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filosofía

 

portada de ivonne murillo

primera edición impresa, 2009
edición digital, actualizada, 2013
© siglo xxi editores, s. a. de c. v.
en coedición con la
universidad autónoma de querétaro
facultad de ciencias políticas y sociales
centro universitario, cerro de las campanas s/n
76010, querétaro

 

isbn 978-607-03-0402-6 (libro electrónico)

 

derechos reservados conforme a la ley

Para Sofía,
Alissandro
y Oriana

¿UNA TEORÍA CRÍTICA DESDE AMÉRICA LATINA?

Cuando los Fragmentos de Frankfurt aparecieron por primera vez a finales de 2009, la perspectiva para un desarrollo actual de la Teoría crítica en Alemania u otro país europeo era oscura, como también en general era oscura la situación del autodeclarado viejo continente. Hoy la situación del debate teórico y la situación política social en aquellos lares está aún más sombría. La muerte de al menos 134 africanos, y la desaparición de otros 210 en un incidente, ocurrido el 2 de octubre, al hundirse enfrente de la isla italiana Lampedusa una embarcación que había salido del continente madre de la humanidad, es sólo la punta del iceberg de la situación política y social de la actual Europa: los pescadores italianos tienen prohibido rescatar africanos si sus barcos se hunden ante sus ojos, la guardia costera tardó más de media hora para llegar al navío que estaba a menos de media milla náutica de la costa de la isla. Leyes marítimas centenarias, que obligan a cualquier capitán a rescatar a todo náufrago que está a su alcance, están de facto anuladas en toda la Unión Europea (UE), para mantener hermética su frontera exterior la cual es sagrada. Pocas instituciones sociales han sido tan veneradas en la historia humana como esta frontera exterior, que de cierta manera es lo único que realmente une a los miembros de la UE. La irracionalidad y el fanatismo con los cuales se defiende y protege esta frontera exterior son tan radicales, que el Mediterráneo se ha convertido en el mar más mortalmente peligroso de todo el planeta, con más de 20 000 muertos en los últimos cinco años, únicamente contando los fallecimientos en las zonas marítimas “limítrofes” entre África y Europa.

Bertolt Brecht decía que hay muchas formas de matar a alguien y que sólo muy pocas de ellas están prohibidas hoy en día. En este sentido, la UE, con el beneplácito de la gran mayoría de sus habitantes, mata sistemáticamente cada año a miles de africanos al negarles uno de los derechos humanos avant la lettre más antiguos de la historia humana: el derecho de todos los náufragos a ser salvados por todos aquellos que, por su ubicación, están en condiciones de hacerlo. Mientras en la era de la esclavitud, a los gobernantes y habitantes de Europa, salvo honrosas excepciones, les pareció absolutamente normal convertir a millones de africanos en mercancía y venderlos a los nuevos dueños de las tierras americanas, hoy en día, y con la misma naturalidad, a casi todos los europeos les parece normal, que las leyes marítimas se apliquen, siempre y cuando las víctimas a rescatar no sean del color de piel equivocado, es decir mientras que no parezcan ser africanos.

El genetelmen’s agreement racista, sobre el cual se basa prácticamente toda la historia de Europa como “continente”, sigue estando absolutamente vigente; es más: probablemente es lo único que realmente define a Europa como “continente”, ya que en términos geográficos –en el sentido usual del concepto, a partir de límites marítimos que normalmente se toman como la base de la delimitación de los continentes– Europa es simplemente una extensión de Asia occidental.

Cuando aparecieron los Fragmentos de Frankfurt, por primera vez, hace cuatro años, el autor de estas líneas tenía todavía una pequeña, pero no totalmente cancelada, esperanza, de que Alemania y Europa se pudieran –tal vez– recuperar algún día de su historia nacionalsocialista y fascista. Lo que habíamos subestimado terriblemente era la armónica inserción de la “época” nazi y fascista dentro de la historia medularmente racista y esclavista de Europa. La absoluta falta de indignación generalizada ante los hechos del 2 de octubre cerca de Lampedusa es la expresión inconfundible de la permanencia del racismo antiafricano en la cabeza de prácticamente todos los europeos.

