AGRADECIMIENTOS

Quiero agradecer a todos y cada uno de los protagonistas que han participado en esta historia oral por su colaboración, que, en algunos casos, va mucho más allá de la entrevista: han compartido conmigo nombres, contactos, teléfonos, fechas, lugares y todo tipo de información esencial para este proyecto. Sin la prodigiosa memoria, enorme generosidad y predisposición de Juan Martínez Muñoz y Luis Bonías, este libro no sería tan exacto y completo, sin duda.

A mi editorial, Contra, por confiarme mi primer libro, y a mi editor, Didac, por su paciencia y entusiasmo en este proyecto. Y a Nando Cruz por mostrarme el camino.

A Ainhoa, directamente por todo: el fin de semana vuelve a existir. A mis hijos Roger y Hugo. A la familia Costa y a la familia Zuazu. A Itxi por echarme un cable cuando más lo necesitaba. Y a Borja Malet, la primera persona que me habló de lo que se cocía allí en Valencia, a mis tiernas diecisiete primaveras, y me puso cintas de Chocolate y Spook.

A Jaime Romero, «Medi», las chicas y todo el equipo de La Salvaora por hacerme sentir como en casa, lejos de la mía, y por servir el mejor arroz de Valencia. A Fran Campos, Daniel Kyo, David Ortolá, Alejandro Serrano, Toni Soriano, José A. Reverte, Héctor Nillo, Josep Llop, Erick, Vladimir Daniel Arias, Juanma Martínez y a todos los amigos que he hecho en Valencia. Al Hostal Antigua Morellana por hacer mis viajes a Valencia más llevaderos, y al bar El Kiosko y al Café Lisboa por quedar tan cerca del hostal.

A todas las personas que en algún momento me han prestado su ayuda de una u otra manera: Filippo Vicente Martí, Iván «Abailar», Pepe Sena, Lucía Lijtmaer, César Andión, Carlos García Bayona, Lluís Torrents, Marc Piñol, Fra, David Lost, Elesbaan, David Sáenz, Rafa Quilis, Javier Verdes, Julio Madroñal, Miqui Otero, Abraham Rivera, Toni Rubies, Alfonso Evita, Carlos Rego, Javier Vázquez de makineros.com, Ruta del Bakalao Valencia – Remember the Music, Oriol y Jan Costa.

A Daniel Faidella por el chance.

Y a los Planazos por estar ahí en todo momento: ¡vuelven las cañas de los viernes!

TOPS

En su momento, invité a todos los DJ de ¡Bacalao! a seleccionar una lista con algunos de sus temas favoritos, de entre los años que abarca esta historia oral. No me podía imaginar dónde me estaba metiendo, ni que íbamos a quedarnos todos atrapados en el espinoso valle del top. Charlar durante horas y horas sobre historias acontecidas hace veinticinco o treinta años es una cosa. ¡Cuando quieras, nano! Pero seleccionar diez canciones, ¡solo diez!… Eso mejor ya lo vamos viendo.

La mayoría han tardado meses en hacerlo. Algunos me han pasado dos tops, o uno de 10+1. Dos de ellos me han pasado solo nombres de artistas, demasiadas canciones para escoger una sola. Y otros, finalmente, nunca llegaron. Este es el resultado de su esfuerzo por reunir, en su lista, una selección de algunos temazos de aquella época, muchos de los cuales sonaron a todo volumen en los clubs donde pincharon.

JUAN SANTAMARÍA

TOP 10

TOP 10 ALTERNATIVO

CARLOS SIMÓ

QUIQUE Y JUANJO SERRANO

JUANITO «TORPEDO»

[TOP ORIGINALMENTE PUBLICADO EN LA SECCIÓN «READER’S CHART» DEL MELODY MAKER]

JOSÉ CONCA

LUIS BONÍAS

TOP 10 + 1

TONI «EL GITANO»

KIKE JAÉN

DAVID «EL NIÑO»

ARTURO ROGER

NANDO DIXKONTROL

TOP 10 (PARA LLEVARSE A UNA ISLA DESIERTA)

JORGE ALBI

JESÚS BRISA

RAMÓN MOYA

TOP POP-ROCK

TOP ELECTRÓNICA

RAFA PASTOR

«LOS GEMELOS»

CRISTIAN G. MARTÍ

AMABLE

ALFREDO FIORITO

H4L 9000

LISTA 80/90 NACIONAL

LISTA 80/90 INTERNACIONAL

JAVIER BUSTO

AGE OF LOVE
(REPRISE)

Cientos de miles de fiesteros pisaron en algún momento las pistas de baile de los templos discotequeros valencianos. Dos catalanes y un valenciano nos hablan de aquellas noches locas que se juntaban con el día.

