REPENSAR OCHO CONCEPTOS CLAVE DE LA MORAL

 

Pere Lluís Font (coord.)

 

Josep M. Esquirol, Antoni Gomis,
Gaspar Mora, Antoni Nello,
Begoña Román y Francesc Torralba

PRESENTACIÓN

 

Este libro, Repensar ocho conceptos clave de la moral, es de alguna manera la continuación de uno publicado anteriormente en dos volúmenes, Repensar 16 conceptes clau de la teologia (Repensar dieciséis conceptos clave de la teología). En efecto, la inculturación contemporánea del cristianismo comporta la necesidad de renovar su comprensión desde nuestras coordenadas culturales, tanto por lo que atañe a la fe como por lo que respecta a la moral. Por eso, la Fundación Joan Maragall organizó en enero y febrero de 2008 el curso que ahora ve la luz en forma de libro. Tanto el curso como el libro relativos a la moral han sido pensados –como también los anteriores concernientes a la teología– especialmente para un público reflexivo, que en este caso se hace preguntas sobre aspectos importantes de la moral cristiana que se han vuelto más o menos problemáticos al encontrarse expuestos a la revolución intelectual de la modernidad y al sufrir el choque del pluralismo contemporáneo. Por fidelidad a la mejor tradición cristiana es por lo que conviene sin duda ahuyentar muchos prejuicios y revisar muchas ideas morales prêt-à-porter.

Repensar la moral cristiana es repensar una dimensión esencial del cristianismo. Es verdad que este no es fundamentalmente una moral; pero es una de las denominadas religiones éticas o proféticas, con una imprescriptible dimensión moral. Hasta el punto de que la prueba de la autenticidad cristiana es incluso más la ortopraxis que la ortodoxia. Eso es al menos lo que se desprende de la parábola del buen samaritano en el evangelio de Lucas y de la escena del juicio final en el de Mateo.

Para repensar aspectos básicos de la moral cristiana –o de la moral desde una perspectiva cristiana– hemos elegido los siguientes conceptos: 1) moral; 2) conciencia; 3) pecado; 4) naturaleza; 5) vida; 6) placer; 7) persona; 8) sentido. Son conceptos más bien transversales, de moral fundamental, cada uno de los cuales es el centro de toda una constelación y tiene implicaciones en campos muy diversos de la existencia humana. Esta estrategia nos ha parecido más estimulante que seguir el orden convencional de los temas morales. Naturalmente, podríamos haber seleccionado algunos de ellos, pero estos nos han parecido, después de realizar diversos ensayos, los más productivos. Diré una palabra sobre cada uno, para tratar de demostrarlo.

1) Moral. Comenzar por el concepto mismo de moral es comenzar por el principio. ¿Qué significa moral? ¿Es lo mismo moral y ética? ¿Hay una moral –o una ética– autónoma respecto de las religiones? ¿Hay, pues, una moral –o una ética– específicamente cristiana, o será más cristiana la moral –o la ética– que sea más auténticamente humana? ¿Qué pueden aportar entonces la experiencia y la reflexión cristianas al diálogo ético?

2) Conciencia. Conciencia y libertad se contraponen a menudo a ley y autoridad. La primacía de la conciencia y el respeto a la libertad de conciencia son adquisiciones históricamente tardías, que ahora nos parecen irrenunciables. Pero entonces, ¿cómo se relacionan conciencia y verdad? ¿Cómo se llega a una conciencia recta? ¿Qué pasa con la conciencia errónea? ¿Cómo valorar la responsabilidad individual?

3) Pecado. Es un concepto que está bajo sospecha, porque ha habido en la historia cristiana demasiada angustia y demasiado miedo (¿quién pedirá perdón por tanto sufrimiento infligido?). Sin duda, hay que distinguir entre «ser culpable» y «sentirse culpable». Pero, ¿cómo discernir la culpabilidad sana de la morbosa? ¿Cómo reciclar el gran tema cristiano del pecado, del arrepentimiento y del perdón?

4) Naturaleza. Desde los griegos, el concepto de naturaleza ha tenido un cierto carácter normativo (tan es así que hablamos de ley natural, y que contra natura se ha convertido en sinónimo de inmoral). Pero resulta que, de hecho, según los temas –por ejemplo, según se trate de moral sexual o de moral social– se han utilizado conceptos de naturaleza diferentes. Según cómo, cuesta admitir que la naturaleza sea moralmente normativa –con frecuencia parece más bien inmoral–, pero también hay que preguntarse si la naturaleza –en cualquiera de los sentidos– lo tolera todo y si los límites de la tolerancia de la naturaleza tienen una significación moral.

5) Vida. Por descontado se trata de vida humana. ¿Es un valor absoluto? Ya los antiguos ponían por encima de la vida las razones de vivir. Pero actualmente adquiere singular relieve todo el abanico de cuestiones de bioética, especialmente las referentes al comienzo y al final de la vida (especialmente, pero no de forma única, porque todavía colean las cuestiones de la «guerra justa» y de la pena de muerte). También hay que preguntarse por la coherencia con que se invoca el valor de la vida en los diversos temas.

6) Placer. Otro concepto bajo sospecha. A menudo, en la historia cristiana, parece que haya dado más miedo el placer que el dolor. En particular, la moral cristiana ha sufrido una fijación en el sexto mandamiento, que ha deformado el conjunto del mensaje. Hay que liquidar residuos maniqueos y revisar supuestos antropológicos. Es obvio que la moral sexual es uno de los terrenos que conviene repensar más valientemente.

7) Persona. Ya decía el viejo Séneca que «el hombre es una cosa sagrada para el hombre» (homo sacra res homini). Todo parece indicar que si hay algo sagrado bajo la capa del cielo es la dignidad de la persona, y que la idea de «respetar a la persona» está llamada a relevar a la de «seguir a la naturaleza» como criterio básico de moralidad. Parece que es a partir de aquí como se pueden repensar a fondo todas las cuestiones relativas a la justicia (incluidas las cuestiones de «género»).

8) Sentido. No se puede hablar de moralidad si no se admite que tiene sentido la pregunta por el sentido. En el fondo, la pregunta por el sentido debe ser la pregunta por la esperanza. Pero el concepto de sentido es escurridizo. Aun con todo, intuimos que la aspiración al sentido debe estar incluso por encima de la aspiración a la felicidad. ¿Qué hacemos en este mundo? ¿Tiene siempre sentido la vida? ¿También en las situaciones de extrema precariedad (discapacidad, decrepitud, estado terminal...)?

Como en los ciclos anteriores, hemos pedido a los profesores que hagan de estos conceptos una presentación contextualizada en nuestro mundo, sin esquivar los aspectos que presentan mayor dificultad. Una presentación que no sea ni tan abstracta que nos aleje de la realidad de cada día, ni tan concreta que no facilite la elevación de la anécdota a la categoría. Agradezco nuevamente, en nombre de la Fundación Joan Maragall, su generosa disposición a colaborar en el proyecto.

 

PERE LLUÍS FONT,
coordinador