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Presentación

Berta Hiriart


Es para mí un placer presentar la tercera antología de la colección Teatro del Mundo para las Nuevas Generaciones, dirigida a chicos a partir de nueve años, así como a los adultos que los acompañan en el tránsito hacia la adolescencia: papás, maestros, promotores de lectura y gente de teatro.

Como se ha dicho en volúmenes anteriores de esta serie, la clasificación de las obras según la edad de los lectores o espectadores, si bien se basa en las necesidades de cada etapa de desarrollo, no es un asunto cerrado. En primer lugar, los niños maduran a distintos ritmos, y en segundo, estos libros aspiran a satisfacer el gusto de “los niños inteligentes de todas las edades”, como diría el crítico literario Harold Bloom.

Acaso gran parte de los chiquillos de preescolar y de los años iniciales de la primaria juzgarán complejas y aburridas las obras que aquí aparecen, pues todas piden cierta experiencia para emprender su lectura. Sin embargo, quien haya cruzado esta temprana edad hallará al menos un texto que le entusiasme. Habrá alguno que guste especialmente a los chicos de quinto; otro, a la maestra de educación artística, y otro más, al director de escena o cuentacuentos profesional.

La novedad de esta tercera antología estriba en que los cuatro autores participantes saben que los preadolescentes van dejando atrás a príncipes y hadas para interesarse en personajes y situaciones que les permitan ahondar en las circunstancias humanas desde una mirada más madura.

Así, “Malas palabras”, de la dramaturga argentino-mexicana Perla Szuchmacher, nos habla de los secretos familiares. El acercamiento lleva gracia y humor, pero no elude la gama de emociones implicadas tanto en quien descubre un engaño como en aquellos que han creído hacer un bien al guardar silencio. La trama se teje con los hilos de una adopción encubierta, pero todos podemos identificarnos con la situación que experimentan la protagonista y sus padres. Los asuntos que nos ocultamos unos a otros acaban por crear líos mayores que la vergüenza momentánea que a veces produce la verdad.

Jeton Neziraj, dramaturgo de Kosovo, nos muestra problemas muchísimo más agudos. “Ojos de gato” trata sobre las dificultades de volver a la normalidad después de la guerra. Acosado por un par de niños, el joven protagonista quedó sin habla debido al choque emocional de perder a su madre. Y aunque su sueño es aprender a leer para integrarse a la vida común, no va a la escuela, pues debe trabajar para ayudar a su padre inválido.

No todo es desolación en la obra de Neziraj. También relata una entrañable amistad: sin hacer caso de prejuicios, una niña vendrá en ayuda de nuestro lastimado personaje y las cosas darán un vuelco inesperado que permitirá (tanto a él como a nosotros, los lectores) mantener la esperanza.

La siguiente obra llega en tono de comedia para plantear un asunto por demás contemporáneo. “La Maquinota”, del narrador, ensayista y dramaturgo mexicano Ignacio Padilla, nos enfrenta a nuestro mundo ultramecanizado. En este caso tenemos un protagonista colectivo: los habitantes de un pueblo que viven para cuidar una máquina cuya utilidad nadie conoce. Tal fresco se antoja para ser montado, bien por todo un salón de clases, o bien por una compañía profesional que con ingenio logre cubrir los numerosos personajes con pocos actores.

Expertos, alcaldes, niños y demás pobladores llevan al público a una obligada reflexión sobre los vínculos que establece el ser humano con los aparatos que lo rodean. Los diálogos, escritos con magnífica pluma, arrancan tan pronto la carcajada como el desconcierto ante la preocupación que puede despertar un tornillo. Lo bueno es que esta gente no queda atrapada en semejante locura. Habrá un giro de 180 grados que no sería justo adelantar aquí.

Por último, en “Dime de qué presumes”, el dramaturgo brasileño Amauri Falseti abre va de algunos textos de tradiciones poco conocidas en Hispanoamérica, reunidos por la compiladora Rosane Pamploa. Con ánimo juguetón, Falseti toma las clásicas figuras arquetípicas y las entrelaza de tal modo que logra una versión contemporánea que resulta un deleite.

Así, el libro que el lector tiene en las manos navega entre sucesos trágicos y cómicos que, como corresponde al buen teatro, hacen sentir pena y alegría, indignación y ternura. Habrá que aprovechar que los chicos a los que va dirigido ya leen con fluidez para emprender con ellos lecturas en voz alta. Este ejercicio, además de afinar la imprescindible habilidad lectora, los llevará a comprender mejor las obras y, de paso, algunos de los conflictos existenciales que se empiezan a experimentar al dejar la niñez.

