Prólogo

¿Os habéis preguntado alguna vez por qué sentimos esa atracción por el agua?

Son muchas las posibles respuestas, pero la realidad es que es fundamental para la vida, que nuestro organismo es casi un 70 % de agua, que todos los seres vivos procedemos del agua y que es solo un insignificante 30 % lo que nos separa de ser puramente «hidrosfera».

Entonces, ¿por qué no podemos respirar bajo el agua como otros organismos? Como los peces, por ejemplo. Simplemente porque nuestros alveolos pulmonares se llenarían de agua, la sangre iría tomando el oxígeno de ella hasta agotarlo, y al no poder renovar esa agua con oxígeno nuevo, nos ahogaríamos. Por ello, para disfrutar de los fondos marinos necesitamos el conocimiento de toda una serie de técnicas que en conjunto llamamos submarinismo.

No solo tenemos el inconveniente de la respiración bajo el agua a la hora de sumergirnos, pues nuestro cuerpo tiene una serie de «cavidades aéreas» en las que los efectos de la presión pueden originar algunos problemas fisiopatológicos. Es por ello que para poder disfrutar del medio acuático más allá de lo que nuestra apnea personal permite, es imprescindible realizar los correspondientes cursos de buceo teórico-prácticos, tener al menos 16 años (con consentimiento paterno), pasar un reconocimiento médico específico (reconocimiento hiperbárico) y, por supuesto, saber nadar.

Seguro que has visto en cine y televisión aquellos buzos inmersos en unos trajes y escafandras bajando a los fondos marinos y respirando por un tubo (narguille). Pues bien, aquello forma ya parte de la historia, aunque en algunas ocasiones todavía se utiliza. El buceo moderno es posible gracias a la escafandra autónoma o regulador a demanda, que data del año 1943 y fue desarrollado por el gran divulgador del medio marino Jacques Cousteau, junto con Emile Gagnan. El invento, patentado como Aqua-Lung, supuso tal revolución que a pesar de las mejoras técnicas que han ido incorporando, sigue siendo la pieza fundamental del submarinismo.

Con las debidas precauciones y los conocimientos necesarios, podrás practicar el submarinismo con plenitud y garantía, y disfrutar casi llegando a sentirte una parte del maravilloso mundo submarino. Al mismo tiempo vas a adquirir algunas obligaciones con el mar. El buceador cuenta con un papel importante para contribuir a la sostenibilidad del medio. Es un testigo directo de lo que pasa bajo el agua y deberá ser la voz del mar en la tierra.

Todos nosotros tenemos que intentar que esta voz se escuche alto y claro, ahora más que nunca y con la urgencia que merece.

Nos adentramos en un medio que no es el nuestro, en el que nosotros somos los intrusos. Esto es innegable, pero podemos hacer que nuestras incursiones sean lo suficientemente respetuosas para que nuestra presencia nunca altere los ciclos vitales del ecosistema en el que nos adentramos. Siempre tened esto presente.

Cuidado con remover el fondo con las aletas, cuidado con los flashes de nuestras cámaras, cuidado con las linternas (tanto por su potencia como por dónde las enfocamos), no dejar nada en los fondos que no estuviera antes, no recolectar nada (y mucho menos seres vivos). En definitiva, que no se note que hemos pasado por allí, y solo así podremos seguir disfrutando por muchos años y muchas generaciones. Contribuyamos a hacer del buceo una actividad sostenible.

Hasta ahora hemos hablado de técnicas, conocimientos, un poco de historia, de responsabilidad, pero hay algo que es también importante: el submarinismo deportivo es una actividad lúdica, con una dosis de aventura y, sobre todo, de conocimiento y simbiosis con el medio natural, dentro de lo que hoy en día se califica como «deportes de riesgo».

