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Ramón González Ruiz; Dámaso Izquierdo Alegría; Óscar Loureda Lamas (eds.)

La evidencialidad en español: teoría y descripción

LINGÜÍSTICA IBEROAMERICANA

VOL. 60

DIRECTORES:

MARIO BARRA JOVER, Université Paris VIII

IGNACIO BOSQUE MUÑOZ, Universidad Complutense de Madrid, Real Academia Española de la Lengua

ANTONIO BRIZ GÓMEZ, Universitat de València

GUIOMAR CIAPUSCIO, Universidad de Buenos Aires

CONCEPCIÓN COMPANY COMPANY, Universidad Nacional Autónoma de México

STEVEN DWORKIN, University of Michigan, Ann Arbor

ROLF EBERENZ, Université de Lausanne

MARÍA TERESA FUENTES MORÁN, Universidad de Salamanca

DANIEL JACOB, Albert-Ludwigs-Universität, Freiburg im Breisgau

JOHANNES KABATEK, Universität Zürich

EUGENIO R. LUJÁN MARTÍNEZ, Universidad Complutense de Madrid

RALPH PENNY, University of London

La evidencialidad en español: teoría y descripción

RAMÓN GONZÁLEZ RUIZ
DÁMASO IZQUIERDO ALEGRÍA
ÓSCAR LOUREDA LAMAS
(EDS.)

Iberoamericana • Vervuert • 2016

La publicación de este libro ha sido posible gracias al soporte económico del MINECO (Proyecto FFI2012-36309)

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ISBN 978-84-8489-948-8 (Iberoamericana)

ISBN 978-3-95487-483-5 (Vervuert)

ISBN 978-3-95487-871-0 (e-book)

Diseño de la cubierta: Carlos Zamora

ÍNDICE

Dámaso IZQUIERDO ALEGRÍA, Ramón GONZÁLEZ RUIZ (GRADUN-ICS, Universidad de Navarra) y Óscar LOUREDA LAMAS (DPKog, Ruprecht-Karls-Universität Heidelberg, Alemania)

Un acercamiento a los fundamentos de la evidencialidad y a su recepción y tratamiento en la lingüística hispánica

I. Consideraciones teóricas acerca de la noción de evidencialidad y su aplicación al español. ¿Hay evidencialidad en español?

Mercedes GONZÁLEZ VÁZQUEZ (Universidad de Vigo)

La naturaleza y función de la evidencialidad en español

Marta ALBELDA MARCO (Universitat de València)

Estableciendo límites entre la evidencialidad y la atenuación en español

II. La expresión de la evidencialidad en español a través de adverbios y partículas discursivas

Antonio BRIZ (Universitat de València. Grupo Val.Es.Co. IULMA)

Evidencialidad, significados pragmáticos y partículas discursivas en español. Sobre la intensificación tácticamente evidencial

Elisa GONZÁLEZ RAMOS (Universidad de Zaragoza)

Por lo visto y al parecer: evidencialidad y restricción del compromiso con la verdad de un contenido enunciado

Mercedes MARCOS SÁNCHEZ (Universidad de Salamanca)

Subjetividad e intersubjetividad en los marcadores evidenciales formados por el verbo de percepción visual ver en español

Teresa María RODRÍGUEZ RAMALLE (Universidad Complutense de Madrid)

Partículas evidenciales en el desarrollo del discurso reformulativo

Pedro GRAS (Universiteit Antwerpen, Bélgica)

Entre la codificación y la inferencia. Los valores citativos de que inicial átono en español

III. La expresión de la evidencialidad en español a través de verbos y adverbios modales

Bert CORNILLIE (K.U. Leuven, Bélgica)

Las lecturas evidenciales de los verbos (semi)auxiliares en español

Sergi TORNER (Universitat Pompeu Fabra)

Los adverbios evidenciales en español

IV. La expresión de la evidencialidad en español a través de tiempos verbales

María Marta GARCÍA NEGRONI (Universidad de San Andrés. Universidad de Buenos Aires. CONICET, Argentina)

Polifonía, evidencialidad citativa y tiempos verbales. Acerca de los usos citativos del futuro morfológico y del futuro perifrástico

Susana AZPIAZU (Universidad de Salamanca)

Evidencialidad en el pretérito perfecto compuesto del español: revisión y propuesta

V. Enfoque contrastivo: la evidencialidad en español y en otras lenguas

Juana I. MARÍN ARRESE (Universidad Complutense de Madrid)

Epistemicidad y posicionamiento discursivo: un estudio interlingüístico de la evidencialidad en el discurso periodístico en castellano y en inglés

Sobre los autores

UN ACERCAMIENTO A LOS FUNDAMENTOS DE LA EVIDENCIALIDAD Y A SU RECEPCIÓN Y TRATAMIENTO EN LA LINGÜÍSTICA HISPÁNICA

DÁMASO IZQUIERDO ALEGRÍA*
RAMÓN GONZÁLEZ RUIZ*
ÓSCAR LOUREDA LAMAS**
*GRADUN-ICS, Universidad de Navarra
**DPKog, Ruprecht-Karls-Universität Heidelberg, Alemania

1. De los vestigios de la evidencialidad al giro evidencialista hispánico

En 1560, Domingo de Santo Tomás dedica un capítulo de su Grammatica o arte de la lengua general de los indios de los reynos del Perú a un grupo de unidades lingüísticas del quechua que, en su opinión, “de suyo nada significan, pero adornan” (cap. 4). Entre esas piezas que caracteriza como meros aderezos se encuentran ciertos sufijos, como los destacados en (1-3), en los que, a partir de las últimas décadas del siglo XX, se ha terminado hallando un significado que trasciende ese valor puramente ornamental: son unidades que indican cuál es la fuente de la información transmitida en la proposición (cf., entre otros, Weber 1986; Floyd 1997; Faller 2002), es decir, “how one has knowledge of what one is saying” (Hardman 1986: 115). Las piezas que cuentan con este significado son etiquetadas como evidenciales. Como queda de manifiesto en las paráfrasis de los enunciados (1-3), pertenecientes a la variante huanca del quechua, el sufijo -m(i) señala que el hablante ha obtenido de manera directa la información a través de los sentidos (evidencialidad directa); el sufijo -chr(a) indica que la información es el resultado de una inferencia efectuada por el propio hablante (evidencialidad inferencial); y, finalmente, el sufijo -sh(i) transmite que ha accedido a la información por medio del testimonio de otro enunciador (evidencialidad reportativa) (cf. Floyd 1997: 71; Aikhenvald 2004: 43):

(1) Chay-chruu-mi achka wamla-pis walashr-pis alma-ku-lkaa-ña.

