Cubierta

Juan Arnau

La medicina india

Según los clásicos del Ayurveda

Editorial Kairós

Sumario

Introducción

Las Fuentes

El Compendio de Caraka

El Compendio de Suśruta

La esencia de la medicina de Vāgbhaṭa

El Manuscrito Bower

Conceptos fundamentales

Los humores

Esencias y sabores

El cuidado de sí

El corazón

La embriología

Los sueños y la salud

Individuo y universo

Medicina y moral

Epidemias

Mente y cuerpo

La enajenación mental

La educación médica

Budismo y medicina

Epílogo

Bibliografía

Glosario de términos médicos sánscritos

Notas

Introducción

La medicina ayurvédica es, junto con la medicina tradicional china, uno de los sistemas médicos vigentes más antiguos del mundo. La salud fue una de las primeras preocupaciones de la cultura india. Desde muy pronto observamos un profundo interés por diferentes prácticas del cuerpo y de la mente destinadas a prolongar la vida y a hacerla más plena y saludable. El conocimiento médico, impulsado por ese afecto tan indio por las correspondencias entre el cosmos y el hombre, encontró su arraigo en la certeza de que las sustancias del mundo vegetal, animal y mineral eran idóneas para regular y equilibrar las sustancias del organismo humano. Ello daría lugar al surgimiento de diversas tradiciones médicas que siguen vivas en nuestros días en muchos lugares del subcontinente, fundamentalmente en la India rural. Entre estas, destaca la medicina sánscrita clásica, un sistema de doctrinas y prácticas cuya primera compilación se remonta a principios de nuestra era. Caraka, editor de la enciclopedia médica más antigua conservada, definió esta ciencia como āyur-veda: el conocimiento (veda) de las sustancias, pensamientos y actividades que prolongan la vida (āyus), de ahí que a menudo el término se traduzca como la “ciencia de la longevidad” o “ciencia de la vida”.

En muchos sentidos, el ayurveda fue y sigue siendo una forma de vida basada en todo un catálogo de consejos preventivos, prescripciones, recetas y tratamientos, donde abundan las recomendaciones para conservar o restablecer la salud, tanto en lo físico como en lo espiritual. Su teoría médica se basa en una concepción humoral del cuerpo y la idea de la imbricación entre las transformaciones del cuerpo y las evoluciones de la mente, en cuyo itinerario ejerce una influencia notable la conducta moral, tanto en lo que se refiere a la actividad, como al habla o al pensamiento. Medicina y moral se encuentran mutuamente implicadas en muchos de los análisis sobre el origen de la enfermedad y sus posibles evoluciones.

El conocimiento médico no se desarrolló únicamente en círculos brahmánicos, sino también entre las escuelas mendicantes e itinerantes heterodoxas al brahmanismo. Los miembros de estas escuelas (budistas, jainistas y ājīvikas) llevaban una vida más ética que sacramental y recorrieron el subcontinente al menos desde la época de Siddhārtha Gautama y Mahāvīra (ca siglo V a. Era Común). En estos círculos se iniciarían los primeros proyectos de acumulación y preservación del conocimiento médico. En el caso budista fundamentalmente en los códigos monásticos (vinaya), uno de los estratos más antiguos de la literatura canónica. En sus colecciones podemos encontrar registrados estudios de casos y tratamientos que dan cuenta de diferentes dolencias psíquicas y corporales. El propio Buda era considerado el más sabio entre los doctores y la tradición budista desempeñaría un papel fundamental (y poco estudiado) en la transmisión del conocimiento médico a lo largo de todo el periodo antiguo y medieval.