IMPOSIBLE136: Si no recuerdo mal, las primeras noticias que tuve sobre Valencia debieron de ser en el año 89, que ya habían abierto el Psicódromo y el Verdi en Barcelona, y mis amigos más próximos a este círculo ya empezaban a tener sus primeras experiencias con el tema. En aquella época yo tenía dieciocho años, y una buena amiga mía, de mi edad, tenía un novio de treinta y dos años que ya bajaba a Valencia. Ella, incomprensiblemente, todavía no había ido y un día me dijo, «oye, Toni, que el Miqui no me quiere llevar a Valencia, ¿nos vamos tú y yo?». Y le dije, «¡venga!». Esto ya fue en el 90, un mes después de entrar por primera vez en el Verdi. Y un sábado a las once de la mañana, por la cara, nos bajamos a Valencia con el coche de mi amiga. Cuando ya estábamos a mitad de camino —no te sé decir a qué altura porque íbamos muy fumados—, nos salimos del arcén, pero rollo que nos hubiéramos podido matar. Y en aquel momento fue en plan, «bueno, ¿qué hacemos, seguimos o damos la vuelta? ¡Qué coño media vuelta! ¡Seguimos!». No nos pasó nada, el coche estaba bien y vimos que podíamos seguir perfectamente. Pero el bajón fue al llegar, porque nos encontramos el Spook chapado. El parking era una alfombra de botellines de agua, debían de ser las tres de la tarde. Calculamos mal, no teníamos experiencia y no conocíamos los horarios de las discotecas. Dijimos, «¡no puede ser, me cago en la puta! ¡Está chapao!». ¡Un bajón y un mal rollo! Y la foto: todo aquel parking era una alfombra de botellines de agua vacíos.

JOSE137: En mi caso, empecé a ir con frecuencia a las discotecas de la Ruta a partir del 86, que tendría unos diecisiete años, hasta el 90. Y los recuerdos al principio son los mejores que te puedas imaginar. Era otra manera de disfrutar de la noche. La gente antes iba a ligar y a pillarse una cogorza de alcohol. Aquello estaba enfocado de otra manera y las drogas empezaron a tener un papel fundamental.

IMPOSIBLE: Entonces dijimos, «bueno, venga, da igual. Hemos venido a Valencia para algo. Nos vamos a pegar la fiesta igualmente». Yo llevaba el material, mis «hamburguesitas»; recuerdo que tenía dos: una para ella y otra para mí. Y dijimos, «bueno, esto lo vamos a hacer bien. Vamos a preguntar los horarios y a enterarnos bien». Pero la gente a la que preguntamos no nos supo orientar. No nos supo decir dónde teníamos que ir. Entonces, fuimos a Valencia ciudad a recabar información, pero en ese trasiego, claro, decidimos comernos media. ¡Pum! Y con el globo era todo como más complicado ya [risas]. Total, que acabamos en un par de sitios, creo que uno era Puzzle, pero tampoco te lo puedo asegurar. Y a las cinco de la mañana estábamos volviendo a Barcelona. O sea, que la cosa fue un poco desastre.

SITO138: Yo juraría que la primera noticia que tuve de Valencia fue por una cinta bastante guitarrera de Spook que me pasó algún colega. Íbamos mucho al Verdi de [el barrio de] Gracia [de Barcelona], viernes y sábados. La cinta estaba bien, pero a mí me gustaba más lo que se pinchaba aquí, que era un rollo más industrial, más EBM, diferente. Entonces me fui a la mili, en el 91. Me tocó en Ceuta y fue llegar allí y todo eran valencianos, tío. De Barcelona a lo mejor solo éramos cinco en mi compañía; los demás, todo valencianos. Pero además todos con camisetas, pegatinas y cintas de todas las discotecas: A.C.T.V, Spook, Espiral…, y muy pillaos, pero que muy pillaos. Y ahí me entraron unas ganas locas de ir a Valencia. Claro, me tiré un año en Ceuta, no salí de allí ni de permiso, ¿sabes lo que te digo? Me licencié y en el 92 me fui de excursión para Valencia, con mi novia y mis colegas. Fui a ver a un colega que vivía en el Cabañal, allí en la Malvarrosa, detrás del A.C.T.V, que, tal como llegamos, nos dijo, «venid, venid, que vamos a ir al A.C.T.V». Cruzamos la avenida aquella de la Malvarrosa —había mogollón de Guardia Civil por allí, tío—, nos plantamos en la puerta del A.C.T.V y pa dentro, nen. De gratis, de puta madre, ¿sabes? Mi colega conocía a todo el mundo. Y fue entrar allí, nen, y ¡bum-bum-bum-bum!, con un sonidaco alucinante. Estaba pinchando Arturo [Roger], sí. Y esto serían las doce de la mañana, nen. ¡Brutal, tío, brutal! Impresionante. Para mi A.C.T.V ha sido de lo mejor. Y ese mismo fin de semana fuimos a Espiral, Chocolate, Barraca, Heaven y yo qué sé más. Acabamos el lunes por la mañana, tío, reventaos.

La sensación que me llevé de allí fue la de «esto es jauja, tío. Esto es la ciudad sin ley». La peña iba con la moto sin casco. De vez en cuando pasaba una patrulla de picoletos y sin problema, sobre todo en el parking del Spook o del Torero, que estaba al lado de Spook. Era como una especie de bar, que era muy heavy. Allí todos se ponían muy a gusto, pero mucho. La mitad eran hooligans del Levante y se juntaban allí. El ambiente era muy de poble [pueblo].

