corregida y aumentada, tiene importantes diferencias con la primera de 2003: además de traducir las otras tres respuestas de Weber a Fischer y Rachfahl que completan “Mi palabra final a mis críticos” traducida para la primera edición, se ofrece como epílogo el estudio “Importancia de las cuatro respuestas de Max Weber a sus primeros críticos” a fin de ubicar el contexto en el que fueron redactadas esas respuestas, así como discutir la decisiva influencia que les atribuye la interpretación de Wilhelm Hennis; las notas críticas han sido corregidas y ampliadas considerablemente, así como también se ha actualizado y ampliado la bibliografía cronológica con las aportaciones más importantes de 2000 a 2008; la traducción de algunos términos ha sido modificada, especialmente por lo que se refiere al muy emblemático stahlhartes Gehäuse para el que en 2003 decidimos utilizar, por razones de uso y convencionalismo, la versión parsoniana de “jaula de hierro”, pero que para la presente edición hemos preferido la traducción literalmente fiel y apegada al original alemán de un “caparazón duro como el acero”, por las razones expuestas en las extensas notas a las páginas (en negrita) 4 y 248, pero también y especialmente por la decisiva importancia que el término weberiano de Gehäuse tuvo para el nacimiento de la filosofía existencialista de Karl Jaspers, y que, por muchas razones, puede suponerse que Weber la compartía en virtud de la enorme influencia que ejerció Nietzsche sobre ambos. Finalmente hemos ampliado nuestra presentación introductoria y agregado índices analítico y onomástico, obedeciendo así a las constructivas sugerencias que recibió, quizá en inmerecidas y elogiosas reseñas críticas, nuestra primera edición de esta obra.

Planteadas estas advertencias y descritas las principales características de la nueva edición aquí ofrecida, procedemos a presentar el tema central del argumento de Weber sobre el protestantismo, así como la discusión de las fuentes que más influyeron en la génesis de sus célebres ensayos.

EL ARGUMENTO DE “LA ÉTICA PROTESTANTE” DE WEBER Y SUS FUENTES

Retomemos los principales puntos de la tesis de Weber en los ensayos de 1904/1905: una cierta interpretación del sentido de la predestinación calvinista y de la división del mundo entre elegidos y condenados condujo a un ascetismo intramundano de racionalismo de dominio del mundo, mismo que suscitó una ética de trabajo acorde con una mentalidad económica identificada con el término, acuñado por Werner Sombart en 1902, de un “espíritu capitalista”. Las mediaciones y conexiones entre creencias religiosas y manifestaciones económicas son numerosas y desde luego que Weber jamás pretendió, ni mucho menos, ser el primero en descubrir una conexión significativa entre las variantes del protestantismo y la mentalidad económica del capitalismo, pues tal asociación ya había sido explícitamente señalada desde 1870, entre otros, por predecesores tan ilustres como Wilhelm Dilthey,30 por lo que el planteamiento de tal cuestión en los ensayos de Weber de 1904/1905 consistía simplemente en discutir y tratar de explicar una asociación que se consideraba evidente en el mundo cultural alemán a principios del siglo XX.31

De cualquier modo, Weber hará notar que su objetivo al discutir la influencia del calvinismo sobre la formación de la ética del protestantismo ascético intramundano, no consiste tanto en apegarse a una estricta interpretación literal del dogma de Calvino, sino más bien en la manera como las ideas de Calvino fueron transmitidas e interpretadas, no siempre fielmente, por las comunidades calvinistas del siglo XVII. Todo esto con el propósito de explicar la forma en que esas interpretaciones tuvieron una eficacia histórica, primero de manera directa en su asociación con la formación del llamado “espíritu del capitalismo”, y después, ya de manera indirecta, en el desarrollo del capitalismo moderno a partir del siglo XVII, con lo que quedaba pendiente la investigación sobre cómo ese calvinismo ascético intramundano fue influido y moldeado, a su vez, por las condiciones históricas materiales, especialmente las económicas.

