{Portada}

Título original: SMILE AT FEAR

© 2009 by Diana J. Mukpo

Published by arrangement with Shambhala Publications, Inc.

Para más información, véase el apartado “Fuentes”.

© de la edición en castellano:

2011 by Editorial Kairós, S.A.

www.editorialkairos.com

© de la traducción del inglés:

María Tabuyo y Agustín López

Primera edición: Marzo 2011

Primera edición digital: Noviembre 2011

ISBN-13: 978-84-7245-895-6

ISBN epub: 978-84-9988-120-1

Composición: Pablo Barrio

Todos los derechos reservados.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

Un dharma poderoso anima a despertar nuestra audacia y la sabiduría de nuestro corazón. [...] de uno de los maestros más extraordinarios y brillantes de los tiempos modernos.

JACK KORNFIELD

Cuando algo te asusta tienes que relacionarte con el miedo, investigar por qué estás asustado y desarrollar algún sentimiento de convicción. Sí, puedes mirar al miedo. Entonces el miedo deja de ser la situación dominante que está a punto de vencerte. Se puede derrotar al miedo. Te puedes librar de él si comprendes que ese miedo no es un ogro. Puedes pisar al miedo y, de ese modo, puedes alcanzar lo que se conoce como valentía o audacia. Pero eso exige que, cuando veas al miedo, sonrías.

CHÖGYAM TRUNGPA, El sol del gran Este

Sumario

Portada

Créditos

Índice

Citas

Prólogo de la editora

Parte I: La senda del guerrero

1. Enfrentarte a ti mismo

2. Meditación: toca y suelta

3. La Luna en el corazón

4. El Sol en la cabeza

5. La naturaleza indestructible

6. El mundo sagrado

7. La educación del guerrero

8. No violencia

Parte II: El camino de la audacia

9. Vencer la duda

10. Las herramientas de la valentía

11. La audacia incondicional

12. Unir el Cielo con la Tierra

13. Hacerse amigo del miedo

14. La no existencia monumental

Parte III: Cabalgar la energía del caballo de viento

15. La confianza incondicional

16. Descubrir el caballo de viento

17. La chispa de la confianza

18. El otro lado del miedo

19. Invencibilidad

20. Cómo invocar al caballo de viento

Conclusión

El valor y la alegría son realmente tuyos

Postfacio de la editora

Agradecimientos

Fuentes

Otras lecturas y recursos

Sobre Chögyam Trungpa

Notas

Contraportada

PRÓLOGO DE LA EDITORA

Éste es un libro que trata de todos nuestros miedos, desde la ansiedad y el pánico momentáneos a los terrores mayores que podamos afrontar sobre la vida y la muerte. Trata también del origen fundamental del miedo y la ansiedad, que nos afectan a todos. El autor ofrece consejos prácticos, pero no recetas de urgencia. Fundamentalmente trata de ayudarnos a transformar nuestra vida y nuestras percepciones, de manera que podamos vencer el miedo y no sólo suprimirlo durante un tiempo. Para llegar de verdad a no tener miedo, nos dice, debemos dejar de escapar del miedo y empezar a trabar amistad con él. Debemos aprender a sonreír al miedo. Ésta es una parte fundamental de la victoria.

Mientras escribo este prólogo, nos encontramos en medio de una dramática crisis económica que está creando oleadas de miedo e inquietud por todo el mundo. Parece un tiempo muy apropiado para un libro que se ocupa del miedo. Dada la condición humana y el caos en que se encuentra el mundo, es probablemente un buen momento para investigar el tema del miedo y la valentía.

Chögyam Trungpa, uno de los más importantes maestros budistas del siglo XX, murió en 1987. Sin embargo, estas enseñanzas sobre la condición del guerrero y el valor parecen escritas para este mismo momento. Él pensaba que Occidente, y en realidad el mundo entero, debería afrontar inmensas dificultades en el siglo XXI, y hablaba a sus discípulos de esas dificultades potenciales con una mezcla de confianza y realismo. Trungpa Rinpoche (rinpoche es un título para los maestros realizados que significa “sumamente valioso”) estaba seguro de que la humanidad podría habérselas con lo que pudiera venir, pero estaba igualmente seguro de que los retos serían considerables. Yo mantuve con él conversaciones en las que reflexionamos en profundidad sobre el futuro económico y político de Norteamérica y de otras partes del mundo.