Los debates alemanes sobre el tema de los intentos de movimientos migratorios de África hacia Europa están a un nivel tan básico y tan cercano a la vieja ideología esclavista (para no decir nazi), que ni siquiera alcanzan el grado del debate que se ha logrado incluso en el ambiente aún racista y antimexicano en Estados Unidos, donde es generalmente aceptado hablar de “indocumentados” o “personas sin papeles” (los cuales pueden conseguir de todos modos ciertos papeles en varios estados de EU: documentos no expedidos por instituciones migratorias, como por ejemplo licencias de conducir). En varios países de Europa –no solamente en Alemania– el concepto de indocumentados es usado sólo por agrupaciones que tratan de apoyar a los migrantes sin papeles, mientras los gobiernos, la prensa, la televisión, y casi toda la población hablan sistemáticamente de “ilegales”, equiparándolos así, sin distinción, con criminales de cualquier tipo, incluyendo asesinos.

En este contexto no es de asombrarse que a casi todos los europeos les parezca normal que las matanzas (en términos de Brecht) de miles de africanos en las costas sureñas de Europa sean legítimas, ya que se trata solamente de matanzas de ilegales, que en esta mentalidad es cuasi lo mismo a decir vida que no vale la pena que viva (lebensunwertes Leben, en la jerga nacionalsocialista).

Sin querer festejar ingenuamente la historia, la realidad y la ideología reinantes en el continente americano, y sin negar sus profundas contradicciones, que existen como en cualquier sociedad en el mundo que se rige bajo la forma de reproducción capitalita: A pesar de todo, en estos años que corrieron desde la primera aparición de este libro, se nos ha fortalecido la firme idea de que hubiera sido simplemente imposible formular las líneas que siguen sin haber dado el paso decisivo de Europa hacia América, de Alemania hacia México –país que dentro de su contradictoria y dolorosa historia ha dado una y otra vez ejemplos de solidaridad al género humano–. Personajes como Gilberto Bosques e Isidro Fabela hubiesen, tal vez, podido existir en Alemania, pero nunca, en toda la historia del Estado-nación alemán hubieran podido ser diplomáticos del rango de estos grandes mexicanos y menos aún hacer lo que hicieron en los momentos más oscuros de la historia humana.

Todo lo anterior no se formula con un afán oficialista o tratando de negar las tremendas crisis humanitarias que sufre México, un ejemplo reciente son los desastres aparentemente causados por dos huracanes que coincidieron, los cuales no son otra cosa que la expresión del desastre que el capitalismo tercermundista es; el cual se está viviendo cada vez con más brutalidad (tampoco es casual que las consecuencias más terribles se dan sobre todo en poblaciones mayoritariamente indígenas). Se formula lo anterior, más bien, con el afán de recordar y hacer –en la medida de lo posible– revivir la verdadera grandeza de México que reside, sin lugar a dudas, en personajes y movimientos como los ya mencionados; así como Lázaro Cárdenas, el gran expropiador de las empresas petroleras, de las extractoras de otros recursos naturales y de los latifundios; Zapata y Villa, Morelos e Hidalgo y, last but not least, el inolvidable constructor del México moderno y del Estado laico, el Benemérito de las Américas, Benito Juárez.

Es este México, que no ha podido ser destruido todavía, el que hace que siga valiendo la pena cuestionar teórica y prácticamente el modelo “europeo”, racista y excluyente, agresivo y siempre con la tendencia a esclavizar de una u otra manera al resto del mundo; sin negar las mejores propuestas que en algún momento fueron formuladas en ciertos movimientos revolucionarios de Europa, como por ejemplo la Revolución francesa de 1789, olvidada cada vez más, incluso por muchos franceses.

En esta dialéctica de la ilustración –y el intento de entenderla– se ha movido este libro desde su primera edición y se sigue moviendo a pesar de todo.