¿Deporte? Pues hay quienes dicen que sí. Sin embargo, no requiere de una extraordinaria forma física. Quienes lo practicamos estamos de acuerdo en que hace falta espíritu de aventura y pasión por la naturaleza. No es una actividad competitiva, sino todo lo contrario: requiere de una gran voluntad de colaboración.

¿Y de riesgo? Desde los años 70 las mejoras técnicas en los materiales, los conocimientos médicos y la generalización de su práctica, han hecho del submarinismo un deporte de riesgo, pero no de alto riesgo, ni mucho menos peligroso. El riesgo, cuando se lleva a cabo un control de los parámetros de seguridad más importantes, no comporta un peligro. Un peligro puede aparecer cuando no controlamos los factores a nuestro alrededor, por ejemplo, cruzar una calle por un lugar indebido. Eso sí es peligroso.

Este Guiaburros pretende inspirar e instruir. No se trata de un manual exhaustivo de buceo y tampoco profundiza en cuestiones complejas. Es un libro que pretende cubrir las necesidades de aquellas personas atraídas por la práctica del buceo. Al mismo tiempo, está escrito para inspirar a todos aquellos que lo tomen en sus manos, presentando ante sus ojos un mundo nuevo y las herramientas necesarias para poder conocerlo de primera mano. Es un libro que bien puede servir como parte introductoria o complemento de un manual de buceo certificado para un nivel de iniciación.

Y bien, pensaréis que todo es idílico. Y sí que lo es, pero sin duda para bucear hay que estudiar. Hay que recordar conceptos que en algunos casos habíamos olvidado y aprender otros que ni siquiera conocíamos. Hablamos de física, de fisiología, de materiales, etc. Pero además tenemos que hacer prácticas serias ––¡en piscina!–– antes de llegar al mar. Conocer el manejo del equipo ligero, del equipo pesado y aprender las destrezas para su uso en el medio acuático, lo suficiente como para salir airosos de cualquier imprevisto en el mar.

Una vez consigáis vuestra titulación de buceadores, tras haber realizado el curso correspondiente, como Ícaros submarinos, experimentar la ingravidez os alucinará, os enganchará y seguramente os entrará por las venas. Un aprendizaje más del que hay que concienciarse es que cualquier incidente que surja bajo el agua debe solucionarse en el seno de agua: a veces salir a superficie es peor. Y algo fundamental: ¡no bucear nunca solos!

"La mayoría de los accidentes son fruto de la ignorancia"


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Capítulo 1

Aire y agua: un poco de ciencia, para empezar

Hay quien dice que el planeta Tierra debería llamarse «planeta Agua», pues dos terceras partes de su superficie son agua. Aunque todos los seres vivos procedemos del medio acuático, algunos nos hemos acostumbrado a vivir en tierra, de modo que nuestro medio, donde nos desenvolvemos, es el aire. Esta diferencia de medio, aire y agua, es lo que a los humanos nos impide movernos «como pez en el agua» en el seno del mar. Cada uno de estos dos medios tiene unas características físicas propias para las que están perfectamente adaptados nuestros sistemas fisiológicos; por eso, ni los peces pueden vivir en el aire, ni nosotros en el agua.

¿Qué podemos hacer entonces para disfrutar del maravilloso mundo submarino? La respuesta es sencilla (o tal vez no tanto): conocer las leyes físicas que rigen ambos medios, cómo estas influyen en nuestro organismo y buscar la forma de hacerlo compatible. Pues vamos a ello. Para empezar veamos las diferencias básicas entre aire y agua.

Aire

Es una mezcla de gases formada principalmente por nitrógeno, oxígeno en menor cantidad y otra serie de gases entre los que destaca, no por su cantidad sino por su reactividad, el dióxido de carbono.

Nitrógeno (N2) - 78 %

Oxígeno (O2) - 21 %

Dióxido de carbono (CO2) - 0,04 %

Argón (Ar) - 0,9 %

Otros gases - He, H2...

