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ÍNDICE

NOTA BENE

AGRADECIMIENTOS

PRÓLOGO DE Edgard Morin

INTRODUCCIÓN: OIKONOMÍA, EL GRAN RETORNO

PRIMERA PARTE. DE LA ECONOMÍA A LA OIKONOMÍA

I. LA GRILLA DE LECTURA DE LA GOBERNANZA

II. LA ECONOMÍA ACTUAL A TRAVÉS DEL PRISMA DE LA GOBERNANZA

La economía, ¿ciencia o ideología?; Las dos bifurcaciones fundadoras de la economía; La ilusión del mercado perfecto y del consumidor racional; La economía y el trípode de la gobernanza; La economía y los dos componentes del arte de la gobernanza; La economía y los tres objetivos fundamentales de la gobernanza

III. LAS CONDICIONES PARA UNA TRANSICIÓN SISTÉMICA

Un mundo con esquizofrenia colectiva; El retraso de los sistemas conceptuales e institucionales frente a las realidades; El rombo de los actores; El rombo de las escalas

IV. LAS PREFIGURACIONES DE LA OIKONOMÍA

Las reformulaciones teóricas; Las corrientes de innovación

SEGUNDA PARTE. LA INVENCIÓN DE LA OIKONOMÍA

INTRODUCCIÓN Y CONCEPTOS BÁSICOS

I. LA OIKONOMÍA PONE EN PRÁCTICA LA TEORÍA DE LA GOBERNANZA

La oikonomía se apoya en el nuevo trípode; La oikonomía practica el arte de la gobernanza; La oikonomía persigue los objetivos de la gobernanza; La oikonomía respeta los principios de gobernanza

II. LOS PRINCIPALES DISPOSITIVOS DE LA OIKONOMÍA

Los regímenes de gobernanza de los bienes y servicios; La moneda y las finanzas; Los dos actores pivote de la oikonomía; Los pactos sociales

CONCLUSIÓN

GLOSARIO

ANEXO: ESCENARIOS IMAGINABLES PARA EL GRAN RETORNO HACIA ADELANTE DE LA ECONOMÍA A LA OIKONOMÍA

Escenario 1: frente a la inercia de los Estados, los territorios se unen y pasan a la velocidad superior; Escenario 2: una vanguardia de países; Escenario 3: la rebelión de los países pobres; Escenario 4: el fortalecimiento mutuo de los jueces y el principio de responsabilidad; Escenario 5: la responsabilidad de las instituciones financieras; Escenario 6: el despertar de Davos; Escenario 7: una convergencia de los movimientos ciudadanos

economía
y demografía

traducción de
Marcela De Grande

PEQUEÑO TRATADO DE OIKONOMÍA

por

PIERRE CALAME
PRÓLOGO DE EDGAR MORIN

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siglo xxi editores, méxico
CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS, 04310, CIUDAD DE MÉXICO
www.sigloxxieditores.com.mx

siglo xxi editores, argentina
GUATEMALA 4824, C1425BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINA
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anthropos editorial
LEPANT 241-243, 08013 BARCELONA, ESPAÑA
www.anthropos-editorial.com

HB75

C3518

2019        Calame, Pierre, autor

Pequeño tratado de oikonomía / por Pierre Calame; prólogo de Edgar Morín; traducción de Marcela De Grande. — Primera edición. — Ciudad de México : Siglo XXI Editores, 2019.

164 p. – (Economía y demografía)
Traducción de: Petit traité d’œconomie

e-ISBN: 978-607-03-0990-8

1. Economía. 2. Globalización. I. Morín, Edgar, prologuista II. Grande, Marcela De, traductor. III. t. IV. ser

primera edición, 2019

© siglo xxi editores, s.a. de c.v.
e-isbn 978-607-03-0990-8

primera edición en francés, 2018
© 2018, pierre calame
publicada por éditions charles léopold mayer, parís
título original: petit traité d'oeconomie

derechos reservados conforme a la ley

EL AUTOR

Pierre Calame, graduado de la École Polythechnique, ingeniero civil, ha trabajado durante veinte años en el Ministerio de Infraestructura de Francia. Tras un breve paso por el sector industrial, dirigió durante casi treinta años la Fundación Charles Léopold Mayer, de la que es actualmente presidente honorífico. Preside asimismo la asociación CITEGO (Ciudades, Territorios, Gobernanza). Es autor de los libros Hacia una revolución de la gobernanza. Reinventar la democracia y Essai sur l’oeconomie.