‘Muchas muchachas y muchachos estaban nadando’ (los vi).

(2) Daañu pawa-shra-si ka-ya-n-chr-ari.

‘Debe de estar completamente destruido’ (infiero).

(3) Ancha-p-shi wa’a-chi-nki wamla-a-ta.

‘Haces llorar mucho a mi hija’ (me han contado).

En cualquier caso, la atribución de una función únicamente ornamental a estas partículas se mantuvo durante mucho tiempo en otras gramáticas posteriores del quechua: por ejemplo, en Anónimo (1603 [1586]: 39) son consideradas “particulas que siendo por otra parte coniunctiones o aduerbios o preposiciones, siruen de ornatiuas o variar la significacion”, y González Holguín (1607: libro IIII, cap. II: 122) las sitúa en una sección acerca “de las partes del ornato” y las clasifica en dos subgrupos: “las de varia significacion” y “las que mudan la significacion”. La superación de este tipo de análisis preevidencialistas no se produjo en el siglo XVII ni en el XVIII, ni siquiera en el XIX, sino que hay que esperar a mediados y finales del siglo XX para ello. Behrens (2012), por ejemplo, explica de forma muy ilustrativa cómo el profesor de una asignatura de quechua a la que asistió durante sus estudios universitarios “tried very hard to explain the basic functions of a ‘peculiar’ clitic, which he called «an assertive marker». Like most people at that time, he was not aware of the notion of evidentiality” (Behrens 2012: 206). Ese clítico no era otro que el evidencial directo -m(i)1. En otras lenguas se pueden trazar historias paralelas en el tratamiento de estas piezas (cf. Hardman 1986: 113-114, por ejemplo, para el caso del aimara).

Lo cierto es que el reconocimiento de la evidencialidad como categoría lingüística ha sido lento y hay que esperar al siglo XX para hallar los gérmenes de los estudios evidencialistas actuales: en 1911, en sendos estudios acerca del hupa (lengua atabascana) y del kwakiutl (lengua wakash), Goddard y Boas llaman la atención acertadamente sobre la existencia de una serie de sufijos especializados en codificar la noción de “source of information” y que traducen al inglés mediante formulaciones como it is said o evidently; unos pocos años antes, Jochelson (1905: 128) ya había prestado atención a una unidad lingüística similar del yucaguiro, que es utilizada

when something is told, not from the experience of the narrator, but (1) from hearsay, (2) as a supposition, (3) as a conclusion drawn from certain traces that the action had taken place; (4) as a dream, and (5) as reminiscences of events which had occurred in the early childhood of the narrator, and of which he had learned subsequently,

y que etiqueta explícitamente con el adjetivo evidential en la que constituye su primera ocurrencia como término especializado en la designación de unidades lingüísticas que marcan cuál es la vía epistemológica por la cual se ha obtenido la información transmitida.

En la actualidad, la situación es ya muy diferente a la de 1560: tras la progresiva difusión del concepto de evidencialidad a partir de la segunda mitad del siglo XX, este se ha integrado plenamente en los estudios tipológicos e incluso ha llegado a penetrar con gran intensidad en la investigación acerca de lenguas que, como es el caso del inglés, el francés o el español, carecen de sistemas evidenciales de carácter gramatical. De este modo, el panorama ha cambiado de forma radical: el principal problema no es ya que unidades evidenciales más o menos prototípicas, como los mencionados sufijos del quechua, sean analizadas en otros términos, sino que la nómina de evidenciales en las lenguas del mundo haya acabado por multiplicarse de tal manera que en ella pueden encontrarse piezas extraordinariamente heterogéneas cuyo estatus evidencial es, en muchos casos, polémico y dudoso.

En lo que respecta a la lingüística hispánica, nos hallamos plenamente inmersos en toda una explosión bibliográfica en torno a la noción de evidencialidad. Buena muestra de este “giro evidencialista” es que en los últimos cinco años no han faltado las comunicaciones, paneles en congresos y publicaciones en revistas y editoriales de gran prestigio a nivel nacional e internacional centrados en la expresión de la evidencialidad en español (y en otras lenguas europeas) desde infinidad de puntos de vista. Baste aquí con mencionar algunos de los más recientes volúmenes monográficos (cf., entre otros, Estrada 2013; Hennemann 2013; Speranza 2014; Albelda, ed., 2015; Cornillie, ed., en prensa) y paneles en congresos (cf. Dendale e Izquierdo Alegría, coords., 2014b; Albelda y Estellés, coords., 2015; Marín Arrese, Haßler y Carretero, coords., 2015; así como los diferentes paneles y comunicaciones de la International Conference on Evidentiality and Modality in European Languages [EMEL] celebrada en la Universidad Complutense de Madrid en octubre de 2014) especialmente dedicados a este tema.

El presente volumen pretende ser una aportación a este creciente interés en el concepto de evidencialidad en la lingüística hispánica a través de doce contribuciones que, desde diversos puntos de vista y centrados en el análisis de un grupo heterogéneo de unidades y construcciones lingüísticas, constituyen una muestra representativa del panorama actual de los estudios evidencialistas en español.

