La graduación



V.1: marzo de 2020

Título original: Graduation Day


© Joelle Charbonneau, 2014

© de la traducción, Neus Adrián Pons, 2015

© de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2020

Todos los derechos reservados.


Diseño de cubierta: Hot Key Books - Templar Publishing

Publicado bajo acuerdo especial con Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company. Todos los derechos reservados.


Publicado por Oz Editorial

C/ Aragó, n.º 287, 2º 1ª

08009 Barcelona

info@ozeditorial.com

www.ozeditorial.com


ISBN: 978-84-17525-77-4

THEMA: YF

Conversión a ebook: Taller de los Libros


Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.

LA GRADUACIÓN

Joelle Charbonneau

Traducción de Nues Adrián Pons
Serie La prueba 3

1




Para Margaret Raymo, por tus consejos y tu visión de futuro.

No habría hecho esto sin ti.

Sobre la autora

3

Joelle Charbonneau es cantante, escritora e intenta ser chef. También es la orgullosa madre de un inquieto niño pequeño. Y fan incondicional del equipo de béisbol Chicago Cubs.

Joelle no se limita a contar historias por escrito, también lo hace sobre el escenario, donde ha representado óperas, musicales y obras de teatro para niños. Su experiencia en esta área le ha servido de inspiración para crear personajes para sus novelas.

Su trilogía La prueba se ha convertido en un fenómeno de ventas en todo el mundo.

La graduación


Comunicado urgente de las confederaciones unidas:


Todos los funcionarios de seguridad deben ponerse en contacto con sus superiores inmediatamente. ESTÁ A PUNTO DE ESTALLAR Una rebelión violenta contra el gobierno.

Se ofrecerá una recompensa por la captura de los peligrosos criminales cia vale y tomas endress.

Durante las próximas horas, los agentes deberán actuar sin piedad para proteger las confederaciones unidas y la prueba. El fracaso conducirá a una guerra civil.

Utilicen todos los medios necesarios. El futuro de todo por lo que hemos trabajado está en juego.



«Una historia apasionante y emocionante en la que sucesivas capas de traiciones, engaños y peligros se desvelan una a una.»

Publishers Weekly

Contenido


Página de créditos

Sinopsis de La graduación

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Sobre la autora

Capítulo 21


A casa.

En las afueras de Five Lakes, me siento bajo un roble que mi hermano Zeen ayudó a crear. Mi padre y yo hemos visitado este lugar cada día desde que he vuelto a casa. Hoy estoy aquí sola. En mis manos tengo el Comunicador de Tránsito que una vez perteneció a Zeen. La pareja de este está enterrada con él. Las lágrimas que no pude derramar la noche en que murió caen libremente ahora que estoy rodeada de cosas que me recuerdan a él. La noche de mi graduación estuvimos hablando bajo un roble como este. Esa noche Zeen me dijo las palabras que momentos antes de morir me pidió que recordara. En aquel momento, los dos estábamos de pie, juntos en la penumbra, decepcionados con nuestros futuros. Yo, porque pensaba que no me habían elegido para la Prueba. Él, porque se sentía atrapado en las fronteras de Five Lakes y la falta de reconocimiento por lo que había conseguido. En ese momento me dijo:

—Las cosas no siempre salen como esperamos. Sólo tienes que reponerte y encontrar un nuevo rumbo.

Nada de lo que ha ocurrido este año ha salido como lo había soñado. Aun así, recordar las palabras de Zeen me ha dado consuelo, y saber que murió para salvarme la vida me ha convencido para asegurarme de que su sacrificio nunca sea olvidado.

Sobre mí, las hojas del árbol susurran. El sol, radiante y lleno de esperanza, se refleja sobre las cuatro lápidas que hay a mi lado. Cada una con un símbolo y un nombre para que los sacrificios de aquellos que murieron permanezca en la memoria de todos los que vivimos en Five Lakes. El nombre de Zeen Vale bajo dos rayos entrecruzados. Una flecha bajo el nombre de Malachi Rourke. Una flor estilizada y el nombre de Zandri Hicks. Y Michal Gallen con el símbolo de un ancla. No era de Five Lakes, pero insistí en que lo incluyeran. En que se le honrara por la ayuda que dio y por el sacrificio que hizo. Sin él, el cambio no habría llegado. Y ha habido cambios.

Han pasado tres semanas desde aquella noche en el Instituto de la Prueba. Pasé mucho de ese tiempo en el edificio de Medicina de la universidad recibiendo tratamiento, hablándole a Enzo, que todavía está en los comienzos del proceso de curación, sentada con Tomas y observando a Raffe a través de una ventana mientras luchaba por su vida. El equipo médico está asombrado de que Raffe haya sobrevivido tanto tiempo y de que cada día sus constantes vitales sean más fuertes. Aunque lo alcanzó la explosión cuyo objetivo era matar a Symon, Raffe está decidido a vivir. Y ahora tiene una razón incluso más poderosa para luchar por su vida.

La presidenta cumplió con su palabra. Tres días después de aquella noche, la acompañé a ella y a su equipo a la colonia Decatur. Puesto que Tomas no forma parte del personal de la presidenta, no se le permitió acompañarnos. Me alegro, porque no estoy segura de cómo habría reaccionado ante lo que encontramos allí. No sé muy bien qué esperaba encontrar, pero no una comunidad el doble de grande que la colonia Five Lakes con unas instalaciones médicas más avanzadas que cualquiera que haya visto en Tosu ubicadas en las afueras de la colonia. Pero a diferencia de las salas del hospital de la ciudad, estas contenían pacientes en diferentes fases de mutaciones inducidas mediante procedimientos químicos. No tantos como habría imaginado, teniendo en cuenta el número de estudiantes redirigidos que se envían aquí cada año. Cuatro en cada una de las cinco etapas a estudio. Dos varones y dos mujeres. Los que se encontraban en las peores etapas arqueaban la espalda y extendían la mandíbula mientras los investigadores les observaban desde detrás de paredes de cristal, tomando notas. Cuando pregunté, descubrí por qué hay tan pocos. Cuando se consideraba que ya no podía hacerse nada por ellos los soltaban en los terrenos de la Prueba para que se mezclaran con las mutaciones que habían sido provocadas por la guerra en lugar de por este laboratorio.

