9788483930854_150px.jpg
logotipo_INTERIORES.jpg

Ana María Shua

 

 

Fenómenos de circo

 

 

 

 

Ana María Shua, Fenómenos de circo

Primera edición digital: mayo de 2016

 

ISBN epub: 978-84-8393-568-2

 

© Ana María Shua, 2011

© De esta portada, maqueta y edición: Editorial Páginas de Espuma, S. L., 2016

 

 

Voces / Literatura 158

 

 

Nuestro fondo editorial en www.paginasdeespuma.com

 

 

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

 

 

Editorial Páginas de Espuma

Madera 3, 1.º izquierda

28004 Madrid

 

Teléfono: 91 522 72 51

Correo electrónico: inifo@paginasdeespuma.com

 

El deseo secreto

 

En el fondo del corazón de cada niño, de cada madre, de todo espectador, anida el deseo secreto de ver caer al trapecista, de verlo destrozarse los huesos contra el suelo, derramada su sangre oscura sobre la arena, el deseo esencial de ver a los leones disputándose los restos del domador, el deseo de que el caballo arrastre a la ecuyere con el pie enganchado en el estribo, golpeando la cabeza rítmicamente contra el límite de la pista, y para ellos hemos inaugurado este circo, el mejor, el absoluto, el circo donde falla la base de las pirámides humanas, el tirador de cuchillos clava los puñales (por error, siempre por error) en los pechos de su partenaire, el oso destroza con su zarpa la cara del gitano y por eso, como las peores expectativas se cumplen y solo se desea lo que no se tiene, los anhelos de los espectadores viran hacia las buenas intenciones: asqueados de calamidades y fracasos empiezan a desear que el trapecista tienda los brazos a tiempo, que el domador consiga controlar a los leones, que la ecuyere logre izarse otra vez hacia la montura, y en lugar de rebosar muerte y horrores, el lugar más secreto de su corazón se llena de horrorizada bondad, de ansias de felicidad ajena, y así se van de nuestro espectáculo felices consigo mismos, orgullosos de su calidad humana, sintiéndose mejores, gente decente, personas sensibles y bien intencionadas, público generoso del más perfecto de los circos.

Todo es circo



Dudoso circo

Usted cree estar en un circo, pero tiene dudas, busca pruebas. La osa tiene la cara de su madre, la palabra acróbata, sin dejar de ser puro sonido, está hecha de letras rojas y se puede comer. Usted, que sin embargo no es una mujer, está amamantando a un tigre pequeño que sin embargo no es un bebé. Usted hace lo posible por despertarse con el sonido de la orquesta, pero la música le resulta hipnótica, asfixiante. Con las manos agarrotadas por el sueño usted logra apartar la almohada de la nariz y ahora respira mejor. Nada de eso prueba que usted no esté realmente en un circo. Para estar seguro tendrá que despertarse, mirar a su alrededor, asegurarse de que no ha desembocado en otro sueño. Y sin embargo.

 

El circo fantasma

 

Aparece de pronto, sin aviso. Dice la hija del carpintero que nunca le han pedido aserrín o viruta para el piso, como los circos comunes. Cuando se materializa, ya todo está listo para comenzar el espectáculo. No se ve a los cirqueros montar la carpa ni sacar a los animales de sus jaulas. Los carromatos ya están vacíos, los artistas ya esperan su turno para entrar en la arena. Hasta el público es transparente, excepto usted, por supuesto. Hasta los payasos llevan cadenas. Los niños le temen al circo fantasma, a los adultos les da pena.

 

El circo de mis sueños

 

Para Silvio

 

No hay payasos borrachos ni ecuyeres, no está el domador ni los sumisos tigres, no hay gitano con oso bailarín, no hay tirador de cuchillos con partenaire puro coraje, no hay acróbatas, ni trapecistas, ni vendedores de golosinas, ni malabaristas, no están los enanos, no hay carpa, ni banderines, ni delicados elefantes, ni mago de veloces dedos. Pero estamos vos y yo. Y nos aplauden.

 

Circo pobre

 

En un circo pobre cada artista tiene que cumplir varias funciones. Si nos fijamos bien, sin dejarnos engañar por el cambio de traje y maquillaje, veremos que muchos tratan de aprovechar sus habilidades en varias suertes. Por ejemplo, la equilibrista es la ecuyere, los acróbatas son contorsionistas, el director del circo es el boletero y también el mago (ante el público, ante los acreedores). Algunos son más difíciles de descubrir, porque eligen papeles muy distintos entre sí, como la trapecista que hace de mono amaestrado (o al revés), los elefantes que trabajan de acomodadores, los payasos convertidos en aro de fuego. Pero la prueba más difícil es la del domador, que es también el tigre, cuando tiene que meter la cabeza adentro de su propia boca.