En ese sentido, se han tomado dos decisiones de gran importancia. Por una parte, se ha procurado que la nómina de piezas tratadas en los diferentes capítulos del libro recoja la mayor variedad posible de unidades lingüísticas del español que han sido estudiadas desde una perspectiva evidencialista. De este modo, el lector encontrará estudios acerca de piezas y construcciones tan heterogéneas como adverbios oracionales y partículas discursivas disjuntas como al parecer, por lo visto, según parece, visiblemente, evidentemente, aparentemente o presuntamente; diferentes construcciones a partir del verbo de percepción visual ver (se ve, veo, ves, ya veo, ya ves); construcciones con que inicial átono; verbos (semi)auxiliares como deber de/tener que/parecer/resultar/amenazar/prometer + infinitivo; algunos conectores consecutivos o, por fin, ciertos empleos de algunos tiempos verbales como el pretérito perfecto compuesto y el futuro morfológico y perifrástico.

Por otra parte, hemos decidido respetar el posicionamiento que cada autor ha adoptado respecto a determinadas cuestiones teóricas que conciernen al propio concepto de evidencialidad, independientemente de que coincida o no con el de los editores, ya que somos plenamente conscientes de que los límites de la evidencialidad son y siguen siendo una fuente constante de desacuerdos y, en muchas ocasiones, ni siquiera puede decirse que una posición específica sea claramente mayoritaria. Dado que el objetivo de este volumen es reproducir a pequeña escala el rico y diverso paisaje actual de las investigaciones evidencialistas sobre la lengua española, las divergencias teóricas que pueden documentarse entre los diferentes capítulos de los que consta este volumen se convierten en una consecuencia inevitable.

La presentación de este libro está articulada en torno a tres ejes: en primer lugar, se ofrecerá una breve retrospectiva de los fundamentos de la noción de evidencialidad que subyacen a todos los capítulos de este volumen, cuya exposición al comienzo de cada uno de ellos habría resultado irrelevante y repetitiva; en segundo lugar, puesto que este libro está dedicado a la evidencialidad específicamente en español, hemos considerado oportuno reconstruir una breve historia de los estudios evidencialistas en la lingüística hispánica, con especial atención a la recepción y posterior difusión de los términos evidencial y evidencialidad en aquellas investigaciones cuyo objeto de estudio es la lengua castellana, como medio para contextualizar el volumen; finalmente, en las últimas líneas de esta presentación ofrecemos un resumen de los artículos que conforman esta obra.

2. Los fundamentos del intrincado concepto de evidencialidad

2.1. Probablemente como consecuencia de su relativa juventud como categoría lingüística, algunas de las cuestiones más básicas en torno a la evidencialidad han generado desde sus orígenes discrepancias de gran calado que, en muchas ocasiones, dificultan el diálogo entre los especialistas. Estas divergencias afectan incluso a la propia definición de la evidencialidad y de sus límites referenciales. Si bien los primeros estudios tipológicos emplean los términos evidential y evidentiality para designar diversas unidades lingüísticas especializadas en la indicación del modo en que se ha obtenido la información, la progresiva aplicación de estos conceptos al análisis de un número cada vez mayor de idiomas pronto hizo patente un problema teórico que ha ocupado muchas páginas. Algunos autores comienzan a darse cuenta de que en determinadas lenguas la marcación evidencial parece estar supeditada de manera más o menos constante a un interés del hablante por señalar cuál es su grado de compromiso epistémico: de este modo, al emplear un evidencial reportativo como el sufijo -sh(i) en quechua huanca, el hablante estaría dejando constancia de que su grado de compromiso es bajo, de forma similar al de un adverbio epistémico como quizá, mientras que si hubiese optado por un evidencial directo como -m(i) estaría indicando que su grado de compromiso es muy alto, comparable al que codifica la locución adverbial sin duda.

A raíz de estas consideraciones, se inició un debate, todavía muy vivo, acerca de los límites precisos de la evidencialidad y su relación con la modalidad epistémica, categoría referida a “(the linguistic expression of) an evaluation of the chances that a certain hypothetical state of affairs under consideration (or some aspect of it) will occur, is occurring, or has occurred in a possible world” (Nuyts 2001: 21). Este debate terminó generando dos definiciones muy diferentes del término evidencialidad y, al menos, tres tipos de posturas consolidadas respecto al vínculo existente entre la evidencialidad y la modalidad epistémica (Willett 1988; Dendale y Tasmowski 1994b: 4; 2001: 341-343):

2.1.1. Algunos autores defienden que la evidencialidad y la modalidad epistémica son dos categorías tan imbricadas que entre ellas existe una relación de inclusión, es decir, que una forma parte de la otra. En función de cuál de las dos categorías se integre dentro de la otra, se pueden distinguir dos corrientes:

2.1.1.1. En algunas ocasiones, los evidenciales son integrados en el seno de la modalidad epistémica, lo cual supone entender que (a) la referencia a la vía epistemológica por la cual el hablante ha conocido algo siempre está supeditada a un afán por marcar cuál es su actitud epistémica respecto a esa información, y (b) que existe una correlación fija y sistemática entre cada tipo de evidencialidad y la indicación de un determinado grado de compromiso epistémico. Palmer (1986), por ejemplo, establece una jerarquía de evidenciales de acuerdo con la posición que ocupan dentro de una escala epistémica, en cuyo polo superior se encuentran las piezas que codifican un acceso directo a la información a través de la vista (“visual”) y en cuyo polo inferior aquellas que indican que esa información es el resultado de una conjetura (“assumptive”).

FIGURA 1
Disposición de los evidenciales en una escala epistémica de acuerdo con Palmer (1986)2

Entre los autores que ubican la evidencialidad dentro de la modalidad epistémica, cabría mencionar, entre muchos otros, Bybee (1985: 182), Frajzyngier (1985: 250), Willett (1988: 52), Matlock (1989: 215), Bybee, Perkins y Pagliuca (1994: 180) o McCready y Ogata (2007).