Sentí un hormigueo en las cicatrices del brazo cuando los miré a los ojos y me pregunté si estos pacientes debían conocer a los mutantes humanos a los que disparé durante la cuarta prueba. Ojalá supiera sus nombres, pero el nuevo recién nombrado director del equipo de investigación de la colonia Decatur, Dreu Owens, no sabe la identidad de aquellos a los que maté o si eran sujetos de investigación o mutantes naturales como los que los científicos esperan tratar y curar con el tiempo. Dreu me dijo que, después de que lo asignaran a la colonia Decatur, había querido dimitir al enterarse de que la mayoría de médicos internos y de los sujetos de investigación eran antiguos candidatos de la Prueba y estudiantes universitarios redirigidos. Pero no lo hizo porque, ahora que entiende el trabajo que se está haciendo, no puede abandonar a los que sufrieron. No si hay una posibilidad de curarlos. Y por las mutaciones de humanos y animales parcialmente curados que Dreu nos enseñó, creo que de verdad puede haber una posibilidad.

Pero no si los que están al mando continúan con las prácticas que se han llevado a cabo hasta ahora. Porque, aunque muchos antiguos candidatos y estudiantes están contentos de trabajar en laboratorios y de ayudar a descubrir una cura, hay otros que están resentidos y enfadados. Que creen que los métodos que se utilizan están mal y que viven con el miedo de poder ser elegidos como el próximo sujeto con el que experimentar. Dreu ya ha anunciado que limitará la investigación a los sujetos que ya han sufrido mutaciones y que aquellos que no estén contentos con su trabajo actual podrán solicitar el traslado a otro proyecto.

A pesar de las objeciones de la presidenta, insistí en llevarme a dos residentes de la colonia Decatur conmigo: a Emilie, la hermana de Raffe, y a Gill, el hermano gemelo de Will. A ambos se les había asignado trabajar en los laboratorios y parece que no han sufrido ningún daño. Al parecer eludieron las pruebas científicas. Después de ver a lo que podrían haberse enfrentado, me alegro de que estén intactos. Ambos se han reencontrado con sus hermanos. La sonrisa que vi en el rostro de Will fue la misma que recuerdo haber visto el día que nos conocimos. Él y Gill intercambiaron bromas y terminaron las frases del otro como si nunca se hubieran separado. Su felicidad me hizo contener las preguntas que algún día haré. Sobre el doctor Barnes. Sobre los agujeros de bala. Sobre el mérito que Will me otorgó. Pero incluso sin escuchar las respuestas, veo la verdad cuando la sonrisa de Will se desdibuja y cree que nadie lo está mirando. Vive con el recuerdo de lo que ha hecho. Algo que su hermano y Emilie no tienen que hacer.

Les han borrado todos los recuerdos del tiempo que permanecieron en la colonia Decatur. La presidenta y sus asesores creen que limitar los recuerdos de aquellos que regresan de la colonia y la información pública sobre la investigación que se desarrolla allí es esencial para preservar la paz. Otro secreto guardado por el bien del país. Cuando me planteo la lógica de la presidenta, no puedo estar en desacuerdo. Y, aun así, una parte de mí se pregunta si de verdad alguna vez aprenderemos de lo que hemos hecho si continuamos borrando el pasado.

Y, a pesar de ello, cabe la esperanza de que hayamos aprendido algo. La semana pasada observé desde la galería de la Cámara de Debate cómo la presidenta cumplía el trato que había hecho con el doctor Barnes. De pie en el estrado, mirando hacia la Cámara y la galería abarrotadas, la presidenta anunció la disolución del proceso de selección de la universidad conocido como la Prueba. Los estudiantes universitarios actuales continuarán con sus estudios bajo la dirección temporal del profesor Douglas Lee, director de estudios iniciales y profesor de historia. Mientras tanto, la presidenta y su despacho trabajarán de cerca con el Departamento de Educación para crear un nuevo sistema de selección para la universidad, el mismo tanto para los estudiantes de Tosu como para los estudiantes de las colonias.

La ciudad habla sobre el traidor que mató al doctor Barnes, a la profesora Holt, al oficial Jeffries y a la profesora Chen. Ahora sé que solo tres de ellos deberían estar muertos. En los días siguientes al ataque y a la muerte del doctor Barnes, supe que la profesora Chen estaba presionando para que se reconsiderase el planteamiento de la Prueba y el método de selección de nuevos estudiantes. Tomas y Stacia descubrieron la verdadera intención de la profesora Chen cuando fueron a su casa. Una vez que la hubieron retenido, Tomas quiso marcharse pero Stacia se negó. Una bala a corta distancia desde la pistola de Stacia mató a la profesora. Ella estaba decidida a seguir las instrucciones de la presidenta. Su líder era la presidenta de las Confederaciones Unidas, no yo. Stacia murió momentos después. Tomas dice que fue autodefensa. No le he pedido más explicación. A lo mejor porque veo la verdadera respuesta en sus ojos. A lo mejor algún día me dirá por qué mató a Stacia, pero lo dudo. En su mente, lo que ocurrió ha terminado. Es hora de pasar página.

Mi nombre no se ha mencionado junto a la muerte del doctor Barnes o la eliminación de los otros. Ni tampoco los nombres de Tomas, Ian, Raffe, Stacia ni Will, aunque nuestros amigos del antiguo grupo de estudio nos ayudaron a crear una placa decorada con el símbolo que Raffe creó para honrar a Stacia. La colocamos junto a la que la profesora Holt colgó por Rawson. Un homenaje apropiado, espero, para una chica que todo lo que quería era ser importante. Puede que al final no estuviéramos de acuerdo en muchas cosas, pero para bien o para mal, seguía siendo mi amiga. La echo de menos.

Gracias a la versión oficial que dio la presidenta de los acontecimientos, puedo seguir con mi vida sin que nadie sepa el trabajo que la presidenta me había encargado ni las decisiones que tomé. Tomas está agradecido. Supongo que yo también, aunque ya le he contado toda la verdad a mi familia alrededor de la misma mesa de la cocina en la que aprendí a dividir y a multiplicar. Me doy cuenta de que mis hermanos ya no se meten conmigo con la misma facilidad que antes. Mi madre hace ver que nada ha cambiado, pero la he visto observándome. Sé que quiere que sea la misma chica que se fue de casa, y me esfuerzo por actuar como lo hacía antes, pero las dos sabemos que no soy la misma. Mi padre es el único que me entiende de verdad. A lo mejor porque él también pasó la Prueba.

