Cubierta

B.K.S. Iyengar

YOGA VṚIKṢA

EL ÁRBOL
DEL YOGA

Traducción del inglés de José Manuel Abeleira

Editorial Kairós

A los yoguis del pasado y del presente

PREFACIO

Amigos y compañeros de búsqueda:

En el mundo espiritual, como en el mundo material, se puede escalar una montaña por varios lados. Un camino puede ser largo, otro corto; uno puede ser sinuoso y difícil, otro directo y fácil; y aun así, por todas esas sendas es posible alcanzar la cima. En la búsqueda del conocimiento espiritual son muchos los métodos, muchas las vías, muchos los medios de experimentar la esencia oculta de nuestro ser y de dirigir la mente, que se halla atrapada en las redes de los placeres del mundo, hacia la verdadera fuente de su existencia: el ātman o alma.

Mi materia de estudio es el yoga: la senda que cultiva el cuerpo y los sentidos, refina la mente, civiliza la inteligencia y halla su descanso en el alma, esencia de nuestro ser. Por desgracia, muchas personas que no han penetrado la hondura del yoga piensan que esta senda espiritual hacia la realización del sí-mismo1 es una mera disciplina física, y la práctica del haṭha yoga tan sólo un tipo de gimnasia. Pero el yoga es más que físico. Es celular, mental, intelectual y espiritual: afecta al hombre en todo su ser.

Durante los últimos treinta y cinco años he ido con regularidad a Europa y América, dando clases y haciendo demostraciones para llevar la ciencia del yoga a las gentes de Occidente. Asiduamente doy conferencias y celebro encuentros con estudiantes de yoga que desean hacerme preguntas y ahondar en su comprensión de la materia. Algunas de mis recientes charlas y sesiones de preguntas y respuestas han sido ahora reunidas y ordenadas en forma de libro: este libro que tienen en sus manos y que puede servir de complemento práctico y filosófico a mis anteriores libros Light on Yoga (Luz del Yoga), Light on Prāṇāyāma (Luz sobre el Prāṇāyāma) y The Art of Yoga. Al leerlo descubrirán algo de la riqueza y profundidad del yoga, el cual nos lleva desde la superficie de la piel hasta el fondo del alma. Espero que este volumen resulte fructífero tanto para practicantes de yoga experimentados como para aquéllos que abordan la materia por primera vez. Es mi deseo compartir la dicha de la vida a través del yoga con todos ustedes, por lo que me alegra poder hablarles mediante este libro. Yoga significa reunirse, y el yoga nos está uniendo a ustedes y a mí a través de estas páginas.

Piensen en el estado mental en que se hallaban antes de comenzar a leer. Su mente estaba fresca. Se dispusieron a hojear este libro con mente fresca, sin ideas. Cuando mantenemos ese estado en nuestra vida diaria se denomina integración. Estar plenamente integrado significa integrarse totalmente desde el cuerpo hasta el sí-mismo, así como vivir en integración con nuestros vecinos y el ambiente que nos rodea.

La integración es meditación y la meditación es integración. Quienes carecen de integración no pueden hablar de meditación, como tampoco los que carecen de experiencia en la meditación pueden decir lo que es la integración. Ambas se hallan interconectadas e interrelacionadas. Si ustedes y yo estamos integrados, la mente está en silencio en ustedes y la mente está en silencio en mí, si bien nos hallamos alerta y totalmente atentos. Cuando la percepción consciente se rompe de tanto en tanto se denomina distracción, y llevar la mente distraída una y otra vez a un punto focal es concentración. Mas si este estado de silencio alerta, que normalmente se nos presenta sólo en breves atisbos, continúa durante un largo periodo de tiempo, entonces es meditación.