Los textos del ayurveda están escritos en sánscrito, si bien muchos de ellos pueden encontrarse hoy traducidos a lenguas indias modernas, mientras que solo los más importantes han sido vertidos a lenguas europeas. El presente libro es un estudio de las tradiciones curativas tal y como aparecen en los compendios de Caraka, Suśruta y Vāgbhaṭa. El término “curación” es aquí rúbrica que cubre diferentes perspectivas e intereses relacionados con la incapacitación, el dolor, la integración social, el comportamiento afectivo y la autorrealización. La salud puede entenderse de muy diversas maneras, desde la perspectiva antropológica, desde la historia de las religiones, desde la sociología y desde la historia de la medicina (desde una perspectiva puramente clínica cabe preguntarse si en efecto tiene algún sentido). En la mayoría de los casos, la curación, en sentido amplio, se ocupará de reparar o enmendar una situación de ruptura, y el arte de curar supondrá un “rescate” de un estado de aflicción y aislamiento, ya se trate del pecado o la infección.

El conocimiento ayurvédico se desarrolló dentro del marco de una pluralidad de tradiciones, letradas y populares, desde médicos educados y entrenados mediante manuales técnicos escritos en sánscrito (accesibles solo a una élite), hasta yerberos, chamanes, vendedores de remedios, matronas y sanadores de templos. Las diferentes escuelas y rivalidades no se limitan a la querella entre lo erudito y lo popular, sino que en ambas categorías podemos encontrar diferencias de planteamiento y perspectivas. En general, las investigaciones sobre la medicina en la antigua India se han visto distorsionadas por una serie de sesgos ideológicos. El primero de ellos podría denominarse la mistificación orientalista. Según esta perspectiva, la medicina clásica sánscrita (ayurveda) constituye una sabiduría inmutable e impermeable a los cambios históricos, siendo en algunos casos el remedio medico-espiritual de todas las dolencias humanas. Esta perspectiva encuentra a menudo puntos de contacto con la segunda de las amenazas, el nacionalismo mitologizante indio, que se recrea en una época dorada en la que todo el conocimiento fue establecido de una vez por todas y para el cual el momento presente no es sino un estado de decadencia y corrupción. En el extremo opuesto se encuentran las aproximaciones eurocénticas, herederas de una mentalidad victoriana y colonial, que consideraban estas tradiciones de conocimiento infectadas de magia y superstición ritual. A todas estas dificultades hay que añadir las complicaciones surgidas de la traducción de la terminología médica sánscrita, que se perpetúa de unos estudios a otros en las investigaciones que no recurren a las fuentes originales. Frente a estas aproximaciones, la investigación académica reciente asume sin reticencias la historicidad y provincialidad de las categorías científicas, su vinculación a diferentes formas y lugares de producción, organización y distribución del conocimiento.

Medicina plural

En la India actual todavía se pueden encontrar numerosos practicantes de sistemas antiguos de medicina. No se trata, como en otros lugares, de prácticas marginales o alternativas, sino que gozan de un estatus histórico y social diferente. Estas disciplinas ancestrales se encuentran subvencionadas por las instituciones gubernamentales dedicadas a la salud. India conserva actualmente un sistema médico plural. Un enfermo puede recurrir a un vaid de educado en el ayurveda (medicina sánscrita), a un siddha (medicina dravídica), a un hakim de la tradición islámica unani tibb (medicina greco-árabe), así como a diferentes sanadores de las tradiciones yóguicas. Además de las medicinas establecidas y financiadas por el gobierno, hay también médicos de aldea, quirománticos, curanderos, sanadores de templos, exorcistas, yerberos, adivinos, hechiceros y chamanes dedicados a la curación de todo tipo de dolencias. En muchos casos los tratamientos pueden incorporar elementos de astrología, alquimia y magia. A estos grupos hay que añadir el de los ascetas, expertos en la salud moral y espiritual del cuerpo y de la mente, que remontan sus linajes a tradiciones mágico-religiosas de la antigüedad.