De esta manera, los estudios de Weber sobre sociología de la religión se centran en los conceptos de “visión del mundo” y especialmente de “conducción de vida” (Lebensführung); el desarrollo distintivo de la cultura occidental en la modernidad es interpretado en términos de una interrelación recíproca entre visiones del mundo, constelaciones de intereses y modos de conducción de vida. En el caso específico de sus ensayos sobre La ética protestante, Weber encontró que aunque el sistema económico del capitalismo moderno no se originó en el espíritu del ascetismo intramundano del calvinismo, el modo moderno de orientación y “conducción de vida”, o Lebensführung, sí se vio configurado en su desarrollo por ese espíritu y, por ello, se interesó en estudiar la base de la motivación ascética del modo de conducción de vida burgués en la modernidad, a fin de delimitar, de una manera mucho más precisa y rigurosa que Sombart, las características de esa mentalidad denominada originalmente por él como “espíritu del capitalismo”. Es decir, Weber se interesó en estudiar esa mentalidad moderna, que en la “época heroica del capitalismo” del siglo XVI al XVIII fue imponiéndose sobre la mentalidad del tradicionalismo económico. La nueva mentalidad tuvo su más clara expresión en los sectores sociales que eran los portadores históricos del ascetismo intramundano derivado de la Reforma protestante en sus variantes del calvinismo, el pietismo, el metodismo, el puritanismo y las diversas sectas bautistas.

En este sentido, los ensayos sobre La ética protestante no constituyen una abstracción teórica con posibilidades de extrapolación a cualquier época o parte del mundo donde se encuentren protestantes, sino una investigación rigurosamente acotada a un periodo histórico en el mundo occidental situado entre el siglo XVI y el siglo XVIII. Tampoco representa este estudio un intento de “refutación” del materialismo histórico, entre otras cosas porque en su marco conceptual no hay cabida para la contraposición entre “materialismo” e “idealismo” ni para un antagonismo entre estas dos formas unilaterales de representarse las cosas, sino, en todo caso, para una complementariedad de interrelación recíproca entre los distintos aspectos que no debe perder de vista un pluralismo metodológico como el que trabajaba el sociólogo de Heidelberg. A partir de 1904, para Weber no puede ser satisfactoria una explicación puramente motivacional ni una puramente institucional de los procesos sociales, es decir, ni una explicación en términos de la “superestructura” ni una exclusivamente en términos de la “base” o la “infraestructura”, entre otras cosas porque ambas quedan subsumidas en un enfoque teórico-conceptual que se encuentra más allá de las alternativas codificadas en las categorías del “materialismo” o del “idealismo”.

Al mismo tiempo, La ética protestante constituye un estudio sobre la cuestión de cómo las ideas pueden llegar a tener una “eficacia” histórica. La constelación de intereses sociales puede apropiarse de las ideas para realizar sus propios objetivos, pero esta apropiación tiene que encontrar apoyo en las ideas mismas. En el caso histórico abordado por los ensayos de La ética protestante, el ascetismo intramundano del calvinismo de los siglos XVI y XVII apoyó a los intereses económicos del desarrollo capitalista mediante la combinación de las ideas de la predestinación y la eliminación de las señales externas de la condenación, y en este sentido las ideas constituyeron la base del modo de “conducción de vida” o Lebensführung de la modernidad, lo cual desemboca, a su vez, tanto en el teorema de las “afinidades electivas” como medio para relacionar, en términos sumamente flexibles y abiertos, a las ideas con la dinámica de los intereses, como en la cuestión de la paradoja de las “consecuencias no buscadas” de la dinámica de la acción social, lo cual plantea la necesidad insoslayable de tener que combinar el método de la comprensión interpretativa interna, o Verstehen, con el de la explicación causal externa o Erklären.