RAMÓN MOYA: Las primeras mescalinas que llegaron de Valencia a Barcelona produjeron verdadero furor. Estabas toda la noche sin parar de bailar y de muy buen rollo, hasta que, de repente, ¡desaparecieron! Más tarde llegaron los éxtasis, o droga del amor, que también estaban bien. Las drogas en Valencia han jugado un papel importante, desde luego. Allí tenías fiesta a cualquier hora. El fin de semana era interminable y mucha gente consumía para aguantar muchas horas y pasárselo bien. A mediados de los noventa, todo cambió, la cosa explotó. Hubo una saturación en el mercado, las drogas dejaron de ser tan puras, y mucha gente quiso hacer el agosto a costa de ellas. Eran de muy mala calidad, el ambiente se volvió más agresivo y para muchos de nosotros dejaron de tener interés.

JOSE: Las drogas tuvieron un papel fundamental en la Ruta, pero trataron de demonizarla través de su consumo. Al principio solo había anfetaminas y mescalinas, junto con las drogas blandas. La mescalina daba un buen rollo total de empatía con la gente y te trasladaba a un mundo lleno de placer, hasta que te daba el bajón. La anfetamina se encargaba de mantenerte despierto el tiempo que hiciera falta. Realmente, sin estas sustancias nadie hubiera aguantado tanto tiempo a esos ritmos. La mescalina desapareció en los noventa, no se sabe bien por qué, y empezaron a entrar las pastillas de éxtasis. Seguramente la mescalina no enganchaba como el éxtasis y no convenía a las mafias de la droga. Aquí entonces la gente no conocía el efecto de las drogas a largo plazo, no había información y hubo mucha gente que salió malparada por los excesos.

SITO: El domingo era el día del A.C.T.V, y allí iban camareros, gente de la noche, los que trabajaban y tenían el domingo libre. Te encontrabas lo mejor de cada casa, tío. ¡Pero qué musicón! Sobre todo cuando empezó «el Pirata», tío. Que aquí en Barcelona vino a pinchar a muchos sitios: al Nau B-3, Scorpia… Y yo iba a todas; donde iba «el Pirata», allí iba yo. Me encantaba, metía unos pelotazos al corte, ¡pim-pam! Y luego te mezclaba un tema con otro, lo soltaba y luego te volvía a meter el anterior, y otra vez subidón, ¡pam!, todo el rato así, nen. Era buenísimo.

El último año que fui al A.C.T.V fue en el 97 y ya me pareció penoso. Dije, «con lo que esto había sido, nen».

JOSE: Para mí todo aquello significó siempre irme de fiesta. Nunca oí a nadie decir, «nos vamos a la Ruta del Bakalao». «Nos vamos de ruta», sí, eso sí. Fue un apelativo posterior, ya en los noventa, y con un poco de mala leche. Nunca lo entendí. «Bakalao»… Supongo que se refería al manejo de drogas por la ruta, pero realmente nunca se mencionaba así, siempre utilizábamos la frase, «irnos de fiesta» o «de ruta». Supongo que cuando se fue desmadrando todo y los movimientos de droga por la zona se hicieron más evidentes, quisieron ponerle un nombre a todo aquello, que ya no tenía nada que ver con lo que había al principio. Fue el principio del declive, creo yo.

A mí el nombre de nuestra página [Ruta del Bakalao - Remember the Music] no me gusta, sinceramente. Por otra parte, creo que ayuda bastante a que la gente de fuera de Valencia pueda identificar qué tipo de música y qué contenidos encontrarán en esta pagina. Realmente, si hay una manera de que llegue a mucha más gente, es empleando ese término. Aunque no sea el más adecuado, puede que sea el más efectivo.

IMPOSIBLE: Un amigo mío que tenía un bar aquí en Barcelona que se llamaba Limit me dijo un verano, «oye, tienes que venirte conmigo a un pueblo que se llama Horta de Sant Joan. Vas a flipar. Es el pueblo de Cataluña donde hay más fiesta». Llegamos allí y una gente nos metió en un pub que se llamaba Rayo. Luego nos fuimos a un sitio que se llamaba Éxtasis, que era como estar en Ibiza, pero en un pueblo perdido. No tengo palabras. Acabé con un morao impresionante, de aquello de decir, «nunca he estado mejor». En aquel pueblo todo era perfecto, increíble. Y a partir de ahí, preguntamos a la peña, «oye, después de aquí, ¿adónde vais?». Y nos dicen, «unos se van a Plató, después siguen y se van a Valencia». Y yo, «a ver, vamos a ver si lo entiendo. Después de todo esto, ¿OS VAIS A VALENCIA?». «Pues claro», me decían. Yo estaba flipando, no tenía fuerzas para nada más, estaba muerto. Total, que volvimos a Barcelona y dijimos, «va, el finde que viene nos vamos a Valencia, pero partiendo de cero. Yo lo que no quiero es llegar a Valencia destrozado». Además, quería resarcirme de mi primera experiencia allí cuando no puede entrar a Spook, que fue una cortada de rollo impresionante. Mi amigo quería ir a Chocolate, y dije, «donde te dé la gana». Esto era en el 93, agosto del 93, con un sol de justicia al volver. Fuimos a Chocolate y de allí no salimos: del Chocolate al parking, y del parking al Chocolate. Diez horas así. No queríamos irnos de allí. Fue increíble.