Me levanto y miro hacia el oeste. A lo lejos veo la frontera actual de la colonia Five Lakes y la zona sin revitalizar que hay detrás. Puedo hacer mucho bien aquí. Adoro estar en casa, aunque esté durmiendo otra vez delante de la chimenea para no escuchar los ronquidos de mis hermanos. La magistrada Owens ya me ha pedido algunas ideas para mejorar las comunicaciones con Tosu y las otras colonias, así como mi opinión sobre la mejor forma de generar y administrar la electricidad de la nuestra.

Tomas está feliz porque le han ofrecido un puesto en el equipo de mi padre. Si demuestra que vale, podrá dirigir el suyo propio. Estar en casa le ha levantado el ánimo. Se parece más al chico que conocía antes de partir hacia Tosu. Rodeado de su familia, ha empezado a sobreponerse, aunque él tampoco olvidará nunca. A pesar de no habernos graduado en la universidad, todo el mundo nos considera líderes. La oportunidad que se nos ha ofrecido de ayudar a nuestras colonias es exactamente lo que habíamos soñado cuando deseábamos ser seleccionados para la Prueba. Tomas está ansioso por empezar a trabajar con mi padre y construir nuestras vidas aquí.

Ansío quedarme. Ser feliz.

Pero por mucho que quiero estar con Tomas y mi familia, cada día que pasa me convenzo más de que no puedo hacerlo. Five Lakes es tan maravillosa como la recuerdo. La visitaré tan a menudo como me sea posible y siempre encontraré paz aquí. Ojalá pudiera volver a ser quien era, pero soy diferente. Este es mi hogar, pero ya no pertenezco a él.

Sosteniendo fuerte el Comunicador de Tránsito contra mi pecho, empiezo a andar despacio hacia el pueblo, donde me está esperando Tomas. Voy a decirle que tengo que regresar. Pero sabrá mi decisión en el instante en que vea el brazalete que me rodea la muñeca. Este no es el camino con el que soñaba de niña, pero es el que tengo que recorrer. Porque la única forma de asegurarme de que la Prueba a la que nosotros tuvimos que sobrevivir no vuelva a ocurrir jamás es desconfiando de nuestros líderes. Es siendo uno de ellos.

Subo la cuesta y entro en la plaza. Tomas está de pie junto a la fuente que expulsa agua limpia y resplandeciente al aire. Cuando me ve, una sonrisa llena de amor se dibuja en su rostro. Sostiene un ramo de margaritas que debe haber recogido mientras venía. Voy hacia él, le sonrío con todo el amor de mi corazón. Mañana regresaré a Tosu. Me mudaré a una nueva habitación en la universidad y completaré mis estudios y mis prácticas. Les contaré la verdad a Brick, a Naomy y a Vic sobre lo que ha ocurrido. Y cuando Enzo y Raffe se recuperen, les pediré a todos que me ayuden a vigilar a la presidenta y a los demás líderes para asegurarnos de que jamás vuelva a ocurrir algo como la Prueba.

Si tengo que recorrer sola el camino que he escogido, lo haré. Pero mientras los labios de Tomas se juntan con los míos, en lo más hondo de mi corazón espero que entienda la decisión que he tomado y que, una vez más, emprenda el viaje hacia Tosu conmigo. Porque a pesar de lo que he aprendido y de lo que he hecho, sigo siendo la chica de Five Lakes que quiere liderar y ayudar a su país. Y todavía me queda mucho por hacer.

Capítulo 1


Me sobresalto cuando alguien llama a la puerta. El cansancio, el miedo y el dolor hacen que me tiemblen las manos cuando abro la puerta de mi habitación en la residencia. Suelto un suspiro de alivio al ver a Raffe Jeffries en el umbral. Aunque compartimos el mismo campo de estudio, tenemos poco más en común. Yo soy de las colonias, tuve que sobrevivir a la Prueba para llegar hasta aquí. Él es de Tosu, donde los estudiantes emparentados con antiguos graduados son recibidos en la universidad con los brazos abiertos. No somos amigos. Incluso después de que anoche me ayudara, no sé si puedo confiar en él. Pero no tengo elección.

Raffe parece indiferente, pero percibo la inquietud en sus ojos cuando entra en la salita de estar y cierra la puerta detrás de él.

—Cia, lo saben.

Me flaquean las rodillas y me agarro al respaldo de una silla para no caer.

—¿Qué saben?

¿Que salí del campus? ¿Que sé que la rebelión liderada por el hombre que me ayudó durante la Prueba no es lo que los rebeldes creen? ¿Que los rebeldes pronto lanzarán un ataque que les conducirá a la muerte? ¿Que Damone…? Aparto esa pregunta de mi mente.

—La profesora Holt sabe que salimos del campus. —Sus ojos oscuros encuentran los míos—. Y Griffin ha empezado a buscar a Damone.

Era evidente que Griffin buscaría a su amigo. Cuando no lo encuentre, alertará a la directora de la residencia, la profesora Holt. Se preguntará por qué un alumno de Estudios de Gobierno de Tosu se ha esfumado. ¿Creerán el doctor Barnes y sus oficiales que la presión por alcanzar el éxito ha provocado la huida de Damone? ¿O emprenderán una búsqueda hasta descubrir que está muerto? Empiezo a entrar en pánico. Me digo a mí misma que no había otra opción, pero ¿seguro que no la había?

Sacudo la cabeza. A menos que quiera incluir la redirección, o algo peor, en mi futuro, tengo que evitar pensar en lo que ha pasado.

No hay ninguna norma que nos prohíba salir del campus. No pueden castigarme solo por eso. Pero si descubren lo que he visto…

Respiro hondo para tranquilizarme y después pregunto:

—¿La profesora Holt sabe cuándo nos fuimos o si nos fuimos juntos?