En 1978 el Ministerio de Sanidad y Bienestar de la Familia indio fundó el Consejo Central para la Investigación sobre Ayurveda y Siddha (CCRAS, en sus siglas en inglés), desde donde se promueve y monitoriza la enseñanza e investigación en estas disciplinas. Aunque el Ministerio de Sanidad de India dedica la mayor parte de su presupuesto a la medicina moderna según el modelo occidental, designada por el acrónimo MEM (Modern Establishment Medicine), también financia otras tradiciones médicas mediante el programa AYUSH (siglas inglesas de: Ayurveda, Yoga y Naturopatía, Unani, Siddha). Este organismo, fundado en 1995, se dedica a financiar y apoyar la investigación y enseñanza de estas cuatro tradiciones médicas, estableciendo los programas y acreditaciones educativas y promoviendo la estandarización de la farmacopea médica. [1] Para combatir la biopiratería, el Gobierno indio estableció en 2001 el Traditional Knowledge Digital Library como repositorio de 223.000 fórmulas de los tres principales sistemas médicos tradicionales: ayurveda, unani y siddha.

Así pues, reducir las tradiciones curativas de India al ayurveda sánscrito no sería hacer justicia a la compleja historia de las relaciones entre los diferentes sistemas médicos del subcontinente. La tradición dravídica de los siddha, o la greco-árabe de la medicina unani, han convivido durante siglos con las tradiciones médicas sánscritas. Con la invasión musulmana de India, el ayurveda tendría que afrontar el desafío del galenismo greco-árabe. Cuando estos dos sistemas habían alcanzado cierta pacífica convivencia, llegaría la colonización británica, y con ella la medicina europea. Aunque en un principio los investigadores europeos parecieron interesarse por el ayurveda, el gobierno colonial le negaría su apoyo en 1835. Habría que esperar a la independencia de India en 1947 para asistir a un nuevo renacimiento de la medicina sánscrita.

Medicina unani

Con la llegada de los musulmanes a India en el siglo XII, los conocimientos médicos del subcontinente se ven enriquecidos con una nueva tradición: la medicina (tibb) jonia (unani). El mundo musulmán había adoptado el sistema de la escuela hipocrática, desarrollado por Galeno, basado en la teoría de los cuatro humores: sangre (khun), flema (balgham), bilis negra (al mirra al sawda) y bilis amarilla (al mirra al safra). Estos cuatro humores, según se sabe, se relacionaban a su vez con cuatro naturalezas (fría, seca, húmeda y caliente) y con cuatro elementos (agua, tierra, aire y fuego). Según la tradición hipocrática, la salud dependía del equilibrio de los cuatro humores, aunque para Galeno no existía semejante equilibrio ideal y el desequilibrio de cada cual configuraba su propio temperamento: personas sanguíneas, flemáticas, melancólicas o coléricas. La salud era considerada una armonía relativa y la enfermedad su ruptura. El predominio de uno u otro humor no era exclusivamente un proceso interno del organismo, sino que dependía de las condiciones externas. El clima, la alimentación, la vida psíquica y emocional podían trastornar o consolidar el equilibrio humoral. Los medicamentos y los humores comparten una misma naturaleza, que bien puede ser fría, seca, húmeda o caliente, o una combinación de las anteriores, lo que justifica su poder curativo. Muchas de estas premisas de la medicina jonia son asumidas por el ayurveda. La investigación histórica no permite todavía dilucidar si estas medicinas compartieron un mismo origen o si hubo préstamos o influencias decisivas entre una y otra.

Sea como fuere, la medicina unani iría expandiéndose gradualmente por el subcontinente conforme se extendía el poder político y militar de los musulmanes. Su ejercicio se encontraba supeditado en gran medida al patrocinio de los soberanos, tanto las dinastías del sultanato de Delhi (1206-1526), como los reyes del Imperio mogol (1526-1858), apoyaron la difusión e implantación de la medicina unani en el sur de Asia. Dado que su financiación dependía de la corte, se convertiría en una disciplina esencialmente urbana. Se crearon hospitales, bibliotecas y escuelas médicas, la primera de ellas fundada en Lahore en torno al año 1160.