SITO: Chocolate era brutal: había un espacio donde había cabinas en los laterales, con columnas, y la peña subida allí, con los abanicos y tal. Y tú pasabas por el medio y decías, «¡vaya festival que hay aquí!». Me giro y me dicen, «mira, el hijo de Julio Iglesias…». Y era el hijo falso aquel que había, que iba con un colocón del copón. Chocolate me encantaba; allí, en medio de los arrozales…

IMPOSIBLE: Yo flipé mucho con el parking Chocolate, que aquello era otra fiesta aparte. Era querer estar en los dos sitios a la vez y no poder. Total que estábamos un rato dentro —que estaba lleno de pibones y la gente con los abanicos— y luego un rato en el parking. De hecho, salimos cada uno con un abanico. Había un ambientazo y un musicón que no lo escuchaba aquí en Barcelona.

JOSE: En mi caso, Chocolate era más para cuando terminaba Barraca. Era más oscura pero llena de encantos y con una música formidable. Había gente más chocolatera y otra más barraquera. Y es cierto que existía cierta rivalidad, pero la impresión global era de buen rollo. Aunque corre el rumor de que una noche desaparecieron los discos de Barraca y tuvieron que improvisar [risas].

SITO: A mí lo que más me llamaba la atención era cómo mezclaban la música los disc-jockeys valencianos. Era muy diferente. Y un dato importante de Valencia era el culto a la sala: por encima de todo, el culto a la marca. La gente seguramente no sabía ni quién pinchaba. Se escuchaba lo de «Arturo, Controla, Toda, Valencia» [A.C.T.V], pero poco más. Aquí en cambio lo teníamos claro, sabíamos que Toni Verdi estaba en el Verdi, o que Nando [Dixkontrol] había abierto un club nuevo en L’Hospitalet, el Disco 8, y venga, todos pal 8. En todos lados sonaba lo mismo, pero pinchado de diferente manera y con diferente ambiente. Mis colegas de Valencia y de Alicante flipaban con las cintas del Verdi y del Psicódromo. Decían, «¡no veas qué caña, ¿no?». Yo era un enfermo de las cintas, y las mejores de Valencia eran las del A.C.T.V.

IMPOSIBLE: Otra cosa que me sorprendió es que en Barcelona yo veía que la gente iba del palo, pero allí en Valencia no hacía falta; la gente salía como salía de casa. Las chicas sí, pero los chicos, no. El ambientazo de Chocolate era distinto al del Psicódromo o el Verdi; era como otra película: había mucho color, era más luminoso y la música tenía más alegría, por decirlo de alguna manera. No era tan oscura. Era más fiesta, y una fiesta muy contagiosa.

JOSE: Al principio de abrir Puzzle, en Barraca lo anunciaban a las cinco de la mañana por el micro para que todos fuéramos para allí. ¡Por fin habían puesto un lugar cercano para que la gente de Barraca y alrededores tuviera un punto de encuentro hasta la mañana del domingo! Era muy colorista, la música al principio no era muy impactante, hasta que llegaron «los Gemelos», que, con su buen hacer, hicieron de Puzzle una de las discotecas más punteras y más vanguardistas de la época. Las mujeres eran espectaculares y se respiraba muy buen ambiente. Al principio la música era similar a la de Barraca, hasta el 91-92, que empezó con otro tipo de música más maquinera, más acorde con los tiempos que corrían. La llegada de «los Gemelos», con su particular manera de hacer las mezclas y de crear ambientes, provocaron la llegada de muchísima gente dispuesta a disfrutar con su música. Puzzle se convirtió en un referente de buena música y mejor ambiente, sobre todo las mañanas del domingo.

SITO: El The Face ya fue más adelante. Yo fui cuando pinchaba «el Pirata». Y ahí sí que eran más cantaditas. Era un rollo más pijo. Allí iban los jugadores del Valencia. Un día me encontré allí a Gaizka Mendieta y a un par más del equipo, allí sentados en la zona de la piscina. ¡Había unas gogós…! La forma de bailar del valenciano también era diferente, te contagiabas, nen. Y yo no me llevaba nada de Barcelona, nen: mis coleguitas me llevaban a uno de allí que vendía súper barato, tío. No sé cuánto nos costaban las pastillas. Dos mil pelas, me parece.

¿Tú sabes lo que es estar bailando con cuatro pajarracas a tu lado con los abanicos? Que te miran y te sube todo de golpe… «¡Esto es el paraíso!», pensabas. Buen rollo, muy buen rollo por todas partes. Pero hubo una época clave en la que ese buen rollo desapareció. Algunos empezaron a llegar ya con sus Lonsdale, sus Fred Perry, y ya venían de chungos, con sus barras de hierro en los parkings. Hablo del 95 y del 96.