Con los dedos, trazo el símbolo del rayo grabado en el brazalete de plata y oro que me rodea la muñeca mientras pienso en el dispositivo de seguimiento que hay en su interior. El que creía haber burlado. Pero estaba equivocada. Estaba equivocada en todo. Ahora Michal está muerto y…

—No creo que nadie sepa cuánto tiempo estuvimos fuera. Nadie nos vio marcharnos y no creo que nos vieran regresar. —Raffe se pasa una mano por el pelo oscuro—. Pero Griffin me paró cuando iba a entregarle tu mensaje a Tomas. Me preguntó si había visto a Damone y después quiso saber adónde habíamos ido tú y yo esta mañana. No sé cómo, pero sabía que habíamos estado juntos.

No le he hablado a Raffe del dispositivo de seguimiento que hay en su brazalete. Una parte de mí esperaba no tener que compartir mis secretos. Antes de venir a Tosu para la Prueba, mi padre me advirtió que no confiara en nadie; pero lo he hecho. Y ahora debo hacerlo de nuevo. Por haberme ayudado, Raffe está en peligro.

Rápidamente, informo a Raffe de lo que hay escondido en el interior de nuestros brazaletes y le hablo del transmisor que Tomas y yo diseñamos para bloquear la señal y ocultar nuestros movimientos al doctor Barnes. Pero, en algún momento de anoche o de esta mañana, ese transmisor se cayó de mi bolsillo. Dónde y cuándo lo perdí, no lo sé.

Raffe baja la mirada hasta el símbolo grabado en su brazalete: un muelle en el centro de la balanza equilibrada de la justicia.

—Están siguiendo nuestros movimientos. —No hay sorpresa ni indignación en su voz. Solo asiente con la cabeza antes de decir—: Vamos a tener que encontrar una forma mejor de bloquear la señal si no queremos que sepan todos y cada uno de nuestros movimientos cuando hagamos lo que sea que hayas planeado hacer a continuación.

Lo que haya planeado…

Esta semana, la presidenta Collindar se pondrá en pie en la Cámara de Debate del Gobierno de las Confederaciones Unidas y pedirá a los miembros que voten una nueva propuesta. Una que, si se aprueba, evitará que doctor Barnes controle la dirección de la Prueba y de la Universidad sin explicar nada a nadie. Una que le obligará a mantener informada a la presidenta y que permitirá que esta acabe con las prácticas que han matado a tantos candidatos que no querían otra cosa que ayudar a sus colonias y a su país. Pero, aunque me gustaría creer que la propuesta se aprobará y que la Prueba llegará a su fin, todo lo que he descubierto me dice que la propuesta está condenada a fracasar. Cuando lo haga, los rumores indican que los partidarios del doctor Barnes pedirán que se renueve el voto de confianza en la presidenta. Un voto que, si lo pierde, no solo marcará el final de su cargo como líder, sino el inicio de una batalla que los rebeldes y la presidenta no tienen ninguna posibilidad de ganar, puesto que el doctor Barnes conoce sus planes. Es más, él y su seguidor, Symon Dean, han planeado la rebelión. Pero hace poco he descubierto su verdadero propósito, que es el de identificar, mantener ocupado y, en última instancia, destruir a cualquiera que se oponga a los métodos de selección de la Prueba. Se acerca el momento en el que el doctor Barnes hará que sus aliados entre los rebeldes intensifiquen la indignación e inciten una guerra abierta, lo que le permitirá aplastar la rebelión con más violencia. Si el plan del doctor Barnes sale bien, aquellos que buscan acabar con la Prueba morirán, y mi hermano estará entre ellos.

No puedo cruzarme de brazos y dejar que eso ocurra, pero no sé cómo ayudar a detener unos acontecimientos que ya están tomando forma. Pensé que lo sabía. Pensé que había encontrado una forma de ayudar. Pero solo empeoré las cosas. Ahora el doctor Barnes estará vigilando mis movimientos aún más de cerca que antes. Ojalá hubiera tiempo para analizarlo todo detenidamente. Mis hermanos siempre se metían conmigo porque tardaba horas en tomar una decisión que los demás tomaban en cuestión de minutos. Sin embargo, mi padre me enseñó que las cosas importantes hay que reflexionarlas a conciencia. Las decisiones a las que me enfrento ahora son las más importantes de mi vida.

¿Tengo miedo? Sí. Siendo la estudiante universitaria más joven, me parece difícil de creer que mis acciones puedan cambiar el curso de la historia de mi país, que sea lo suficientemente lista como para adelantarme al doctor Barnes y a sus oficiales y salvar vidas. Pero no hay otra forma. Tengo todas las de perder, pero aun así tengo que intentarlo.

—Ahora mismo lo único que tengo planeado es hacer los deberes y dormir un poco. —Cuando Raffe se dispone a protestar, digo—: Tú también necesitas dormir. —Sus hombros alicaídos me dicen que está tan cansado como yo—. A lo mejor, si estamos descansados, daremos con la forma de ayudar a detener lo que se avecina.

Raffe asiente.

—De todas formas, con todo lo que ha ocurrido, probablemente lo mejor sea no movernos de la residencia durante el resto del día. Estoy seguro de que la profesora Holt tendrá a alguien vigilándote. Tendrás que ir con cuidado.

Una serie de clics sordos me llama la atención. Ahí está otra vez. Uno, dos, tres clics apenas perceptibles del botón de transmisión del Comunicador de Tránsito. La señal que Zeen sugirió para indicar que uno de nosotros necesitaba hablar. Debe de haber encontrado un lugar seguro donde hablar. Pero no lo es para mí. No con Raffe aquí. Me he visto obligada a contarle muchas cosas, pero no le confiaré esta. No la vida de mi hermano.

—Nos vemos más tarde —digo.

Raffe ladea la cabeza y entrecierra los ojos cuando se vuelven a escuchar los tres clics.

Fingiendo no oír nada, voy hacia la puerta y la abro.

—Tengo que ponerme con los deberes.

Raffe barre la pequeña sala de estar con la mirada. Mi corazón cuenta los segundos mientras espera a que se repitan los clics. Al no hacerlo, sacude la cabeza y va hacia la puerta.

—Estaré por aquí si necesitas cualquier cosa.