La trasferencia de conocimientos, técnicas y manuscritos médicos entre Persia e India experimentó un periodo de gran intensidad durante el Imperio mogol. El patrocino de la medicina primero durante el sultanato y, posteriormente y con mayor intensidad, durante el dominio de los mogoles atraería a numerosos hakim de Persia, que se desplazaron a India en busca de trabajo. Algunos de ellos se establecerían definitivamente en el subcontinente y seguirían al servicio de la corte durante generaciones. Anteriormente, la expansión del islam (entre los siglos VII y IX) había dado lugar a una intensa actividad traductora y numerosos textos de medicina jonia se vertieron al árabe, lo que condujo a un desarrollo gradual de un vocabulario médico árabe.

Así pues, en las fechas de su llegada a India, la educación médica en ámbitos musulmanes requería del conocimiento del árabe o del persa, lengua en la que estaban escritos la mayoría de los textos. Una vez completado el programa de estudios, el estudiante se ofrecía como aprendiz de un médico experimentado (hakim) y aprendía los secretos del oficio. Posteriormente se sometía a un examen de sus maestros o de algún funcionario de la corte, que le otorgaba la certificación para el ejercicio médico. Los hakim trabajaban por cuenta propia, sobre todo en los núcleos urbanos, ya fuera visitando domicilios, en los hospitales o en la corte. Ellos mismos preparaban sus medicamentos. Su código ético recomendaba atender de forma gratuita a los pobres. Las mujeres eran examinadas a través de un velo o biombo. El diagnóstico se basaba fundamentalmente en la toma del pulso y el análisis de orina, así como en un cuestionario que debía responder el enfermo, con indagaciones sobre la alimentación, el clima, el trabajo, el sueño, las deposiciones y la vida emocional.

Medicina siddha

La medicina llamada siddha (cittar en lengua tamil) es característica del sur del subcontiennte indio. Se desarrolló en paralelo al ayurveda en las regiones de habla tamil, asociadas a la cultura dravídica. En general puede decirse que coincide con los principios del ayurveda y su teoría de los humores (vāta, pitta y kapha), aunque no atribuye el predominio de estos humores a las mismas épocas de la vida. Para el ayurveda, el primero predomina en la infancia, el segundo en la edad adulta y el último en la vejez, mientras que para la medicina siddha es a la inversa.

Mezcla de misticismo, medicina y magia, la tradición siddha es una de las más antiguas de India. Incorpora elementos teúrgicos, esotéricos y alquímicos, y guarda una estrecha relación con las tradiciones tántricas. Su farmacopea se caracteriza por el uso de metales, especialmente el mercurio, y por mantener una especial devoción a una sustancia llamada muppū, portadora de poderosas capacidades de transformación física y espiritual. La tradición tiene un trasfondo mitológico asociado a la leyenda de 18 sabios de la antigüedad, denominados siddhar, admirables en el arte de los prodigios. Entre ellos se encontraban algunos alquimistas que viajaron a China y a La Meca. La costumbre de tomar el pulso es más común en la medicina siddha que en el ayurveda, donde no se convierte en práctica habitual hasta finales del siglo XIII.

El conocimiento médico se conservaba mediante la tradicional transmisión oral y en manuscritos de hojas de palma. Algunos de ellos se han encontrado en el sur de India, otros pertenecen a familias de médicos que hacen de ellos un uso privado. Entre los siddha encontramos maestros que realizan intensas prácticas yóguicas y meditativas y a los que se considera capaces de singulares prodigios. Los facultativos encuentran su inspiración en la literatura mítica y tradicional, donde medicina y espiritualidad resultan indisociables. La mayoría de los facultativos son educados en medios tradicionales, en el ámbito de familias de médicos o mediante la instrucción de un gurú.