El propio Rinpoche encarnaba el valor y la compasión. En 1950, su patria, el Tíbet, fue invadida por los comunistas chinos, y él se vio obligado a huir del país en 1959 sabiendo que habían puesto precio a su cabeza. Se puso en camino y partió, a pie, desde un alejado paraje del Tíbet oriental, para buscar refugio en la India, a la cabeza de un grupo de trescientos tibetanos en un viaje que duró diez meses. Ni que decir tiene que se encontraron con desafíos extremos y numerosas oportunidades de afrontar a sus miedos.

La mayor parte del grupo fue capturado en los últimos meses del viaje, cuando atravesaban el río Brahmaputra, en el Sur del Tíbet. Sólo unos cincuenta consiguieron llegar a la India. A lo largo del viaje, Trungpa Rinpoche contó con la intuición meditativa como base de su fuerza y su valor, y nunca dejó de recomendar esta actitud a los demás.

Por desgracia, después de escapar del Tíbet nunca volvió a ver a su madre ni a ningún otro miembro de su familia. Sin embargo, años más tarde expresó sus sentimientos de gran compasión por Mao Tse-tung, el líder revolucionario que ordenó la invasión del Tíbet. En este libro revela las enseñanzas budistas que constituyen la base de este tipo de valor compasivo.

Todos podemos despertar en nuestra vida el mismo tipo de valor. Lo que nos aterra no cambia tanto de década a década, de una persona a otra. El temor fundamental con el que tenemos que trabajar es el miedo a perdernos. Cuando la fortaleza del ego es amenazada, el miedo es uno de nuestros mecanismos de defensa más fuertes. Empezar a desmontarlo es uno de los mejores regalos que podemos ofrecernos a nosotros mismos o a los demás.

En este volumen, Chögyam Trungpa utiliza la imagen del guerrero a la hora de describir la actitud que podemos tomar para invocar la valentía y el valor en nuestra práctica espiritual y en nuestra vida. Rinpoche comprendió que lo secular y lo religioso tenían que estar más plenamente unidos en la espiritualidad moderna, a fin de que la espiritualidad pueda servir realmente a las necesidades de esta época. Esto se refleja aquí en su uso de la imagen de Shambhala, un país mítico de ciudadanos iluminados, gobernado por monarcas benevolentes. Shambhala es un símbolo de la aspiración a construir una sociedad justa. Subraya igualmente la importancia de comprometerse por completo con la vida cotidiana. Al hablar del poder del mundo de Shambhala, está señalando también que trabajar con los aspectos ordinarios y mundanos de la vida puede tener una dimensión trascendente, mostrándonos que el mundo como tal contiene dignidad y belleza.

Chögyam Trungpa habla de muchos niveles de trabajo con el miedo, incluyendo la forma adecuada de afrontar las situaciones más extremas, como tener que luchar con un enemigo real, no sólo con un obstáculo mental. La época en que vivimos parece exigir esa condición de echarle valor a la vida, condición que él mismo ejemplificó. Al haber pasado por situaciones vitales particularmente difíciles, comprendía los retos de la vida real. No se negó a tratar sobre esas situaciones. Al mismo tiempo, nos dice también que cada momento puede ser una oportunidad para despertar la confianza, si somos capaces de ver la sacralidad de la vida diaria. Éste es también un poderoso antídoto contra el miedo y la inquietud. Una de las características más sobresalientes de su planteamiento es que rechaza con firmeza la agresividad como estrategia para vencer los obstáculos. Un pozo profundo y poderoso de amabilidad es la base del valor para el guerrero de Shambhala, el practicante que quiere comprometerse plenamente con la vida sin arrogancia ni agresividad. Cuando nos sentimos amenazados, es muy fácil reaccionar con ira. Cuando nos golpean, queremos devolver el golpe. Rinpoche nos muestra alternativas que son poderosas sin ser destructivas. Ésta es la sabiduría que necesitamos.

Pero estas enseñanzas no son sólo impactantes, sino también sinceras. Subrayan nuestra conexión con el corazón de las enseñanzas, que se podría decir que es tanto el corazón del Buddha como el de Shambhala. El amor es inmensamente poderoso, como todos sabemos. Chögyam Trungpa describe el nexo con la bondad y la tristeza como la energía que impulsa el desarrollo del valor, la condición del guerrero verdaderamente humano, y en ello insiste repetidas veces. Unificar suavidad y dureza como parte de la senda del guerrero es también un elemento clave. Una y otra vez recomienda la disciplina de la meditación como la llave para desbloquear ese potencial.

En definitiva, éste es un libro sobre cómo ser auténtico, sobre cómo ser plenamente humano. Si estamos dispuestos a ser vulnerables, desde esa vulnerabilidad podremos descubrir también la invencibilidad. Cuando no tenemos nada que perder, no podemos ser derrotados. Cuando no tenemos nada que temer, no podemos ser vencidos.