Cuando la puerta se cierra, echo el cerrojo y corro hacia el dormitorio. Deslizo los dedos bajo el colchón y los cierro alrededor del Comunicador de Tránsito que traje conmigo desde Five Lakes. Fue diseñado para comunicarse a distancias inferiores a treinta kilómetros con otro dispositivo que mi padre tenía en su oficina. El mismo que Zeen debe sostener ahora mientras espera que le responda.

Pulso tres veces el botón de Llamada para indicar que he recibido su señal.

—Cia. No sabes cuánto me alegro de que Michal al final te dijera dónde estoy. Quería ponerme en contacto contigo en cuanto llegué a Tosu, pero él dijo que era mejor esperar. ¿Estás bien?

El sonido de la voz de Zeen me llena de ternura. Durante mi niñez, siempre se lo contaba todo. De todos mis hermanos, es a él a quien recurría cuando necesitaba ayuda con un problema. Estaba convencida de que podía darme una respuesta a todo. Espero que aún sea así.

—Estoy bien. —Por ahora—. Pero…

—Bien. —Zeen suspira—. Eso es bueno. Cia, siento haberme enfadado tanto. No debería haberte dejado marchar sin despedirme. Te envidié por conseguir aquello que creía que quería para mí. No sabía…

Pienso en el dolor que sentí cuando Zeen desapareció antes de partir hacia la Prueba. De todos nosotros, él es el más apasionado. Es el que se disgusta más fácilmente, el que reacciona con más rapidez cuando sus sentimientos están agitados y al que más le afecta cuando sus seres queridos resultan heridos o se van. Por eso entendí su ausencia cuando mi familia se despedía de mí y por lo que ahora puedo decir honestamente:

—No te preocupes. Además, si no hubieras desaparecido, te habría pedido permiso para llevarme el Comunicador y no me lo habrías dado. No habría superado los últimos meses sin él.

—Tendrías que haberme oído gritar cuando vi tu nota. —Zeen se ríe—. Mamá me dijo que era un precio ridículo por cómo me había comportado, ya que quizás no volvería a verte nunca más. Ella no quería que viniera, pero papá entendió por qué tenía que hacerlo. Cia, están ocurriendo cosas aquí. Cosas importantes. No sé si Michal te lo ha dicho, pero esta gente va a acabar con la Prueba. Los líderes tienen un plan que lo cambiará todo. Es peligroso.

—Zeen…

Pero Zeen no me escucha. Cuando era pequeña, solía hablarme durante horas sobre cosas que no entendía, pero no me importaba. Me encantaba escuchar su voz y saber que él entendía lo que decía. Pero ahora no lo está entendiendo.

—Zeen…

—Y es complicado y tardaría demasiado en explicártelo. No puedo hablar mucho rato más o alguien vendrá a buscarme. Con todo lo que está ocurriendo, les cuesta fiarse de la gente. Aun con la aprobación de Michal. Me parece que me habrían arrestado en el instante en que puse un pie en el campamento si no fuera por…

—Zeen, ¡para! —Cuando se queda en silencio, digo—: Michal está muerto. —Siendo un nudo en la garganta. Las lágrimas me escuecen en los ojos. Pronunciar las palabras en voz alta las hace demasiado reales—. Le vi morir.

—Cia, eso no puede ser cierto. —Pero su voz quebrada me dice que mis palabras le han impresionado—. Me habría enterado. Symon o Ranetta nos lo habrían dicho. —El tono reconfortante de Zeen es el mismo con el que me hablaba cuando era pequeña y creía que había monstruos acechando bajo mi cama. Solo que esta vez no hay forma de reconfortarme con palabras amables. Sé que estos monstruos son reales.

—Symon no os lo habría dicho porque él es quien mató a Michal. —Miro el reloj al lado de la cama. Han pasado cinco minutos. Si Zeen tiene razón, pronto saldrá alguien a buscarlo. No quiero que le oigan hablar por el Comunicador y crean que es un espía. Tengo que decidir qué es lo más importante ahora y qué puede esperar hasta que tengamos otro momento para hablar.

—Michal le trajo a Symon la prueba que la presidenta necesita para cambiar la votación de la Cámara de Debate y acabar con la Prueba de manera pacífica. —Todavía veo el aspecto que tenía el líder de la rebelión cuando levantó la pistola y disparó. Dos tiros. Después, Michal cayó al suelo—. Oí a Symon decir que él y el doctor Barnes crearon la rebelión para controlar a aquellos que quieren dar fin a la Prueba. La rebelión no es real.

—La rebelión es real, Cia. —Aunque la voz de Zeen sigue siendo tranquila, detecto el enfado, la traición y la incredulidad hirviendo bajo la superficie—. ¿No crees que lo sabría si no lo fuera? Esta gente está dispuesta a luchar para traer un cambio.

—Ya lo sé. Eso es lo que el doctor Barnes y Symon quieren que hagan.

—Cia, esto no puede ser verdad. Hablé con Ranetta y con Symon. Symon…

—Mató a Michal. No puedes fiarte de él. —De Ranetta no estoy segura—. Michal lo hizo y está muerto. —Una vez más, el pánico hierve en mi interior. Zeen tiene que creerme—. El trabajo de Symon consiste en asegurarse de que los rebeldes fracasen. Si la presidenta pierde la votación de la Cámara de Debate y los rebeldes atacan, el doctor Barnes y Symon tendrán equipos de Seguridad esperándoles. Dirán que es el único modo de mantener al resto de la ciudad a salvo. Si no hacemos algo, la rebelión fracasará. Morirá mucha gente.

—Espera. Si lo que dices es verdad… —Zeen respira profundamente. Cuando vuelve a hablar, su voz es apenas un susurro, pero está llena de convicción—. Tienes que irte de Tosu.

—No puedo. Tengo mis razones. —El brazalete que llevo en la muñeca. Los amigos que dejaría atrás. Zeen, que está en medio de los rebeldes que el doctor Barnes planea matar. La última es la única que sé cómo solucionar—. Zeen, tú sí que deberías irte. Hay un montón de edificios que casi no se usan en el campus. Podrías esconderte en uno de ellos.

—Nadie puede salir del campamento sin una orden directa de Symon o de Ranetta.