Es muy probable que, de haber ocasión, los participantes quieran pasar del dicho al hecho. La sola lectura en voz alta es una práctica que bien puede regocijar a quienes asisten una tarde a alguna sesión organizada por la biblioteca o cursan un taller breve en alguna feria del libro, pero aquellos con la suerte de tener un maestro o guía que los acompañe en el proceso de descubrimiento del teatro querrán vivir la aventura completa.

Ahora bien, el juego teatral puede tener tintes más serios. Tal vez resulte inútil y hasta contraproducente pedir a un niño de seis años que memorice parlamentos y acciones en forma exacta, pero los pequeños de nueve o diez querrán hacerlo por sí mismos. Con todo, no perdamos de vista que no se trata de actores profesionales, sino de chicos en proceso de formación. El proceso debe anteponer el desarrollo integral de los participantes al resultado artístico.

Quizá para un montaje escolar sea necesario editar el texto. Esto exige cuidado por parte del guía o maestro, quien deberá decidir qué quita o qué cambia de lugar sin que se pierda el conflicto central de la acción dramática. Este trabajo puede partir de las improvisaciones o realizarse frente al escritorio antes de comenzar la puesta.

Hace falta aclarar que la libertad en el arte teatral de los niños y de los adultos significa dejar hacer dentro de ciertas pautas marcadas con claridad. Es imposible organizar un buen juego sin reglas que lo estructuren. En esto consiste la labor del director del grupo: propiciar la inventiva y la expresión individuales en aras del proyecto común. Para lograrlo, hace falta combinar juego y disciplina. El elemento lúdico despierta la creatividad; sin embargo, la explosión creativa no hallará más camino que el desorden si no cuenta con un itinerario de las búsquedas actoral y escénica a llevar a cabo en cada sesión o ensayo.

Un buen texto dramático nos ofrece un eje para improvisar sin perder el rumbo. Poco a poco se irá reuniendo e hilvanando el material de la puesta en escena. El director ha de mantenerse abierto a todas las propuestas, sin soltar por eso el timón. Los niños pueden tener brillantes ideas expresivas, pero también caer en lugares comunes provenientes de la televisión comercial (su principal contacto con el mundo del espectáculo), que más vale descartar.

La experiencia teatral que reserva esta antología puede alcanzar mejores frutos si a la lectura de cada pieza le sigue una reflexión grupal sobre los asuntos, formales y de contenido, que aborda, ya sea que cada quien la haya leído por su cuenta o se haya participado en una lectura a varias voces.

Si además se plantea llegar a la puesta en escena, resulta más que recomendable leer la obra varias veces, explorando en cada ocasión algún asunto específico: el carácter de los personajes, los elementos escenográficos o las ideas para el vestuario, por ejemplo. Este repaso también permite analizar de dónde parte y cómo acaba cada personaje, así como la situación general. En “Malas palabras”, por ejemplo, la protagonista arranca muy en paz y contenta, pero a medida que las cosas se anudan de manera conflictiva, parecería que la historia va a acabar francamente mal, aunque no ocurre así: la situación se reacomoda, aun cuando no vuelve a ser la del inicio. Al final, la niña sabe mucho más de sí misma y de quienes la rodean.

Para bien o para mal, el teatro siempre nos habla de los cambios o vuelcos de la vida: para cobrar conciencia, para hundirse en la situación o para salir bien librado del problema. De esa manera ofrece a lectores y espectadores la oportunidad de afilar la inteligencia emocional y el juicio crítico, y por eso resulta tan importante acercarlo a los lectores que pronto enfrentarán los retos de la adolescencia.

Cada obra de este libro se acompaña por una semblanza del dramaturgo, unas palabras sobre la pieza misma y algunas sugerencias de actividades relacionadas con la puesta en escena. También se incluyen los datos referentes a los derechos de autor, para quienes emprendan un montaje que suponga ganancias económicas.

Ahora no queda sino dar entrada a los textos. ¡Que los disfruten!

Malas palabras

PERLA SZUCHMACHER

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Sobre la obra


“Malas palabras” (Premio FILIJ de Dramaturgia El Mejor Teatro para Niños, 2001) se estrenó en la ciudad de México en 2002. Desde entonces ha dado más de cuatrocientas funciones dentro y fuera del país. Se ha montado en numerosos festivales nacionales e internacionales, entre ellos, Red Colombia Títeres, Festival Internacional de Títeres de la Argentina, Festival Internacional de Teatro Costa Rica y Fórum Universal de las Culturas. También fue seleccionada para el Programa Nacional de Teatro Escolar (INBA-SEP) y forma parte de las jornadas educativas del Instituto Mexicano del Arte al Servicio de la Educación.

