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Pilar Senpau

APRENDER A ADELGAZAR

Cuando perder kilos depende de los sentimientos

Editorial Milenio

Lleida

Traducción de Ramon Sala

Título original en catalán:

Aprendre a aprimar-se

Quan perdre kilos depèn dels sentiments

© Pagès editors, S.L., Lleida, 2006

© de la traducción: Ramon Sala Gili, 2007

© de esta edición: Editorial Milenio, 2010

Sant Salvador, 8 - 25005 Lleida (España)

Primera edición: octubre de 2007

Dipòsit legal: L-1.930.2007

ISBN: 978-84-9743-222-1

Impreso en Arts Gràfiques Bobalà, S.L.

www.edmilenio.com

editorial@edmilenio.com

© de esta edición: Pagès Editors, S. L., 2010

Primera edición digital: mayo de 2010

ISBN digital (epub): 978-84-9743-364-8

Conversión Digital: O.B. Pressgraf, S.L.

Jaume Balmes, 52, bxs.

08810 Sant Pere de Ribes

Para Aldo y Elisabet

Índice

AGRADECIMIENTOS

INTRODUCCIÓN

Prefacio

Prefacio

1 - EN BRAZOS DE LA OTRA

Comentario dietético

2 - REGALO SIN REMITENTE

Comentario dietético

3 - LA MUJER DEL MAR

Comentario dietético

4 - SIN LAZOS AFECTIVOS

Comentario dietético

5 - JAMES, JAMES BOND

Comentario dietético

6 - LA MUJER DEL CONTENEDOR

Comentario dietético

7 - MÁS ALLÁ DE LOS CROMOSOMAS

Comentario dietético

8 - ENGAÑANDO A LA AMANTE

Comentario dietético

9 - EL ÚLTIMO VIAJE

Comentario dietético

10 - A DOS TALLAS DE LA AUTOESTIMA

Comentario dietético

11 - ELLA TENÍA PRISA POR VIVIR…

12 - NOS SEPARA UNA BARRIGA

Comentario dietético

13 - LA RECOGEPELOTAS DE TENIS

Comentario dietético

14 - UNA MUJER ESTUPENDA

Comentario dietético

15 - ROBINSON CRUSOE

Comentario dietético

16 - KILOS DE GENEROSIDAD

Comentario dietético

17 - LADY VAP

Comentario dietético

18 - LA BELLA DURMIENTE SE LLAMABA RAMÓN

Comentario dietético

19 - HA DESAPARECIDO UNA MUJER

Comentario dietético

20 - MANTENER LAs curvas

Comentario dietético

21 - LA PAREJA PERFECTA

Comentario dietético

22 - CUANDO EL DIAGNÓSTICO PUEDE SER CÁNCER

Comentario dietético

23 - MANTENER LA FIGURA

Comentario dietético

24 - SI NO ES PARA UNO, SERÁ PARA EL OTRO

Comentario dietético

25 - POR SI ACASO

Comentario dietético

26 - FALTA DE VOLUNTAD

Comentario dietético

27 - LA MUJER ELÁSTICA

Comentario dietético

28 - LA MUJER DE RESERVA

Comentario dietético

29 - LIBERTAD POR SOLEDAD

Comentario dietético

30 - LO HACES TODO MAL

Comentario dietético

apéndice

AGRADECIMIENTOS

A mis pacientes, porque sin ellos este libro no existiría. Sus historias son las historias de todos, cada una habla de alguien que lucha para que el peso no se convierta en un obstáculo en su camino.

Y para Anna, mi enfermera, porque sin su ayuda tampoco hubiera sido posible.

INTRODUCCIÓN

Querido lector, querida lectora:

Este libro que sostienes entre tus manos no tiene otra intención que la de hacerte perder todo sentimiento de culpabilidad en cuanto al reto de adelgazar; pretende explicar que detrás de cada kilo no hay nada de qué avergonzarse. Al contrario, a veces se esconde un gran esfuerzo para salir de situaciones extremadamente difíciles. Y, si sólo consigue que lo vuelvas a intentar, aunque con una visión más positiva, tranquila y desprovista de angustias, la obra habrá alcanzado su objetivo: daros la bienvenida al desafío de adelgazar.

Al igual que muchas de las cosas importantes que acontecen en la vida, esta historia que os voy a explicar empezó cuando nadie se lo esperaba.