Espero que el lector disfrute este viaje a través del miedo y el valor. Que dé nacimiento a la auténtica valentía. Que procure la sonrisa de la audacia. Que ayude a traer paz y prosperidad a este mundo.

CAROLYN ROSE GIMIAN

Halifax, Nueva Escocia

PARTE I:

LA SENDA DEL GUERRERO

Convertirse en guerrero y enfrentarse a sí mismo es una cuestión de honradez, no una condena. Mirándote a ti mismo puedes descubrir que has sido bueno o malo, y te puedes sentir muy mal contigo mismo. Tu existencia puede parecerte miserable, tan negra como boca de lobo, como el Agujero Negro de Calcuta. O puedes ver algo bueno de ti. La cuestión es, sencillamente, afrontar los hechos. La honradez desempeña un papel muy importante. Limítate a contemplar la verdad simple, directa, sobre ti mismo. Cuando empiezas a ser honrado contigo mismo, desarrollas un nivel de verdad auténtico y visceral. Lo que no significa necesariamente limitarte. Simplemente descubre lo que hay, míralo y, entonces, ¡alto! Primero, mírate, pero no te condenes. Es importante ser pragmático, estar en lo que se está. No tienes más que mirar, y cuando veas la situación de la manera más completa, empezarás a ser un guerrero.

1. ENFRENTARTE A TI MISMO

Nuestro tema es la condición del guerrero. Cualquiera que esté interesado en escuchar la verdad –lo que en el budismo llamamos el dharma–, quien esté interesado en saber más sobre sí mismo o sobre sí misma, y quien esté interesado en practicar la meditación, es básicamente un guerrero. Muchos planteamientos acerca de la espiritualidad y de la vida están influidos por la cobardía. Si tienes miedo de verte a ti mismo, puedes utilizar la espiritualidad o la religión como una manera de mirarte sin ver de ti nada en absoluto. Cuando uno se siente avergonzado, no hay en ello valentía alguna. Sin embargo, si alguien está dispuesto a mirarse, a explorar y practicar el despertar de forma inmediata y real, esa persona es un guerrero.

“Guerrero” es aquí la traducción de la palabra tibetana pawo. Pa significa “valiente”, y wo lo convierte en “una persona que es valiente”. La tradición del guerrero que estamos analizando es una tradición de valentía. Quizá se tenga la idea de que un guerrero es alguien que hace la guerra. Pero, en este caso, no hablamos del tipo de guerreros que se dedican a hacer la guerra. Aquí “guerrero” se refiere a la valentía y la audacia esenciales.

La condición del guerrero se basa en la superación de la cobardía y de la sensación de estar herido. Si nos sentimos fundamentalmente heridos, podemos tener miedo de que alguien venga a darnos unos puntos de sutura para curar nuestra herida. O tal vez ya tengamos puestos los puntos, pero no nos atrevemos a dejar que nadie nos los quite. El planteamiento del guerrero es afrontar todas las situaciones de miedo o cobardía. El objetivo general del guerrero es llegar a no tener miedo. Pero el terreno del guerrero es el miedo mismo. Para ser audaz, primero tenemos que descubrir lo que es el miedo.

El miedo es nerviosismo; el miedo es inquietud; el miedo es una sensación de incapacidad, el sentimiento de que podemos ser incapaces de enfrentarnos a los desafíos de la vida diaria. Sentimos que la vida es abrumadora. La gente puede hacer uso de tranquilizantes o del yoga para suprimir su miedo: tan sólo tratan de flotar de un lado a otro de la vida. De vez en cuando pueden tomarse un descanso para ir a una cafetería o un centro comercial. Disponemos de todo tipo de chismes y artilugios innecesarios que usamos con la esperanza de poder experimentar la audacia simplemente olvidándonos del miedo.

¿De dónde procede el miedo? El miedo procede de un desconcierto básico. ¿De dónde procede el desconcierto básico? De la incapacidad para armonizar o sincronizar la mente con el cuerpo. En la práctica de la meditación, si estás mal sentado en el cojín eres incapaz de sincronizar la mente con el cuerpo. No tienes la sensación de estar en tu lugar ni en tu postura. Esto se aplica también al resto de la vida. Cuando no te sientes adecuadamente fundamentado o asentado en tu mundo, no puedes relacionarte con tu experiencia ni con el resto del mundo.

Así que el problema comienza de una manera muy simple. Cuando el cuerpo y la mente están desincronizados te sientes como una caricatura de ti mismo, casi como un imbécil primordial o un payaso. En esa situación es muy difícil relacionarse con el resto del mundo.