Ranetta. Una mujer que no conozco ni he visto nunca. Cuando Michal me habló de la brecha que divide la rebelión (una facción que abogaba por una solución pacífica y otra que, impaciente por el retraso, insistía en una guerra), dijo que Ranetta era la líder de esta última. En algún momento debió seguir los métodos de Symon como hacen todos los rebeldes. Si se opone a ellos ahora, ¿podría ser una aliada? Si Zeen pudiera hablar con ella…

No. Aunque Zeen es listo, cuando hay emociones de por medio suele reaccionar antes de pensar bien las cosas. No lleva siendo parte de la rebelión el tiempo suficiente como para conocer la dinámica y juzgar eficazmente en quién se puede confiar. ¿Cómo saberlo? Michal creyó que podía confiar en Symon. Igual que yo. Además, Zeen no tuvo que pasar la Prueba. No entiende lo espantoso que es en realidad. Esta no es su lucha. Tiene que marcharse.

—Podrías escapar sin que te vieran. —El campamento que están utilizando los rebeldes era una base de las fuerzas aéreas antes de que fuera arrasado por un tornado. La destrucción fue tan grande que el Gobierno de las Confederaciones abandonó toda esperanza de revitalizar la zona. Pero aunque la tierra no está sana, han crecido árboles. Algunas plantas han arraigado. Si alguien puede moverse por ese paisaje y esconderse de quienes lo persiguen, ese es mi hermano.

—Es posible. Y a lo mejor tenga que hacerlo si las cosas suceden como tú dices, pero todavía no. Estoy aquí. A lo mejor puedo enterarme de algo útil. La gente espera que el chico nuevo haga preguntas. Solo tengo que descubrir qué tipo de respuestas necesitamos. Si hay alguna posibilidad…

Espero a que Zeen continúe, pero solo escucho silencio. El corazón me late con fuerza mientras miro el Comunicador que tengo en la mano. Zeen debe haber oído acercarse a alguien. ¿Dejó de hablar a tiempo o le han descubierto? Espero a que Zeen me haga una señal. Algo que me indique que está bien.

Los minutos pasan despacio. Uno. Cinco. Diez. El reloj se burla de mí. Mi preocupación aumenta a cada segundo que pasa. En silencio, sujeto el dispositivo entre las manos y deseo que mi hermano esté bien. Darle las grabaciones a Michal hizo que muriese. No puedo perder a Zeen también. Si lo hago, será una persona más que muere a causa de mis acciones. Una parte de mí quiere ir a buscar a Tomas. Estuvo conmigo anoche cuando vi a Zeen por primera vez en el campamento de los rebeldes. Querrá ayudar. Pero por mucho que quiero rodear a Tomas con los brazos y apoyarme en él, sé que no puede hacer nada. Que ninguno de los dos puede. Como estudiantes universitarios, casi no tenemos ningún control sobre el mundo que nos rodea.

Pero hay una persona que debería poder ayudarme. A lo mejor Michal no estaba seguro de que se pudiera confiar en ella, pero no veo otra opción. Ya no. Zeen está en medio de una rebelión dispuesta a tomar las armas contra el doctor Barnes y sus seguidores. La Prueba pronto seleccionará la próxima ronda de candidatos. Más de cien estudiantes se verán empujados, una vez más, a tomar decisiones que pueden acabar con vidas, ya sean las suyas o las de otros. Y si se descubre mi papel en la muerte de Damone, ya no podré actuar de ninguna forma. Estaré muerta. El destino de demasiada gente está en juego por creerme capaz de arreglar lo que está roto. No soy una líder del país. La presidenta sí lo es. Este es su trabajo, no el mío.

Tengo que convencerla de que intervenga.

Me pongo unos pantalones marrones que adquirí después de llegar a Tosu y una túnica amarilla ajustada decorada con botones plateados. Limpio las cómodas pero gastadas botas hasta que quedan lo más presentables posible. Casi todos los días me recojo el pelo en un moño apretado en la nuca. Hoy, me esmero en cepillarlo hasta que queda brillante antes de trenzarlo en un recogido que a mi padre no le gustaba; decía me hacía parecer una mujer en lugar de su pequeña. Espero que tuviera razón. Para que mi plan salga bien, necesito que la presidenta me vea como algo más que una universitaria. Tiene que ver a una mujer.

Después hago un ovillo con la ropa ensangrentada que llevaba ayer y la meto en la bolsa. No hay forma de quitar la sangre de Damone de estas prendas. Aunque casi nunca entra nadie en mi dormitorio, no quiero arriesgarme a que alguien lo vea. Tengo que deshacerme de ellas.

Meto la mano debajo del colchón y saco el pequeño revólver que me dio Raffe. El peso que sostengo es insignificante comparado con el que albergo en el pecho. En Five Lakes utilizamos pistolas. Aprendí a disparar una escopeta siendo muy pequeña, y el padre de Daileen nos enseñó a disparar su revólver al mismo tiempo que aprendía a multiplicar y a dividir. El trabajo de mi padre nos obligaba a vivir cerca de donde trabajaba, lo que significaba vivir cerca de la tierra sin revitalizar, donde deambulaban lobos en busca de carne y otras criaturas mutadas. Más de una vez he herido o matado a un animal a punto de atacar. Pero si disparo con este revólver no será a un animal que busca comida. Tras meter el Comunicador de Tránsito en la bolsa, me cuelgo el asa del hombro y salgo por la puerta con cuidado de cerrarla con llave detrás de mí.

Los pasillos de la residencia están tranquilos. Me cruzo con unos estudiantes que hablan en un tono más apagado de lo normal; sin duda, debido a la desaparición de Damone. Cuando paso por su lado en las escaleras, me cuido de mantener los ojos clavados en el suelo por si detectan la culpa que hay en ellos. A cada paso, sigo esperando un clic del Comunicador de Tránsito que me diga que Zeen está bien.

Cuando llego a la planta baja, me obligo a dar zancadas lentas y mesuradas hasta la puerta principal para que nadie se dé cuenta de la preocupación que siento por el silencio de Zeen. A cada instante que pasa estoy más segura de que algo terrible le ha ocurrido. Mientras empujo la puerta, miro hacia atrás por si Raffe me ha visto bajar las escaleras y me ha seguido. No hay nadie, así que salgo al sol de la tarde. Según mi reloj, quedan dos horas para que se sirva la cena. Si no regreso a tiempo, mi ausencia llamará la atención, pero no tengo otra opción.