2.1.1.2. En otras ocasiones es la evidencialidad la categoría que es concebida como hiperónimo, lo cual supone reubicar en el inventario de los evidenciales piezas tradicionalmente estudiadas en el seno de la modalidad epistémica como quizá, probablemente o seguramente. Esto es lo que hace Chafe (1986), quien reserva un espacio dentro de los límites de la evidencialidad a todas aquellas unidades cuyo cometido fundamental es la indicación de la fiabilidad de la información. Esta postura es conocida en la bibliografía como una concepción “ancha” de la evidencialidad (“evidentiality in a broad sense”) e implica redefinir los límites de esta categoría. He aquí el posicionamiento adoptado por Chafe:

I need to stress that I am using the term “evidentiality” in its broadest sense, not restricting it to the expression of “evidence” per se. [...] “Evidence”, taken literally, is one of these considerations, but not the only one. What gives coherence to the set under discussion is that everything dealt with under this broad interpretation of evidentiality involves attitudes toward knowledge. (Chafe 1986: 262)

FIGURA 2
Modelo de evidencialidad en sentido “ancho” según Chafe (1986)

El eco de esta postura alcanza un buen número de obras (cf., entre otros, Biber y Finegan 1989; Norrick 1995; Watson 1999; Rooryck 2001: 125; Precht 2003: 248; González 2005; NGLE 2009: §30.11o).

2.1.2. Frente a estas consideraciones, otros autores ponen énfasis en la necesidad de entender la evidencialidad y la modalidad epistémica como dos categorías diferentes. Tal y como afirma De Haan (1999: §1), “[e]videntiality deals with the source of information for the speaker’s utterance while epistemic modality concerns itself with the degree of commitment on the part of the speaker for his or her utterance”. Dendale y Tasmowski (2001: 341-342) hablan de disyunción para determinar el tipo de relación que este posicionamiento asigna a estas dos categorías. También se suele hablar de evidencialidad en sentido “estrecho” (“evidentiality in a narrow sense”) para hacer referencia a esta perspectiva, en oposición a la concepción “ancha” que se acaba de exponer. En cualquier caso, los autores que se alinean en esta postura no niegan que la evidencialidad y la modalidad epistémica sean dos categorías próximas entre las cuales pueden producirse interferencias, sino que ponen énfasis en que la indicación del grado de compromiso epistémico del hablante no es más que una de las posibles funciones pragmadiscursivas que puede desempeñar un evidencial. Asimismo, también ponen de relieve las dificultades que plantea tratar de establecer una correlación biunívoca constante y universal entre cada tipo de evidencialidad y un grado específico de compromiso epistémico, ya que se ha comprobado que ni la escala que sugiere Palmer (1986; cf. supra fig. 1) ni otros intentos similares tienen validez interlingüística. Por ejemplo, los tres evidenciales del quechua cuzco (directo, reportativo e inferencial) pueden coocurrir con los enclíticos -puni (‘certainly’) y -man (‘may’, ‘might’), dos unidades de carácter puramente modal que marcan, respectivamente, un alto y bajo grado de certeza epistémica (cf. Faller 2002: §3.2.1). Esta compatibilidad de cada uno de los evidenciales del quechua cuzco con piezas epistémicas que marcan grados de compromiso completamente dispares transgrede cualquier correlación biunívoca que se establezca de manera constante entre cada tipo de evidencialidad y cada grado de compromiso epistémico, y muestra muy bien las limitaciones de escalas como la de Palmer (1986) si se conciben como jerarquías que cuentan con un valor universal.

Entre los principales exponentes de la distinción conceptual entre evidencialidad y modalidad epistémica, cabría destacar los trabajos de González Vázquez (1998, 2000, en este volumen), De Haan (1999, 2001), Aikhenvald (2004), Squartini (2004, 2008), Nuyts (2005: 10-12), Cornillie (2007: 6-7; 2009), Haßler (2010) y Diewald y Smirnova (2010: 75-96), entre otros.

2.1.3. Una tercera posición es aquella que defiende la existencia de una relación de solapamiento parcial entre la evidencialidad y la modalidad epistémica, concretamente entre las nociones de evidencialidad inferencial y de necesidad epistémica (cf. Van der Auwera y Plungian 1998: 86). Si bien esta postura ha tenido un menor eco en la bibliografía, parece muy asumida en parte de los estudios tradicionales sobre la modalidad epistémica. En efecto, “some scholars [...] define strong epistemic modality in evidential terms, thereby implicitly assuming that there is a necessary link between them” (De Haan 2001: 207).

2.1.4. A estos tres tipos de relaciones entre la evidencialidad y la modalidad epistémica recogidos en el influyente trabajo de Dendale y Tasmowski (2001) y que suelen citarse en gran parte de la bibliografía, cabría añadir un cuarto posicionamiento que ha ganado visibilidad en los últimos años: la consideración de la evidencialidad y de la modalidad epistémica como dos categorías diferentes que forman parte de una misma categoría de orden superior. Con esta propuesta trata de explicarse la proximidad existente entre ambas categorías. El autor que más hincapié hace en esta idea es Boye (2010, 2012), quien, desde una perspectiva interlingüística, sugiere la existencia de una categoría más general, denominada epistemicity, en cuyo interior ubica, como subcategorías, la evidencialidad y la modalidad epistémica. En cualquier caso, esta relación de co-hiponimia entre estas dos categorías en el interior de una categoría superior no es exclusiva de Boye (cf. Hennemann 2013: 105-127, 418-426) y también pueden hallarse algunos antecedentes, como los conceptos de epistemological modality o de epistemological positioning de Hengeveld (1988: 236-240) y Bednarek (2006), respectivamente.