Como cada tarde, desde hacía unos cuantos años, recibía a mis pacientes en mi consulta médica dedicada al tratamiento del sobrepeso y la obesidad. Les visitaba uno tras otro y resumía la visita en un papel que denominamos «historia clínica», mediante la cual cesan de ser hombres y mujeres desconocidos para pasar a ser clínicamente conocidos. Recogía los datos: intervenciones quirúrgicas, análisis, antecedentes familiares, etcétera; y a partir de ahí ya tenía los ingredientes necesarios para confeccionar una dieta y, por lo tanto, dar por solucionado su tratamiento para perder peso, incluyendo a veces a modo de conciencia unos sencillos consejos que dejaba caer para que revolotearan por el ambiente: «¡póngale fuerza de voluntad!», «¡no debería comer tanto!». De este modo, dejaba todo el peso de la responsabilidad encima de la pobre voluntad, haciendo que la solución dependiera más de ella que de la eficacia del tratamiento.

Hasta que, una tarde de mayo, ella entró en mi consulta. Era una de esas mujeres que revelan su potencia con un solo vistazo, tenía la cara de la mujer que llega a la madurez no atravesando jardines sino campos de batalla, con arrugas largas y anchas como sólo pueden dejar las heridas de guerra, y, más que sentarse, dejó caer sus cien kilos sobre el sillón. Con los términos contundentes que sólo utilizan quienes no están acostumbrados a dejar nada al azar, me expresó el motivo de su visita:

—Mire, doctora, no sé muy bien qué es lo que tengo, pero cada día que pasa me engordo más, es casi como si el mismo aire tuviera calorías; no sé qué me sucede. Seguramente la causa de todo este desastre debe ser mi carencia de voluntad, pero no sé cómo hacerlo, ¡dispongo de tan poco tiempo para organizarme!

Era economista de profesión, desde que había enviudado cuidaba de sus tres hijos, no tenía servicio doméstico y cuando salía del despacho daba clases de alemán. Que todo esto era real quedaba evidenciado más allá de sus palabras, por unas acusadas varices que, al igual que ella, reclamaban a gritos un descanso, pero ella no cesaba de repetir que carecía de voluntad.

¿Voluntad? Si alguna cosa le sobraba a aquella mujer era precisamente voluntad. Además, lo decía con una sonrisa que expresaba el esfuerzo de acarrear el peso de la vida sin estar dispuesta a retroceder suceda lo que suceda, no permitiendo que nada la detuviera en su camino, ni tan siquiera el dolor del alma…

Evidentemente, aquella tarde representó un punto de inflexión en mi metodología para tratar el peso. Dejé de relacionar los kilos con la voluntad y, al contrario, empecé a sospechar que más bien no tenían nada que ver los unos con la otra.

¿Qué se escondía detrás de cada kilo? Las historias clínicas convencionales habían dejado de serme útiles; tenía que mirar a los ojos de los pacientes para ver si descubría alguna chispa que aportase lucidez a toda la cuestión. Poco a poco, me di cuenta de que el inicio del aumento del peso en la mayoría de los hombres y mujeres que pasaban por mi consulta estaba más ligado a un hecho íntimo antes que a cualquier otra cosa. Tras cada kilo se empezaban a insinuar raíces enclavadas en otras profundidades que las del exceso calórico: tristezas, desamores, pérdidas…, toda una plétora de sentimientos surgían con fuerza de la báscula mostrándome implacablemente que ya nunca más podría utilizar las tablas de calorías como única herramienta para tratar sus kilos.

Las historias de los hombres y mujeres que se pueden encontrar en este libro son reales, difuminadas en lo anecdótico, pero sin excluir la estructura esencial que ha dado pie al libro.

Ellos y ellas han permitido que su vida íntima fuese fotocopiada, impresa y publicada, para que tú, lector, estés donde estés, tengas en tus manos una posibilidad más de poder solucionar tu problema de exceso de peso.

De entrada, relájate, aspira lentamente y déjate llevar hacia el interior del libro; quizá alguien te está esperando para explicarte una historia que puede ser la tuya…

Pilar Senpau

«Nos dirigimos hacia el interior.»