Cuando se mantiene ininterrumpida esta percepción consciente de la integración de cuerpo, mente y alma, el tiempo no conoce pasado ni futuro; el tiempo es eterno, y puesto que la eternidad aparece aquí en el tiempo, ustedes y yo nos volvemos eternos. Eso es integración, y en ese estado no pueden existir diferencias entre nosotros. Yo espero que, si no hoy, algún día al menos podamos alcanzar ese punto culminante. Recuerden que en la realización del sí-mismo hay culminación. Probablemente hayan escuchado algo distinto: que el infinito no puede ser visto o alcanzado por lo finito. Pero nosotros sólo disponemos de medios finitos para conocer lo infinito. Cuando lo finito se funde en lo infinito, todo se vuelve infinito.

Consideren por un momento el cielo. El cielo es finito al tiempo que infinito. Nadie puede tocarlo, si bien estamos en contacto con él en todo momento de nuestras vidas. De forma similar, ustedes y yo hemos de utilizar medios finitos –cuerpo, mente, inteligencia y consciencia–2 para alcanzar la sede infinita del alma, que es la madre de todas estas cosas. De ese modo permanecemos siempre frescos, siempre en paz, y con inteligencia siempre en crecimiento.

Dios los bendiga.

NOTA DEL EDITOR
Y AGRADECIMIENTOS

El creciente interés que por el yoga existe a nivel mundial, unido a la sólida reputación de B.K.S. Iyengar como uno de los principales profesores en la materia, ha conducido al desarrollo de una amplia red de profesores y alumnos que trabajan bajo su dirección en muchos países diferentes. Él mismo dedica con regularidad parte de su tiempo a viajar, dar conferencias y celebrar encuentros con estudiantes y profesores de yoga a lo largo y ancho del mundo. El material presentado en este libro ha sido extraído en gran parte de grabaciones y transcripciones de tales encuentros y conferencias, los cuales tuvieron lugar en Inglaterra, Francia, Italia, España y Suiza entre los años 1985 y 1987, así como de una conferencia pronunciada en Madrás en 1982 durante el Congreso Panindio Bharatnatyam. Debo agradecer a los organizadores de estos diversos acontecimientos su generosidad al facilitar dicho material para su publicación, así como a todos aquellos que han participado en las labores de grabación y transcripción.

Ese material inicial trata de forma libre muchos temas diferentes, pasando a menudo rápidamente de un asunto a otro en respuesta a las preguntas y cuestiones que van surgiendo. La organización de este libro en capítulos y secciones no guarda relación directa con la estructura de las conferencias originales, y en ciertos capítulos he incluido material procedente de distintas conferencias y charlas en las que se abordaron temas afines. Se ha incorporado asimismo material reciente extraído de mis conversaciones con el maestro Iyengar, así como de un amplio número de correcciones y añadidos al borrador realizados por él mismo. Yoga Vṛikṣa (El árbol del Yoga) es pues una presentación revisada y actualizada de los temas abordados en las charlas y conferencias originales. He procurado reducir al mínimo las repeticiones, manteniendo al mismo tiempo la frescura del estilo oratorio del maestro Iyengar.

Quisiera dar las gracias a Silva y Mira Mehta del Instituto de Yoga Iyengar de Londres por haber leído y corregido el borrador, a Jonathan Katz por repasar las transliteraciones en sánscrito y las definiciones del glosario, a Jim Benson por su ayuda a la hora de reunir la bibliografía y a Sheelagh Rivers-Moore por una sugerencia muy útil en referencia al orden de los capítulos. Silvia Prescott ha aportado de manera generosa todas las fotografías en blanco y negro, salvo una, que es de Gerry Clist. Debo dar las gracias de modo especial a S.M. Wagh, quien pintó la portada y ciertas ilustraciones.*