Durante la revisión del libro para esta segunda edición, algunos detalles fueron aclarados y en contados casos se anexaron notas explicativas. Los cambios se dieron en el contexto de la traducción del libro al alemán, cuya edición aparecerá en fechas similares a la segunda edición en español. El ir y venir entre América y Europa, entre México y Alemania (o Austria), entre la región hispano parlante y la germano parlante, ha definido no solamente los pasos físicos del autor de estas líneas, sino también el pensar y reflexionar: una distancia siempre necesaria que coincide con el conocimiento desde adentro de las cosas y su estado en cada momento y cada lugar. Como estudiante en la Universidad de Frankfurt, fue importante haber estado rodeado por la arquitectura única de la posguerra, realizada a partir de los proyectos del arquitecto Ferdinand Kramer –quien reconstruyó la universidad físicamente a partir de las instrucciones de Max Horkheimer, primer rector de la refundada posnacionalsocialista Johann Wolfgang Goethe – Universität, y quien, por ejemplo, había mandado instalar en los anchos pasillos, ciertos nichos con camas para descansar (lo que el moralismo pequeñoburgués alemán no soportó) . Es también cierto que recibimos la influencia del ambiente intelectual, inspirado por los autores de la Teoría crítica que regresaron del exilio, ya fuera de manera permanente o esporádicamente (como Horkheimer y Adorno a Frankfurt, y Marcuse en varios viajes a Berlín y a Frankfurt), presencia que era percibida aun en los pasillos de la universidad, por lo menos como eco, y a través de ciertas clases, especialmente las de Alfred Schmidt y Joachim Hirsch que fueron de suma importancia para nuestra formación dentro de la tradición intelectual forjada por la Teoría crítica. Sin embargo, es un hecho incuestionable que todo ello se habría quedado en lo anecdótico y en la marginalización intelectual, si no se hubieran abierto las puertas de México.

Fueron sus universidades públicas y sus habitantes modernos por excelencia, quienes hicieron posible que lo aprendido de una u otra manera en Frankfurt, durante los años ochenta y noventa del siglo pasado, no se quedara como puro reducto de un tiempo en el cual todavía era adecuado criticar el nazismo y todo aquello que le preparó el terreno. (En la época del nacionalsocialismo, casi nadie lo criticaba, con el argumento de que era muy peligroso –o incluso innecesario hacerlo, como dirían la mayoría de los filósofos alemanes de ese entonces, con Heidegger y Gadamer en primera fila–, irónicamente, después del fin militar del nazismo, se consideraba –y se considera hasta el día de hoy– anacrónico hacerlo, con el finísimo argumento de que “ya pasó hace mucho tiempo”.)

Como dice Walter Benjamin, la cercanía y lejanía histórica no dependen de calendarios, relojes, mapas y brújulas, sino de la capacidad de cada generación de verse aludida en cada región de lo que “pasó” dentro de esta larga cadena de catástrofes que estamos viendo y que, en sentido estricto, son una sola catástrofe, la cual no conoce la lejanía, como alegan los vencedores, que garantiza el supuesto “avanzar del tiempo” y las así llamadas “determinantes limitaciones geográficas y culturales”.

Sólo estando en México, fue posible superar esta falsa “lejanía” que dogmáticamente veneran a diario la gran mayoría de los habitantes de Alemania y Austria, y cuyo credo es una lejanía en el tiempo (“ya están todos muertos”) y una lejanía en el espacio (“Auschwitz fue un crimen asiático”, como predica el historiador oficialista alemán Ernst Nolte). Así como dice Theodor W. Adorno, esta ideología de la supuesta doble lejanía del nacionalsocialismo, no está solamente en la cabeza de la gente, sino que se materializó de tal manera, que no basta con un acto de reflexión crítica, de toma de conciencia, ni son suficientes las protestas materializadas que intentábamos realizar para salir de ello. Y aunque tampoco fue suficiente el solo paso del distanciamiento físico hacia México era necesario para empezar a superar esta materializada –cosificada diría György Lukács– ideología de la supuesta lejanía histórica del nacionalsocialismo y de sus crímenes sin par.

Al presentar al público, de manera cuasi simultánea, la segunda edición en español y la primera en alemán de este libro, se expresa algo de esta doble realidad –una sola en el fondo– que hizo posible la redacción de las siguientes líneas.

STEFAN GANDLER
Ciudad de México, 11 octubre de 2013

PALABRAS LIMINARES

Al entregar a la lectora, al lector, estos Fragmentos de Frankfurt, que consisten en cinco ensayos, el autor se ve obligado a mirar hacia atrás, hacia la historia reciente, en especial a la de Alemania y a la de la ciudad de Frankfurt. En la modernidad han sido pocas las escuelas filosóficas cuyo nombre se haya derivado del de una ciudad. En el caso de la Teoría crítica de la sociedad esa terminología, que diluye lo conceptual en lo geográfico, ha sido ampliamente criticada, no solamente por el hecho de que la mayor parte de los textos de esta escuela no han sido redactados en Frankfurt am Main, sino en París, Nueva York, Berkeley, Los Ángeles, San Diego y otras ciudades que recibieron a los miembros del Institut für Sozialforschung [Instituto de Investigaciones Sociales] y a Walter Benjamin, debido a que, a la llegada de los nazis, se vieron obligados a salir de Alemania para poder seguir trabajando y existiendo.

