Javier Fernández Panadero

 

 

¿Cómo le explico esto
a un extraterrestre?

 

Incoherencias de la vida cotidiana

 

 

 

Ilustraciones de Santiago Verdugo

 

 

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Javier Fernández Panadero, ¿Cómo le explico esto a un extraterrestre?

Primera edición digital: septiembre de 2016

 

ISBN epub: 978-84-8393-556-9

 

© Javier Fernández Panadero, 2010

© De las ilustraciones y de la cubierta: Santiago Verdugo, 2010

© De esta portada, maqueta y edición: Editorial Páginas de Espuma, S. L., 2016

 

 

Voces / Ensayo 149

 

 

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Con todo mi cariño a mis padres Manuel y Victoria, que me ayudaron a dar mis primeros pasos en este «mundo extraterrestre».

 

 

 

A todos los que aprendieron algo de mí y

a todos los que me enseñaron.

 

 

 

Al Bien tras el velo.

Prólogo

 

¿Qué pasaría si tuviéramos que explicarle a un extraterrestre las cosas que hacemos cada día? Seguro que en más de una ocasión nos resultaría difícil.

Imaginaos a alguien con sentido común, inteligente, pero sin el conocimiento de nuestra cultura o nuestras costumbres. ¿Cómo explicarle que mientras unos tiremos comida otros se mueran de hambre, que consumamos productos que son tóxicos, que les pongamos pijamas a los peluches?... ¡¿Cómo explicarle lo que es una morcilla?!

Exploraremos juntos un buen puñado de paradojas de nuestra vida cotidiana. Algunas tendrán una explicación razonable, otras surgirán del funcionamiento de nuestra mente o de las particularidades de nuestra cultura y otras... bueno, otras no podremos explicárselas mucho, porque tendrán que ver con la «locura» que vivimos aquí, en este planeta. Armados con el sentido común, buscaremos una mirada diferente al mundo, más sencilla, más pura, más clara... y también más divertida.

En nuestro día a día suele ocurrir que vamos cambiando de forma de pensar según el asunto del que se trate: unas veces somos «científicos», otras veces usamos la cultura popular, la pura superstición otras... y así vamos saltando de una forma de pensamiento a otra en una esquizofrenia nada sana.

Con este «sentido común» que proponemos queremos conseguir una forma de pensar integrada y coherente, con la que podamos abordar las cuestiones más diversas, desde las más puramente científicas como «¿Por qué no hay estrellas verdes»?, hasta las casi metafísicas como «¿Cuál es la naturaleza de la Belleza».

Como el sentido común y los hechos serán nuestra guía, esta manera de acercarse al mundo es de lo más científica, en el mejor sentido, porque la Ciencia es una manera de mirar al mundo, mucho más que un conjunto de datos.

¿Te apetece compartir esta mirada con nosotros... y, bueno, con nuestro extraterrestre?

Agradecimientos

 

Mi agradecimiento y mi cariño a todos los que suscitaron estas preguntas y estas respuestas, a todos los que han hecho posible que este libro vea la luz, a mi querida hermana Mari, a Gema por sus valiosos comentarios y a todos los que me sostienen con su cariño.

¿Beben pis en la Estación Espacial?

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En el año 2009 pudimos ver una divertida imagen. Unos astronautas de la Estación Espacial Internacional (ISS) brindaron con agua, pero no es agua cualquiera, proviene de una máquina que ha reciclado su orina.

Nuestra primera impresión es de asco, claro. Beberse el pis está feo.

Pero pensemos en lo que hacemos nosotros. Pensemos en los millones de años que lleva la Tierra en marcha, los millones de seres vivos que hay por aquí y que nadie ha ido a por agua mineral a otro planeta.

Cada gotita de agua que bebemos ha debido pasar por intestinos, uretras y los sitios más divertidos que os podáis imaginar. ¡Llevas toda la vida bebiendo «pises»! Permíteme ser el primero en felicitarte.

Si hasta hoy no te habías dado cuenta, es gracias al ciclo del agua. El calor del sol evapora el agua y la «limpia» devolviéndola estupenda en forma de lluvia, nieve y demás precipitaciones.

Como ves, beber pis reciclado de alguien no es una novedad..., la novedad consiste en mirarle a los ojos mientras lo haces.

¿Todo el día en coche y toda la tarde en el gimnasio?

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Antiguamente la vida diaria llevaba aparejada una actividad física de cierta intensidad: desplazarse en carro o en caballo, cargar peso, hacer las tareas del hogar o construir cosas sin «ayudantes mecánicos», etcétera. Hoy en día muchas de esas duras actividades las hacen por nosotros máquinas, cosa que, por otra parte, me parece estupendo.

Pero esto nos pone en la tesitura de explicarle a nuestro extraterrestre por qué viajo en coche, uso las escaleras mecánicas, el ascensor, para luego tirarme media hora corriendo en círculos o, peor aún, en una cinta sin moverme del sitio.

Es cierto que la actividad física muy intensa resulta agotadora, además la historia reciente nos enseña que el deporte de alta competición puede llevar a un sobreesfuerzo al organismo y, por lo tanto, no ser sano (sin mencionar «química» más o menos legal).