El oxígeno y el CO2 intervienen activamente en nuestro metabolismo. El nitrógeno, por el contrario, no. Este, al ser el más abundante y comportarse como inerte en procesos metabólicos, va a ser el más problemático para el buceador.

Otras características del aire son su densidad, de solo 1,3 gr/l, y su compresibilidad. Como cualquier gas, a diferencia del agua, el aire varía su volumen con la presión. Al aumentar la presión el volumen disminuye, mientras que si la presión disminuye, el volumen aumenta. ¡Y aquí tenemos la primera ley física que hay que conocer para bucear! (Ley de Boyle y Mariotte).

El peso medio del aire, a nivel del mar (presión atmosférica) es… sí, 1 atmósfera (1 atm).

1 atm = 760 mmHg ≈ 1 bar = 1000 hPa

Agua

Primera diferencia con respecto al aire: ¡es un líquido! Lo podemos considerar como incompresible y, además, es mucho más denso: 800 veces más denso que el aire (1 kg/l). Su densidad aumenta ligeramente con la salinidad. Estas diferencias físicas con respecto al aire tienen sus consecuencias:

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La física nos ayuda a bucear

Pero, ¿son solo estas dos leyes las que debemos conocer para bucear? Por supuesto que no. Hay más leyes físicas que iremos descubriendo según avancemos en los misterios del submarinismo, pero para que las tengas presente te las resumimos en un cuadro:

Principio de Arquímedes

«Todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje hacia arriba igual al peso del fluido desalojado».

Principio de Pascal

«La presión ejercida sobre un fluido incompresible y en un recipiente cerrado, se transmite a todos los puntos por igual y con la misma intensidad».

Ley de Boyle-Mariotte

«Una misma masa de gas, a temperatura constante, ocupa un volumen inversamente proporcional a la presión ejercida sobre el gas». P·V=P’·V’

Ley de Gay-Lussac

«A presión constante, el volumen de un gas es directamente proporcional a su temperatura».P/T =P’/T’

Ley de Dalton

«A temperatura constante, la presión de una mezcla de gases es igual a la suma de las presiones parciales de los gases que la componen».

Ley de Henry

«A temperatura constante, y en saturación, la cantidad de gas disuelta en un líquido es proporcional a la presión».

Ley de Graham

«La velocidad de disolución de un gas es inversamente proporcional a su masa».

Ecuación general de los gases


P∙V = n∙R∙TP: presión V: volumen n: nº de moles R: constante universal de los gases T: temperatura (ºK)

Veamos brevemente cómo influyen estas leyes en el submarinismo:

Principio de Arquímedes

La «flotabilidad» («peso aparente» – Pa) la podemos definir como el resultado entre la fuerza que hace que nos hundamos («peso real» – Pr) y la que hace que flotemos («empuje» – E). Durante nuestro paseo en inmersión hemos de procurar una flotabilidad neutra, es decir, que el peso real sea igual al empuje:

Pa = Pr – E

Flotabilidad negativa. El buzo tiende a irse al fondo, si el peso del buzo (Pr) es mayor que el peso del volumen de agua desplazada (E).

Flotabilidad positiva. El buzo tiende a irse a la superficie; ocurrirá cuando el peso del buzo (Pr) sea menor que su volumen (E).

Flotabilidad neutra. Es la situación ideal, en la que las fuerzas contrarias son iguales. Se da cuando el peso del buzo (Pr) es igual al peso del agua que desplaza (E).

Los elementos que intervienen en la flotabilidad en el buceo son: los pulmones, el traje de neopreno, el BCD o jacket, los plomos e incluso la botella de aire y el propio buceador.

Principio de Pascal

El aire que respiramos a presión se reparte por igual en todas las cavidades del organismo. Gracias a esto podemos respirar en el medio acuático, cuya presión, obviamente, aumenta con la profundidad, por lo que podemos permanecer en el seno del agua respirando con normalidad.

Ley de Boyle-Mariotte