 

Circo pobrísimo

 

En Argentina, el Circo Papelito recorre todavía los pueblos de provincia, pintoresco y modesto. Su primera carpa estaba hecha con bolsas de arpillera y los espectadores tenían que llevar sus propias sillas.

Pero hubo un circo más pobre todavía. Además de llevar sus propias sillas, los espectadores tenían que sentarse, fingir que miraban la pista, imaginarla.

 

Evolución del circo

 

Los antiguos romanos aceptaban como lícito disfrute el espectáculo de los leones atacando, matando y devorando seres humanos. En las corridas de toros el animal tiene menos posibilidades, aunque se le da la oportunidad de defenderse y en ocasiones se le perdona la vida. En los circos de mi infancia, los animales amaestrados hacían lo que les mandaba el domador: era un espectáculo de obediencia pura, que los seres humanos suelen confundir con inteligencia, como si no fuera la rebeldía la más obvia señal del pensamiento propio. Pero en el circo actual ya no hay animales, no se considera correcta ni edificante nuestra presencia, se habla de los castigos y torturas con los que nos enseñan a hacer nuestros números. Como los hombres sin brazos y las mujeres barbudas, los animales amaestrados hemos caído en desgracia, de qué sirve, por ejemplo, esta osa con habilidades literarias en un mundo en el que tan pocos leen. Tengo la esperanza de que pronto nos den de comer gente otra vez.

 

Crítica y elogio de la medianía

 

Ni siquiera en un mundo poblado por enanos y gigantes, serían dignas de ser exhibidas las personas de estatura mediana. Ni siquiera.

Ser digno de exhibición, por otra parte, ¿es proeza, ventaja o beneficio? ¿Es maravilla?

Enanismo

 

Como bien lo saben los empresarios circenses, el tamaño no es un destino sino una elección. Cualquier persona adulta puede convertirse en un enano siguiendo una serie de instrucciones sencillas que exigen, eso sí, una alta concentración. Por ejemplo, este minúsculo hombrecillo que ven ustedes aquí fue hasta hace dos meses un robusto mocetón de un metro ochenta y dos centímetros de altura y noventa y un kilos de peso. Por ejemplo, este microrrelato que está usted leyendo, fue hasta ayer mismo una novela de seiscientas veintiocho páginas.

 

Este circo

 

Nos enseñan a hablar, a caminar, a sonreír. Nos enseñan a lavarnos los dientes, a comer con cubiertos, y a resolver las cuatro operaciones. Nos enseñan a vestirnos y a usar fórmulas de cortesía. Nos obligan a saltar, a correr, a bailar, a jugar a la pelota. Cada uno de nosotros tiene sus habilidades y aptitudes propias. Nos aplauden o nos castigan, por lo general en forma arbitraria y cruel. Y sin embargo, vaya a saber por qué (pero solo esa ilusión nos permite sobrevivir sobre la arena de la pista) todos creemos ser espectadores, nada sabemos del público que nos mira divertido.

 

Fallas del razonamiento lógico

 

No siempre se llega a la verdad por el pensamiento lógico. Sería razonable suponer, por ejemplo, que un habitante de otro planeta elegiría el circo como su refugio natural. Sería razonable suponer que se sentiría protegido por la espesa capa de maquillaje de un payaso, que elegiría exhibir sus diferencias con los humanos en lugar de ocultarlas, que podría lucir sin contenerse su exótica habilidad para el trapecio, que estaría interesado en la vida nómada del circo. En la práctica, prefieren confundirse con el público de las grandes ciudades, no llamar la atención. La vida nómada obliga a convivir estrechamente en un círculo muy reducido, durante mucho tiempo. Algunos trabajan en el circo, pero solo como peones temporarios.

 

Identidad

 

La proliferación de espectáculos que se dan el nombre de circenses y son sin embargo muy distintos del circo clásico ha obligado a la pregunta por los límites. Si la destreza de acróbatas y trapecistas está en función de un número operístico o teatral, si la emoción de la ficción supera a la emoción de lo real, ¿es esto un circo o no lo es?, me pregunto, mirándome al espejo.

 

Introducción al circo

 

Arrojo al aire un sustantivo redondo. Antes de que caiga, con un disparo único, certero, logro que un adjetivo lo perfore en el centro mismo. Hago malabarismos con los verbos, camino por la cuerda floja de una sintaxis riesgosa. En medio de contorsiones extremas, azoto con mi látigo las palabras hasta obligarlas a saltar por los aros de fuego de un sentido inesperado. Entonces, en toda su variedad y esplendor, con lujosa minucia de oropeles, surge el circo. El público es usted, el espectáculo es unipersonal, por favor, elogie las fieras y no les cuente nada a los que están esperando afuera.