CITEGO (ciudades, territorios, gobernanza) es una organización que se propone actuar como tercero mediador, promotora del intercambio de experiencias y conocimientos entre profesionales, investigadores, autoridades electas, asociaciones y ciudadanos en torno a cuestiones relacionadas con la gobernanza de los territorios y su papel en la transición hacia sociedades sostenibles. Realiza ese trabajo de mediación con el objeto de ir más allá de las segmentaciones institucionales, disciplinarias o socio profesionales para acercar el conocimiento y la acción, fortalecer un enfoque transversal de las problemáticas y alimentar la capacitación permanente. CITEGO pone a disposición de colaboradores de distinta índole un marco conceptual, métodos y herramientas de trabajo que corresponden a los estadios sucesivos del ciclo de mediación: <www.citego.org>.

La Alianza para Sociedades Responsables y Sostenibles es una red mundial con representantes en todos los continentes. Las organizaciones asociadas a la Alianza integran un marco, el de la responsabilidad en los campos sociales y profesionales, que incluye el derecho, la educación, el cambio climático, las relaciones de trabajo y la agricultura. La responsabilidad es pertinente para todos los aspectos de la sustentabilidad: gobernanza, sistemas económicos, política ambiental y social y ética: <www.alliance-respons.net>.

Creado en 2006 por iniciativa de la Fundación Charles Léopold Mayer, el Instituto de Investigación y Debate sobre la Gobernanza (IRG) concentra sus actividades en el tema de la gobernanza, es decir la manera en que se producen e implementan las regulaciones societales. Desde 2016, el Instituto se aboca más específicamente al estudio y la promoción de una gobernanza democrática al servicio de la transición ecológica y social: una gobernanza basada en la participación ciudadana, que propicie la creatividad y la innovación social.

Con el convencimiento de que no puede haber transformaciones sociales significativas sin acciones colectivas fuertes, el IRG trabaja con un amplio abanico de actores (organizaciones de la sociedad civil, instituciones públicas, empresas, universidades, think tanks). En la interacción entre todos esos actores, a nivel local, nacional e internacional, es donde pueden surgir nuevas relaciones de fuerza y compromisos en pos de soluciones justas y sostenibles: <www.institut-gouvernance.org>.

NOTA BENE

Los conceptos básicos que aparecen en el texto señalados por un asterisco se encuentran definidos en un glosario al final del libro.

Asimismo, hay artículos complementarios al libro en el blog del autor: <http://blog.pierre-calame.fr>.

El presente libro nace de la publicación anterior de Pierre Calame, Essai sur l’œconomie (Ensayo sobre la oikonomía), editado en 2009. Se trata en este caso de una versión más breve y actualizada, una suerte de vademécum de la oikonomía. Quien desee profundizar en algunos aspectos puede referirse al Essai sur l’œconomie que se encuentra disponible en descarga gratuita en francés y en inglés1 y al que hacemos referencia a lo largo del texto.

1 <http://www.eclm.fr/ouvrage-334.html> (versión original en francés); <http://i-r-e.org/article84.html> (traducción al inglés de Michael C. Behrent).

AGRADECIMIENTOS

Quisiera agradecer a mis amigos hispanoparlantes de España, México, Colombia, Argentina y Ecuador que han tenido la amabilidad de releer la traducción al español, y en particular a Fernando Rosero por sus valiosos aportes. Gracias también a Marcela De Grande, cuyo apoyo y cuidadosa traducción contaron mucho para la realización de la presente edición.

