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Presentación (por Gabriel Kessler)

Introducción

1. Miradas sobre las desigualdades en América Latina

La mirada dominante sobre las desigualdades en América Latina

La mirada radical/crítica: una interpretación alternativa sobre las desigualdades

2. El orden oligárquico. Momento fundacional con legados coloniales

Maximizar la proletarización minimizando la salarización

Acaparamiento de tierras y exclusión del campesinado

Civilización versus barbarie

La inferiorización étnica y racial como principio fundacional

3. La modernización nacional. Un momento rousseauniano insuficiente

La modernización en torno al empleo formal

Informalidad urbana y “contraofensiva” campesina

La ciudadanía social del mundo de la formalidad

La ambigüedad de lo territorial

4. La modernización globalizada. Entre la individualización consumista y la exclusión social

De la crisis del empleo formal a la precarización salarial

Entre la acumulación globalizada y la exclusión

La invención de la “pobreza” y el consumismo

El reconocimiento insuficiente y la persistencia de los acoplamientos

“Posneoliberalismo” y desigualdades de excedente: reflexiones preliminares

Conclusiones. Cuatro claves históricas para entender las desigualdades en América Latina

Bibliografía

colección

sociología y política

serie rumbos teóricos

Dirigida por Gabriel Kessler

Juan Carlos Pérez Sáinz

UNA HISTORIA DE LA DESIGUALDAD EN AMÉRICA LATINA

La barbarie de los mercados, desde el siglo XIX hasta hoy

Pérez Sáinz, Juan Pablo

© 2016, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

Presentación

Gabriel Kessler

Una historia de la desigualdad en América Latina es una obra que sin duda contribuye a renovar el debate sobre la barbarie de los mercados, como señala su subtítulo, ya que brinda un abordaje innovador de la persistencia de la inequidad y sus raíces históricas. Ofrece claves que se alejan del canon habitual en los trabajos presentes, tanto en la definición de la desigualdad basal que precisamos explicar como en la construcción analítica para poder hacerlo. Para llevar adelante esa empresa, Juan Pablo Pérez Sáinz, un reconocido sociólogo afincado en Costa Rica y con significativos aportes en temas de desarrollo local y sociología del trabajo, reseña y articula una multiplicidad de autores y corrientes: en primer lugar la teoría crítica, pero también la historia, distintos campos de la sociología, la economía, la ciencia política y la antropología. Sin embargo, los lectores no se enfrentarán a un despliegue de erudición enciclopédica, ya que el autor utiliza sus variadas fuentes para lograr un marco analítico claro y potente.

Cierto es que, al recorrer las páginas del libro, los lectores tendrán la certeza de que cada una de las dimensiones del problema de la desigualdad fue objeto de un profundo escrutinio y, a menudo, de una reformulación por parte del autor. De hecho, este texto es resultado de un intenso trabajo de casi una década. En primer lugar, plantea qué tipo de desigualdad precisamos comprender y se inscribe en la tradición radical/crítica. Así, se distancia de los enfoques actuales más corrientes, que califica como una perspectiva liberal, centrados en la desigualdad del ingreso y que llevaron a una suerte de “fetichización del coeficiente de Gini”, el indicador que mide la dispersión de ingresos entre individuos u hogares.

En efecto, durante la última década, organismos multilaterales y gobiernos “posneoliberales” de América Latina (y, más recientemente, aquellos de derecha o centroderecha también) celebraron la disminución de dicho indicador y, con un renovado optimismo, se preguntaron si por fin la desigualdad persistente no estaría asistiendo a un punto de inflexión. La desigualdad de ingresos –nos dice Pérez Sáinz– es resultado de la inequidad, no su causa. La mirada actual –agrega– se centra en la esfera redistributiva, especialmente en los salarios, las transferencias condicionadas de amplia expansión en América Latina y, no tan a menudo, en la estructura tributaria, siempre regresiva en nuestra región. Con todo, captar la desigualdad básica implica volver al origen del problema, que se sitúa en la esfera distributiva. Pérez Sáinz propone, entonces, analizar las asimetrías de poder en las distintas clases sociales y los individuos respecto de la apropiación del excedente en una serie de mercados básicos: trabajo, tierra, capital y conocimiento.

En esta definición se restituye el poder como elemento central frente a concepciones despolitizadas propias de la concepción liberal. El siguiente interrogante es entre quiénes se produce la desigualdad: la asimetría de poder en el control del excedente se realiza mediante el (des)empoderamiento de determinados grupos sociales. Por supuesto, el autor sitúa a esas clases sociales en el centro de su análisis, ya que incorpora la pregunta sobre las diferencias e intenta explicar cuándo estas se convierten en desigualdades. Por eso, conjuga esa original mirada sobre las clases con su atención a otras categorías y otros sujetos sociales (en especial, observa las alternativas del género, territoriales y de las poblaciones indígena y afrolatinoamericana).