También hemos constatado que la vida sedentaria acarrea una mala forma física y muchas enfermedades asociadas, algunas bastante graves y otras directamente mortales, como las cardiovasculares.

Por lo tanto, lo sano y recomendable es una actividad física moderada. En nuestro mundo moderno podemos tenerla de varias formas:

a) que tu actividad diaria habitual implique cierta actividad física y te mantenga en forma;

b) que tu actividad diaria habitual sea fundamentalmente sedentaria, pero que tú te encargues de incluir aquí y allá ejercicio físico: usar las escaleras (en vez del ascensor), hacer parte de tus recorridos andando, etcétera;

c) o que tengas una actividad sedentaria y en tu tiempo libre practiques algún deporte o hagas algo de ejercicio moderado.

Cualquiera de las tres me parece muy bien.

¿Qué hay de malo en que tu actividad sea sedentaria o que cojas el ascensor si eso te hace feliz y luego corras como un gamo en tu cinta si eso también te hace feliz? Te pasas el día sonriendo y haces la dosis de ejercicio que te mantendrá sano y prolongará tu sonriente vida. ¿Dónde está el problema?

¿Por qué los personajes infantiles van desnudos todo el día y se ponen pijama para dormir?

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Una pregunta que a veces se hace como un chiste es: ¿Por qué los personajes de los programas infantiles andan todo el día «en pelotas» pero se ponen el pijama para dormir o el bañador para ir a la piscina?

Esta aparente paradoja que nos hace sonreír y parece una tontería es fruto de un cuidado diseño. El objetivo de los creadores de estos personajes es que los niños empaticen con ellos. Bien, ¿qué ocurre cuando un niño va a la cama? Le hemos enseñado a lavarse los dientes y a cambiar su atuendo. El personaje hace esto mismo, se pone el «traje de dormir». En ese momento no nos importa cómo iba antes, lo importante es que lleva a cabo la misma operación que el niño –cambiar su atuendo habitual por uno específico–. Lo mismo puede decirse del bañador.

Hay algo más que seguramente habréis notado: la mayoría tiene la cabeza desproporcionadamente grande.

Esta característica también está pensada con la misma filosofía. ¿No son esas las proporciones de nuestros hijos-espectadores? Es habitual que las crías de mamíferos tengan las cabezas proporcionalmente más grandes que los adultos y enormes ojos. De hecho, parece ser que esos «ojazos» no sólo generan empatía en los niños, además producen sentimientos de ternura/protección (vaya, «maternales») en los adultos.

El teléfono para avisar de la pérdida de la tarjeta de crédito está escrito... en la tarjeta de crédito

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Te parecerá una broma, pero es cierto. Puedes comprobarlo si quieres.

No es una idea tan loca. Pensemos: ¿qué hacemos con las cartas del banco que nos informan de las contraseñas, las condiciones sobre el uso de la tarjeta, etcétera? Efectivamente, guardadas en algún cajón o tiradas a la basura.

Normalmente, cuando necesitamos ese número estamos en la calle, acabamos de darnos cuenta de que hemos perdido la tarjeta o nos la han «despistado». Hay que llamar y anularla antes de que nos vacíen la cuenta. Pero, claro, el número estaba en la tarjeta.

No te preocupes, también está en las tarjetas de toda la gente que tienes alrededor. Es algo tan fácil como preguntar: «¿Quién tiene una tarjeta «X»? ¿Me puede usted dar el número para anularla?

¿Se te ocurre otro sitio mejor para poner ese número de teléfono?

Por otra parte, cada vez que usas tu tarjeta tienes ahí el número de teléfono... pidiendo a gritos que lo memorices o lo escribas en otro sitio.

Ya que estamos, déjame preguntarte: ¿te has tomado la molestia, en este mismo momento, de copiarlo en otro sitio? ¿En el móvil, por ejemplo?

Ya me imaginaba...

¿El chocolate me hace «feliz»?

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Se ha descubierto que la presencia o altos niveles de algunas sustancias químicas en el cerebro, producidas por el propio cuerpo, están asociadas a ciertos estados de ánimo.

En particular, cuando nos sentimos alegres o en situaciones placenteras se producen niveles altos de endorfinas y serotonina (entre otras).

Aquí podría surgir una discusión: ¿es la química cerebral la causa de nuestros estados anímicos o son nuestros estados anímicos los que producen una determinada química cerebral? Por el momento, la dejaremos abierta.

En la actualidad usamos tanto la química como la mente para inducir estados de ánimo. El uso de drogas y medicamentos aplica estas ideas, aunque sus dosis, duración del tratamiento, contraindicaciones y efectos secundarios son asuntos de lo más complejo. Por esto, la mayoría de los médicos no usan estos métodos como primera opción.

Desde aquí no aconsejo otro uso de estas sustancias tan peligrosas que el que recomiende un médico responsable, y, si me apuras... Bueno, en realidad me apetece mucho más (siempre que sea posible) poder gobernar mis estados de ánimo por «mí mismo».