Las diversas funciones fisiológicas y psicológicas del cuerpo se atribuyen a la combinación de siete elementos: el plasma (crecimiento y nutrición), la sangre (desarrollo de los tejidos), los músculos (complexión), los tejidos grasos (lubricación), los huesos (estructura y movimiento corporal), la mente (determinación) y el semen (reproducción). El diagnóstico se realiza mediante el examen de la lengua, el color de la piel, la voz, los ojos, el tacto, las deposiciones, la orina y el pulso. La medicación se divide en tres grupos: herbaria, sustancias inorgánicas y productos animales. Coincide con el ayurveda en asociar los componentes fisiológicos del cuerpo con los elementos físicos (tierra, fuego, aire y agua), y en la importancia de la dieta y el estilo de vida para la salud.

La historiografía de la medicina india

A lo largo del siglo XX la investigación académica sobre el ayurveda se ha basado fundamentalmente en los compendios clásicos de Caraka y Suśruta. La historiografía contemporánea sobre la medicina india se inicia en Europa a principios de siglo XX con la obra Medizin de Julius Jolly, profesor de la Universidad de Wurzburgo que impartió clases en Calcuta a finales del XIX. Publicado originalmente en alemán en 1901, el trabajo sigue siendo una referencia en los estudios de la medicina sánscrita. [2] En la década de los 1940s, Jean Filliozat, director de estudios de la Ecole pratique des hautes etudes desde 1941 a 1978, publica en París tres importantes trabajos: Magie et médecine (1943), Fragments de textes koutchéens de médecine et de magie (1948) y el más comprehensivo: La Doctrine classique de la médecine indienne. Ses origines et ses parallèles grecs (1949). (Posteriormente en los 1970s publicará la edición de un texto médico atribuido a Nāgārjuna, el Yogasataka). En 1976 Arthur L. Basham publicará “The Practice of Medicine in Ancient and Medieval India”, como parte del volumen: Asian Medical Systems, editado por Charles Leslie y publicado en California.

Una de las obras que más influencia ha tenido en la investigación reciente sobre la medicina india antigua se debe al marxista bengalí Debiprasad Chattopadhyaya, miembro destacado de la Academia de Ciencias Indias. En 1977 aparece en Calcuta Science and Society in Ancient India, donde se sostiene la tesis, probablemente falsa, de que la única disciplina completamente secular en India antigua fue la medicina. Los médicos indios, según Chattopadhyaya, «insistieron en la suprema importancia de la observación de los fenómenos naturales y en las técnicas de procesamiento racional de los datos empíricos». La obra tiene un marcado sesgo positivista, considera que la ciencia es una simple acumulación de información empírica, siendo las mutaciones teóricas meras reordenaciones de archivos. El autor califica todas las referencias a lo sagrado y al ritual en el antiguo corpus de textos como “contraideología” de las perspectivas empírico-racionales. Gran parte del trabajo es un close reading de la principal enciclopedia médica, el Compendio de Caraka. Chattopadhyaya tuvo el mérito de advertir la existencia de diferentes estratos en la obra, denunciando una brahmanización posterior de la misma mediante una dudosa genealogía que la vinculaba a las escrituras sagradas del brahmanismo. Con éxito desigual, el trabajo se esfuerza por mostrar que las divisiones sociales, especialmente el sistema de castas, fueron los principales obstáculos para el desarrollo científico en la antigüedad.

Entre 1999 y 2002, Jan Meulenbeld publica en Holanda los cinco volúmenes A History of Indian Medical Literature. Desde entonces los enfoques han cambiado considerablemente. Meulenbeld ha mostrado que existen innumerables tratados de medicina en India, escritos en sánscrito o en otras lenguas del subcontinente. El enciclopédico trabajo de Meulenbeld resume los contenidos de miles de textos, establece su fecha y analiza sus innovaciones. Puede hablarse de una auténtica revolución en los estudios de la medicina india antigua. El trabajo cubre áreas apenas exploradas: alquimia, veterinaria y literatura culinaria, información valiosa sobre la transmisión de la literatura médica india al Tíbet durante la Edad Media, y un exhaustivo informe sobre la identidad y época de Caraka, Suśruta y Vāgbhaṭa, los tres compiladores de las enciclopedias médicas clásicas. Meulenbeld, ya retirado, sigue actualizando su bibliografía, accesible gracias a un recurso online. [3]