Enderezo los hombros y rodeo la residencia hasta el cobertizo donde guardamos los vehículos, intentando no mirar hacia el lugar en el que Raffe y yo empujamos a Damone por el borde del barranco. Mientras saco la bici, miro a mi alrededor por si alguien estuviera mirando y después paso la pierna por encima del sillín. Empujo los pedales. La preocupación por mi hermano me impulsa hacia adelante a pesar de la fatiga.

Las ruedas se deslizan sobre el puente que se extiende sobre la grieta de seis metros de ancho en la tierra que separa la residencia de Estudios de Gobierno del resto del campus. No es hasta que doblo la esquina hacia la calzada que conduce a la biblioteca que miro por encima del hombro. Desde esta distancia no estoy segura, pero creo divisar a Griffin de pie, quieto sobre el puente, mirando hacia el fondo del barranco que hay debajo. A pesar de las ganas de ir a buscar a Tomas y de pedirle que se una a mí en esta salida, no lo hago. Llamar la atención sobre Tomas es lo último que querría hacer. Me giro y empiezo a pedalear lo más rápido que puedo con la esperanza de encontrar ayuda para mi hermano y para mí.

Al pasar por debajo del arco de metal entrelazado que tanto se parece al dibujo de mi brazalete, recuerdo que mis movimientos están siendo monitorizados. Los estudiantes universitarios no tienen prohibido salir del campus, pero si me atrevo a ir demasiado lejos, sin duda la profesora Holt y el doctor Barnes se cuestionarán qué me motivó a hacerlo. Por suerte, como alumna en prácticas en la oficina de la presidenta, tengo excusa para desplazarme hasta mi destino.

Después de cruzar el arco, paro la bicicleta, saco el Comunicador de Tránsito de la bolsa y enciendo el dispositivo de navegación. Aunque he circulado antes por estas calles, todavía no estoy segura de coger el camino más rápido. Con una tira de tela de la ropa manchada, ato el Comunicador de Tránsito al manillar. Una vez asegurado, pulso el botón de Llamada una, dos, tres veces. No hay respuesta. Intento ignorar la decepción que siento y dirijo las ruedas hacia el centro de la ciudad. Mientras pedaleo, me imagino las caras de Zandri, Malachi, Ryme, Obidiah y Michal. Todos vinieron a Tosu con la intención de ayudar al mundo. Todos están muertos. Tengo que evitar que mi hermano acabe igual. Tan solo espero no llegar demasiado tarde.

Capítulo 2


Apenas soy consciente de lo que me rodea mientras zigzagueo por la ciudad, procurando no perder de vista la lectura del Comunicador. Mientras pedaleo, reflexiono sobre lo que sé. Es obvio que la presidenta desaprueba al doctor Barnes; he observado en primera fila su mutuo desagrado en varias ocasiones. Pero aunque la presidenta quiere quitar al doctor Barnes del poder, nadie sabe si pondrá fin al cruel proceso de selección. La Prueba es atroz en sus métodos, pero ha obtenido resultados. El agua limpia que bebemos y el número de colonias con la tierra revitalizada demuestran que la universidad ha preparado bien a los futuros líderes.

¿Puedo confiar en que la presidenta cambie el sistema cuando está dando resultados? No lo sé. Pero mientras el viento me alborota el pelo, me doy cuenta de que si quiero intentar acabar con la Prueba, voy a tener que descubrirlo.

Las calles residenciales dan paso a otras con edificios más grandes según me adentro en el corazón de la ciudad. Los aerodeslizadores privados de aquellos que tienen asuntos que atender en domingo recorren las calles. Al doblar otra esquina veo las características torres de piedra gris y la torre del reloj del edificio que alberga la oficina de la presidenta Anneline Collindar.

Dejo la bicicleta en el aparcamiento que hay para ellas junto a la entrada y abro las grandes puertas de madera. Se acercan dos oficiales vestidos con monos negros. Otros dos montan guardia a cada lado de la puerta arqueada que tenemos enfrente. El color de la ropa, los brazaletes blancos y las armas plateadas que cuelgan en sus costados indican que son oficiales de seguridad. Solo ellos tienen permitido llevar armas en el interior de los edificios gubernamentales. La ley se creó después de las Siete Etapas de la Guerra, cuando la gente se reunía para debatir si debían formar un nuevo gobierno central. Las discusiones a favor y en contra de un nuevo gobierno fueron acaloradas. Muchos creían que el último presidente de los Estados Unidos, el presidente Dalton, y los demás líderes mundiales que ostentaban el poder tanto antes como durante las etapas de la guerra eran los responsables de la corrupción de la tierra y de provocar tanta muerte y destrucción. Otros sostenían que un gobierno organizado seguía siendo esencial para que las esperanzas de revitalización se cumpliesen. Todos los ciudadanos tenían derecho a hablar en los debates, pero algunos creyeron que las armas serían más convincentes que las palabras. Fue el uso de esas armas por parte de los oponentes de un nuevo gobierno lo que propició que muchos creyeran que, sin un órgano que los gobernase, se impondría la anarquía. La primera ley aprobada después de la votación que establecía un nuevo ente de gobierno prohibió todo tipo de armas de fuego en el hemiciclo de la Cámara de Debate. Diez años después, la prohibición se extendió a todos los edificios gubernamentales.

Hoy estoy violando la ley. Para obedecerla, tendría que entregar la pistola que Raffe me dio. Pero eso es algo que no estoy dispuesta a hacer. No sé cómo reaccionará la presidenta ante lo que debo decirle. Debo estar preparada para lo que pueda ocurrir.

Mientras cambio la bolsa de hombro, voy hacia el oficial de seguridad de espalda ancha que está de pie detrás de un pequeño escritorio negro. Le doy mi nombre y le enseño el brazalete. Cuando asiente, enderezo los hombros y cruzo la entrada arqueada que conduce a la oficina de la presidenta.