La interrelación entre las ideas calvinistas, la formación de la ética del ascetismo intramundano y la mentalidad económica que inspiró al desarrollo del capitalismo moderno puede reconstruirse también mediante la siguiente exposición basada en una aplicación de la definición de “sociología” que Max Weber proporciona en la primera página de Economía y sociedad: “Sociología es la ciencia que busca comprender, interpretándola, la acción social, para de esta manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos”.32 Sigamos el primer paso de la definición, el de comprensión hermenéutica o Verstehen, aplicándolo a los ensayos sobre La ética protestante: ¿cómo interpretaba el mundo el tipo ideal del calvinista puritano del siglo XVII? Respuesta: Dios es un ser omnipotente y omnisciente que ya sabe de antemano quiénes en este mundo se salvarán y quiénes están condenados a ser reos del fuego eterno; no podemos saber con certeza si estamos dentro de los predestinados a la salvación, pero sí podemos minimizar las señales externas que nos identificarían como predestinados a la condenación. Debemos trabajar en este mundo tanto para aliviar la angustia de nuestra posible condena como para que los frutos de nuestro trabajo sirvan de ofrenda para glorificar al Señor. No podemos tener ningún tipo de contacto místico con Dios porque él es todo pureza y nosotros somos inmundos; tampoco podemos buscar la salvación mediante rituales mágicos como el de la Eucaristía, ni componendas de contador por partida doble de nuestros pecados y su absolución mediante sacramentos, a semejanza de como resuelve mágicamente tal problema el catolicismo. De ahí la primera nota definitoria derivada de la doctrina de la predestinación calvinista orientada hacia el ascetismo. Pero éste es “intramundano” (innerweltiche), porque reclama una acción dentro del mundo y no un rechazo o una huida frente a él. Nuestra conducta debe ser la de trabajar mucho, ahorrar nuestras ganancias y no gastarlas en bienes suntuarios o en lujos, porque eso podría ser una señal inequívoca de estar predestinados a la perdición. En todo caso, nuestros ahorros deben invertirse en obras que sirvan para honrar y enaltecer la gloria del Señor. Hasta aquí el primer paso de la comprensión hermenéutica de la mentalidad del tipo ideal del calvinista puritano del siglo XVII.

La cosmovisión religiosa del ascetismo intramundano de la teoría de la predestinación calvinista incide en la formación de una ética de trabajo esencialmente afín con la mentalidad económica del capitalismo. Ahora bien, la ya citada definición de sociología dada por Max Weber nos dice que una vez desarrollado el paso de la Verstehen, es decir el de haber “comprendido”, interpretándolo, el sentido de la acción social, debemos proceder al paso de la Erklären o explicación causal del desarrollo y efectos de esa acción social. Segundo paso: la consecuencia de esa ética de trabajo esencialmente afín al espíritu del capitalismo reside en que, de manera no intencionada, genera una acumulación de capital, misma que si llega a tener importantes dimensiones influirá de manera decisiva en el desarrollo de la dinámica que ya traiga consigo el desarrollo del capitalismo. El calvinista puritano no se propuso consciente y deliberadamente esta consecuencia económica, pero de todas maneras la generó. Por eso se produce aquí una paradoja de las consecuencias no buscadas, en donde resulta imprescindible separar, por un lado, la comprensión de las intenciones buscadas, de las consecuencias y efectos no buscados, por el otro. Explicación causal o Erklären: el dogma de la predestinación religiosa del calvinismo generó una ética de trabajo afín al espíritu del capitalismo lo cual incidió, de manera no buscada, en una acumulación de capital que, a su vez, modificó la dinámica de intereses del desarrollo del capitalismo.

Regresemos ahora, por un momento, al paso de la Vestehen mediante un experimento contrafáctico: ¿qué sucedería si se pudiera interrogar a un calvinista puritano del siglo XVII sobre el significado de su acción social y se le hiciera notar que su acción ha generado una importante acumulación de capital que a su vez tuvo serias repercusiones sobre el desarrollo del sistema económico? Lo más seguro es que replicaría algo así como:

yo no sé de qué me habla, pues simplemente he trabajado mucho para glorificar al Señor, y si he obtenido buenas ganancias eso se debe a que el Señor me ha favorecido, con lo cual he eliminado, por lo menos, la seguridad de estar predestinado a ser un reo del fuego eterno; la plena seguridad de mi salvación no la puedo tener, pero sí puedo eliminar, con mi trabajo, las señales externas de ser un condenado.

La explicación causal, sin embargo, debe dar cuenta de que, independientemente de sus propósitos deliberados inspirados por una motivación religiosa, el calvinista puritano del siglo XVII ha actuado con una ética de trabajo acorde con el espíritu del capitalismo moderno, y esto a su vez ha generado una acumulación de capital que tiene un decisivo impacto sobre la trayectoria en la que venía “encarrilado” el desarrollo del capitalismo proveniente desde la baja Edad Media, es decir, mucho antes de la aparición de la Reforma protestante en el siglo XVI.

Recurrir a la metáfora de la “trayectoria por la que venía encarrilado el capitalismo” es intencional, pues apela expresamente a una metáfora usada por el propio Max Weber para dar cuenta de la relación entre los intereses materiales y las ideas. Aunque redactada en 1919, tal metáfora influyó en las modificaciones de 1920 a la segunda versión de La ética protestanteErklären