Los fragmentos que se dan a conocer en las siguientes páginas son de Frankfurt, no sólo porque este nombre, a pesar de ser falso en términos históricos, es de uso común para denominar esta tradición teórica, sino, también, porque en términos genealógicos tienen una estrecha vinculación con dicha ciudad. No lo decimos tanto en el sentido de “Fragmentos ideados en Frankfurt”, sino en el sentido de “Ideas fragmentadas de Frankfurt” (o también como “Ideas fragmentadas en Frankfurt”). Al salir de ahí en 1993, llevábamos en las maletas y en nuestras reflexiones, todo un bagaje que al empacarse, trasladarse y desempacarse quedó cada vez más fragmentado, despedazado y desintegrado. Esta fragmentación filosófica no es lamentable y tampoco representa una pérdida conceptual reclamable a alguna instancia de control de calidad académica. Al contrario, en términos filosóficos y conceptuales este estrangement (este alejamiento, esta enajenación) de Frankfurt nos ha permitido entender la Teoría crítica, como nunca lo habíamos logrado en Frankfurt.

Al alejarnos del lugar en donde estuvo (antes del nacionalsocialismo y, para algunos miembros, también después de la ruptura de la civilización) el centro de reunión de este único grupo de pensadores del siglo XX, pudimos acercarnos mucho más a sus ideas principales y a su conceptualización de la materialidad de esta ciudad, de ese país y de ese continente, así como de aquella forma de reproducción social: Frankfurt, Alemania, Europa y la forma de socialización capitalista.

Frankfurt no sólo está perdiendo los documentos originales de estos autores, como sucedió hace pocos años con el Walter Benjamin Archiv, que fue trasladado a Berlín, porque la Universidad de Frankfurt y el gobierno local no estaban dispuestos a ofrecer un espacio digno a este importante archivo, sino que además, esta ciudad y su universidad están renegando de su propia historia en términos de reflexión teórica y filosófica inspirada en la Teoría crítica.

Frankfurt tenía una tradición de menos subordinación a los gobiernos centrales que la mayoría de las ciudades alemanas, como la Friburgo de Heidegger. La ciudad se distinguía por una burguesía relativamente abierta y relativamente poco subordinada al poder del antiguo régimen feudal y sus clases dominantes. Esta burguesía de Frankfurt, y sobre todo su parte judía, generó el impulso que desembocó en la fundación de la Universidad de Frankfurt, hace casi cien años, y fueron judíos aquellos que financiaron el Institut für Sozialforschung, independiente de la Universidad pero con ciertas relaciones institucionales con ella. Por el hecho de ser una institución académica privada, con una orientación de crítica decidida hacia el antisemitismo, no se aplicaron las prácticas antisemitas en el momento de otorgar plazas universitarias, comunes en la República de Weimar y, en consecuencia, los docentes judíos podían impartir clases e investigar, sin ser discriminados, lo que en las instituciones científicas públicas de Alemania, antes del nacialsocialismo, por regla general no era posible.

En general y por obvias razones, esta historia específica de Frankfurt, de su Universidad y especialmente del Institut für Sozialforschung, casi no se menciona en los discursos y los escritos sobre ella. Así se reconstruyó un Frankfurt ario, en donde de repente, los capitalistas de hoy, que son los herederos de aquellos que expropiaron esta atípica burguesía de Frankfurt y mandaron a la muerte (o a veces al exilio) a sus representantes, se declaran como los verdaderos guardianes de esta tradición de Frankfurt, lo que no es solamente una monumental falsedad histórica sino que, además, significa el intento de expropiar y desaparecer por segunda vez, a los judíos de Frankfurt, de la ciudad, de la universidad y del Instituto de Investigaciones Sociales.

En este sentido, era necesario alejarse de lo que hoy queda en su superficie y poder ver de otra manera a este Frankfurt atípico, burgués –en el sentido de antifeudal–, lo que incluye como momento central la capacidad de inspirar, sostener y aceptar aquello que todavía se sigue llamando la Escuela de Frankfurt. Entonces, este nombre sólo tiene sentido al entenderlo como reminiscencia de aquella ciudad que desapareció con el nacionalsocialismo, con la destrucción de los judíos europeos y con la incapacidad de la sociedad alemana posnazi de romper verdaderamente con los restos de esta forma de pensar y actuar, así como con sus representantes más destacados. También en este sentido hablamos de fragmentos: de esta Frankfurt, la de la Escuela, sólo quedaron pedazos, fragmentos, restos petrificados, semienterrados y casi imperceptibles para la mirada actual.