Hay sustancias más «suaves» y de uso común que también producen ciertos cambios en nuestros estados de ánimo. Se ha visto que el chocolate genera cierta sensación placentera (no sólo le gusta a los niños); también cabe mencionar los conocidos efectos de la cafeína o de la teína (presente en el té). Aun así, hay que tener cuidado con su uso (es común la adicción física o psicológica en cierto grado), y con su abuso (por ejemplo, la cafeína y la teína pueden subir indebidamente tu tensión arterial).

Es interesante mencionar también que los últimos descubrimientos en neurología nos enseñan que: «Practicar aquello que nos hace sentirnos felices hace que estemos más felices».

Pensaréis que son «unos hachas», y que Perogrullo ha engrosado las filas de los neurólogos, pero creo que es culpa mía por simplificarlo tanto. Lo que dicen es que las vías neuronales y químicas asociadas con los estados de placer mejoran su eficiencia al usarlas y viceversa, se vuelven menos eficientes si no se usan.

Dicho en lenguaje de a pie, esto es tan sencillo como que, si te gusta dar paseos, los des. Te lo vas a pasar estupendamente y el siguiente paseo que te des te va a gustar más todavía. Y, por el contrario, que si estás amargado en un rincón, la próxima vez también te saldrá mejor: estarás más amargado.

Resumiendo, salvo en casos que necesitéis la asistencia de un profesional, lo más recomendable parece ser cambiar la química del cerebro usando nuestra voluntad y nuestra conducta, lo que además añade una refrescante sensación de libertad. Frecuentemos las situaciones que nos hacen sentir bien, evitemos las que nos hacen desgraciados y la práctica nos hará maestros en el arte de ser felices.

¿Puedo avivar el fuego al echarle agua?

 

Para que se produzca fuego hacen falta tres elementos que forman lo que se denomina el «triángulo del fuego». Estos tres elementos son: calor, combustible y comburente. Los dos primeros ya los conocéis, en un momentito os explico el tercero.

Una combustión es una reacción química, concretamente una oxidación. Para que se produzca necesitamos como reactivos la sustancia combustible (gasolina, alcohol, carbón, etcétera) y el oxígeno; este último es lo que llamamos comburente. Lo más normal no es que se añada oxígeno puro, sino aire. Como sabréis, el oxígeno es uno de los componentes del aire, en un 21%, aproximadamente.

Para apagar un fuego hay que eliminar al menos uno de los tres vértices del triángulo. En muchos casos lo fácil es enfriarlo: echamos agua y listo.

En otros casos esto da problemas. Casi todo el mundo conocerá ya que la electricidad y el agua no se llevan bien, así que echar agua a un fuego de origen eléctrico no es buena idea, sobre todo si no se ha cortado la fuente de electricidad.

Cuando se trata de hidrocarburos (tipo gasolina), tampoco sirve de mucho echar agua. El hidrocarburo flotará sobre el agua, sin mezclarse, y seguirá ardiendo sobre su superficie. Seguro que lo habéis visto en la tele, es un efecto muy peliculero.

Aquí lo ideal es un extintor de polvo o de dióxido de carbono (CO2). Eliminamos el oxígeno del triángulo y el fuego se extingue a falta de uno de los reactivos de la reacción de combustión.

Pero del que os quería hablar hoy es de un fuego relativamente común en nuestro entorno, cuyo problema no es que no se apague con agua, sino que se aviva tanto que puede poner en peligro nuestras casas y, lo que es peor, nuestras vidas.

A veces, cuando freímos algo, el aceite «salta». Es decir, minúsculas gotas de aceite a alta temperatura salen de la sartén y nos ponen perdidos de salpicaduras. Ocurre también a veces que esas gotas entran en contacto con la llama de las cocinas de gas o con la vitrocerámica (menos probable) y se genera una llamarada de cierta altura que surge de la sartén. Aunque el fuego acaba de producirse y está bastante localizado, es frecuente que nos llevemos un susto morrocotudo y no sepamos qué hacer.

Empecemos por lo peor que puede hacerse: echar agua. Si hacemos eso, la llamarada se avivará y se convertirá en una columna de fuego que llegará hasta el techo y se moverá en horizontal quemando nuestra cocina, y poniéndonos en serio peligro.

Lo que sí hay que hacer es apagar el fogón y poner una tapa en la sartén. Tan sencillo y tan fácil. Si no tienes una tapa o tiene agujeros y el aceite sigue ardiendo, un paño mojado tapando la sartén corta el fuego como por arte de magia. Ya te habrás dado cuenta, estamos eliminando el oxígeno del triángulo del fuego.

¿Por qué se aviva este fuego con el agua?

El aceite muy caliente está bastante por encima de 100 ºC, así que el agua en cuanto lo toca se convierte en gas y al elevarse «arrastra» más gotitas de aceite que prenden con facilidad... ya sabemos el resto.

Os animo a que veáis alguno de los numerosos vídeos de demostraciones grabados por bomberos que hay en la red. Son espeluznantes.

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