El libro propone cuatro hipótesis explicativas básicas y, en sendos capítulos, estudia tres momentos de la historia latinoamericana: el período oligárquico, desde mediados del siglo XIX hasta 1930; una segunda fase, hasta los años ochenta, y, por último, desde el período neoliberal hasta el presente, incluido (y discutido) el “posneoliberalismo”. Ese procedimiento recuerda la definición de metamorfosis de la cuestión social en Robert Castel (1997), ya que entiende la desigualdad como una dialéctica de lo igual y lo diferente. Por eso, expone configuraciones sociohistóricas cambiantes, pero en cuyas modulaciones a lo largo del tiempo reconocemos estructuras y procesos permanentes. Esa perduración de estructuras y procesos explica la reproducción latinoamericana de la desigualdad.

Las primeras dos hipótesis –como se expondrá en detalle en las páginas siguientes– se refieren a la expansión del trabajo en lugar del empleo, con profundas asimetrías a favor del capital, y al cierre y la exclusión de grupos subalternos de mercados básicos como tierras, capital y conocimiento. Llegamos a las otras dos hipótesis. Veamos la tercera: ambos procesos de desempoderamiento de las clases sociales se acoplan con las dinámicas de individualización, que surgen al examinar el derrotero de la ciudadanía social en nuestro subcontinente. Si –aunque de manera frágil e incompleta– esta buscó reducir ciertas desigualdades, en una dirección contraria –y esa es la cuarta hipótesis–, hubo en cada época distintas formas de inferiorización, en abierta contraposición con los procesos de incremento de la ciudadanía social. Las víctimas preferenciales fueron mujeres, indígenas y afrolatinoamericanos. Ese proceso –que obra mediante la exclusión, la segregación y la discriminación– se acopla con las dinámicas de clase para incidir en el desempoderamiento de los grupos subalternos en los mercados básicos.

Cada una de estas hipótesis posee una complejidad interna que el autor despliega mediante lo que llama “hipótesis auxiliares”. Pero uno de los atractivos del texto es que todo confluye en una construcción teórica sutilmente articulada sobre la desigualdad histórica de la región: lejos de ser un enfoque rígido, propone un ágil punto de mira para estudiar distintos países o regiones y diversos momentos de la historia. En gran medida, esto se logra gracias a un profundo conocimiento de distintos autores de los países centrales y latinoamericanos, que Pérez Sáinz pone al servicio de comprender una de las claves fundamentales de la historia de la región. (Así, un aporte adicional es el de una vastísima bibliografía y referencias de la producción en este campo en nuestros países y en el resto del mundo.)

Pérez Sáinz no evita pronunciarse sobre nuestra época y aborda la palpitante pregunta sobre la disminución de la desigualdad en el período considerado “posneoliberal”. Coherente con su mirada compleja sobre la inequidad, el balance del presente rehúye juicios simplistas o dicotómicos; se aleja tanto de la perspectiva celebratoria como de la cerradamente crítica y hace su propia evaluación a partir de las definiciones que presenta, revisa y construye. Al fin de cuentas, su propuesta busca aprender del pasado para dar con claves para el presente y el futuro. Así, el libro finaliza con propuestas y con una apelación a nuestra inventiva política y social para ir más allá de los puntos de mira del presente y pensar en horizontes no explorados.

De un tiempo a esta parte, en las ciencias sociales nos preguntamos si todavía es posible decir algo novedoso sobre la desigualdad en América Latina. Este libro prueba que se puede. Por eso, es un orgullo presentar esta obra en “Rumbos teóricos”. Confiamos en que será de gran interés para un perfil de disciplinas muy amplio: sociología, historia, antropología, economía, ciencias políticas, entre otras, así como para todos los lectores interesados en develar claves para comprender la compleja realidad de América Latina. Por lo demás, este libro testimonia la gran productividad actual de las ciencias sociales en la región.

En fin, Una historia de la desigualdad en América Latina entraña para esta serie una satisfacción adicional: es el primer texto que publicamos que fue escrito en nuestra región. Desde el comienzo de “Rumbos teóricos” nos preocupaba una doble asimetría en las ciencias sociales del subcontinente durante las últimas décadas: un desbalance entre la gran producción de investigaciones de índole empírica y la menor cantidad de cuño teórico, sobre todo en temas que le son tan propios como el de la desigualdad. En relación con otras regiones, notamos una marcada disparidad entre nuestro rol de consumidores de teoría de los países centrales y el hecho de no ser, salvo excepciones, productores con intención de influir en los desarrollos teóricos allí construidos y discutirlos. Este libro muestra las potencialidades de una teoría de alcance medio que dialoga con trabajos de distintas latitudes, con una refinada tarea analítica que, sin dejar de referirse a nuestra región, puede también repercutir en confines más lejanos.

