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POESÍA

ESTE LIBRO SE REALIZÓ CON APOYO DEL FONDO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES A TRAVÉS DEL PROGRAMA JÓVENES CREADORES 2017/2018.

DERECHOS RESERVADOS

© 2019 Isabel Zapata
© 2019 Almadía Ediciones S.A.P.I. de C.V.

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© De las ilustraciones y el diseño: Alejandro Magallanes

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Primera edición: abril de 2019
ISBN: 978-607-8667-76-5

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

Isabel Zapata

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Una ballena es un país

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Para Emilio y Roncha, mi manada

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Preguntar “¿qué es un animal?” –o, yo añadiría, leerle a un niño un cuento sobre un perro o apoyar la causa de los derechos de los animales– inevitablemente tiene que ver con la manera en que entendemos lo que significa ser nosotros y no ellos. Es preguntarse “¿qué es un ser humano?”.

JONATHAN SAFRAN FOER

Yo soy un elefante útil a mí mismo.

NICANOR PARRA

Yo no soy de aquí

Cuando por las noches sube la marea

la playa se vuelve un pasillo del mercado:

pañales, galletas de mar, caparazones de erizo,

huevos de tiburón tejidos con alga al litoral.

Considera ese artefacto de colágeno y curvas suaves.

Los tiburones ponen huevos en forma de tornillo:

espirales que se enroscan al suelo marino para quedarse en su lugar.

Mira cómo respiran a través de su cáscara traslúcida.

Considera su violenta geometría.

En algunos se agita una semilla viva, un embrión que habita esa fosa de humedad y que, visto a contraluz, palpita como diciendo:

Yo no soy de aquí.

En el estrecho de Puget

El ballenato pasó del agua al agua

y nada más:

vivió apenas treinta minutos en el estrecho de Puget.

Su madre, Tahlequah, mantuvo su cadáver a flote

(sobre su cabeza, dentro de su boca),

durante casi dos mil kilómetros

hasta que la carne empezó a desbaratarse.

No era el primer hijo que perdía.

El duelo no avanza en línea recta.

Como quien deja caer monedas en otra mano sin contarlas,

a los 17 días Tahlequah entregó el cuerpo a la gravedad.

En ese momento, Richard Russell despegaba del aero-puerto de Seattle–Tacoma en un avión de pasajeros Bombardier Q400, de Horizon Air, con 76 asientos vacíos y uno ocupado, el suyo:

PRIMERA GRABACIÓN

Russell: ¿Me estás llevando hacia los jets?

Controlador aéreo: No te estoy llevando a ningún jet, de hecho estoy intentando mantenerte lejos de cualquier avión que intente aterrizar en Sea-Tac.

Russell: Ok, está bien, no quiero meterme en problemas. No quiero arruinarle el día a nadie.

Controlador aéreo: (Inaudible) ¿entonces puedes apagarlo?

Russell: Estoy en 21mil, empecé más o menos en 30mil.

Controlador aéreo: ¿Tienes 21mil de gasolina?

Russell: Sí… pero se está acabando rápido.

SEGUNDA GRABACIÓN

Russell: ¿Crees que si aterrizo esta cosa me darían un trabajo de piloto?

Controlador aéreo: Creo que puedes tener cualquier trabajo si lo logras aterrizar. Si quieres, tu mejor oportunidad es la pista que ves a tu izquierda. Es la base McChord. Otra opción es intentarlo sobre el agua en el estrecho de Puget.

Russell: ¿Pero ya hablaron con ellos? No creo que estén muy contentos con la idea, porque podría arruinar todo en el intento. Creo que tengo que dejar de ver el marcador de gasolina.

Controlador aéreo: Sí, Rich, hablé con ellos y tampoco quieren que ni tú ni nadie salga lastimado. Si quieres aterrizar, ésa es tu mejor opción.

Russell: No, no. No estoy listo. Dame las coordenadas de la mamá orca y su bebé, quiero ir a verla.

El avión se estrelló en la isla Ketron, demasiado cerca del aeropuerto.

El cielo entero fue su simulador y ahora ambos son del agua.

Como el poema lo permite todo, imaginemos que Russell pudo ver,

desde lo más alto de su pirueta, el cuerpo de la madre con su hijo

como rayo bicolor cruzando el mar y antes de separar sus trayectorias

juntos formaron tres destellos de luz y sombra finalmente avanzando

como avanzamos todos, todo el tiempo, sin saberlo, hacia nuestra destrucción.

Elogio de lo minúsculo

La atención es el principio de la devoción.

MARY OLIVER

En la humedad de líquenes y helechos

habitan osos de agua tan pequeños

que escapan a la vista:

pandas transparentes de ocho patas,

invertebrados de paso tan lento

que apenas se desplazan por el mundo.

Cuando el agua se termina, la vida

se desprende de ellos y quedan

en un estado de animación suspendida

que dura hasta que regresa la humedad.

Luego vuelven a moverse y parece

que nunca hubieran estado quietos.

Los tardígrados pueden sobrevivir

al vacío espacial, altísimas presiones

temperaturas extremas, radiación cósmica,

inmersión en alcohol puro.

Para resistir al estrés, se apropian

de genes ajenos, provechosos:

transferencia genética horizontal.

La bióloga italiana Tina Franceschi

rehidrató unos tardígrados que encontró

en la muestra de musgo de un museo

que llevaba seca ciento veinte años.

A los doce días, uno revivió.

Hay científicos rusos que aseguran

haber encontrado tardígrados vivos

en la cubierta de naves espaciales

recién llegadas del espacio exterior.

Lo minúsculo siempre se resiste.

Suenan a ficción las cosas pequeñas

pero pensándolo bien, no es extraño

que un oso de agua sea indestructible.

Espermaceti

Para Lelé

1.

Una ballena es un país de fronteras difusas,

un país que no aparece en los mapas,

que bien podría estar inscrito

en la Breve guía de lugares imaginarios