PRÓLOGO
A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL

“El gran retorno hacia adelante de la economía a la oikonomía.” Retorno a las fuentes, retorno a la etimología, pues hasta el siglo XVIII se hablaba de oikonomía y no de economía: de “oikos, nomoi”, de las reglas para administrar el hogar doméstico. En otros términos, la oikonomía es una rama de la gobernanza y está en relación con los grandes principios de la gobernanza. Ahora bien, los desafíos del siglo XXI, en múltiples aspectos, están más cerca de los que afrontaban las sociedades antes de la revolución industrial que de los desafíos a los que hizo frente la revolución industrial en sí. Al igual que en el siglo XVIII, tenemos que poder generar el bienestar para todos dentro de los límites de las capacidades de renovación de la biosfera. Ese gran retorno hacia adelante es el objeto de la obra que leeremos.

Pequeño libro y gran ambición. Porque aunque los gritos de alerta siguen multiplicándose y crece la conciencia de que estamos yendo en línea recta a estrellarnos contra el muro, aunque escuchamos por todas partes que habría que cambiar de paradigma, pocos son los esfuerzos como éste por presentar un nuevo paradigma en toda su coherencia.

Según el filósofo Séneca “sólo hay vientos favorables para el marino que sabe hacia dónde va”. El pequeño tratado parte de cuatro desafíos del siglo XXI tal como se formularon en la Asamblea Mundial de Ciudadanos de diciembre de 2001: ¿cómo construir una comunidad mundial de destino en un momento en el que la envergadura de las interdependencias entre las sociedades hace que lo nacional derive de lo mundial y no a la inversa, tal como sucedía en los siglos anteriores? En otras palabras, ¿cómo pensar nuestra Tierra Patria? ¿Cómo ponernos de acuerdo sobre valores comunes para gestionar un único planeta? ¿Cómo llevar adelante la revolución de la gobernanza desde lo local hasta lo mundial y –tal es el objeto del presente tratado– cómo repensar de punta a punta nuestro modelo económico? Ahora bien, esos desafíos están relacionados entre sí, pero nuestros sistemas de pensamiento construyeron barreras entre ellos, segmentaron hasta volvernos incapaces de pensar esa complejidad.

De allí que la acción concreta más urgente sea la reforma del pensamiento. Estamos constantemente confrontados a un desfase entre un mundo que evolucionó extremadamente rápido y unos sistemas conceptuales e institucionales destinados a conocimientos fragmentarios y compartimentados.

La reforma del pensamiento, al igual que el enfoque de la complejidad, no consiste en tirar a la basura los conocimientos anteriores sino en reorganizar de otro modo cierto número de elementos previos, como fichas de un rompecabezas con las que pudiéramos armar una nueva imagen. De allí el paralelismo con la revolución copernicana, que hizo que nuestro sistema de representación del mundo pasara de un modelo geocéntrico a un modelo heliocéntrico procediendo a una inversión, como cuando en un enfoque complejo dejamos de hacer hincapié en los objetos y nos focalizamos en las relaciones entre ellos: el Sol giraba alrededor de la Tierra, ahora es la Tierra la que gira alrededor del Sol. Las relaciones, tratadas como un fenómeno secundario en el modelo económico actual, se vuelven centrales, mientras que las transacciones, que ahora son centrales, se vuelven marginales. Entre competencia y cooperación, es la cooperación la que debe primar nuevamente. O bien, en la gobernanza, la relación entre los niveles de gobernanza que hoy es considerada como marginal se convierte en central en el nuevo modelo.