El simbolismo del árbol del Yoga fue desarrollado con anterioridad por el autor en una charla publicada en Gran Bretaña por la revista Yoga Today. Asimismo han aparecido artículos que contienen algunas de las ideas de este libro en Yoga Journal en Estados Unidos, Le Monde Inconnu en Francia, Viniyoga en Bélgica y Body the Shrine, Yoga thy Light, publicado en la India en 1978 por el Comité Conmemorativo del 60º Cumpleaños de B.K.S. Iyengar. Un breve pasaje del capítulo sobre prāṇāyāma aparece reproducido por cortesía de Bharatiya Vidya Bhavan de Bombay. Hay que agradecer a Unwin Hyman Ltd. su permiso para extraer partes de los glosarios de los libros de B.K.S. Iyengar Light on Yoga (versión castellana: La Luz del Yoga, Kairós, Barcelona 1994) y Light on Prāṇāyāma (versión en castellano: Luz sobre el Prāṇāyāma, Kairós, Barcelona 1997) a la hora de recopilar el glosario de este libro.

Por último quisiera expresar mi más sincera gratitud a B.K.S. Iyengar mismo por su completa cooperación y estímulo durante la preparación del libro, a Faeq Biria por haber propuesto en primer lugar el proyecto y ayudar a la recolección de material, y a todos esos innumerables estudiantes y entusiastas del yoga cuyo interés en la materia hace posible y necesario un libro de estas características.

DANIEL RIVERS-MOORE

Oxford, marzo de 1988

PARTE I: YOGA Y VIDA

PARTE II: EL ÁRBOL Y SUS PARTES

PARTE III: YOGA Y SALUD

PARTE IV: EL SÍ-MISMO Y SU VIAJE

PARTE V: EL YOGA EN EL MUNDO

EL YOGA ES UNO

Yoga significa unión. La unión del alma individual con el Espíritu Universal es yoga. Esta noción es, sin embargo, demasiado abstracta para ser entendida fácilmente, así que para nuestro nivel de comprensión suelo decir que yoga es la unión del cuerpo con la mente y de la mente con el alma.

El noventa por ciento de nosotros sufre de un modo u otro, física, mental o espiritualmente. La ciencia del yoga nos ayuda a mantener el cuerpo como un templo a fin de que éste se torne tan limpio como el alma. El cuerpo es perezoso, la mente vibrante y el alma luminosa. Las prácticas yóguicas desarrollan el cuerpo hasta el nivel vibrante de la mente para que así cuerpo y mente, habiéndose vuelto ambos vibrantes, se vean atraídos hacia la luz del alma.

Filósofos, santos y sabios nos dicen que son varias las sendas por las que podemos alcanzar el objetivo último, la visión del alma. La ciencia de la mente se llama rāja yoga, la ciencia de la inteligencia es el jñāna yoga, la ciencia del deber es el karma yoga y la ciencia de la voluntad es el haṭha yoga. Para los autores de los textos antiguos, estos nombres eran como las teclas de un teclado. El teclado posee muchas teclas, pero la música es una. Del mismo modo, son muchas las palabras mediante las cuales los individuos expresan su modo particular de enfocar el yoga y las sendas particulares por las que alcanzan la culminación de su arte; sin embargo el yoga es uno, al igual que Dios es uno, aunque en diferentes países la gente lo llame con distintos nombres.

Quienes abordan el yoga intelectualmente afirman que el rāja yoga es espiritual y el haṭha yoga meramente físico. Se trata de un grave error. Así como todas las sendas conducen a la fuente, también el haṭha yoga nos conduce hacia la visión del alma. ¿Cuántos de aquéllos que establecen esta distinción entre haṭha yoga y rāja yoga han realizado un estudio en profundidad del Haṭha Yoga Pradīpīkā o de otros textos antiguos sobre haṭha yoga? ¿Y cuántos han leído en profundidad los Yoga Sūtras de Patañjali, que son la fuente principal del rāja yoga? ¿Saben ellos acaso que el último capítulo del Haṭha Yoga Pradīpīkā se llama Samādhi Pāda, y que habla del estado de samādhi o unión con el Espíritu Supremo? ¿Y cuál es la culminación del rāja yoga? También samādhi. ¿Dónde está, pues, la diferencia entre ambos?