Otro de los hitos de la investigación reciente se debe al sanscritista inglés Dominik Wujastyk, que hasta hace poco trabajaba en el Instituto Wellcome de Historia de la Medicina y actualmente está en la Universidad de Viena, donde participa activamente, junto con otros investigadores, en el llamado Caraka Project. Wujastyk es autor de numerosos artículos sobre la medicina antigua del subcontinente y de la obra The Roots of Ayurveda: Selections from Sanskrit Medical Writings (1998). Un trabajo que ofrece traducciones de fragmentos significativos de enciclopedias médicas de diferentes periodos históricos: Caraka (siglo II), Suśruta (siglo IV), Manuscrito Bower (siglo VI), Vāgbhaṭa (siglo VII) y Śārngadhara (siglo XIV), y un breve análisis sobre los contextos históricos y sociales de las diferentes obras. Wujastyk indica además algunas de las pautas para la traducción de la terminología médica sánscrita, fundamentalmente con relación a la flora y la fauna.

Sobre las relaciones entre budismo y medicina, son especialmente útiles los trabajos de Kenneth Zysk, de la Universidad de Copenhague. En 1985 publicó Medicine in the Veda. Religious Healing in the Veda, que recoge información médica extraída de los estratos más antiguos de la literatura sánscrita: las colecciones de himnos védicos. El volumen contiene traducciones y anotaciones de himnos del Ṛgveda y del Atharvaveda, así como de los textos rituales asociados a estos himnos, la llamada literatura auxiliar (vedanga). Sin embargo, con relación a la participación de las comunidades budistas en la preservación, legitimación y transmisión del conocimiento médico, la obra de mayor utilidad, fundamentalmente debido a las pistas que apunta y deja sin explorar, es Asceticism and healing in ancient India: Medicine in the Buddhist monastery, publicada por Oxford University Press en 1991. Se trata de una investigación, con enfoques antropológicos e histórico-sociales, sobre el papel de la comunidad monástica y las comunidades ascéticas en la acumulación del conocimiento médico desde el siglo IV a. EC. Se ha convertido en un libro de referencia sobre el tema. Zysk ofrece argumentos convincentes que sugieren que el origen del ayurveda como sistema formal de medicina se encuentra en las tradiciones orales de las escuelas itinerantes y ascéticas heterodoxas al brahmanismo. Zysk localiza e identifica algunos de los fragmentos del Compendio de Caraka que se encontraban ya en la literatura budista.

Ciencia no occidental

Respecto a su actividad científica, India se encuentra hoy día entre las diez primeras naciones del mundo, sin embargo solo en las últimas décadas encontramos investigaciones rigurosas en el campo de la historia de la medicina y de la ciencia. Quizá esta sea una de las razones que explican que las librerías de Delhi o Bombay se encuentren llenas de volúmenes que sostienen que en la época védica ya se conocía la termodinámica, la relatividad o las teorías del big-bang. El único departamento de historia de la ciencia en las universidades indias se encuentra en la Banaras Hindu University (BHU), a caballo entre la Facultad de Ciencias y la Facultad de Humanidades, donde ofrece los programas de “History of Science and Technology” y “Historical and Comparative Studies of the Sciences and the Humanities”, respectivamente.