La incapacidad para reformular en profundidad el sistema nos lleva a tratar de adaptarlo mediante una serie de modificaciones al margen que, poco a poco, lo hacen más complejo. Así es que año tras año el modelo económico, por su parte, se va complejizando, incluyendo, por ejemplo, la cooperación entre los actores o la asimetría de la información para poder acercarse lo más posible a la realidad, pero sin que sus premisas se vean cuestionadas. Ahora bien, la teoría económica es mucho más una ideología que una ciencia. La naturaleza no ha cambiado y sin embrago las ciencias naturales sufrieron varias revoluciones en los últimos dos siglos, mientras que nuestras sociedades y nuestros sistemas de producción cambiaron por completo… ¡y la teoría económica sigue apoyándose en las mismas hipótesis del siglo XVIII!

Parafraseando la famosa frase relativa a los militares, podemos sostener que “la economía es algo demasiado serio como para dejarla en manos de los economistas”: no se puede renovar una disciplina desde el interior. Einstein decía: “no esperen resolver un problema partiendo de las teorías que dieron origen al problema”. De allí el interés de repensar el sistema de producción y de intercambio bajo otro prisma: el de la gobernanza.

Desde hace ya mucho tiempo presto la mayor atención a lo que emerge de la sociedad en estos periodos de crisis y a la multiplicación de las innovaciones llevadas adelante por los mismos ciudadanos: economía social y solidaria, ciudadanía activa, monedas locales, circuitos cortos, movimiento de los colibríes, maneras todas de ir más allá de los límites actuales del sistema económico y estatal y de prefigurar otro modelo económico. El libro, en efecto, las recoge también. Pero esa ola de innovaciones no basta por sí misma y choca contra un techo de cristal si no se ve reforzada por un nuevo marco de pensamiento que le dé sentido, cohesión y fuerza.

Tal como lo destaca el libro, la oikonomía no nacerá ya armada, como Minerva de la cabeza de Júpiter. Será el fruto de una invención colectiva y de sucesivos aprendizajes. El “gran retorno de la economía a la oikonomía” propone pues el marco y la trama para que suceda.

EDGAR MORIN

INTRODUCCIÓN:
OIKONOMÍA, EL GRAN RETORNO

Las revoluciones a veces son silenciosas. En 1775, la Enciclopedia de Diderot y d’Alembert arrojaba una “o” a la basura. Lo que hasta ese entonces, en francés, se había llamado “œconomie” (oikonomía) se convirtió en “économie” (economía). Jean-Jacques Rousseau utilizaba las dos ortografías y, en su artículo sobre “economía política” señala lo siguiente: “La palabra economía u oikonomía viene de oikos (casa) y nomos (ley) y, originariamente, sólo significa el sabio y legítimo gobierno de la casa para el bien común de toda la familia. El sentido de estos términos se extendió luego al gobierno de la gran familia que es el Estado. Para distinguir estas dos acepciones, la llamaremos en este último caso economía general o política.”1

Comienza entonces la historia de una economía que, habiendo perdido la memoria de su sentido original, se fue haciendo cada vez más autónoma con relación a la gestión del resto de la sociedad, hasta llegar a postularse como algo cercano a una ciencia física y mecánica (de la que toma prestadas por otra parte las leyes generales del equilibrio) y formular leyes que enuncia como leyes naturales que las sociedades no pueden sino suscribir y a las que debe someterse.

Hasta ese momento la oikonomía, cuyos manuales abundan en los siglos XVI, XVII y XVIII, designaba el arte de administrar las cosas y los hombres. En 1752, es decir, tres años antes de que se descartara la “o”, el famoso botánico Carl von Linné (1707-1778) publicaba un libro intitulado Principios de la oikonomía. Él también aspiraba a convertirla en una ciencia, pero basando sus principios en la ciencia natural y la física. La oikonomía, según él, es “la manera de preparar las cosas naturales a nuestro uso, a través de los elementos”. En un libro de oikonomía rural del siglo XVII que tengo en mi biblioteca figuran –para hablar en términos actuales– todos los elementos de la agroecología* y de la economía circular* que apuntan a que la familia expandida pueda aprovechar al máximo los recursos de una gran propiedad agrícola, preservando al mismo tiempo la fertilidad a largo plazo. Y Von Linné dice incluso que: “De este modo, el conocimiento de esas cosas naturales y de las cosas de la acción de los elementos sobre los cuerpos y de la manera de dirigir dicha acción en pos de algunos fines son los dos pivotes sobre los que rueda la oikonomía”. Hoy en día hablaríamos del conocimiento global del funcionamiento de los ecosistemas* y de sus interacciones con la actividad humana.