IMPOSIBLE: Claro, porque la cosa ya había degenerado y se había desvirtuado. Hasta el 93 o el 94 la cosa había aguantado bastante bien. Precisamente en el 94 —creo que era verano—, un amigo mío y yo, que una noche íbamos muy puestos, decidimos que era una buena idea coger el coche e irnos al N.O.D.

SITO: ¡Coño! ¿El 94? ¿No sería el 15 de agosto? Esa noche fue el aniversario del A.C.T.V y se lió una muy gorda, que estaba por allí Nando Dixkontrol, que tengo una foto con él allí de esa noche… Hubo unas bullas por la playa… ¡Había una de peña! Te digo una cosa, la foto que rula por ahí con peña en la puerta del A.C.T.V es mía. Y es la única que he subido de A.C.T.V, porque tengo otra con todos mis colegas en la plaza con unos caretos, nen… Ese finde los lié a todos y alquilé un autocar para bajar a Valencia.

IMPOSIBLE: Eso es lo suyo, ¡así es como se hacen las cosas! No como yo, que iba de aprendiz, ¡coño! Que cogimos el coche y nos quedamos a medio camino porque nos dio el bajón. Claro, de subidón, te vienes arriba y dices, «¡nos vamos a Valencia, al N.O.D!», pero cuando te ves metido en el lío, ya de camino, es otra cosa. ¡No llegamos, tío! A mitad de camino nos dimos media vuelta [risas].

SITO: Tú imagínate ese finde, con todos los degeneraos. Porque, claro, vinieron colegas de otros colegas, que eran pelaos del Barça. Y en el primer garito al que fuimos de Valencia, el bar El Pirata de El Cabañal, lo primero que se les ocurre es hacer un sinpa. Y mis colegas valencianos diciendo, «tío, pero a estos colegas, ¿de dónde los habéis sacado?». Luego nos empezamos a poner finos y nos fuimos a Límite Local, en Puebla de Vallbona. El conductor del autocar flipaba, nen, flipaba. Antes de llegar, paramos en una gasolinera y un colega se encontró una bolsa llena de pastillas, nen, ¿sabes? ¡En la gasolinera! ¡Se encontraron una bolsa de pastillas, tío! ¡Épico! Y había gente que no conocíamos que se subía al autocar para ir al A.C.T.V: ¡vengaaaaa, todos pal A.C.T.V! Y el Límite Local… ¡uf, qué festival! Y era súper pequeño, tío. Tenía una terracita, una barra pequeña, y allí todos con los abanicos, ¡ueeeee!

IMPOSIBLE: Yo recuerdo la carretera que llevaba a Chocolate, con una fila de coches… Nosotros cuando llegamos lo dejamos allí al lado, que no era ni el parking. Y cuando salimos de Chocolate, en plan, «no puede ser, ¡se han multiplicado por mil!». La fila ya era toda la carretera. Muy bestia, tengo la imagen grabada. Y toda esa peña estaba dentro de Chocolate o en el parking. Inenarrable.

SITO: Y luego era un marrón, porque salías de allí, tío, y te encontrabas los controles en las rotondas. Por suerte, no nos pararon nunca, tío, aunque en ese momento tampoco paraban mucho a la gente; empezaron más adelante, en la época del The Face. Yo creo que el máximo daño lo hizo el reportaje aquel, el de Canal Plus. Porque a partir de entonces, cuando bajaba a Valencia, el tema era exagerado. ¡La de peña que había, tío!

JOSE: Al principio la gente no salía tanto a los parkings, pero luego se fueron convirtiendo en una extensión de la propia discoteca. Había gente que tenía unos equipazos de sonido en los coches y que abría el maletero y ponía cintas a toda castaña. El resultado era espectacular, con todos esos coches y la gente bailando alrededor. Era puro placer estar fuera de la discoteca, que te invitaba a salir cuando dentro no se podía ni respirar. Luego el N.O.D lo llevó a su máximo exponente, con las fiestas programadas en su parking, con paellas incluidas.

SITO: Heaven era duro, tío, era duro. La foto que tengo de Heaven es la de llegar al parking y verlo reventado de coches, con todo aquello pintado de azul. Piensa que llegábamos allí desde el Chocolate, que salíamos de allí a las diez de la mañana… Y nada, pagar, sellaco en la puerta y pa dentro. Entrar y oscuridad total, con las gogós metidas en jaulas, tío. Muy oscuro. Estaba allí pegado a la carretera nacional, la de El Saler, y en frente había un bar, y cruzábamos con todo el cebollón, con los coches pasando. Y la peña ahí en el parking toda desfasada. Estando allí, un colega nos dejó las llaves de su coche para meternos una raya y el tío va y desaparece, nen. Y nos quedamos allí con las llaves de su coche, nen [risas]. Había otro dándole martillazos al capó de su coche. Con un martillo en la mano, decía, «això està malament!» [¡esto está mal!], y ¡pam, pam, pam!, venga a darle golpes. Eso al mediodía, tío… Muy loca, la peña, allí con sillas de playa, pasando el domingo en el parking del Heaven.