Introducción

El presente texto ofrece varias claves para entender la profundidad de las desigualdades en América Latina y su persistencia a lo largo de la historia. La mirada que predomina en la región se focaliza en la desigualdad de ingreso entre personas, medida normalmente por el coeficiente de Gini a partir de la información recabada por las encuestas de hogares; así, ha configurado nuestro imaginario sobre esta problemática. Sin embargo, debido a varias razones, ese es un acercamiento limitado, que no logra captar la profundidad del fenómeno ni entender su persistencia.

Primero, analizar el hogar es centrarse en la redistribución sin considerar que antes hubo otra distribución, que se ignora porque se la considera “buena”. En esta se reparte la torta; en aquella, las migajas. Segundo, los ingresos son un resultado y, si nos limitamos a ellos, no entendemos las causas de las desigualdades. Tercero, focalizar en los hogares, entendidos como meros agregados de personas, supone privilegiar a los individuos como sujetos de las desigualdades; esto implica una visión parcial que ignora la incidencia de otros sujetos sociales. Por último, dada la fuente de información que se usa, en las encuestas de hogares no se capta a los que en realidad acaparan la riqueza, las élites, por lo que no aportan una verdadera comprensión del poder que fundamenta las desigualdades.

Por lo tanto, es necesario otro tipo de perspectiva basada sobre premisas distintas. La primera es que hay que rescatar el tema del poder para entender las desigualdades como procesos de (des)empoderamiento. También debe desplazarse la mirada de la esfera de la redistribución a la de la distribución. Esto supone centrarse en los mercados básicos (de trabajo, de capitales, de tierra y de conocimiento) y enfatizar sus asimetrías. Como corolario de lo anterior, hay que abordar esas asimetrías como condiciones que hacen posible la generación, la circulación y la apropiación del excedente económico. En estos términos hay que entender la gestación de estas desigualdades que devienen asimetrías de excedente. Además, hay que tener una comprensión plural de los sujetos, porque en la pugna por el excedente no se puede soslayar a las clases sociales en tanto sujetos sociales. Por último, hay que incorporar la problemática de las diferencias y explicar cuándo estas se convierten en desigualdades. Eso implica que, junto con las clases sociales y los individuos, se tomen en cuenta los pares categoriales que remiten a oposiciones de distinta naturaleza (género, etnia, raza, territorio, etc.).

A partir de estas premisas, este texto se centrará en cuatro procesos generadores de desigualdades profundas que permiten entender la persistencia de este fenómeno.

El primero tiene que ver con las dinámicas de los mercados laborales en los que se ha tendido a generar trabajo (en vez de empleo si se entiende este último como trabajo con estatuto de garantías no mercantiles). Así, cuando predomina la creación de trabajo, se está ante un campo de desigualdad signado por una gran asimetría en favor del capital. Por el contrario, si se privilegia la generación de empleo, ya que los trabajadores han logrado imponer sus reivindicaciones, la asimetría se relativiza. El segundo proceso remite a los otros mercados básicos: el de capitales y seguros; el de la tierra, que se proyecta hacia los territorios incluido el subsuelo, y el del conocimiento, recurso fundamental en la actual globalización. En este caso, la pugna se plantea en términos de cierre y apertura. Cuando cualquiera de estos mercados se clausura, ya que unos pocos propietarios de medios de producción acaparan las principales oportunidades de acumulación, se está ante una situación clara de asimetría que genera desigualdades profundas. Esta se puede relativizar si se dan procesos de apertura que permitan que más propietarios accedan a esas oportunidades.

Los dos procesos tienen que ver con dinámicas de (des)empoderamiento entre clases sociales. Por su parte, el tercero toma en cuenta los procesos de individualización, relacionándolas con el desarrollo de ciudadanía social. La existencia de un piso social mínimo para todos permitiría un acceso no restringido a las oportunidades. Así, las desigualdades serían resultado del desempeño de cada individuo y, luego, el mérito desplazaría la adscripción social, o sea, las condiciones sociales que rodean el nacimiento y la vida de las personas. En este tipo de situaciones, las dinámicas de individualización relativizan las de clase y pueden hacer que las desigualdades –en este caso, las de excedente– sean legítimas. Por el contrario, si la constitución de la ciudadanía social es limitada, estos procesos devienen frágiles y no logran relativizar las dinámicas de clase en los mercados básicos.