Como las prácticas empezaron hace ya unas semanas, me he dado cuenta de que, aunque suele haber algunos miembros del personal de la presidencia, normalmente jóvenes muy entregados, trabajando los sábados y domingos, en raras ocasiones la presidenta recorre estos pasillos en los días que las Confederaciones designaron de descanso. Como es posible que la presidenta solicite un debate mañana lunes, seguramente habrá más oficiales trabajando. No me equivocaba. Los pasillos que recorro para llegar hasta la oficina de la presidenta son un hervidero de actividad. Se puede sentir la tensión que hay en el ambiente mientras los oficiales se apiñan en las mesas, hablando en voz baja. Algunos levantan la mirada cuando paso por su lado, pero la mayoría están demasiado ocupados con sus propios asuntos como para verme. Avanzo por una gran sala de reuniones donde una pizarra muestra el programa con los debates de esta semana. Supervisión de la Prueba y Universidad está destacado en letras rojas, justo encima está apuntada la fecha en la que será el debate: quedan sólo dos días.

Finalmente llego a la gran puerta de madera blanca de la oficina de la presidenta. No hay nadie sentado en la mesa que hay a la izquierda. Pongo la mano sobre el pomo y giro.

Cerrado. Llamo a la puerta y confirmo mis sospechas. La oficina está vacía.

Vuelvo al pasillo principal y subo la escalera metálica hasta el primer piso. Hace unas semanas las subí por primera vez detrás de Michal. Me había impresionado verle aquí. Él había fingido no conocerme mientras me enseñaba el edificio, uno de los más antiguos de Tosu. Después de subir el último peldaño, cruzo sin prisa el pasillo hacia unas puertas dobles flanqueadas por dos oficiales vestidos de morado. Michal dijo que esas puertas conducían a las dependencias privadas de la presidenta.

Desearía tenerlo a junto a mí ahora, me dirijo hacia los oficiales y digo:

—Tengo un mensaje para la presidenta.

El oficial de pelo oscuro de la derecha frunce el ceño.

—La presidenta no está en el edificio. Puedes dejar el mensaje en la mesa que hay junto a la puerta de su oficina. Un miembro de su personal lo recogerá mañana.

Entiendo perfectamente lo que quiere decir: me está echando. Aunque estar autorizada para entrar en el edificio me da derecho a recorrer estos pasillos, por mucha seguridad que aparente no puedo disimular la juventud de mi rostro ni mi estatura menuda. Ambos me ven como una estudiante que no tiene ningún motivo para enviar misivas a la líder de las Confederaciones Unidas.

—Tiene que haber algún modo de hacerle llegar un mensaje a la presidenta. —Hablo con el tono firme y tranquilo que utilizaba mi padre para hablar con el señor Taubs cada vez que su cabra se comía los nuevos semilleros plantados cerca de su granja.

—La hay —admite el hombre canoso de la izquierda.

Antes de que me ordene marcharme, digo:

—Mi nombre es Malencia Vale y estoy realizando las prácticas con la presidenta. Hace varias semanas me pidió que le hablara sobre un tema en concreto. Me gustaría que alguien la avisara de que estoy aquí y que estoy dispuesta a hablar sobre ese tema ahora.

—La presidenta no…

El oficial de pelo cano levanta una mano, cortando la respuesta de su irritado compañero. Con calma, dice:

—Haré que entreguen tu mensaje y espero que sea tan importante como crees. Si no, descubrirás que la falta de criterio tiene un precio. ¿Estás dispuesta a pagarlo?

Un precio. Sé cuál es el coste que tiene cometer un error con el doctor Barnes. ¿La presidenta será igual? No he trabajado tanto tiempo aquí como para saber sus secretos, pero sé que Michal no depositaba toda su confianza en la presidenta. Yo tampoco, pero me basta con pensar en Tomas y en todos aquellos cuyas vidas podrían verse en peligro para saber que pagaré el precio que haga falta.

Un gesto con la cabeza es suficiente para que el oficial canoso desaparezca por una pequeña puerta a la izquierda. Cuando regresa, dice:

—He dado tu mensaje. Debes esperar aquí.

A quién, no lo dice. ¿A la presidenta? ¿A otros oficiales que lo han considerado inapropiado? De lo único que estoy segura es que mi petición de hablar con la presidenta no ha pasado desapercibida. Algunos jóvenes que he visto trabajando en las estrechas oficinas de los pisos superiores murmullan entre ellos mientras bajan las escaleras en grupos de dos o tres. Aunque fingen estar haciendo recados, las miradas que dirigen en mi dirección delatan su verdadero propósito. Uno de ellos dice algo más alto que el resto: espera que sepa lo que estoy haciendo.

Yo también lo espero. Cuanta más gente pasa por delante, más segura estoy de que la noticia de esta petición de reunión se difundirá más allá de este edificio. Michal comenzó a trabajar en esta oficina gracias a las conexiones de Symon dentro del gobierno. Él lo plantó aquí para que no perdiera de vista a la presidenta e informara de sus planes, pero dudo que fuera el único informante al que se le asignó esa tarea.

Resistiendo el impulso de caminar arriba y abajo, mantengo la vista al frente y me concentro en que los nervios que siento no se reflejen en mi cara. Después de lo que me parecen horas, una mujer de pelo oscuro vestida con el rojo oficial baja las escaleras. Me evalúa con la mirada antes de entregarle una nota al oficial canoso. Este la lee, asiente y se acerca a mí.

—Por aquí.

Me conduce hacia la puerta de las dependencias privadas de la presidenta. Las abre, da un paso atrás y dice:

—Debes esperar en esta habitación. Vendrán a buscarte cuando estén listos.

Antes de que pueda preguntar quiénes vendrán, el oficial me empuja suavemente hacia una pequeña antecámara. Las puertas se cierran detrás de mí. La luz tenue y las paredes grises hacen que la habitación esté en penumbra. Justo enfrente hay una puerta de color blanco brillante. El pomo plateado está tan limpio que brilla.

Un recuerdo invade mi mente. Seis puertas blancas con pomos plateados. Cinco de ellas enumeradas con números negros. La sexta es la salida. Esta puerta se parece a las que tuve enfrente durante la tercera parte de la Prueba. Una prueba diseñada no solo para evaluar nuestras habilidades académicas individuales, sino para examinar nuestra capacidad de juzgar correctamente las virtudes y debilidades de nuestros compañeros de equipo.

—Malencia Vale. —Una voz femenina se proyecta desde un pequeño altavoz en la pared—. Puedes entrar.