IMPOSIBLE: Se vivió con tanta intensidad durante tantos años… Fueron unos cuantos, no fue una cosa efímera. Para mí el mejor año —el zenit— fue el 93. Fue una época de efervescencia musical brutal, de varios estilos: techno, new beat, industrial, belga, alemán, italiano… Podías pinchar lo que te diera la gana durante días. Te podías pegar un festival de jueves a lunes, y podías estar de discoteca en discoteca escuchando musicón sin parar.

SITO: Allí no había horario, la gente iba de un sitio a otro, en peregrinación. Y a los que te encontrabas en un sitio, quedabas con ellos en otro lado. Y luego los veías allí. Así era, tío: sin fin. Mi amigo, de tantas pastillas, acabó tartamudo. Sí, tío, es que se ponían muy ciegos, tío. La gente fumando base… Al cabo de unos años, ya se veía el deterioro en la gente, ¿sabes? Gente ya muy atrapada, tío.

Nosotros por la mañana tomábamos speed, porque con las pastillas llegaba un momento que ya no podías más: te dolía la cabeza y te quedabas englobao. Era comer por comer. El speed era una inyección de energía, y encima era open your mind, como digo yo.

JOSE: Yo pienso que para la gente de mi generación, que ya vamos hacia los cincuenta y que empezamos a ir a Valencia en el 85, vivimos el principio de todo de una forma más plena y sana. Prueba de ello es que mucha de esa gente no supo asimilar el cambio a los noventa y dejó de acudir a las fiestas de mákina. En muchos lugares, la música se fue degradando y llegaron los «mascachapas». El principio del fin estaba llegando; las pastillas de éxtasis y sus efectos se habían adueñado del movimiento con todas sus consecuencias.

IMPOSIBLE: Barcelona era más underground. En ese momento, la fiesta en Valencia no era underground. En Barcelona funcionaba lo oscuro, lo siniestro, lo underground, el industrial, la EBM. Allí no era underground, porque todo el mundo estaba de fiesta. La sensación que tenías es que allí todo el mundo estaba de fiesta. Aquello era mucho más lúdico e interminable. Y, claro, eso atrapa, porque lo percibes de otra manera, lo vives con más intensidad.

SITO: Es curioso cómo Valencia no ha evolucionado por eso tío, ¿sabes? Jorge Zamora intentó poner una música en el A.C.T.V que no cuajó, tío, yo creo que no cuajó. Y es increíble que no fueran capaces de evolucionar. Yo tengo una teoría: que casi toda la peña que salía se desconectó completamente de la fiesta. Mis colegas me decían, «es que son todos nanos, tío, nosotros ya no salimos». Eran chavales que iban hasta el culo. Y la música ya era diferente también, tío.

JOSE: Las presiones estaban llegando de todas partes para terminar con ese movimiento, que se les había escapado de las manos y que había pasado a ser un gran problema para la imagen de Valencia. La verdad es que yo no vi la parte final por motivos de edad y solo estuve activo hasta el 96, pero ya empezaba a oler todo muy mal. Lo que había empezado como una manera especial de disfrutar la buena música y mejor rollo se había convertido en una escena con música a muchísimas revoluciones, con gente agresiva y en algunos casos poco recomendable.

SITO: Tengo una imagen de mí, sentado en la terraza del Spook, fumando un piti, y un tío al lado preguntándome, «¿qué pasa, de dónde eres, qué haces por aquí?», y tal. Y allí los dos charlando a gustísimo, ¡un buen rollo! Era aquello de que vas con todo el subidón y que eres amigo de todo el mundo, ¿sabes? ¡Qué sensaciones!

IMPOSIBLE: También es que las drogas eran buenas, y eso era mucho. Porque se juntan tres factores: droga de calidad que te genera empatía con los demás, el musicón, y que la gente estaba experimentando algo nuevo. Era algo relativamente nuevo, claro, porque fue evolucionando, pero sí que era muy impactante. Tenías la sensación de estar en el lugar y el momento adecuados, con la gente adecuada y con las drogas adecuadas [risas]. Pero, claro, eso no puede durar eternamente. Eso explicaría, en cierto modo, que no se evolucionara. Se les fue de las manos. Después de haber tenido el listón tan alto, les fue imposible mantenerlo. Y ya no te digo superarlo…

SITO: Bueno, también hay que tener en cuenta el factor mediático: de repente, ¡pum!, «La Ruta del Bakalao». Yo no les podía decir a mis padres que me iba a Valencia. Es que no podía. Cuando vieron el documental aquel, con toda la peña en el parking sin cortarse un pelo, «¡ey, qué pasa!, ¡el cola-cao!», y todo aquello; con unos caretos, la peña. ¿Pero dónde vais, tío, nen, sabes?

Hubo una saturación. Estuvieron tanto tiempo tan arriba que se reventaron, no lo supieron administrar. Yo he seguido saliendo, tío, ¿sabes? Hasta que, lógicamente, tienes tu vida, tu trabajo, y ya no puedes salir tanto. Pero de vez en cuando me pego mi festivalazo y me voy a bailar techno. Siempre con control, lógicamente. Yo ya sé cuáles son mis límites; nunca me he pasado. Y me voy a algún festival a Bélgica o a donde sea. Si te gusta la música, nen, vas adonde sea.