El que prevalezca la capacidad legitimadora de las dinámicas de individualización o el hecho de que las de clase no se vean relativizadas depende de un cuarto itinerario que tiene que ver con cómo se han procesado las diferencias en la sociedad. Este puede definirse en un espectro que posee dos polos de referencia. El primero es el reconocimiento de las diferencias, que hace que estas no se transformen en desigualdades. Esto permite constituir ciudadanía y, en concreto, las de índole social, y torna viables procesos sólidos de individualización, con los efectos ya mencionados. Pero el otro polo, el de la inferiorización, cuestiona los procesos de ciudadanía y, por el contrario, favorece la formación de pares asimétricos (de género, etnia, raza, territorio, etc.). En este caso, los pares resultantes inciden en los mercados básicos y se acoplan con las dinámicas de clase por medio de mecanismos de segregación y de discriminación que las refuerzan.

El presente texto se propone descifrar cómo se han materializado estos cuatro procesos durante el desarrollo del capitalismo en América Latina. Esto supone un enfoque diacrónico y tomar en cuenta distintos momentos. En concreto, identificamos tres: el oligárquico, que va de la mitad del siglo XIX hasta la crisis de 1930; el de modernización nacional, que abarca entre esa crisis y la de 1980, y, por último, el de modernización globalizada actual. De más está decir que, dentro de cada uno, pueden diferenciarse etapas y que hay momentos de transición.

Estos tres períodos se abordarán en sendos capítulos, precedidos por uno en que se compararán las dos tradiciones interpretativas sobre la desigualdad en América Latina, la liberal y la radical. En la medida en que este escrito se inscribe dentro de esta segunda tradición, se desarrollarán las principales propuestas analíticas que guían el resto del texto. Por último, en las conclusiones, se retoman estos cuatro procesos en cuanto claves para entender las desigualdades en la región, y se reflexiona sobre el horizonte que abre este análisis en términos de utopía.

Esta obra tiene un antecedente inmediato: Mercados y bárbaros. La persistencia de las desigualdades de excedente en América Latina.[1] Allí, formulamos estos cuatro procesos como hipótesis básicas, en una propuesta de “programa de investigación” al estilo de Lakatos, y los encaramos en un conjunto de hipótesis auxiliares. Mercados y bárbaros era un texto denso y extenso –casi ochocientas páginas–, pensado originariamente como material de trabajo para equipos de investigación, docentes y alumnos de posgrados. En estas páginas, intentamos resumir las líneas argumentales principales de esa obra para que sea más accesible, pensando en un público más amplio. Esperamos haber logrado nuestro propósito.

Seguimos en deuda con las mismas personas que colaboraron con nosotros en Mercados y bárbaros, pero la presentación de ese libro y su discusión en distintos ámbitos académicos suma nuevos reconocimientos. Agradecemos a las numerosas personas que participaron en esas discusiones y, en especial, a aquellos colegas que posibilitaron esos espacios de intercambio de ideas: Asdrúbal Alvarado, Santiago Bastos, Allen Cordero (cuyo apoyo ha sido invaluable), Israel Banegas, Nora Garita (por las oportunidades que nos brindó en el congreso de ALAS celebrado en Costa Rica), Pablo Gentili (por su invitación a escribir en su blog Contrapuntos y por la oportunidad que nos dio en la conferencia de Clacso realizada en Medellín), Alfredo Hualde, Minor Mora, Abelardo Morales, Jorge Rovira (quien, además, ha visibilizado nuestra reflexión en el Portal Latinoamericano de Sociología), Carlos Sandoval, Ilka Treminio, Sergio Villena, María del Carmen Zabala y Mario Zetino. Y sin la ayuda desinteresada de Gabriel Kessler, este texto no habría sido publicado.

Desde hace varias décadas, el (neo)liberalismo ha despolitizado la cuestión social en la región imponiendo una comprensión no relacional de las carencias sociales y un enfoque centrado en la “pobreza”, según el cual, los “pobres” y los “no pobres” se definen a partir de estándares establecidos por expertos. De esta manera, se ha licuado toda referencia al poder y al conflicto. Creemos que, si se logra desarrollar una perspectiva radical/crítica, la problemática de las desigualdades permitirá repolitizar la cuestión social en América Latina. Esta repolitización posibilitaría, además, que se comience a imaginar un nuevo horizonte utópico para el presente siglo que trascienda no sólo el (neo)liberalismo, sino incluso el capitalismo. Estas páginas apuntan en esa dirección.

[1] Disponible en <www.flacso.or.cr/images/flippingbook/pdfs/libros/mercados-barbaros.pdf>.