Estos fragmentos son entonces, también fragmentos de memoria, tanto de la colectiva como de la individual.

La memoria colectiva. A pesar de todo, en los años ochenta e inicio de los noventa del siglo pasado se mantenía en los pasillos de Filosofía y Ciencias sociales de la Universidad de Frankfurt. Muchos de los que estudiábamos allá, estudiantes de izquierda, habíamos llegado a esta universidad atraídos por la fama de la Teoría crítica y con la esperanza de encontrar algo de su radicalidad conceptual, ésa que trataba de llegar hasta las raíces más profundas de las contradicciones sociales que habían sido el caldo de cultivo del nacionalsocialismo y su principal crimen: la Shoah, la destrucción de los judíos y gitanos europeos. Nos interesaba esta radicalidad conceptual, que trataba de rebasar los límites a los que había llegado aquel marxismo dogmático de la Unión Soviética y sus aliados, y que intentaba no quedarse atrapado con la crítica de las contradicciones de la forma de reproducción social capitalista, sino ver su decisiva relación con formas más viejas, mucho más culturalizadas, integradas en la civilización occidental misma, en su manera de pensar, de hablar y de actuar cotidianamente.

Al llegar a las aulas de Frankfurt, la decepción de muchos de nosotros fue bastante grande. A pesar de que la universidad no era tan derechizada como otras de Alemania, la situación académica estaba muy lejos de lo que habíamos esperado encontrar. Habermas y sus seguidores ya se habían apoderado de la mayor parte del instituto de filosofía, los maestros inspirados por la Teoría crítica en los departamentos de ciencias sociales, lenguas y letras, historia y derecho estaban en plena actitud defensiva y la derecha universitaria ocupaba cada día más espacios. Lo único que encontramos como restos de pensamiento y de Teoría crítica original, fueron las clases de algunos catedráticos como Alfred Schmidt, Joachim Hirsch, Jürgen Ritsert y Heinz Steinert, cursos de maestros invitados y maestros por hora y, lo que era de suma importancia, discusiones con otros estudiantes inspirados por la Teoría crítica, algunos con un amplio conocimiento de sus escritos y con una destacada capacidad de relacionar problemas políticos actuales del mundo, de Alemania, de Frankfurt y de la universidad, con los conceptos y el análisis de la Teoría crítica, por ejemplo Peter-Erwin Jansen, hoy editor de obras de Herbert Marcuse y Leo Löwenthal, así como Susanne Kill, en este entonces estudiante de historia especializada en temas relacionados con el nacionalsocialismo.

La memoria individual. Esta tensión entre, por un lado, los restos de la Teoría crítica presentes en los pasillos, en varias clases, en discusiones académico-políticas y de política universitaria y, por el otro, una presencia cada vez mayor de la derecha universitaria –que coincidía con creciente marginalización de la restante izquierda profesoral–, nos llevó a situaciones cada vez más insoportables, que impedían la misma reflexión crítica, aun en los sujetos estudiantiles (como nos habíamos llamado) más dedicados al entendimiento de la Teoría crítica de la Escuela de Frankfurt.

Para dar un solo ejemplo: pocos días antes del festejo oficial del 75 aniversario de la Johann Wolfgang Goethe-Universität Frankfurt, el autor de estas líneas fue electo democráticamente como presidente (Vorsitzender) del Consejo General de Estudiantes (Allgemeiner Studentenausschuß-AStA), órgano directivo de la Asociación de Estudiantes (Studentenschaft), a la cual pertenecen por ley todos los estudiantes inscritos. En 1989 todavía era posible la elección de un miembro del grupo estudiantil Plantilla izquierdista/Izquierda no dogmática (Linke Liste/Undogmatische Linke) –sin vinculación con ningún partido político establecido, a diferencia de los otros grupos–, aun dentro de un contexto cada vez más conservador, principalmente por una huelga nacional de estudiantes universitarios (que fue la huelga con mayor participación en toda la historia de la universidad) que tuvo su inicio en la Universidad de Frankfurt y había concluido antes de estas elecciones; durante esta huelga, algunos miembros del grupo alcanzamos una alta estimación por nuestra capacidad organizativa y argumentativa, así como por nuestra exitosa resistencia a los intentos del rector de la universidad de cooptar y subordinar a la misma a sus propios intereses. Nosotros queríamos una profunda reforma de la universidad, una ruptura definitiva con las herencias autoritarias y reaccionarias que había en su estructura y en los contenidos académicos establecidos institucionalmente, así como la superación de una creciente exclusión de pensadores críticos hacia las relaciones reinantes del profesorado. La mayoría de los estudiantes que participaron en la huelga querían, en cambio, únicamente mejorías en términos de más recursos económicos y mejores instalaciones para la universidad. A pesar de su limitación en términos de propuestas políticas, aceptamos ayudar a la organización y defensa del movimiento de los ataques del rector, con ello alcanzamos cierta popularidad en ese movimiento, aun más allá de las fronteras de la universidad de Frankfurt.