Dos siglos y medio después estamos midiendo todas las consecuencias de haber perdido esa “o” tan pequeña. Incluso antes de esa pérdida, los sistemas jurídicos occidentales, rompiendo con la larga historia en la que los individuos y las sociedades se habían reconocido siempre como parte integrante de una comunidad* que englobaba a toda la biosfera, introdujeron una distinción radical entre los seres humanos, únicos sujetos de derecho, y el resto de la comunidad. Animales, plantas y lugares quedan reducidos al estatus de objetos puestos a disposición de las sociedades y, por ende, pasan a denominarse “recursos naturales”. La economía siguió avanzando en esa dirección. Los grandes criaderos industriales de pollos sólo llevan al máximo el pensamiento de Malebranche, equiparando los animales a simples máquinas.

Hubo que esperar a finales del siglo XX para que los gritos de alarma, que nunca faltaron a lo largo de la revolución industrial con respecto a los posibles daños a veces irreversibles sobre la biosfera, cobraran una dimensión política internacional: primero fue el informe Meadows de 1972, traducido al español bajo el título “Los límites al crecimiento”,2 luego el informe Brundtland,3 intitulado “Nuestro futuro común”, encargado en esta ocasión por la ONU y, por último la Cumbre de la Tierra de Río, en 1992, que definió el estatus vigente del desarrollo sostenible. Pero veinticinco años después, a pesar de las genuflexiones practicadas ante el altar del “desarrollo sostenible”, no hubo ninguna revolución real de la economía, ni en el plano conceptual de lo que se enseña a los estudiantes de economía, ni en la lógica de los actores económicos.4

Es cierto que se han hecho algunos avances. Se profundizó la toma de conciencia de la catástrofe a la que nos conduce mantener nuestros modelos de desarrollo. En el Acuerdo de París sobre el cambio climático de 2015, todos o casi todos los países reconocieron “sus responsabilidades comunes pero diferenciadas” con relación al cambio climático y se vienen realizando muchos esfuerzos para disociar el desarrollo económico y el consumo de energías fósiles. No obstante ello, el enfoque general de la economía no se ha modificado. La esquizofrenia de los Acuerdos de París es una buena y triste ilustración de ello: en un mismo texto se afirma que la comunidad internacional se compromete a que el aumento medio de las temperaturas sea claramente inferior a 2 °C para fines del siglo XXI y luego se puntualiza una serie de compromisos “voluntarios” de los países, que nada ni nadie garantiza que sean respetados, y que desemboca en un calentamiento de más de 3 °C.

En la era del antropoceno*, la humanidad se ve confrontada a las mismas exigencias que antes de la revolución industrial: garantizar el bienestar de todos respetando los límites del planeta. Mijaíl Gorbachov, en su famoso discurso a las Naciones Unidas en 1988 había recordado que nuestra casa en común, nuestro hogar, nuestro oikos, ahora, es el planeta. Ha llegado el momento de reintroducir la “o” abandonada en 1755 desafortunadamente. Es “el gran retorno hacia adelante” de la economía a la oikonomía. Retorno, en el sentido en que reconocemos que los siglos XIX y XX, a lo largo de los cuales Occidente, precursor de la revolución industrial, pudo apropiarse de los recursos naturales mundiales, en particular de la energía fósil, constituyen un paréntesis que hoy ya está cerrado. Pero “retorno hacia adelante” pues se trata de utilizar, tal como lo recomendaba ya Carl von Linné, todos los conocimientos científicos y técnicos de los que podamos disponer para garantizar el bienestar de todos respetando los límites del planeta. La agroecología brinda además una buena ilustración de ese retorno hacia adelante: no se trata, como decían sus detractores, de “volver a las velas”, sino por el contrario de movilizar todos nuestros conocimientos de la biología y de los ecosistemas para inventar por fin una agricultura sostenible.