Basta con abordar psicológicamente, en lugar de fisiológicamente, el término “haṭha” para aprender más acerca de si el haṭha yoga es físico o espiritual. “Ha” significa sol, el sol de nuestro cuerpo, es decir, nuestra alma; y “ṭha” significa luna, la cual es nuestra consciencia. La energía del sol nunca languidece, mientras que la luna mengua cada mes y de nuevo pasa, de estar apagada, a la plenitud. Así pues, el sol en cada uno de nosotros, que es nuestra alma, nunca se apaga, mientras que la mente o consciencia, que toma su energía del alma, experimenta fluctuaciones, modulaciones, humores y altibajos como las fases de la luna. La mente es como el mercurio. Y así como el mercurio no puede asirse con la mano, tampoco nosotros podemos asir la mente fácilmente. No obstante, cuando logramos hacer que se reúnan consciencia y cuerpo, la energía de aquélla se aquieta, y cuando la energía de la consciencia se aquieta, también la consciencia se aquieta y el alma impregna el cuerpo entero.

El Haṭha Yoga Pradīpikā dice que yoga es “prāṇa vṛitti nirodha”: aquietar las fluctuaciones de la respiración. Los Yoga Sūtras de Patañjali dicen que yoga es “chitta vṛitti nirodha”: aquietar las fluctuaciones de la mente. La mente puede ir en muchas direcciones en un instante. Sus movimientos son múltiples y muy rápidos. La respiración, sin embargo, no puede ir en muchas direcciones a la vez. Sólo tiene un recorrido: inspiración y espiración. Puede, sí, detenerse un momento en estado de retención, mas no puede multiplicarse como la mente. Según el Haṭha Yoga Pradīpikā, el control de la respiración y la observación de su ritmo llevan la consciencia a la quietud. Así, aunque el Haṭha Yoga Pradīpikā comience con el control de prāṇa, la respiración o energía, y los Yoga Sūtras de Patañjali comiencen con el control de la consciencia, ambos se encuentran en un cierto punto, no existiendo en el fondo diferencia alguna entre ellos. Al controlar la respiración estamos controlando la consciencia, y al controlar la consciencia aportamos ritmo a la respiración.

Como el alcanfor al unirse a la llama, la mente resulta absorbida por la llama del alma. Ésa es la culminación del haṭha yoga. El texto nos dice que la unión de la mente con el alma es haṭha yoga. Rāja yoga también es la unión de la mente con el alma, de modo que no existe diferencia alguna entre ambos. El yoga es uno.

Practicar yoga es por tanto unir el cuerpo con la mente. Para la persona cultivada es también unir la mente con la inteligencia, y para la persona aun más cultivada es unir el cuerpo, la mente y la inteligencia con lo profundo del alma.

El yoga se divide tradicionalmente en ocho miembros o aspectos, denominados yama, niyama, āsana, prāṇāyāma, pratyāhāra, dhāraṇā, dhyāna y samādhi. Cuando no estamos familiarizados con estos términos, esta larga lista puede resultar un tanto desalentadora al principio. En el curso de este libro, nos familiarizaremos poco a poco con dichos conceptos y las palabras sánscritas dejarán paulatinamente de constituir una barrera para la comprensión.

Se puede considerar asimismo que el yoga presenta tres niveles: externo, interno y profundo, o físico, mental y espiritual. De ese modo, los ocho miembros del yoga pueden dividirse en tres grupos. Yama y niyama constituyen las disciplinas éticas sociales e individuales; āsana, prāṇāyāma y pratyāhāra conducen a la evolución del individuo, a la comprensión del sí-mismo;3 dhāraṇā, dhyāna y samādhi son los efectos del yoga, que proporcionan la experiencia de la visión del alma, si bien no forman parte, como tales, de la práctica del yoga.