Al enterarse de esta elección, el entonces rector de la universidad, Klaus Ring, de orientación derechista y con afinidad con la extrema derecha y con políticos antisemitas como Jürgen Möllemann, entonces Secretario de Ciencias del gobierno federal –posteriormente enjuiciado por tráfico ilegal de tanques de alta potencia a países árabes en situación de conflicto militar–, fue quien revocó inmediatamente la invitación formulada con anterioridad a la Asociación de Estudiantes, de enviar a su primer representante como orador a ese festejo de aniversario.

La razón de esta insólita decisión, que no había tomado ningún rector de una universidad alemana desde el fin del nacionalsocialismo, fue que en el pasado habíamos intervenido argumentativamente recordando la mencionada historia específica de la ciudad de Frankfurt y el papel jugado por su antigua burguesía parcialmente liberal, sobre todo entre sus miembros judíos. Además habíamos criticado el intento del rector y de un sector del profesorado derechista, así como de algunos representantes de las clases dominantes en Frankfurt, de falsificar la historia de la universidad de Frankfurt, al negar la diferencia entre la burguesía prenacionalsocialista de esta ciudad que fundó y financió la universidad en sus primeros años, y la burguesía posnacionalsocialista que no sólo ya no pagaba los gastos de la universidad, por haber sido integrada al presupuesto del Estado, sino que, además, era política e históricamente opuesta a aquella burguesía liberal judía que había distinguido a la ciudad y a la universidad de Frankfurt, de otras en Alemania.

Desde los años treinta hasta los años noventa del siglo XX este ser opuesto llega a extremos colectivamente ignorados en el caso de varios altos representantes de empresas capitalistas de Frankfurt. El más llamativo es el caso del jefe del Deutsche Bank, Hermann Josef Abs, quien había sido el principal consejero financiero de Hitler, así como uno de los gerentes del consorcio químico IG-Farben que, durante el nacionalsocialismo, usaba en sus instalaciones a miles de obreros esclavos de los campos de concentración, la mayoría de ellos murió por maltrato, desnutrición y enfermedades provocadas por las indescriptibles condiciones de vida en las cuales el SS los mantenía presos, bajo acuerdo con esta empresa. Los mismos “nuevos burgueses” de la época nacionalsocialista que habían participado en los más altos puestos de este sistema –ésos que no sólo expropiaban a la parte liberal judía de la vieja burguesía de Frankfurt, sino que mandaron a sus miembros a las cámaras de gas, cuando no lograban huir a tiempo–, se autodeclararon sin prurito alguno como los “auténticos herederos de los fundadores de la Universidad de Frankfurt”. Su plan fue festejarse con esta perversa reconstrucción de la historia de Frankfurt –implícitamente pronacionalsocialista, al negar la existencia misma de judíos en la Alemania anterior al nazismo– aprovechando los actos conmemorativos realizados en torno al 75 aniversario de la universidad.

El rector quiso impedir a toda costa que el autor de este libro, como representante electo de los estudiantes universitarios, criticara esta falsificación de la memoria y expusiera una visión diferente de la historia de la universidad de Frankfurt, en la cual nombres como Horkheimer, Adorno, Marcuse y Neumann hubieran jugado un papel central. Este último, con su libro Behemoth, nos ayudó en gran medida a entender la estructura del nacionalsocialismo, que describe y analiza hasta sus más pequeños detalles políticos, ideológicos y económicos. El análisis empírico-teórico del nacionalsocialismo de Neumann, junto con las respectivas reflexiones filosóficas y de teoría social, así como de ciencias sociales de los otros autores de la Teoría crítica, eran nuestros puntos de referencia centrales1 para la intervención que tuvimos proyectada para el acto oficial de los 75 años. Este acto se celebraba, el 4 de noviembre de 1989, en la Paulskirche (Templo de San Pablo) de Frankfurt, destacado símbolo de la democracia alemana, por haber sido el escenario del primer parlamento alemán.