BONUS TRACKS

A modo de material extra —como si fueran temas adicionales de un maxi o un álbum que la compañía discográfica ha decidido colocar al final y aparte por ser «diferentes»—, aquí van los bonus tracks de los protagonistas de ¡Bacalao!: intervenciones que por algún motivo no han podido entrar en el transcurso del relato pero que no me gustaría que se perdieran. Esto es como cuando estoy pinchando y escucho un tema buenísimo por los auriculares. Quiero meterlo el siguiente en la sesión, pero veo claramente que no entra, que no es su momento. Ya lo pincharé más tarde…

JUAN SANTAMARÍA: Recuerdo el festival de La conjura de las danzas donde tocaron The Darling Buds, The Corn Dollies e Inspiral Carpets. La líder de los Darling Buds era una jovencísima Andrea Lewis, que entonces era una especie de Blondie (salvando las distancias). El grupo logró atraer al festival un autobús lleno de fans de Inglaterra y varios coches particulares que le dieron color a la actuación. Se lanzaron flores y globos de colores durante el concierto. Fue muy divertido. Por la tarde, organizamos un partido de fútbol «Spain vs. Inglaterra» que si mal no recuerdo ganamos 2 a 1.

Recuerdo cuando tocaron los Happy Mondays y The La’s [16 de junio de 1989, en Barraca]. Recuerdo su cercanía, sus ganas de fiesta y de probar unas cápsulas verdes que llevaba un colega, a precio desorbitado, pero que se las fundieron todas. Y terminaron cerrando el festival sobre las diez de la mañana, bailando y bebiendo sin parar, ¡con el sol apretando!

TONI «EL GITANO»: Con Play Dead, una banda inglesa potentísima que vinieron a tocar a Chocolate, nos pusimos todos hasta el culo de mescas. Acabamos en la playa y el mánager desapareció y se quedó tres días tirado en Valencia. No había forma de devolverlo a Londres. Luego la banda se separó. O sea que, por culpa de aquello, ¡puedo decir que soy el desgraciado que hizo que se separaran los Play Dead!

EDUARDO GUILLOT: No sé si «el Gitano» te lo habrá contado o si prefiere dejarlo al margen, pero se comentaba que algunas veces pagaban a los grupos con bolsas de cocaína, no con dinero. Y, entonces, ¿cómo llegaba el grupo a las seis de la mañana a tocar? Pues más puesto que un ciclista, en el mismo estado que el público.

MIGUEL JIMÉNEZ: De Ana Curra tengo una anécdota muy buena y graciosa. Fueron a tocar a una discoteca que llevaba Tony López en Canet de Berenguer, junto al Puerto de Sagunto. En esos días acababan de cerrar los Altos Hornos de Vizcaya en el Puerto de Sagunto, que eran el motor económico del pueblo, y todo el mundo se había quedado en el paro. En el concierto había un grupito de chavales ciegos hasta el culo de mesca y no paraban de cantarle: «¡Ana Curra, yo no curro. Ana Curra, yo no curro!», y venga las risas. Así toda la noche.

LUIS BONÍAS: Yo estuve con Depeche Mode aquí en Valencia, con Vince Clark. Ellos tenían dieciocho años y yo quince. Actuaron en el Pachá Auditorium139. Acudía a una comida a la que me habían invitado y ahí estaban los Depeche Mode. Yo por aquel entonces flipaba con el Speak & Spell 140. También estaba Juanito «Torpedo».

JUANITO «TORPEDO»: Nos llamaron a mi hermano y a mí, que en ese momento escribíamos en el suplemento Magazine de Las Provincias. Nos presentamos junto con el fotógrafo a una pequeña rueda de prensa que habían organizado y almorzamos con ellos en el hotel Sidi-Saler. Eran muy jóvenes y se notaba que estaban un poco desbordados, porque empezaban a ser un grupo de masas. El concierto empezó súper puntual y aún había gente en la calle comprando la entrada.

FRAN LENAERS: La primera mezcla del «Maximizing the Audience» de Wim Mertens fue con el «Heartbeat City» de The Cars, pero al día siguiente ya era otra. A mí la que más me gusta es con el tema de Honolulu Mountain141: cuando entran juntos y entra la guitarra del Honolulu es acojonante, precioso. Y además estás metiendo dos cosas con pianos y bonitas, muy serias. Honolulu sacaron el maxi azul142, pero yo no tengo el maxi —tengo el elepé—, que el único que se lo compró fue el Bonías.

LUIS BONÍAS: Justo antes de empezar el concierto en Arena, siempre buscaba una canción que bajara todo mucho y ponía el tema de Honolulu Mountain Daffodils, así me daba tiempo a avisar al pipa y que subiera el grupo. Y el Fran [Lenaers], to’ chinao, me decía, «oye, ¿y el disco ese?». «No te puedo decir qué disco es Fran, lo siento», le decía. «No te lo puedo decir.» Todavía no habían publicado el maxi ni pollas, era el último corte de la cara A del elepé. El maxi lo sacó después Area. Y venía siempre a preguntar por él, estuvimos así como un año. Porque ese disco me lo dieron en Zic Zac, y no había más copias. Y como yo allí en la tienda rebuscaba y rebuscaba, me dijeron, «tío, a ver si tienes cojones de ponerlo». «¿Cómo que no?», dije, y ¡pum!