El estudio de la medicina y de las ciencias en las culturas no occidentales empezó a llamar la atención de los historiadores de la ciencia en los 1960s, dando lugar a la creación de diversas revistas especializadas: Historia Scientarum (1962), antiguamente Japanesse Journal of the History of Science, Indian Journal for the History of Science (1966), Journal for the History of Arabic Science (1977), Quipu. Revista Latinoamericana de Historia de las Ciencias (1984), cuyos enfoques han ampliado considerablemente el campo de los estudios históricos sobre la ciencia. En 1995 Joseph Needham, autor de Science and Civilisation in China, muere en Cambridge. Dos años después se publica en Boston la Encyclopaedia of the History of Science, Technology and Medicine in Non-Western Cultures, editada por Helaine Selin. En 2000, Hessenbruch publica el Reader’s Guide to the History of Science, donde aparecen diversas entradas dedicadas a las ciencias de Latinoamérica, África, India y China. Se advierte de un modo cada vez más claro que las ciencias no se limitan a una parte del mundo y que los logros científicos pueden rastrearse en “culturas no occidentales”. Aunque la propia definición sea ya eurocéntrica, se constata un esfuerzo por superar las viejas concepciones de la historiografía colonial.

Cualquier aproximación a la historia de las ciencias en India requiere en primer lugar definir qué entendemos por ciencia y qué entendemos por “India”. El término “India” no es, en el caso del ayurveda, una designación geográfica, sino cultural. Podemos encontrar manifestaciones de la cultura médica india tanto en Bali como en California, por no hablar de Sri Lanka, Pakistán, Tíbet o Bangladés. Por otro lado, la definición de medicina que utilizamos se aleja de concepciones eurocéntricas, según las cuales todo lo que no sigue el modelo científico occidental es antropología. Es obvio que cuando hablamos de medicina en el contexto de la antigüedad no nos estamos refiriendo al fenómeno altamente institucionalizado al que estamos acostumbrados hoy en universidades y laboratorios de investigación. En este caso utilizamos el vocablo “medicina” para referirnos a toda una serie de inquisiciones, prácticas, legitimaciones, representaciones y transmisiones del conocimiento de la mente y del cuerpo humano.

El presente estudio entiende la actividad científica como los modos particulares, culturalmente condicionados, de generar y transmitir el conocimiento. Presta una atención especial a la impronta espacial del conocimiento médico (que se construye a una escala local), a los diversos modos de defensa y legitimación de dicho conocimiento y a la carga simbólica de sus representaciones (lo que hoy día se llama la dimensión pública de las ciencias). En esta aproximación, las manifestaciones científicas no solo han dejado de estar libres de condicionamientos históricos, sociales y culturales, vieja reivindicación de los estudios sociales de la ciencia, sino que han dejado de ser un producto exclusivo de las sociedades tecnológicas modernas. [4]

La genealogía del desinterés por las ciencias “no occidentales” fue una consecuencia derivada de la confrontación entre las llamadas dos culturas: «Como consecuencia de la profesionalización y organización de las comunidades científicas en el siglo XIX, comienza a surgir cierto interés por la historia de la ciencia. Un interés dirigido fundamentalmente hacia asuntos técnicos y especializados. La arrogancia cada vez más evidente de las ciencias naturales hace que se distancien de las humanidades y un cisma paralelo ocurre en la naciente historia de la ciencia, que se separa de disciplinas como la filosofía, la historia de las civilizaciones o la teoría histórica. Y comienza a extenderse la idea de que la filosofía puede aprender de la historia de la ciencia mientras que esta no tiene nada que aportar a aquella. [...] La confianza ciega en los métodos y posibilidades de la ciencia que acompañó al movimiento positivista en el XIX resultó en una forma relativamente no histórica de la historia de la ciencia. Considerando los métodos científicos indisputables y universales, la perspectiva histórica quedó reducida, quedando limitado el interés a la historia contemporánea y sus inmediatos predecesores». [5] Hoy las cosas han cambiado. La actitud mencionada por Kragh se encontraba todavía marcada por la ideología colonial, creando la impresión de que, histórica y sociológicamente, la ciencia era un fenómeno solo occidental, concentrado en unos pocos países ricos. Mientras la ciencia podía ser internacional, la historia de la ciencia no lo era. La preocupación de los profesionales de la historia de la ciencia por los Grandes Poderes del hemisferio occidental no solo mostraba la importancia de estos países en el desarrollo de la ciencia, sino que reflejaba también su fuerza económica y científica. Ha habido que esperar hasta los años sesenta del pasado siglo para que empezara a surgir el interés por los desarrollos científicos producidos en culturas no occidentales. «La sensación de que la historia de la ciencia dominante ha pasado por alto a países pequeños, aislados o que por alguna razón se sitúan en la periferia de la República Científica [como en el caso de India] es amplia y no enteramente infundada». [6]