Elizabeth Bishop

«Cuando a los siete años la dejaron sola con la abuela y ellos se fueron al entierro de la madre, María se dio cuenta de que a partir de entonces debería hacer los deberes de la escuela sin ayuda de nadie. Agarró una tableta de chocolate y mientras la saboreaba se deslizaba una lágrima por su mejilla.»

1 - EN BRAZOS DE LA OTRA

¿SE PUEDE GANAR O PERDER UN KILO EN UN DÍA?

«Éste es el momento en que hay que cubrir de cenizas el fuego de la chimenea…»

Vladimir Holan

María tenía las manos gastadas, con arrugas estrechas y ramificadas que le surcaban las manos como si fueran ríos; arrugas que no eran fruto del paso del tiempo: entre ellas se extendían abismales y tortuosos barrancos que delataban el desgaste que representa el uso incesante.

Sus cabellos tenían un aspecto libremente salvaje, sin que cepillo alguno los hubiera domesticado con la paciencia de quien dispone de tiempo. Limpios, entremezclándose los últimos negros de juventud con los blancos de la madurez; exhibiendo sin miedo aquella edad de tránsito en que el paso del tiempo se impone implacablemente sobre el cuerpo.

Entró en la consulta decidida a solucionar su problema de sobrepeso, y, como tantas otras cosas de su vida, pensaba hacerlo del único modo que conocía: de una manera práctica y basada en el esfuerzo. Sin preámbulos inútiles expuso claramente el motivo que la había llevado hasta allí.

—Quizá pensará usted que soy un poco impaciente, doctora, pero me hace falta perder peso urgentemente, muy urgentemente. Y no es para nada un asunto de salud; no tengo que operarme de nada, no tengo colesterol ni sufro ninguna enfermedad. El motivo de mi urgencia es de otra naturaleza. He descubierto hace unos días que mi marido tiene una amante y tras descartar otras he pensado que perder peso sería una buena opción; me permitiría mejorar mi aspecto y, quizá, recuperar a mi marido.

»Sí, sé que usted pensará que lo más importante dentro de una relación de pareja no es esto, que si quiero luchar, debo hacerlo de otro modo. Conozco esa teoría que dice que el físico es lo menos importante, pero, créame, todas las demás cosas, es decir ‘todo’, es lo que ya le he dado cada día de mi vida y ya lo ve: ha sido insuficiente.

»Seguramente, la otra mujer debe ser más joven, más delgada y más bonita; por lo menos, esto es lo que me imagino, puesto que esas tres cosas son las únicas cualidades, si así puede llamarse a la generosidad de la naturaleza, en que ella me puede superar. En todo lo demás puedo estar tranquila; el epígrafe ‘el resto’ está ampliamente cubierto.

»¿Que si es un hombre por quien se merezca hacer este esfuerzo? No lo sé, nunca lo he mirado desde este punto de vista. Estoy tan acostumbrada a resolver los problemas a medida que aparecen en mi vida que no he tenido tiempo de cuestionar muchas cosas y, por lo tanto, tampoco me he planteado si vale o no la pena luchar para recuperar a mi marido. No sé cómo explicárselo: es un hombre corriente.

»En casa me ayuda más bien poco, es viajante de comercio y se pasa el día fuera. Con los niños no tiene mucha paciencia, a la más mínima se pone nervioso, pero nunca se lo he tenido en cuenta porque regresa a casa muy cansado; aunque, esto sí, al mayor de los hijos lo lleva al fútbol cada domingo.

»¿Que cómo nos va sexualmente? Pues, más bien flojo; mire usted si lo hacemos poco que me he olvidado de lo que es una caricia.

»¿Regalos? No, no nos lo podemos permitir. A él le hace falta ir bien vestido al trabajo y, claro, no nos da para todo. Fíjese si andamos justos que al terminar mi trabajo en la pastelería donde estoy empleada por las mañanas, tengo que ir tres tardes a planchar y así hacer horas extras.

»¿Que si me trata bien? Pues ahora que pienso en ello, más bien no me trata: habla poco, me mira poco, me desea poco, me escucha poco… ¿Sabe usted qué le digo, doctora? Me gustaría adelgazar, pero para mí misma, y ya no tengo tanta prisa; no hay ningún motivo para apresurarse, puedo hacerlo al ritmo que marque mi salud.»