2.1.5. Aunque no todos los autores de las contribuciones de este volumen ven la necesidad de exponer su posición respecto a las relaciones entre evidencialidad y modalidad epistémica, el lector va a encontrar representados en estas páginas diferentes posicionamientos sobre este asunto. Cierto es que la postura más representada en este libro es la que apoya la disyunción de las dos categorías (ver las colaboraciones de González Vázquez, de Albelda o de Cornillie). No obstante, también se defiende en otros trabajos la concepción “ancha” de la evidencialidad, que postula que los signos evidenciales tienen siempre un valor modal (ver los capítulos de Briz y de González Ramos).

2.2. Otra cuestión teórica básica en torno a la evidencialidad es la propia tipología de significados evidenciales. Una de las taxonomías más difundidas y citadas es la dibujada por Willett (1988), la cual, sin duda, forma parte del sustrato común a todos los investigadores especializados en la evidencialidad.

Este modelo está fundamentado en una primera oposición entre lo que este autor denomina dos tipos de evidencias: evidencia directa frente a evidencia indirecta, según si la fuente a la que el hablante ha tenido acceso “is of a primary or a secondary nature” (Willett 1988: 57). Dentro de esta distinción preliminar, advierte la existencia de ulteriores distinciones que configuran una organización interna de la evidencialidad anclada en una tendencia interlingüística a diferenciar tres tipos principales de evidencias: además de la evidencia directa, identifica dos tipos de evidencias indirectas: evidencia reportada (“reported evidence” o “evidence via verbal report”) y evidencia inferencial (“inferring evidence” o “evidence upon which an inference is based”).

En el seno de cada uno de estos tres tipos de evidencias, Willett incorpora nuevas subdistinciones en función de cuál sea (a) el sentido específico involucrado en la obtención de nueva información, en el caso de la evidencialidad directa (visual, auditiva, otros sentidos); (b) el tipo de fuente a partir de cuyo testimonio se ha adquirido esa información, en el caso de la evidencialidad reportativa (de segunda mano, de tercera mano, del folklore); y (c) el tipo de información en que el locutor basa su inferencia, en el caso de la evidencialidad inferencial (en evidencias observables o, en su terminología, “results”, o bien en un constructo mental o “reasoning”).

FIGURA 3
Tipos de evidenciales según Willett (1988)

Esta taxonomía, por supuesto, no es la única que se ha ofrecido (cf. Anderson 1986; Chafe 1986; Palmer 1986; Frawley 1992; Plungian 2001, 2010; Aikhenvald 2004) y ha sido objeto de críticas y mejoras, pero es innegable que todavía hoy se concibe como el esquema tradicional por antonomasia que sirve como punto de referencia para la clasificación de los diferentes tipos de evidenciales.

No obstante, la enorme influencia de este modelo no ha ido acompañada de la adopción y popularización de una terminología uniforme para designar las diferentes clases de evidenciales halladas en las lenguas del mundo. Cabría tener en cuenta, por ejemplo, que, mucho antes de la aparición de clasificaciones con vocación interlingüística como la de Willett, ya se empleaban ciertas etiquetas, no coincidentes entre sí, para hacer referencia a ciertos tipos de evidenciales en las gramáticas de diversos idiomas que disponen de unidades de carácter evidencial. En consecuencia, se han ido acumulando numerosos términos para designar cada clase de evidencialidad; véase, por ejemplo, la selección de etiquetas que recoge Boye (2012: 12). Esto también se manifiesta en los estudios que forman parte de este volumen, donde el lector encontrará diferentes denominaciones para nombrar los tipos de evidencialidad.

2.3. Finalmente, más allá de los límites conceptuales externos e internos de la evidencialidad, cabría mencionar un tercer foco de interés que también constituye un tema clásico de discusión: cuáles son los requisitos que debe reunir una unidad lingüística para ser considerada evidencial. El punto de partida de este debate puede ubicarse en el trabajo seminal de Anderson (1986: 274-275), donde se enumeran cuatro condiciones que, a su juicio, son necesarias para considerar una determinada unidad lingüística como evidencial:

(a) Evidentials show the kind of justification for a factual claim which is available to the person making that claim, whether direct evidence plus observation (no inference needed); evidence plus inference; inference (evidence unspecified); reasoned expectation from logic and other facts; and whether the evidence is auditory, or visual, etc.

(b) Evidentials are not themselves the main predication of the clause, but are rather a specification added to a factual claim about something else.

(c) Evidentials have the indication of evidence as in a) as their primary meaning, not only as a pragmatic inference.

(d) Morphologically, evidentials are inflections, clitics, or other free syntactic elements (not compounds or derivational forms).

El primer criterio, de carácter eminentemente nocional, es aquel que mayor aceptación ha suscitado. El resto de criterios, en cambio, han sido adoptados de forma muy desigual en la bibliografía y algunos de ellos, como es sabido, constituyen una constante fuente de desacuerdos. En general, la aplicación total o parcial de estos requisitos parece verse influida por el enfoque de cada trabajo, así como por las características de la(s) lengua(s) analizada(s): en líneas generales, los estudios tipológicos defienden la pertinencia de los cuatro criterios (cf. Aikhenvald 2004: §1.2.2), mientras que el requisito (d) es ampliamente rechazado en las investigaciones que tienen como objeto lenguas que carecen de sistemas evidenciales gramaticales (cf. Dendale y Van Bogaert 2012: §6.2); asimismo, también hay autores que defienden que los criterios (b) y (c) tampoco son pertinentes para la definición de un evidencial (por ejemplo, Boye y Harder 2009). En este sentido, por lo que respecta al presente volumen, el lector podrá comprobar que en algunas contribuciones se tienen muy en cuenta las tres primeras condiciones (cf. especialmente el capítulo de Marcos Sánchez) y, sobre todo, la segunda de ellas: las expresiones evidenciales no pueden ser la predicación principal en la oración (criterio nuclear en la contribución de Cornillie). Con todo, sin aludir explícitamente a los criterios de Anderson, la mayor parte de los autores tiene presente el tercer criterio para etiquetar una expresión lingüística como evidencial: su significado primario se vincula a la fuente o modo de acceso a la información.