Este retorno a la oikonomía, y tal es el objeto de este pequeño tratado, nos lleva a repensar su naturaleza en profundidad. Allí donde la economía pretendía estar más cerca de una ciencia natural que de una ciencia humana, la oikonomía asume plenamente su etimología: es la rama de la gobernanza* que se aplica a los campos particulares de la producción, la circulación y el consumo de bienes y servicios.

¿Esto implica tirar por la borda todos los conocimientos adquiridos en materia de economía? No, por supuesto que no. Aquí también sigamos la recomendación de Carl von Linné y busquemos “el conocimiento de la acción de los elementos sobre los cuerpos y de la manera de dirigir esa acción hacia determinados fines”. Todo lo que tiene que ver con los comportamientos reales de los actores, con la combinación de los factores de producción, con la manera en que se confrontan la oferta y la demanda de bienes, servicios y dinero, con los efectos de las reglas públicas sobre los comportamientos, con las motivaciones múltiples de las decisiones, con los efectos de dominación de algunos actores sobre otros, etc., forma parte de los conocimientos necesarios a la oikonomía, pero en igual medida que la química de los materiales, la hidráulica o la informática. Son conocimientos que necesitamos para “dirigir correctamente la acción hacia determinados fines”, pero que no incluyen en sí mismos su propia finalidad.

Al decir que la oikonomía es una rama de la gobernanza nos estamos dando los medios para renovar la manera de enfocarla, aplicando lo que hemos aprendido de los principios generales de la gobernanza.5 Tal es el objeto de este pequeño tratado.

Si hablamos de oikonomía más que de desarrollo sostenible–cuando éste es un concepto que ya se ha ganado su lugar– es en razón del origen y el uso del segundo concepto. En cuanto a su origen, el concepto de “desarrollo sostenible” se forjó a comienzos de los años ochenta para compatibilizar dos ideas: el reconocimiento de que nuestros modelos de desarrollo nos conducen a situaciones de impasse y la idea del “derecho al desarrollo” de los países que aspiran a alcanzar el nivel de vida occidental. Por ende, se trata de un oxímoron: yuxtaponiendo dos nociones contradictorias, “desarrollo” y “sustentabilidad”, parece suponerse que la contradicción queda resuelta por arte de magia. En cuanto a su uso, percibimos que se hace un uso cosmético del “desarrollo sostenible”: todo el mundo dice practicarlo, pero nadie se ocupa de renovar el pensamiento económico en sí.

Ahora bien, en el siglo XXI la humanidad está comprometida con una transición sistémica hacia sociedades sostenibles. Transición porque se trata de pasar de un modo de organización a otro. Sistémica porque esa transición implica combinar cambios de muy diversas índoles: culturales, técnicos, políticos, oikonómicos. Hacia sociedades sostenibles porque se trata de inventar un nuevo sistema sociopolítico que no ponga en peligro las bases mismas de la vida de las sociedades, empezando por la biosfera en sí, que es su sustrato.