En 1999 Mario Biagioli publica The Science Studies Reader, que quiere ser no tanto un canon, sino una colección de muestras de trabajos de excelencia en historia de la ciencia. El volumen recoge dos artículos sobre la ciencia en la antigüedad china (Geoffrey Lloyd, 1996, y Roger Hart, 1998). El propio Biagioli reconoce que las cuestiones sobre cómo las culturas no occidentales han entendido y conceptualizado la naturaleza (y su comparación con los modelos occidentales) forman parte de un debate más amplio, en el que participan antropólogos, filósofos e historiadores, sobre las relaciones entre “Occidente” y el “resto”, y subraya que los estudios sobre la ciencia tienen aquí un importante papel que desempeñar. Aunque el volumen de Biagioli no recoge ninguna participación sobre India, el propio compilador reconoce la importancia de los trabajos ya realizados en el campo.

La historia de las ciencias ha ampliado tanto sus intereses y áreas de investigación que ya no resulta fácil decir qué es ciencia y qué no lo es. Cuando nos trasladamos a India antigua, la discriminación sobre qué debe contar como ciencia y qué no aumenta exponencialmente. Como ha señalado Geoffrey Lloyd, si nos ceñimos a la idea de ciencia como el fenómeno altamente institucionalizado que conocemos hoy, probablemente no podríamos remontarnos más allá de siglo XX. Todo ello ha generado toda una serie de problemas de identidad en la disciplina. Estas ansiedades no son exclusivas de la historia de las ciencias. Los historiadores del arte se encuentran cada vez con más dificultades a la hora de dilucidar qué debe contar como arte y qué no, y lo mismo podría decirse de la historia de las religiones. Algo parecido ha ocurrido en los cultural studies, donde se ha cuestionado la legitimidad de trazar los límites entre la “alta” y la “baja” cultura, considerando dichas demarcaciones consecuencia de una agenda política, generalmente opresora. [7]

Los historiadores han incrementado su crítica de la idea de que haya algo que pueda responder a la rúbrica “ciencia”, embarcándose en el estudio de ideas, prácticas e instituciones que, a través de no pocas contingencias históricas, han acabado por convertirse en lo que la gente común llama “ciencia” o “conocimiento científico”. Esa preocupación ha sido señalada recientemente por Peter Dear en su conferencia ante la Sociedad de Historia de la Ciencia de 2004. La historia de la ciencia en muchos aspectos ha mejorado, pero se ha vuelto menos identificable. Es claro que los tiempos en que la disciplina era una mera “celebración” de las triunfantes ciencias de principios del siglo XX han pasado. Steven Shapin ha escrito recientemente que no hay tal cosa como “la” ciencia y que “el silencio general sobre la identidad de nuestra materia de estudio es uno de los logros supremos de nuestro campo. Sentimos que estamos en lo correcto al identificar la especificidad y el carácter heterogéneo de cualquier cosa que pueda contar como ciencia; sentimos, aunque raramente lo celebremos, que esta especificidad es signo de que “hemos progresado”, pero, desde otro ángulo, la misma sensibilidad hacia la especificidad y el silencio acerca de la “ciencia” es el secreto inconfesable (dirty secret) de la disciplina. Conforme mejoramos y mejoramos haciendo historia de la ciencia, nos gusta pensar que sabemos menos y menos lo que constituye la “ciencia” frente a otras formas diferentes de la cultura». [8]