 

Medidas relativas

 

Por suerte creció hasta llegar a la estatura de un enano.

 

Mirando el circo

 

Recostado en su cama, mira el circo por televisión. La pantalla es grande, la visión es perfecta, el circo es el mejor del mundo. Un hombre vuela prendido a una soga elástica que le sirve para elevarse por los aires. Si yo hubiera empezado desde muy joven, piensa el espectador, si me hubiera ejercitado sin descanso... Sus músculos se tensan debajo del piyama. Ni siquiera le importa el aplauso sino la sensación de volar, la sensación de ser dueño absoluto de cada una de las fibras de ese cuerpo que se ablandan, envejecen y se pudren sobre el colchón, sin esperanza, sin destino.

 

Música de circo

 

Ha elegido música de circo para el tono de llamada de su teléfono móvil, es un sonido vital, imperioso, lleno de magia y pedrería y no le sorprendería en absoluto que convocara elefantes, enanos, carromatos, fieras, funambulistas, monos, no le sorprendería que pudieran materializarse allí mismo, en el aire, en la sucursal del banco donde el cajero lo atiende con cortesía incómoda, donde un policía se acerca para pedirle amablemente que apague el teléfono por razones de seguridad, no le sorprendería en absoluto, pero no sucede, la música no convoca nada, al contrario, con cada llamada lo aleja cada vez un poco más del circo, de la infancia.

 

Otra fantasía circense

 

Se la llama Vida inteligente en el planeta Tierra y se destaca por la cantidad de participantes, expertos en las más diversas disciplinas: más de siete mil millones en la segunda década del siglo xxi. Acosados por los ojos ciegos de las cámaras que en todas partes nos acechan y nos registran, somos los artistas y también el público, actuamos y nos aplaudimos simultáneamente.

 

Para qué

 

Para qué insistir en los saltos de una banqueta a la otra, para qué chamuscarnos pasando por el aro de fuego, para qué desfilar ordenadamente agitando nuestras melenas, para qué caminar erguidos, para qué practicar el salto mortal o el baile en dos patas cuando la jaula ha desaparecido, cuando nadie nos golpea con el látigo, cuando hace tantos años que no se sabe nada del domador.

 

El payaso Pepino

 

Una amiga me espera en el café. Veo, al llegar, su perfil de moneda antigua, de líneas rigurosas y bellas. Me habla de un payaso famoso de su infancia, que quizás fuera inglés, que quizás se llamara Pepino. Pero Pepino ya no existe, ni existe su infancia, ni la mía. El circo, que antes esperábamos con ansiedad, con alegre anticipación, ahora nos rodea, nos invade, se filtra por los intersticios. Todo es circo a nuestro alrededor y solo queremos que se vaya. Para disimularlo, tomamos café.

 

Perseo y la cabeza de Medusa

 

Perseo está muy bien. Me gusta, es sonoro. Podríamos llamarlo «El Gran Perseo». ¿Y qué necesita para su acto? Tenemos buenas luces y el mejor equipo de sonido. ¿El casco de Hades para hacerse invisible? No, vea, ese tipo de elementos los tiene que traer usted, se supone que forman parte de su número. Sí, lo mismo con las sandalias voladoras. Entiendo: eran prestadas y las tuvo que devolver a Hermes. Pero usted tiene muy buena presencia escénica, seguro que puede hacer algo con lo que trae encima. En ese bolso tan particular, por ejemplo. Ah, ya veo, no, no hace falta que me la muestre, la cabeza de Medusa es peligrosa. ¿No podrá atenuarse un poco esa mirada? ¿Con lentes de contacto opacos, quizás? Se los podríamos colocar mirándola en un espejo. De ese modo haría que los espectadores sintieran algo especial, sin llegar a transformarlos del todo... Aunque en el fondo... Le propongo intentarlo en una de las funciones para ver cómo sale, no vamos a tener problemas. Créame, en el fondo, el público es de piedra, amigo Perseo.

 

Prometeo de circo

 

¿Arte o entretenimiento? Si el buitre escarba hondamente con su pico en el hígado de Prometeo, ¿es arte o entretenimiento?

Es arte si es sangre verdadera el líquido que tiñe el pico del pájaro, si es sangre la que brota a borbotones y se derrama por el costado del cuerpo, si es sangre la que colorea de rojo las rocas a las que está maniatado el hombre. Pero si es una mezcla de glicerina con kétchup, es solo entretenimiento, puro circo. Por supuesto, hay quien opina precisamente lo contrario.

Entretanto, como a esta distancia no es posible comprobarlo, habrá que limitarse a disfrutar del espectáculo. Hay funciones todos los días.

 

¿Quién fue?