Ésa es una expresión simplificada de lo que se conoce como la mentalidad del Sol poniente: haber perdido por completo la pista de la armonía básica del ser humano. La idea del Sol poniente refleja el hecho de que la luz está desapareciendo de tu mundo y no puedes elevarte por encima de la oscuridad. Sientes que sólo hay desdicha, nubes, la mazmorra, la vida en la cuneta. Para compensarlo, puedes ir a una oscura mazmorra sin apenas iluminación, y emborracharte. Es decir, ir a lo que se llama un club. Bailas como un mono borracho que olvidó hace mucho tiempo los plátanos y su hogar en la jungla. Así que el mono se da un banquete de cerveza barata mientras menea la cola. No hay nada malo per se en el hecho de bailar, pero en este caso es una forma de escapar o de evitar el miedo. Es muy triste. Ése es el Sol poniente. Un callejón sin salida, un verdadero callejón sin salida.

A diferencia de eso, el Gran Sol Oriental es el Sol que sale plenamente en tu vida. Es el Sol del despertar, el Sol de la dignidad humana. Es Grande porque representa la elevación y las cualidades de apertura y amabilidad. Tienes un sentido elevado de tu posición o tu lugar en el mundo, lo que llamamos tener una buena cabeza y unas buenas espaldas. Está en Oriente porque tienes la sonrisa en el rostro. Oriente es el concepto del amanecer. Cuando miras hacia afuera por la mañana, lo primero que ves es la luz procedente de Oriente, incluso antes de que salga el Sol. Por eso Oriente es la sonrisa que tienes al despertar. El Sol está a punto de salir. El aire fresco viene con el alba. Por eso el Sol está en Oriente y es Grande.

Aquí, el Sol es un Sol completamente maduro, el Sol que ves en el firmamento hacia las diez de la mañana. Es lo opuesto de la imagen del mono borracho bailando a medianoche bajo la débil luz de las bombillas eléctricas. ¡El contraste es sorprendente, extraordinario! La visión del Gran Sol Oriental es elevada y despierta, fresca y precisa.

Podremos entrar más adelante en otros detalles, pero primero debemos tratar de la comprensión fundamental del miedo y la audacia. Uno de los obstáculos principales para la audacia son los modelos habituales que nos permiten engañarnos. De ordinario, no nos permitimos experimentarnos de forma plena. Es decir, tenemos miedo de enfrentarnos a nosotros mismos. Experimentar el núcleo íntimo de la propia existencia es algo que a muchos les resulta embarazoso. Muchas personas tratan de encontrar una senda espiritual en la que no tengan que enfrentarse a sí mismas, pero en la que puedan, no obstante, liberarse: liberarse, en realidad, de sí mismos. Verdaderamente, eso es imposible. No podemos hacer tal cosa. Tenemos que ser honrados con nosotros mismos. Tenemos que ver nuestras tripas, nuestra mierda real, nuestras partes más indeseables. Tenemos que verlo. Ése es el fundamento del guerrero y la base para vencer el miedo. Tenemos que afrontar nuestro miedo; tenemos que mirarlo, estudiarlo, trabajar con él y practicar la meditación con él.

Tenemos también que abandonar la noción de un salvador divino, lo que no tiene nada que ver con la religión a la que pertenezcamos, sino que se refiere a la idea de alguien o algo que nos salvará sin que nosotros tengamos que experimentar ningún dolor. En realidad, abandonar ese tipo de falsa esperanza es el primer paso. Tenemos que estar con nosotros mismos. Tenemos que ser personas reales. No hay posibilidad de esperar lo mejor yéndose por las ramas. Si realmente estás interesado en trabajar contigo, no puedes llevar esa especie de doble vida, adoptando ideas, técnicas y conceptos de todo tipo, simplemente para escapar de ti. Eso es lo que llamamos materialismo espiritual: confiar en tener un sueño agradable, bajo el efecto de somníferos, y que cuando despiertes todo esté bien atado; que todo esté bien curado. Así no tendrás que sufrir ningún dolor ni plantearte ningún problema.

En una disciplina espiritual auténtica no es posible hacer eso. Podrás convencerte de que hay alguna disciplina religiosa que te permite pasar directamente al éxtasis espiritual. Podrás convencerte de que este mundo no existe; de que sólo el reino del espíritu existe. Sin embargo, más adelante algo se volverá en tu contra, porque no podemos engañar a la norma básica, lo que se conoce como karma o ley de causa y efecto. No podemos hacerle trampas.