3. Breve aproximación a la historia y recepción del concepto de evidencialidad en la lingüística hispánica

3.1. Como hemos indicado antes, hasta donde tenemos constancia, la primera ocurrencia del adjetivo evidential como término especializado en la designación de unidades que marcan la vía epistemológica por la que se ha obtenido la información transmitida se encuentra en una gramática del yucaguiro publicada en 1905 por W. Jochelson. Este estudio es muy anterior a la gramática de F. Boas (1947) sobre el kwakiutl, tradicionalmente considerada la primera obra en que se emplea el término evidential de esta manera.

Habrá que esperar algo más de ocho décadas para que la noción de evidencialidad irrumpa en las investigaciones cuyo objeto de estudio es la lengua castellana. En concreto, dentro de la lingüística hispánica, situamos la primera ocurrencia de las palabras evidencial y evidencialidad en 1990, año en que G. Reyes recurre a ellas para explicar ciertos usos del pretérito imperfecto que cuentan con un valor citativo, como ocurre en (4), donde la presencia del imperfecto se puede explicar a través de (5):

(4) Mañana se iba Jorge a Chile.

(5) [Me dijeron que] mañana se iba Jorge a Chile (Reyes 1990: 17).

He aquí la definición que Reyes ofrece de la evidencialidad, la cual, por cierto, resulta algo ambigua respecto a las concepciones “estrecha” y “ancha”:

En muchas lenguas existen categorías especializadas para expresar el grado de certidumbre epistemológica del hablante en relación con la proposición que enuncia. Esta categoría, llamada “evidencial” (evidential), puede servir para dar validez o para restringir una afirmación, aludiendo a las fuentes de las que procede el conocimiento del hablante. Las fuentes aludidas con más frecuencia son experiencias de tipo sensorial (sobre todo visual), que se usan para dar validez a lo afirmado, y —de mayor interés para nosotros— inferencias y testimonios verbales ajenos (Reyes 1990: 27).

Esta primera ocurrencia no tuvo un eco inmediato. Dejando a un lado los trabajos acerca del español en contacto con lenguas amerindias que cuentan con evidencialidad gramatical, sobre los que trataremos más adelante, la siguiente mención a la evidencialidad en un estudio descriptivo del español también pertenece a G. Reyes (1994: 25-37), quien dedica un capítulo exclusivamente a la expresión de la evidencialidad en castellano: en él, además del pretérito imperfecto, incluye unidades como el adverbio evidentemente, el marcador discursivo por lo visto o el verbo modal deber (de), entre otros.

Es a partir del año 1996 cuando empiezan a encontrarse nuevas referencias a la evidencialidad en estudios parcial o totalmente dedicados a la descripción del español (cf. Haßler 1996a, 1996b, 1998; Volkmann 1997, 1999). Esta primera ola de publicaciones evidencialistas se inicia en la Universidad de Potsdam a través de varios artículos redactados, principalmente, en alemán, lo cual redujo su influencia en el panorama hispánico. Algunos de estos artículos se fijan en la expresión de la evidencialidad en las lenguas romances en general, por lo que dedican un apartado al caso del castellano (cf. Haßler 1996b, 1998). En Haßler (1996a) y Volkmann (1997), en cambio, la única lengua que constituye su objeto de estudio es el español. Haßler (1996a: 81) podría considerarse el antecedente que inaugura este grupo de publicaciones, pues en él solamente se emplea en una ocasión la palabra inglesa evidential para introducir los valores polifónicos de los tiempos verbales en español, mientras que en el resto del artículo se prefiere emplear la etiqueta citativo. Volkmann (1997), por su parte, analiza los recursos evidenciales que contiene la célebre novela de Gabriel García Márquez Crónica de una muerte anunciada, en especial aquellos que se ubican en el ámbito de la evidencialidad reportativa, empleando para ello el sustantivo alemán Evidentialität. Al ser en aquel momento la investigación sobre la evidencialidad un terreno todavía prácticamente virgen en la lingüística hispánica, el catálogo de expresiones evidenciales que esta autora configura es muy amplio, heterogéneo y de carácter eminentemente tentativo. Entre ellas pueden encontrarse adverbios epistémicos como quizá, verbos dicendi y cogitandi como decir o pensar, oraciones que de una manera u otra aluden a un discurso previo (por ejemplo, “tenía una reputación muy bien ganada de intérprete certera de los sueños ajenos”) y demás unidades y construcciones tradicionalmente estudiadas dentro del concepto de polifonía.

Como consecuencia de la progresiva difusión de la noción de evidencialidad en el análisis de un número creciente de lenguas, a partir de 1997 ya se empiezan a encontrar más ocurrencias de los términos evidencial y evidencialidad entre los trabajos cuyo objeto de estudio es el español. De este modo, la investigación evidencialista en la lingüística hispánica comienza a crecer y diversificarse paulatinamente.

3.2. La línea de investigación más temprana en el mundo hispanista es aquella que analiza ciertos rasgos evidenciales (o evidencialoides) presentes en algunas variedades dialectales del español en contacto con lenguas que disponen de sistemas evidenciales plenamente gramaticalizados, en especial el quechua (entre los primeros trabajos publicados, véanse Bustamante 1991; Escobar 1994, 1997; Klee y Ocampo 1995; Zavala 2001; de Granda 2001; Sánchez 2004; cf., asimismo, Azpiazu en este volumen), aunque también el aimara (Stratford 1991; Blestel 2011), el guaraní (Große 2011; Avellana 2013), el mapudungun (Hasler Sandoval 2012) e incluso el turco, en el caso del judeoespañol (Varol 2001). No es de extrañar que sea esta la primera línea de estudios evidencialistas en establecerse en el ámbito hispánico, ya que se centra en diversas particularidades del español americano que parecen ser el resultado de una transferencia al español de la marcación evidencial que se produce en quechua, aimara o guaraní. Además, no hay que olvidar que esos rasgos evidencialoides de algunas variedades dialectales del español ya habían sido objeto de estudio antes de la popularización de los términos evidencial y evidencialidad (cf., por ejemplo, para el caso del aimara, Martín 1981; Laprade 1981; Hardman 1986: 133-134), por lo que este grupo de trabajos se encontraba en una posición privilegiada para introducir esas etiquetas en el mundo hispánico conforme su uso iba afianzándose en la bibliografía tipológica. No obstante, la influencia de estos trabajos en la consolidación del concepto de evidencialidad en los estudios descriptivos del español ha sido muy limitada: más allá de la bibliografía dedicada a ciertas variedades dialectales del español de América y a la tipología lingüística en general, estas publicaciones no figuran entre las referencias normalmente citadas en el resto de estudios evidencialistas publicados en la lingüística hispánica.