Aunque a menudo se considera en Occidente que el yoga es puramente físico, se trata también de una materia fisio-psicológica y psico-espiritual. Es una ciencia que libera nuestra mente de la esclavitud del cuerpo y la conduce hacia el alma. Cuando la mente alcanza el alma y se funde con ella, el alma se ve liberada, permaneciendo a partir de ese momento en paz y beatitud. Si se encierra un pájaro en una jaula, éste no tiene posibilidad alguna de movimiento. En el momento en que abrimos la jaula, el pájaro alza el vuelo y recobra su libertad. El hombre alcanza la misma libertad cuando la mente se ve descargada de la esclavitud del cuerpo y viene a descansar en el seno del alma.

El primer nivel del yoga consiste en lo que podríamos llamar obligaciones y prohibiciones. Niyama nos dice lo que debemos hacer por el bien del individuo y de la sociedad, y yama nos dice lo que debemos evitar hacer, pues resultaría nocivo para el individuo y para la sociedad. Se trata de disciplinas éticas que han existido dentro del género humano en todos los lugares desde tiempo inmemorial. Yama y niyama pertenecen a la tradición de las civilizaciones, ya sea de Oriente o de Occidente, del Norte o del Sur.

Una vez acatados estos preceptos tradicionales, u obligaciones y prohibiciones, trabajamos entonces para el desarrollo individual a través de la interpenetración de cuerpo y mente y de mente y alma. Este segundo nivel del yoga es sādhana o práctica, y comprende āsana, prāṇāyāma y pratyāhāra. Āsana es la práctica de diferentes posturas del cuerpo. Prāṇāyāma es la ciencia de la respiración. Pratyāhāra es bien el silenciamiento de los sentidos y su mantenimiento pasivo en la posición que les corresponde, bien la retirada de los sentidos hacia el interior a fin de que puedan residir en el núcleo del ser.

El tercer estrato del yoga es descrito por Patañjali en los Yoga Sūtras como el tesoro del yoga. Es el efecto o el fruto de sādhana y consiste en dhāraṇā, dhyāna y samādhi. Dhāraṇā es concentración o atención completa. Dhyāna es meditación. Samādhi es la culminación del yoga: un estado de bienaventuranza y unión con el Espíritu Universal. Cuando cuidamos del crecimiento de un árbol, llegado el momento éste echa flores, produciendo luego su culminación natural, que es el fruto. De igual modo, la práctica del yoga ha de culminar más pronto o más tarde con la fragancia espiritual de la libertad y la beatitud. Al igual que la esencia del árbol se halla contenida en el fruto, así también la esencia de nuestra práctica está contenida en su fruto de libertad, equilibrio, paz y beatitud.

EL ÁRBOL DEL YOGA

Para cultivar una planta hacemos primero un agujero en la tierra, retiramos las piedras y los hierbajos y ablandamos el suelo. Luego introducimos la semilla en el suelo cubriéndola cuidadosamente con tierra blanda para que al abrirse no la dañe el peso de la tierra. Finalmente, regamos un poco la semilla y esperamos a que germine y crezca. Después de uno o dos días, la semilla se abre en forma de brote y empieza a crecerle un tallo. Luego el tallo se divide en dos ramas y echa hojas. Crece continuamente formando un tronco y produce ramas cargadas de hojas que se abren en diversas direcciones.

De forma similar, el árbol del sí-mismo necesita cuidados. Los sabios de la antigüedad, que experimentaron la visión del alma, descubrieron la semilla de ésta en el yoga. Dicha semilla presenta ocho segmentos, los cuales, a medida que crece el árbol, dan origen a los ocho miembros del yoga.

La raíz del árbol es yama, que comprende cinco principios: ahiṁsā (no violencia), satya (amor a la verdad), asteya (hallarse libre de avaricia), brahmacharya (control del placer sensual) y aparigraha (hallarse libre de codicia y de la posesión más allá de las propias necesidades). La observancia de yama disciplina los cinco órganos de acción, a saber, los brazos, las piernas, la boca, los órganos de procreación y los órganos de excreción. Naturalmente, los órganos de acción controlan los órganos de percepción y la mente: si la intención es causar un daño, pero los órganos de acción se niegan a hacerlo, el daño no se llevará a cabo. Así pues, los yoguis comienzan por el control de los órganos de acción. Yama es por tanto la raíz del árbol del Yoga.