Tenemos mucho que afrontar. Tenemos mucho que abandonar. Tal vez no quieras hacerlo, pero, sin embargo, deberás hacerlo si quieres ser amable contigo mismo. Todo se reduce a eso. Pero si quieres hacerte daño consintiendo la neurosis del Sol poniente, es un asunto tuyo y de nadie más. Nadie puede salvarte de ti mismo. Aunque, más tarde, sin duda lo lamentarás muy profundamente. Y, para entonces, puede que hayas acumulado tanta basura que sea casi imposible arreglar la situación. Sería lamentable ir a parar a una situación como ésa.

A menudo preferimos hacernos daño a nosotros mismos. Parece que nos sentimos mejor siguiendo nuestros patrones habituales de conducta que ayudándonos. Puedes haber oído en el colegio que estudiar mucho será bueno para ti. Tus padres te habrán dicho que te comas toda la comida que tienes en el plato, porque es bueno para ti. Hay un montón de gente en el mundo que pasa hambre, y tú tienes la fortuna de tener esa comida en el plato. Cómetela. Tal vez ese consejo sea útil. Cuando escuchabas esas cosas podían parecer completamente tontas desde el punto de vista de tu estado mental. Sin embargo, esa ortodoxia y esa expresión de disciplina pueden contener un elemento de verdad.

Debemos tomar la decisión de mirarnos a nosotros mismos y experimentarnos de un modo honrado. Algunos se descubrirán en situaciones absolutamente miserables y profundamente degradantes. Otros pueden encontrarse en una situación buena y brillante. Sea como fuere, bien nuestra exploración nos procure esperanza, o bien infunda temor, mirémonos a nosotros mismos. Tenemos que descubrirnos, enfrentarnos a nosotros mismos, y, más allá de eso, tenemos que abandonar nuestra intimidad, nuestra inhibición.

Puede haber aquí un problema semántico con la forma en que uso la palabra intimidad. La verdad es que cuando abandonas tu intimidad, ése es el único momento en que puedes estar contigo mismo. Nuestra concepción habitual de la intimidad no corresponde a la verdadera intimidad. Decimos: «necesito intimidad». Pero si te encierras en tu supuesta intimidad, te descubres metiéndote dentro de ti mismo. Y no hay ninguna intimidad en esa situación. La intimidad no existe. En lugar de ello, te sientes completamente bombardeado por emociones internas y pensamientos que te sustraen la posibilidad de estar contigo mismo y relajarte por completo. Una vez empiezas a abandonar esa intimidad, abres tu corazón y toda tu existencia al resto del mundo, y entonces descubres una intimidad mayor. Descubres que se está produciendo un descubrimiento real de ti mismo.

La única manera de relajarte es abrir tu corazón. Entonces tienes la oportunidad de ver quién eres. Esta experiencia es como abrir un paracaídas. Cuando saltas desde un avión y abres el paracaídas, estás allí, en el firmamento, por ti mismo. A veces es muy aterrador, pero cuando das ese paso, toda la situación, todo el viaje, adquiere sentido. Realmente tienes que hacerlo, y entonces comprenderás. Abandonar la intimidad no es un proceso de educación y lógica, sino que sucede en directo, en el acto mismo de hacerlo.

Hay que abandonar la inhibición, pero eso no se debe convertir en exhibicionismo. Permaneces fiel a ti mismo si abandonas la inhibición. Sólo abandonas tu intimidad, tu sensación de timidez, y el anhelo de tener un “viaje” personal. Abandonar eso no significa que tengas que convertirte en un exhibicionista, sino que puedes ser una persona verdadera. Cuando dejas de fumar cigarrillos no tienes que proclamar lo que has hecho. Tal vez nadie se dé cuenta. Simplemente, no vuelves a fumar. Podría resultarte triste que nadie apreciase tu virtud, pero, por otra parte, ¿qué importa? Cuando abandonas tu intimidad sigues sosteniéndote y andando sobre dos pies, como los demás seres humanos. Miras al universo con dos ojos, y eso está bien, excelente. Has llegado a ser un ser humano plenamente decente por primera vez, pero no tienes por qué proclamarlo. Te paras cuando el semáforo está en rojo. Sigues adelante cuando está en verde. Es un mundo aburrido. Uno tiene que dar el primer paso. Entonces descubres que sigues manteniendo la misma antigua reputación, que a veces es terrible, a veces buena, pero siempre firme. Es muy divertido en algunos momentos, quizá doloroso también. ¡Tal vez no! En cualquier caso, bienvenido al mundo del guerrero.