3.3. Otra corriente de investigación dedicada a la expresión de la evidencialidad que pronto comienza a desarrollarse entre los hispanistas se inaugura con artículos como los ofrecidos por Gallardo (1999), Ferrari y Gallardo (1999), Marín Arrese y otros (2001, 2004), Figueras (2001) o López Ferrero (2002, 2005). Estos trabajos examinan la expresión de la evidencialidad (y de la modalidad epistémica) en diferentes tipos de discursos y géneros en español (en ocasiones en contraste con otras lenguas), con especial atención al discurso académico y científico. Cuentan, pues, con una perspectiva eminentemente discursiva y la mayor parte de ellos están directamente influidos por publicaciones anglistas de gran difusión como Chafe (1986), Palmer (1986) o Biber y Finegan (1989), entre otros. De hecho, algunos de ellos también adoptan de manera explícita una concepción “ancha” de la evidencialidad (cf. Gallardo 1999; Ferrari y Gallardo 1999). Además de las publicaciones ya mencionadas, también se pueden ubicar en esta vertiente pragmadiscursiva otros trabajos posteriores como Marín Arrese (2004b, 2006), Marcos Sánchez (2006), Estrada (2007, 2010), Müller (2012), González y Lima (2009), Hennemann (2010), Polo (2012), Alonso-Almeida y Adams (2012) o Alonso-Almeida (2015).

3.4. Finalmente, podemos constituir un tercer gran grupo de estudios con aquellas investigaciones que ofrecen un análisis semántico y/o pragmático de carácter evidencialista de diversas unidades y construcciones lingüísticas específicas del español (o de grupos de ellas). La nómina de unidades del español que se han analizado desde una perspectiva evidencialista es muy larga y heterogénea. Abarca piezas con una filiación más o menos clara con la evidencialidad, como algunos adverbios oracionales (evidentemente: Estrada 2008; supuestamente, obviamente: Hennemann 2013: 244-278; personalmente: González Ramos 2015; cf., asimismo, Haßler 2005, 2011; Müller 2008; Cornillie 2015; Cornillie y Gras 2015; Figueras en prensa; Izquierdo Alegría in fieri; Torner, en este volumen), el adverbio dizque (Travis 2006; Olbertz 2007; Babel 2009; Dumitrescu 2012), las locuciones adverbiales al parecer y por lo visto (González Ramos 2004, 2005a, 2005b y en este volumen; Marcos Sánchez 2005; Kotwica 2013, 2015a, 2015b; Estellés y Albelda 2014), verbos cognitivos y doxásticos como creo o supongo (de Saeger 2006; Hennemann 2013: 278-309), determinados usos de verbos auxiliares y semiauxiliares como deber, parecer (Cornillie 2007) o hacer(se) (Lauwers y Duée 2011), ciertos tiempos verbales como el imperfecto, el futuro o el condicional (Reyes 1990; Leonetti y Escandell 2003; Escandell 2010; Hennemann 2014; Rivero 2014; García Negroni, en este volumen) o el conocido como que inicial átono con un valor citativo (Que viene a cenar) (Rodríguez Ramalle 2008, 2015a; Demonte y Fernández-Soriano 2013; Gras, en este volumen). Pero también acoge otros mecanismos menos convencionales o más novedosos como los conectores consecutivos así que o de modo que (Bermúdez 2003; Rodríguez Ramalle 2013, 2015b y en este volumen), los marcadores del discurso en todo caso (García Negroni 2002; Estrada 2006) o a ver (Estrada 2009), los adverbios de punto de vista (Izquierdo Alegría en prensa), los sintagmas preposicionales iniciados por según (Izquierdo Alegría en evaluación), diferentes usos de como (Brucart 2009), el dequeísmo (Schwenter 1999), tiempos verbales como el pretérito perfecto compuesto (Bermúdez 2005b; Azpiazu, en este volumen) o el pretérito pluscuamperfecto (Bermúdez 2008), o los fenómenos conocidos como la “elevación del sujeto” (Oí que Ana llegó > La oí llegar) (Bermúdez 2002) y la “subida” de clíticos o clitic climbing (Va a hacerlo > Lo va a hacer) (Bermúdez 2006). Esta larga y variada lista revela una gran diversidad respecto a los criterios que cada autor aplica para considerar o no evidencial una unidad lingüística determinada.

3.5. En este apartado, merecería mención aparte un conjunto de estudios que recurren a los términos evidencialidad y evidencial para hacer referencia, exclusiva o fundamentalmente, a unidades lingüísticas que califican la información transmitida como evidente (cf., entre otros, Martín Zorraquino 1999: 39; Fuentes Rodríguez 2007: 35; Rodríguez Ramalle 2008: 812; Acín 2014: 188; Herrero Ruiz de Loizaga 2014: 426; Briz, en este volumen), como queda patente en la siguiente cita:

En sus apariciones como adverbio oracional es un adverbio modal, epistémico evidencial. Estos adverbios se emplean para expresar que el hablante considera evidente su enunciado (Acín 2014: 188; las cursivas son nuestras).