A continuación viene el tronco, comparable a los principios que componen niyama. Éstos son śaucha (limpieza), santoṣa (contento), tapas (ardor), svādhyāya (estudio del sí-mismo) e Īśvara praṇidhana (entrega de uno-mismo). Estos cinco principios de niyama controlan los órganos de percepción: los ojos, los oídos, la nariz, la lengua y la piel.

Del tronco del árbol surgen varias ramas. Una crece muy larga, otra de lado, otra en zigzag, otra rectaṇ etcétera. Estas ramas son las āsanas, las diversas posturas que armonizan las funciones físicas y fisiológicas del cuerpo con el modelo psicológico de la disciplina yóguica.

De las ramas crecen las hojas, cuya interacción con el aire suministra energía a todo el árbol. Las hojas absorben el aire exterior y lo conectan con las partes internas del árbol. Se corresponden con prāṇāyāma, la ciencia de la respiración, que conecta el macrocosmos con el microcosmos y viceversa. Nótese cómo, en posición invertida, los pulmones representan un árbol. A través del prāṇāyāma, los sistemas respiratorio y circulatorio son conducidos a un estado de armonía.

El dominio de āsanas y prāṇāyāma ayuda al practicante a desligar la mente del contacto del cuerpo, lo que lo conduce automáticamente a la concentración y la meditación. Las ramas del árbol se hallan todas cubiertas por una corteza. Sin la protección de la corteza, el árbol sería carcomido por los gusanos. Esa cubierta preserva la energía que fluye dentro del árbol desde las hojas a la raíz. Así, la corteza se corresponde con pratyāhāra, el viaje de los sentidos hacia adentro desde la piel al núcleo del ser.

Dhāraṇā es la savia del árbol, el jugo que transporta la energía en su viaje hacia el interior. Dhāraṇā es concentración: enfocar la atención en el núcleo del ser.

El fluido del árbol, o savia, conecta la última punta de las hojas con los extremos de la raíz. La experiencia de esta unidad del ser desde la periferia hasta el centro, donde el observador y lo observado son uno, se alcanza en la meditación. Cuando el árbol está sano y el suministro de energía es excelente, brotan de él flores. Así dhyāna, la meditación, constituye la flor del árbol del Yoga.

Finalmente, cuando la flor se transforma en fruto, éste se denomina samādhi. Al igual que la esencia del árbol se halla en el fruto, así también la esencia de la práctica del yoga está en la libertad, el equilibrio, la paz y la beatitud de samādhi, donde el cuerpo, la mente y el alma se unen y se funden con el Espíritu Universal.

INDIVIDUO Y SOCIEDAD

El yoga actúa sobre cada individuo a fin de lograr su crecimiento y su avance a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Va dirigido a toda la humanidad. Ésa es la razón por la cual se le denomina sārvabhauma, o cultura universal. El yoga no acaba cuando nos hallamos en paz con nosotros mismos. Habiendo adquirido una cierta disciplina de cuerpo, mente, sentidos, inteligencia y consciencia, el yogui ha de vivir en el mundo sin verse envuelto en sus propias acciones. Es lo que se conoce por habilidad en la acción; pero ésta no significa tan sólo destreza. Dicha habilidad consiste en realizar las propias acciones sin esperar buenos o malos resultados de ellas. Las acciones del yogui no se realizan ni con vicio ni con virtud, sino con pureza y divinidad.