¿Qué lugar ocupa el gran retorno hacia adelante de la oikonomía en esta transición? Para responder a esta pregunta me apoyaré en las conclusiones de la Asamblea Mundial de Ciudadanos que se realizó en diciembre de 2001.6 Dicha asamblea, única en su género, nacida de la dinámica internacional de la Alianza para un mundo responsable y solidario, tuvo lugar en la ciudad de Lille. Reunió a lo largo de más de una semana a una red internacional de actores compuesta por 400 personas provenientes de más de 100 países, cada uno expresándose en su idioma (hubo más de 35 idiomas utilizados y traducidos durante la asamblea), representando a todos los medios socioprofesionales, desde los militares hasta los campesinos, para debatir sobre los retos del siglo XXI. Sus trabajos permitieron llegar a una “agenda para el siglo XXI” que enuncia cuatro grandes retos: lograr que emerja una verdadera comunidad mundial, es decir, la conciencia de una comunidad de destino necesaria para poder afrontar juntos las interdependencias planetarias que hoy ya son irreversibles; lograr un acuerdo sobre valores en común, y en particular sobre una definición universal de la responsabilidad; efectuar una revolución de la gobernanza, pues los modos de gestión heredados de los siglos anteriores priorizan el recorte y la separación entre Estados soberanos, entre políticas sectoriales, lo cual no permite gestionar las relaciones de toda índole que reflejan el estado real del mundo; llevar la transición hacia otro modelo económico capaz de compatibilizar el bienestar de todos y la preservación de la biosfera, lo que corresponde a la definición tradicional de la oikonomía. Estos cuatro retos están íntimamente ligados entre sí. Así pues, la oikonomía debe contribuir, por la solidaridad entre los actores de las cadenas de producción globales, a la conciencia de una comunidad de destino a escala del planeta. Asimismo, la legitimidad* de quienes detentan el poder económico y financiero se basa en su capacidad para asumir las responsabilidades que de allí se derivan. Por último, al reconocer que la oikonomía es una rama de la gobernanza, afirmamos el íntimo vínculo entre revolución de la gobernanza y transformación del modelo económico.

Estas reflexiones han guiado la totalidad del proceso. En la primera parte “De la economía a la oikonomía”, vuelvo sobre la teoría de la gobernanza, que servirá de grilla de lectura utilizada a lo largo de todo el libro (1). Luego, aplico esa grilla de lectura para evaluar la economía actual (2). Partiendo de la constatación de su inadecuación, identifico las condiciones para un cambio sistémico (3). Por último, describo todo lo que prefigura la oikonomía (4). En la segunda parte, “La invención de la oikonomía”, propongo un procedimiento de invención colectiva de la oikonomía, esbozando sus bases a partir de una grilla de lectura de la gobernanza (1), luego, presentando de manera más detallada algunos de sus dispositivos (2).

1 Jean-Jacques Rousseau, 2001, Discurso sobre la economía política, José E. Candela trad., Madrid, Tecnos.

2 <https://es.wikipedia.org/wiki/Los_l%C3%ADmites_del_crecimiento>.

3 <https://es.wikipedia.org/wiki/Informe_Brundtland>.

4 <https://jancovici.com/transition-energetique/choix-de-societe/quelques-reflexions-sur-la-transition-energetique> (sitio en francés y en inglés).

5 Para una definición detallada de la gobernanza y la presentación exhaustiva de estos principios generales, me permito remitir a la lectura de Pierre Calame, 2008, Hacia una revolución de la gobernanza. Reinventar la democracia, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar; 2009, Santiago de Chile, LOM Ediciones. Acceso gratuito a la versión francesa en pdf: <http://www.eclm.fr/ouvrage-117.html>.

6 Para más detalles, el sitio web en español de la Alianza para un Mundo Responsable y Solidario: <http://www.alliance21.org/2003/index_es.html>.

PRIMERA PARTE
DE LA ECONOMÍA A LA OIKONOMÍA

I. LA GRILLA DE LECTURA DE LA GOBERNANZA

La gobernanza es una eterna pregunta cuyas respuestas tienen que ser inventadas por cada sociedad, en cada momento de su historia, en función de su contexto, su cultura, sus tradiciones, el estado de desarrollo de las ciencias, las técnicas, los sistemas de información y los modos de producción. Pregunta eterna puesto que cada sociedad –y esto es sin duda la especificidad de las sociedades humanas– necesita inventar las condiciones efectivas de su supervivencia a largo plazo.

Por el hecho mismo de que es eterna, es posible encontrar principios generales de gobernanza que pueden guiar tanto la evaluación de la economía actual como la invención de un nuevo modelo. Los resumo de un modo gráfico como “uno, dos, tres, cuatro, cinco”.