Comentario dietético

Cuando una persona decide iniciar una dieta, desearía que el esfuerzo que le representa privarse de comer alimentos que le agradan, o rehuir comidas de negocios, celebraciones u otras fiestas, es decir, todo aquello en que no es posible cumplir correctamente con la dieta, se tradujera de un modo inmediato en un buen resultado sobre la báscula.

Esto hace que muchas veces busquemos dietas o fórmulas mágicas en revistas sensacionalistas o en una fotocopia de la dieta de un amigo del hermano de la vecina que es pariente de la madre de aquella presentadora de la televisión, con la esperanza de que nos darán un resultado inmediato. Bromas aparte, como todo en la vida, uno desearía ver la recompensa a su esfuerzo. Por lo tanto, cuando iniciamos cualquier dieta y, al día siguiente, vemos que hemos perdido un kilo, nos decimos satisfechos que «esto va bien», y bajamos de la báscula contentos y con el ánimo de continuar renovado. Pero nos encontramos con que al cabo de dos o tres días, coincidiendo normalmente con el fin de semana, nos invitan a cenar unos amigos y no se quiere confesar que seguimos una dieta; pensamos que por una comida no va a pasar nada, con lo que decidimos ir.

Al día siguiente, nos acercamos a la báscula lentamente y, con miedo, vemos cómo el dial sube de nuevo, indicando que hemos recuperado el mismo peso que con tanto esfuerzo habíamos logrado reducir durante toda la semana. Nos quedamos anonadados, sin saber qué hacer, si continuar con la dieta o abandonarla… y, en esta encrucijada, cada uno tira hacia donde quiere o puede.

La historia de esta mujer nos da pie a hablar de qué pasa cuando aumentamos ese kilo y de lo que debemos hacer.

¿Qué pasa? Hay que saber que, normalmente, todo lo que se gana o pierde en un día es agua y que, por lo tanto, al empezar una dieta el primer kilo que se perderá será un kilo de líquido, debido al cambio de alimentación. La mayor parte de los alimentos recomendados en una dieta, como las frutas y las verduras, son ricos en el mineral llamado potasio que elimina del cuerpo; así pues, pesaremos menos por el solo hecho de iniciar una alimentación con más vegetales. Lo mismo sucede al interrumpir la dieta: la mayoría de los platos cocinados contienen gran cantidad de sodio en su composición o añadido en forma de sal, cosa que repercute inmediatamente sobre el peso y provoca ese aumento de un kilo al día siguiente.

¿Qué debe hacerse? Pues nada, no hay que sufrir por ello: el kilo en cuestión igual que ha venido se va a marchar, siempre que, naturalmente, se continúe con la dieta. Nos interesa más atacar los kilos de grasa que los de agua y, para conseguirlo, hay que continuar el esfuerzo.

El cuerpo no rebaja un kilo de grasa en un día: le hacen falta unos cuantos, porque sólo lo hace cuando al organismo le faltan aproximadamente unas 7.800 calorías.

Pongamos un ejemplo: si una persona requiere 3.000 calorías diarias y la dieta contiene 2.000, cada día le faltarán unas 1.000. Por lo tanto, le harán falta ocho días para rebajar un kilo de grasa. El peso que recomienda perder la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de un máximo de 450 gramos por semana.

Así pues, en la encrucijada, sólo hay un camino: continuar adelante. Al final del recorrido espera el premio a la perseverancia.

2 - REGALO SIN REMITENTE

DIETA EQUILIBRADA

«Alguien bordó el tapete.

Alguien riega la planta con agua, o quizá con aceite. Alguien ordena la hilera de bidones de modo que digan suavemente: ESSO-SO-SO-SO a los sofisticados automóviles.

Alguien nos ama a todos.»

Elizabeth Bishop

—¡Hola, doctora! Venía a visitarme porque tendría que perder diez kilos antes del 20 de mayo, pero, sobre todo, más que cualquier otra cosa, lo esencial es que los pierda haciendo una dieta bien equilibrada. No, no tengo ningún compromiso importante para esa fecha; no me caso, ni me voy de viaje, ni tengo que presentar ningún festival de Eurovisión. El motivo es que, más allá de esa fecha, los médicos no me van a admitir en la lista de espera para hacerme un trasplante de hígado; pasada esa fecha no me dan ninguna garantía de éxito.

«No, no me da miedo la intervención; sé muy bien qué me aqueja, dónde me meto y qué posibilidades tengo.