GERMÁN BOU: Para componer el tema «Dunne», empecé por los bajos, costumbre por la que he optado siempre al componer este tipo de música. La secuencia se confeccionó con dos synth bass: una con el sintetizador Ensoniq VFX y la otra con el módulo M3R de Korg. Tanto el colchón de base como la secuencia solista del lead se realizaron con cuerdas y coros de voces del VFX. Las percusiones, tanto los charles como las cajas, se dispararon desde el módulo Proteus I de EMU. El bombo fue confeccionado con un Roland Juno-60, y posteriormente grabado y disparado por el sampler AKAI S950. Todo esto mezclado en una mesa analógica Tascam 520, de dieciséis canales y ocho buses, con un sonido calentito y una magnífica saturación de bus. Los accesorios y efectos fueron un ecualizador gráfico de treinta cortes Klark Teknik, compresores Yamaha, Boss y BSS, reverb Yamaha y Boss, Aphex Aural Exciter, magnetófono de dos pistas Tascam 32 para el máster, magnetófono Fostex de ocho pistas sincronizado con el Atari 1040STFM, con el secuenciador Pro24 III de Steinberg y el Mastering Reference Preamplifier «MRP», un emulador de curvas de audibilidad estándar «hi-fi club». Este procesador es de diseño propio, y lo sigo utilizando y fabricando para muchos ingenieros y DJ.

NANDO DIXKONTROL: En Valencia siempre ha habido una jerarquía entre los disc-jockeys: está el primero en cabina, un segundo disc-jockey, un tercero y un cuarto. Mientras que en Barcelona el residente es el residente: él se lo come todo. En la cabina de Psicódromo yo era el residente y Pepebilly es el que estaba en las luces, que cuando me suplía, tenía sus momentos de gloria. Pero él no es un segundo disc-jockey, es otro disc-jockey, nunca es un segundo, allí en Barcelona no hay jerarquía. Los disc-jockeys en Valencia estaban supeditados a su trabajo en la cabina; si un disc-jockey falla, es eliminado. La ejecución pública de una mezcla mal hecha, sea por la causa que sea, especialmente si el disc-jockey no está en condiciones o está colocao, no se tolera. No se tolera el fallo. Valencia es de una exactitud, de una matemática y de una perfección absolutas. De hecho, en Barcelona siempre comentábamos que, en Valencia, el segundo y el tercero siempre estaban esperando que al primero le diera un subidón o hiciera algo mal para abalanzarse sobre él [risas]. Es la historia de esos disc-jockeys que saltaron a la palestra porque el primero tuvo un mal día. Y luego, los disc-jockeys valencianos tampoco se caracterizan por ser públicos ni representativos; son, por el contrario, muy anónimos. Están muy concentrados en su trabajo, porque su trabajo les exige una gran concentración. Son responsables de sesiones de gran contenido musical, con muchas horas de ejecución y con mucho público, mucha gente que les está escuchando con mucha atención.

JUANITO «TORPEDO»: Incluso gente como Nitzer Ebb lo han confirmado: lo que son las raves —que luego los británicos le pusieron ese nombre: fiestas ilegales al aire libre—, eso ya se había hecho antes en Valencia. Pero es que además aquí eran legales. Carlos Simó montaba fiestas al aire libre en plazas de toros en pueblos de por allí por Sueca. Esto ya se había hecho aquí antes de que se popularizara.

CARLOS SIMÓ: En el año 85 u 86 alquilamos un barco y nos fuimos a Ibiza unas quinientas personas, de marcha, tres días. Organizamos un festival en una playa con Albi de presentador. Nos llevamos a todas las bandas de Valencia: Juana la Loca, Comité Cisne, Seguridad Social, Presuntos Implicados… a todas. También estaba Corcobado, que vino con Mar Otra Vez, creo. ¡Montamos un pollo allí, madre mía! La Guardia Civil me perseguía, tío: «¿Quién ha organizado esto, a ver?». Y yo, «no sé, creo que está ahí en medio, debe de ser ese que está ahí en medio de la playa, ese de ahí…» [risas]. Llevamos a todos los grupos de teatro, también. Había teatro, música y dábamos de comer, con paellas que nos hicimos traer. Un día antes, mandé un carguero con el escenario, las paellas y todo lo demás, porque en Ibiza no había nada, ni escenario ni paellas grandes ni nada. Lo montamos en la playa de Las Salinas, con el muro de fondo y con permiso del alcalde, claro. Y tuvimos que limpiar la playa al día siguiente. Que ahí me equivoqué, porque no cogí un equipo, nano, y me tocó a mí limpiar. Y madre mía, me tiré horas allí limpiando, tío, quitando vasos de plástico. Recuerdo que vinieron esos de los abanicos, los Locomía. «Queremos actuar», recuerdo que me dijeron. Y yo: «No, aquí solo suben artistas» [risas].