“Malas palabras” es un impecable texto teatral elaborado con delicados ingredientes para sanar el alma. Si ha conmovido a cientos de espectadores de todas las edades y diversas latitudes es porque toca un asunto de interés universal.

Quienes acompañan a Flor, la protagonista, en la sorprendente aventura de encontrarse a sí misma no pueden dejar de hacer una indagación introspectiva acerca de las cosas que decidimos callar alguna vez.

Perla Szuchmacher toma como punto de partida el tema de la adopción y lo convierte en vehículo para hablar de la identidad, la pertenencia, la amistad y el amor. Desde su sencillez y sutileza, “Malas palabras” seguirá iluminando a quienes la lean, la lleven al escenario o asistan a ver alguno de sus montajes, pues nos recuerda que la auténtica fuerza de la vida siempre tiene que ver con la verdad.

Los interesados en un montaje profesional o que genere ingresos, comunicarse con Micaela Gramajo a: micaelagramajo@yahoo.com.mx

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Sobre la autora


Perla Szuchmacher fue una dramaturga, actriz y directora de teatro que nació en Argentina, pero residió en México buena parte de su vida y adoptó la nacionalidad mexicana.

De niña, Szuchmacher aprovechaba los retazos de paños, sedas y linos del taller de confección de sus padres para hacerse disfraces, con los que jugaba al teatro. Inventaba las historias o adaptaba cuentos y relatos. Empezó a escribir a los doce años, cuando para hacer una tarea escolar tomó un cuento de la biblioteca, lo transformó en una obra teatral y la dirigió.

Cursó la carrera de Actuación en la Escuela de Teatro de la Universidad de Buenos Aires y obtuvo el título de maestra de Expresión Corporal en el Collegium Musicum de la capital argentina.

En 1990 integró con Larry Silbermann el Grupo 55, al que después se uniría el escenógrafo e iluminador Jorge Ferro. Szuchmacher codirigió la compañía hasta 2004, y con ella desarrolló tareas de dirección, dramaturgia, entrenamiento corporal de actores, coreografía y capacitación, en especial en el campo del teatro para niños y jóvenes.

En México la autora formó parte del Consejo Académico del Programa Nacional de Teatro Escolar; fue miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, e integró por varios años la dirección artística de la Muestra Nacional de Teatro del INBA.

Murió el 10 de mayo de 2010.

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Sobre el montaje con los chicos


Es preciso observar que el texto está planteado como el monólogo de una mujer adulta que evoca un episodio fundamental de su infancia. El reto para un equipo profesional radica en lograr que una sola actriz dé voz y vida a los distintos personajes utilizando los objetos que descansan sobre su escritorio. Sin embargo, si se trata de un montaje a cargo de los niños, lo mejor será representar las escenas de recuerdo como flashbacks, es decir, habrá una Flor adulta y una Flor niña, así como un amigo Pelos, un papá, una mamá y una tía. La gracia estaría en el modo de encarnar a cada personaje.

Los secretos son siempre interesantes, aunque causen dolor. Para aproximar el tema a los niños, se los puede invitar a que improvisen en equipos: A guarda un secreto relacionado con B. B lo descubre gracias a C o por accidente. ¿Qué hace B? ¿Cómo reacciona A? ¿Cuál es el desenlace?

El tema central es la adopción. Es buena idea reflexionar en grupo sobre este asunto a partir de una situación fácil de controlar (por ejemplo, con un cachorro). En improvisaciones a dúo, los jóvenes actores pueden representar las dos partes necesarias para la adopción: un personaje dueño de un cachorro se ve por alguna causa imposibilitado para cuidarlo. ¿Qué hace?, ¿dónde lo deja? El otro personaje anhela tener un cachorro pero no lo ha conseguido. Por suerte, un buen día aparece uno en su vida. ¿Cómo reacciona?

No se puede desperdiciar la ocasión que da la autora para jugar con los breves fragmentos de poemas de Antonio Machado, que en la obra se presentan como canciones. Puede hacerse un trabajo de expresión oral con ellos: ¿cuántas maneras hay de decir un verso? Cada niño o niña irá tomando su turno. También es posible armar un coro que entone las canciones.

Aunque el montaje definitivo se aleje del monólogo, sería divertido hacer improvisaciones individuales en las que cada participante contara una historia utilizando algunos útiles escolares.

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Malas palabras

Premio FILIJ de Dramaturgia
El Mejor Teatro para Niños, 2001

PERLA SZUCHMACHER

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Personajes

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