Se ha de lograr un enorme equilibrio entre la vida filosófica y la vida práctica. Si conseguimos aprender eso, nos convertimos en filósofos prácticos. Filosofar filosofía pura no constituye un gran logro. Los filósofos son soñadores. Nosotros, sin embargo, debemos introducir la filosofía en nuestro día a día, a fin de que la vida, con sus penas y sus alegrías, se vea informada por la filosofía. Siendo fieles a nuestra propia evolución y desarrollo, sin abandonar nuestra senda espiritual individual, ¿podemos al mismo tiempo vivir felizmente en sociedad? Eso es filosofía práctica.

El yoga apunta primeramente al crecimiento individual, pero a través del crecimiento individual la sociedad y la comunidad avanzan. Si cien personas practican yoga y se las ve sanas, entonces otros comenzarán a preguntarles qué es lo que hacen. De ese modo el número se incrementará, y pronto habrá otras cien, u otras doscientas o trescientas. Hubo un tiempo en que parecía que yo era el único que hacía este yoga con dedicación y entusiasmo, pero ¡miren ahora cuánta gente a su alrededor lo está haciendo! Así pues, del individuo va a la comunidad, y de la comunidad a la sociedad.

¿Por qué pensamos en la violencia del mundo y no pensamos en la violencia que hay dentro de nosotros mismos? Cada uno ha de ser su propio instructor, pues sin disciplina no podemos volvernos libres, ni puede haber libertad en el mundo sin disciplina. Sólo la disciplina trae consigo verdadera libertad. Si necesita mejorar su salud, ¿cree que lo conseguirá sin disciplina? La moderación es esencial en la vida. Ésa es la razón por la cual el yoga empieza con un código de conducta que cada individuo ha de desarrollar. La persona disciplinada es una persona religiosa. La salud es religiosa. La mala salud es irreligiosa.

La vida religiosa no consiste en apartarse del mundo diario. Más bien al contrario: lo que hemos de hacer es armonizar nuestras vidas. Las circunstancias de la vida están ahí para nuestra evolución, no para nuestra destrucción. El ambiente con frecuencia parecerá oponerse a la vida individual. Sin embargo, ¿acaso no puedo vivir yo como un hombre virtuoso aunque los demás pasen el tiempo en prostíbulos? O supongamos que diez personas están bebiendo. Yo no bebo, pero esos diez son mis amigos. Cuando me invitan a beber, si les digo «No, no me interesa» van a reírse de mí. Así que les digo: «De acuerdo. Para mí un zumo, y para vosotros el alcohol» ¿Qué más da? Eso quiere decir que les entiendo. Estoy y no estoy con ellos. Estoy dentro y fuera. Eso se denomina equilibrio. Si somos capaces de vivir así, eso es religión.

El crecimiento individual constituye un deber fundamental, y el yoga desarrolla a cada individuo. No obstante, nuestro cuerpo es una imagen del mundo que nos rodea: es un gran club internacional. Tenemos trescientas articulaciones, lo que representa que hay trescientos miembros asociados en un cuerpo. La circulación de la sangre ocupa noventa y seis mil kilómetros de longitud si contamos todas las arterias, las venas y los vasos capilares más pequeños; y son dieciséis mil los kilómetros de energía biológica que fluyen por el sistema nervioso. La superficie de nuestros pulmones es tan grande como una pista de tenis. Nuestro cerebro posee cuatro lóbulos. ¿No es una especie de gran club internacional en un solo individuo? El yoga proporciona ayuda para que todas estas partes se coordinen y puedan así trabajar en armonía y concordia. El yoga opera en nuestra conciencia. El yoga opera en nuestra consciencia. El yoga opera en nuestra inteligencia. El yoga opera en nuestros sentidos. El yoga opera en nuestra carne. El yoga opera en nuestros órganos de percepción. Por eso se denomina arte global.

Cuando nuestro cuerpo, mente y alma se muestran sanos y armoniosos, proporcionamos salud y armonía a los que nos rodean, así como al mundo; no retirándonos del mundo, sino siendo un sano órgano viviente del cuerpo de la humanidad.