No ha de olvidarse que, en el estudio de los adverbios oracionales y, en general, de los operadores modales del español, desde mucho antes de la popularización de la etiqueta evidencial en la lingüística hispánica era frecuente el uso del sustantivo evidencia para glosar el contenido aportado por unidades como por supuesto, claro o naturalmente, puesto que estas marcan como evidente el contenido de la proposición afectada por ellas (cf., por ejemplo, Barrenechea 1979: §2.2.1; Fuentes Rodríguez 1995; Martín Zorraquino y Portolés 1999: §§63.6.2.3-4). Cuando el término evidencial empieza a permear la bibliografía en español y los límites de este término todavía son muy difusos, el paso de la denominación “marcadores de evidencia” a “marcadores evidenciales” se produce de forma más o menos rápida e inconsciente, lo cual explica la proliferación de citas como la que hemos reproducido. Esta circunstancia supone, pues, la materialización de un riesgo que algunos autores francófonos como Guentchéva (1996, 2014a, 2014b), Lazard (1999) o Tournadre (2004: 52) detectaron en los términos évidentiel y évidentialité en francés, para quienes estas etiquetas dan a entender que un evidencial marca que la información transmitida es evidente o que ha sido probada, cuando ciertamente no es este el ámbito nocional que la evidencialidad (en sentido “estrecho”) cubre. De este modo, existe un debate recurrente en la bibliografía francófona entre quienes adoptan los términos évidentiel y évidentialité y quienes prefieren recurrir al marbete médiatif para evitar el peligro que los primeros parecen entrañar. Curiosamente, esta cuestión ha pasado completamente desapercibida en los estudios evidencialistas hispánicos, donde no se ha llegado a generar dicha discusión.

3.6. Resulta muy revelador, por cierto, establecer otras comparaciones entre el panorama bibliográfico hispanista y el francófono (cf. Dendale e Izquierdo Alegría 2014a). Desde un punto de vista cronológico, la primera ocurrencia de las palabras évidentiel y évidentialité como términos lingüísticos tiene lugar en una reseña del conocido volumen de Chafe y Nichols (1986) (Vet 1988), aunque hay que esperar unos pocos años para asistir al uso de estos términos en un estudio descriptivo de la lengua francesa (Dendale 1991, 1993). En el ámbito hispánico, al menos hasta donde tenemos constancia, la primera ocurrencia de la palabra evidencialidad se produce un año antes (cf. Reyes 1990). Además, es innegable que la lingüística hispánica se encontraba inicialmente en una posición privilegiada para la importación del concepto de evidencialidad a la lingüística descriptiva de lenguas europeas, como consecuencia del contacto del español con diferentes idiomas que disponen de sistemas evidenciales gramaticales en amplias regiones de América del Sur. No obstante, ello no se tradujo en un desarrollo más temprano de la bibliografía evidencialista en el mundo hispánico: es el francés la lengua románica que antes genera una tradición evidencialista sólida. Gran parte de la responsabilidad de este desarrollo precoz es debida a la publicación en 1994 de un número monográfico en la prestigiosa revista Langue française compuesto exclusivamente por artículos centrados en diversas unidades de carácter evidencial o evidencialoide en francés (cf. Dendale y Tasmowski, eds., 1994a). En español, como ya hemos explicado, los estudios sobre la evidencialidad tardarán mucho más en consolidarse y permanecerán durante mucho tiempo muy dispersoshasta la aparición del primer volumen sobre la expresión de la evidencialidad en esta lengua en 2004 (Marín Arrese, ed., 2004), aunque, a diferencia de lo que ocurrió en el mundo francófono con la mencionada publicación de 1994, en esa primera monografía el estudio de la evidencialidad en español compartía espacio con el de la modalidad y con la lengua inglesa3.

3.7. En definitiva, en el mundo hispánico, a través de las principales líneas de investigación que hemos dibujado, el concepto de evidencialidad deja de ser una noción exótica para integrarse plenamente en la terminología lingüística en español y sobre el español. Con su popularización, empiezan a publicarse algunos volúmenes monográficos sobre este tema que constituyen importantes hitos en la consolidación de los estudios evidencialistas aplicados al español (cf. Marín Arrese, ed., 2004; Bermúdez 2005a; Volkmann 2005; Cornillie 2007; Estrada 2010, 2013; Hennemann 2013; Speranza 2014)4. En la actualidad, por tanto, ya no hay duda de que el concepto de evidencialidad está en boga y constituye una fructífera área de interés en el mundo hispánico.

4. La evidencialidad en español en este volumen

4.1. El volumen se abre con un capítulo de corte teórico sobre “La naturaleza y función de la evidencialidad en español”, escrito por Mercedes González Vázquez. En él, la autora ahonda en algunas reflexiones que ya había planteado en anteriores publicaciones en torno a la naturaleza y los límites semánticos y formales de la evidencialidad. Para ello, en primer lugar se pasa revista a variadas formas léxicas y gramaticales del español que han sido tratadas como evidenciales o evidencialoides, varias de ellas objeto de las contribuciones que siguen en este mismo volumen. Un asunto reseñable que se trata con detenimiento en este trabajo es el que tiene que ver con la existencia de diferentes ámbitos de actuación de los evidenciales, lo cual permitiría dejar de lado la idea, difundida en la bibliografía, de que todos los contenidos evidenciales operan en el nivel supraoracional ilocutivo. Por lo demás, al final de su contribución, Mercedes González analiza la evidencialidad como un fenómeno deíctico, dado que actúa como mecanismo de referencia espacial del enunciado en el seno del contexto extralingüístico, al mismo tiempo que perspectiviza el yo del hablante y muestra los diferentes grados de accesibilidad a la información. Por fin, relacionado con las máximas pragmáticas de cooperación de Grice, la autora muestra la importancia de la función social y del valor cultural de los marcadores evidenciales en lenguas como el español.

al parecer, por lo visto, parece ser, según parece, según dicen