Los aprendizajes, las reflexiones y la comprensión que nos habían facilitado, provocado e impulsado los textos de la Teoría crítica, iban a realizarse de una manera muy peculiar, justo en referencia a la historia de la universidad de Frankfurt, con la cual estos autores tuvieron una gran cercanía biográfica. Pero el fanatismo (y el pavor a la verdad histórica y jurídica) de aquellos ex nacionalsocialistas, que seguían en este entonces en muy altos puestos de Frankfurt y de Alemania, en complicidad con el autoritarismo del rector de la universidad, hicieron imposible que este intento de aterrizar las reflexiones de la Escuela de Frankfurt en Frankfurt mismo, en su universidad, en el momento de un destacado acto conmemorativo, se realizara.

La decisión del rector fue de tal violencia, que mandó a las fuerzas policíacas, armadas con macanas, para impedir el ingreso a la Paulskirche del representante democráticamente elegido por los estudiantes de la Universidad de Frankfurt, mientras varios estudiantes de derecha fueron invitados personalmente para asistir al acto. Los representantes de la autodeclarada “segunda generación de la Teoría crítica” como Habermas, o de la “tercera” como Honneth y Dubiel, no vieron ninguna necesidad de protestar en contra de este acto de censura académica, destinada a garantizar la exclusión de la postura teórica e histórica de la Teoría crítica en el 75 aniversario de la universidad de Frankfurt. Mientras los “herederos de la Teoría crítica” callaban, sólo el periódico más respetado de Alemania, de orientación conservadora, el Frankfurter Allgemeine Zeitung, criticaba en una nota editorial esta exclusión del acto conmemorativo.2

Esta experiencia, y decenas más de muy parecida índole, fueron la razón para empacar los fragmentos de Frankfurt y salir porque, a pesar de cierta presencia implícita de la Teoría crítica en la universidad de Frankfurt, este lugar no nos permitía, materialmente, desarrollar aportaciones conceptuales más importantes. Fue hasta llegar a México, en 1993 (hermoso país con una tradición antifascista y con personajes como Isidro Fabela) que pudimos empezar a hacer productivo realmente, lo implícitamente conceptualizado en Frankfurt.

De manera fragmentaria, estos conceptos críticos han podido resistir a las condiciones sumamente adversas en Frankfurt, y se dan a conocer en las siguientes páginas como Fragmentos de Frankfurt. Todos, con la excepción de “El problema del Estado”, fueron redactados ya radicando en México, donde los ex operadores del nacionalsocialismo y sus amigos no tienen el control de las universidades públicas.

Al reunir estos ensayos, pretendemos aportar elementos conceptuales para el rescate de una interpretación no reformista de la Teoría crítica, a contracorriente de la existente hoy en día moda filosófica – también en México– de quitarle la espina crítica a esta escuela teórica y de investigación social. Después de un largo periodo, en el cual se trataba a escala internacional de evadir (desde la derecha, por supuesto, pero también desde la izquierda dogmática) la radicalidad de la crítica a las relaciones sociales existentes, al obviar, silenciar y negar la importancia de las aportaciones de este único grupo de pensadores del siglo XX, la estrategia argumentativa ha cambiado últimamente; hoy en día la manera más común y a la vez la más destructivamente efectiva, es la que festeja, reconoce y cita sin cesar a la Teoría crítica, pero siempre cuidando pedantemente que su aportación visible sea reducida a estudios culturales, con el menor alcance social posible. Al mismo tiempo, y con la misma vehemencia, se trata de negarle relevancia actual a sus críticas de las relaciones sociales capitalistas.

Los textos siguientes constituyen el intento de sacar a la Teoría crítica de la culturalización y de la historización, en la cual la han sumergido sus actuales detractores –muchas veces vestidos con la piel del buen borrego, del “seguidor actualizado de la Teoría crítica”– y, con ello, hacer visible nuevamente su absoluta falta de piedad, al criticar la tendencia destructiva y autodestructiva de la forma social que todavía nos toca vivir.